Los gitanos
Miriam Tasat

Solo el hecho de tener que relatarlo me produce ganas de vomitar, me aleja aún mas de este emprendimiento, que a mi pesar soy parte, llamado humanidad.

A mediados de diciembre de 1999 viajé sola a buscar una vivienda en Misiones, bajé en Posadas por contactos laborales: estuve bien temprano  en la oficina central de la Liga de Amas de Casas para dejarles mi currículo como lo  había arreglado con un conocido  porteño. “Esta organización hacía tareas múltiples inclusive educativas, es posible que enganches algo”, me explicó él en su momento.  Mas tarde supe que la  hiperactividad de las amas de casas  era desarrollada a la sombra de sus maridos: el poder.

Recuerdo entrar en una casona antigua, hermosa en el medio de la ciudad, entregar el currículo y escuchar de boca de la representante mayor de semejante organización: -nos mantenemos en contacto, venís bien recomendada...ahora -¿ ya sabés donde vas a vivir?

-Sí, en Oberá. Contesté aún dormida.

- Aaja, no tenés casa aún. ¿Vas a buscarla solita..., y tu marido?-

Me desperté, esa palabra siempre me despierta. – Vendrá después- le contesté y fijé la vista en su cara para poder percatarme si era suficiente o tenía que seguir diciendo y diciendo. Algo en mí le derramó clemencia o, lo mas seguro, no tenía ganas de seguir perdiendo el tiempo y por fin dijo:

-Las mujeres realizamos  proyectos como nunca, qué tengas mucha suerte, bienvenida a Misiones!

Esto es todo lo que se le ocurrió a la presidenta de la Liga de ama de casa. La puerta de salida me llamaba.

Oberá;  era mi objetivo quería cambiar no de una ciudad congestionada a otra, esta ciudad tenía esta cualidad y a la vez no quedaba tan lejos de la capital de la provincia,  en fin más o menos así me decidí. Llegué a medio día cuando la sombra de todo y de todos parece que cobrase vida aún mas que el objeto que  refleja.

No sé  bien como, seguro que preguntando por aquí y por allá, supe  de una casa que alquilaba una familia de apellido difícil. Toque timbre  y me hicieron pasar, nos sentamos en un comedor cuidado y recargado, se oían movimientos de almuerzo mas allá de una puerta. El señor y la señora se sentaron de un lado de la densa mesa, uno al lado del otro, los dos apoyaban sus brazos sobre ella y cruzaban sus dedos, desafiantes me pareció. Yo estaba frente a ellos, detrás del hielo.

Silencio, un breve silencio, el tendría como 75 o un poco mas de años y ella supongo que también pero su teñido de pelo me confundía, sonreían (había algo que me incomodaba, ¿serán así la gente en Oberá?). Los ojos celestes del anciano me indicaban que hable y el movimiento del repasador de su mujer también, así que respire y empecé.

-Necesito alquilar una casita por acá pues nos instalaremos a la brevedad en esta ciudad,

-Con quién va a vivir, tienen trabajo- Me interrumpió  el anciano moviendo las manos para apresurar la información que le importaba

-Primero vendré yo con mi hija de un año, luego se trasladará mi hija mayor, y mas tarde mi marido pues tiene todavía trabajo que hacer en Buenos Aires. Yo voy a trabajar con la gente de la Liga de ama de casa en un proyecto educativo y mi marido hasta  que venga aquí nos mandará plata.

Toda esta mezcla de realidad y de lo que él quería escuchar pareció convencerlos pues pasaron a otro inquietante rubro y fue así que la ancianita dijo:

-Su hija mayor ¿qué edad tiene y a qué grado entrará? 

Sorprendidísima le respondí, mas segura en este ítem del interrogatorio:

-Tiene 11 años y pasa a 7° grado- vi que se ofuscaba, ¿esto la ofusca?, ¿por qué? Y escuche su reproche:

-Está adelantada

-Sí, siempre es la mas pequeña del grupo pero le van muy bien. Agrandó los ojos; parece que esto le era intolerable:

-Bueno mi nieto también es el mas chico del grupo y le va muy bien. Como en una carrera de competencia absurda  el viejito añadió

-Mi hijo, el padre  de mi nietito, es el cirujano del Hospital de Oberá, todos lo conocen, es el jefe del Servicio... Sonrió, sonrieron. Pensé se ve que los hace muy feliz su hijo,  pero me pinchaba que había algo mas.

