Carta ciudadana desde el Paraguay (202)

Mafias corporativas al ataque.
Busca desesperadamente un padrino: Chester Swann

Luque, 7 de agosto de 2009

Desde la Roma pre republicana han existido las llamadas collegiatas o corporaciones de artes y oficios. Entre otras cosas, para proteger los intereses corporativos de sus asociados y guardar los “secretos” técnicos de las cofradías.  Ya durante la república consular, cada cónsul iba acompañado de dos lictores o guardaespaldas, cuya arma-símbolo era el fascio o haz de varas atadas al asta de un hacha; que representaba la unidad del pueblo romano en torno a sus autoridades.

Esta digresión viene al caso nuestro (y de casi todo el planeta que nos rodea con corporaciones cada vez más poderosas), ya que en el siglo pasado Mussolini resucitó al fascio como emblema de su partido corporativista.  Sin duda usted querrá saber a dónde quiero llegar con esta retahíla.  Resulta que los sindicatos, gremios, alianzas y colegios “profesionales” tienen como fin amedrentar a quien se oponga a los intereses de todos o de cada uno de sus miembros.  Si usted denuncia a un médico por mala praxis —pongamos al caso— todo el gremio se pone a la defensiva en contra del denunciante, o sea usted.

Lo mismo pasa con el llamado “espíritu de cuerpo” del cual se suelen jactar los grupos armados, sean pistoleros asalariador, policías o militares, quienes se defienden unos a otros como gato panza arriba, en la paz o en la guerra.  Y esto también se da en el ámbito civil, especialmente entre abogados, jueces, escribanos, ingenieros, arquitectos y… políticos, vea usted.  Pero ahora la cosa se estila según el modelo de la Onorata Societá, de Sicilia, donde la ley más cumplida es la del silencio (omertá), que en boca cerrada no entran odondólogos ni moscas funebreras, ni incineradores de archivos.  ¿Me explico?

Mas este fenómeno se ha extendido tanto, que el corporativismo ha llegado a los señores feudales de la soja, a los “importadores”, a los “recaudadores de la corona”, a los “ejecutivos de frontera”, a los “sintechos” y hasta a los docentes, creando a la ciudadanía más de una molestia, ya que es éste el único estamento desorganizado y no participativo del país.  Cada ciudadano se defiende como puede o se deja estuprar con esa sensación de impotencia que sólo lo lleva al plagueo.  Claro, salvo que sea victimizado en forma grupal, como el caso de los ahorristas estafados, el caso Ykua Bolaños, o algo as;i, no actúa colectivamente en defensa de sus intereses vulnerados; sea por el estado o por otras corporaciones de por ahí.

Esto no es óbice para que de tanto en tanto las corporaciones se conviertan en nido de culebras o bolsa de gatos rabiosos.  A veces se da el caso, entre abogados especialmente, o entre afiliados al mismo grupo, logia, facción o partido político, que se trenzan a muerte, escupiendo veneno o lanzando mierda con ventiladores.  Especialmente si hay choques de intereses personales entre ellos.  Véase, por ejemplo, el caso del Consejo de la Magistratura y el Senado, o el caso de las facciones coloradas que se culpan unas a otras de su pase a la planicie.

Entre tanta organización mafiosa —que según parece hasta los peajeros de barrio están agremiados, incluso con la policía—, sería bueno que surgiera, algún día, una cofradía ciudadana que intente trabajar por el bien común; que, al menos por ahora, es el menos común de los bienes.

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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