-Usted tiene ascendiente gitano - continuó él y su pregunta cayó en mi esternón, los vi de una vez pero no quería...no quería entorpecer mi trámite y conteste:

-Creo que no, por un lado árabes, y por el otro andaluces e indígenas, pero bueno puede ser... -A decir verdad me faltaba un poco el aire y se acentuaba  el olor a cera que había en ese cerrado  comedor. Él sonreía y asentía con la cabeza, ella me miraba fijo. Quería terminar con esa escena inaugural en mi vida, me paré:

-Bueno- les dije y sentí que ya no los miraba igual- entonces me muestra la casita.

Tomó las llaves y por fin salimos de ese lugar al cual nunca tendría que haber entrado.

La casa que me alquilaría esta sagrada familia, tiempo después supe que eran alemanes, estaba en el centro mismo de Oberá; a ella  se accedía por una subidita llena de césped cuidado, quedaba muy cerca de la casa de los ruines dueños. Era grande, amplia y  luminosa; un rectángulo perfecto lleno de ventanas. Me estaba gustando el lugar, nos imaginaba en ella cuando escucho lo que me iba a salir, me pareció dentro de lo pensado y sin darme mas tiempo señé. Muchas veces pensé por qué le señé a esta clase de gente, no sé si por que realmente no tenía mucho tiempo más, por que estaba en una situación que no facilitaba ningún tipo da análisis, o por que todo esto sucedió dentro de ese rectángulo y quería irme. Le di la plata, me dio un recibo.

-En quince días vuelvo.

-Bueno, vaya llamando de capital para saber el día que realmente llega.

Me dio su número que me persiguió los días restantes en Buenos Aires hasta la vuelta.

Llamé a Buenos Aires para avisar que ya había señado y al relatar a quienes le alquile y donde alquile, una piedra se incrusto en mi hígado: no hice  bien en señarles a esta gente...Trataba de encontrar los aciertos de mi decisión pero la piedra no daba tregua. Conozco lo que me sucede en estos casos: esto no va a terminar bien. 

En lo que quedaba de mi hermosa casa de Buenos Aires, ahora un poco transformada pues le había traspasado mi contrato de alquiler a mi hermano que se separaba  de su mujer una vez más; encontré  una pared de un color distinto al resto, con plantas rodeando una televisión de aquellos, con alfombras...El teléfono era muy moderno y brillaba. Tenía que llamar al dueño de mi nuevo alquiler en Oberá y usar ese teléfono. Hay tiempo, no tengo que hacer  todo hoy - me decía a mí misma, me tranquilizaba.

Así pasaron algunos días, se acercaba el cumple de Viole y nuestra querida pero empujada partida (empujada ¿ por qué?¿ empujada por quién). Por mas que uno se sienta empujado no deja de ser uno y con mis nuevos boletos para aquel viaje que me asentaría en otro lugar, llamé a Oberá; la piedra volvía:

-Sí soy Nasira, le aviso que llego con mi hija el 13 a las, -me interrumpió- y su marido?

La piedra aumentaba su volumen, me hinchaba

-Ya le expliqué que mi marido viene luego y que, - Interrumpió por segunda vez, la piedra tampoco quería escuchar, sabíamos que era mejor no escuchar pero escuche:

-Me olvide de decirle señora, que le alquilo pero me faltó decirle una condición, yo puedo entrar en la vivienda cuando quiera, no solo a cortar el pasto de alrededor sino en la casa, me quedaré con una copia de las llave y puedo usarla cuando quiera.

Me sentía la piedra misma, me asuste, solo quería colgar, colgar mi angustia un rato.

- Ah,, si...si ...claro .  Y  a al fin culminé:

-Bueno, no habrá problema, nos vemos. -Colgué, me dolía la mano por la tensión con que sostenía el teléfono.

Mis últimas palabras  podrían parecer pensadas  a la luz de lo que luego pasó, pero no fueron pensadas, fueron escapadas.

Llegó el día de la partida, aún hoy la abuela de Viole nos recuerda: cada quince días veía a mi nietita y las acompañaba a Retiro. Últimamente habla mucho de esta época, creo que debe ser por que la definición llegó por fin de  manera clara y distinta: estamos separados su hijo y yo.

Partíamos de Retiro a las ocho de la noche y llegábamos a las ocho de la mañana. Los muebles habían salido antes que yo y llegarían después que yo. Como consecuencia de lo que tenía pensado hacer, debía aprovechar bien la mañana si quería tener un lugar donde dormir con Viole; por lo poco que conocía el calor misionero no dejaba persona en puerta en la siesta y era imposible ir por sus calles a más no ser que uno quisiera quemarse hasta los huesos. Casi como en la última cena comí lo que brindaba el servicio del micro, guardé la mayonesa por si acaso tenía la fortuna de poder enchufar mi heladera la tarde siguiente. En cada trago de comida o bebida algo me hacía recordar que mi hígado no estaba solo. Violeta, como le ocurría en estos viajes, luego de la mamadera y de mimos dormía, dormía.

Yo también dormite; se ordenaron casi correctamente en mis ensueños, los gitanos, los rubios de Oberá, los inteligentes que van a un grado supuestamente mas adelantado que el resto, los cirujanos de los pueblos, la casa sin puertas para dueños de todo y de todos, las viejitas que no quieren a nadie salvo a los de su misma sangre...Continué así con mi pensamiento, sabía que ya quedaba una cuadra para enfrentarlo, tome el maldito recibo que me dio con su maldita mano en aquel maldito rectángulo en alquiler. Con el cochecito que cargaba a Viole, doy rápido vuelta a la esquina y lo veo, está el muy turro limpiando su vereda, veía su insoportable espalda que se movía con la escoba y el hermoso viento que temblaba igual que yo; a un metro de este inmundo ser estiro el recibo y digo enérgica, casi gritando:

-No voy a alquilar, quiero mi seña!

Se da vuelta, me mira y como repasando de qué se trata y acostumbrado a no dar explicaciones, dice con odio:

-Espere.

Fueron pocos minutos, pero tenía miedo estaba con Viole, miré si transitaba alguien por la vereda, no muy lejos vi a dos mujeres morochas cargadas con bolsas, se acercaban por la cuadra de enfrente,

Salió de su casa, llevaba en la mano el mismo billete de cincuenta que le había dado unas semanas atrás, igual de doblado, como pidiéndome que lo sacaran también a él de ahí.

Se me acerca con el billete, corro el cochecito hacia el lado inverso de donde se paró él; hace ademán de que  tome la plata y que le dé el recibo. Hacemos el pase esperado, en simultáneo, cuando obtiene el recibo empujo el cochecito para no verlo mas en la vida, y ahí lo escucho, derrama su vomito  bajito, repugnante, chiquito sobre mi presencia, confirmando mi maldita hipótesis:

-Gitanos de mierda!!

Me adelanto bastante, no podía creer que fuese cierto todo lo que había pensado, la piedra se convirtió en furia, como lo presentía; me di vuelta y con toda la fuerza de mi impresión hacia lo siniestro, grité, le grité a la basura que seguía barriendo:

-Fascista inmundo, hijo de la remil puta!. Temblando vi como se daba vuelta, por fin su cara ya no expresaba comodidad, pero intentó seguir.

-Estos porteños estafa.. la que interrumpe soy yo- Callate nazi, que todos se enteren sos un nazi,  los gitanos te van a perseguir hasta en tu propia tumba.

Temblaba, caminé temblando, veía a mis manos y a Viole; continué escuchando el eco de mis voces, no era la primera vez y por lo visto tampoco la última que me sucedería, mis gritos luego de expresarse me acompañan unas cuadras o un tiempito según donde esté...

Algo bueno pasó: las señoras  se cruzaron y se pusieron al lado mío, como escoltando el cochecito.

Miriam Tasat

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