Carta ciudadana desde el Paraguay (177)

La Fiesta de las Letras 
Hojea expectante páginas y más páginas: Chester Swann

Luque, 21 de junio de 2009

Esta vez he resuelto dejar a un lado los constantes avatares del errático discurrir de la política nacional, ante la apertura de la decimoquinta Libroferia; lo que amerita algunas reflexiones en torno al cada vez más menguante culto a la lectura.

Nuestro país, es cierto, tiene y tuvo intelectuales munidos de nutridas bibliotecas donde se solazan los espíritus inquietos y fecundos.  Mas también éstos forman una minoría insular, en relación al océano de analfabetismo funcional o total que nos rodea. 

Paraguay es un país que ha pasado de la cultura (si así pudiera definirse) oral y ágrafa, a la audiovisual.  No hubo, salvo excepciones, un puente cualitativo intermedio.  Y esto se refleja en el paupérrimo lenguaje y expresión escrita de quienes entran a los claustros universitarios casi por la ventana.

Muchos bachilleres han debido solicitar rebajas en los puntajes mínimos para el ingreso a la educación terciaria, judicializando sus pretensiones.  El manejo correcto del vocabulario castellano es tan ajeno a nuestros estudiantes como un pingüino al Sáhara, con perdón de la comparación.  Pero ¿Hay alguna fórmula mágica para revertir esta situación de orfandad expresiva e iletrada?

Me atrevería a decir que sí, toda vez que el libro —en tanto  que correa de transmisión del saber— esté al alcance, no sólo de los bolsillos, sino también del “gusto” de los jóvenes.  Además, las instituciones educativas no promueven obligatoriamente el análisis de lecturas, concursos, clubes literarios o premios estímulos a los buenos lectores.  Los estudiantes ven al libro como un mal necesario y, las más de las veces, se contentan con mirar sus ilustraciones o leer morbosa prensa-basura, lo que envilece más aún a nuestros ya vapuleados idiomas.

Una selecta minoría es la que suele ajetrear las páginas culturales de la prensa o fatigar bibliotecas públicas o privadas, en contraste con esa mayoría sumida en la indiferencia y la apatía.   Ante este panorama, alarmante y desolador, propondría que los editores se esmeraran en presentar libros de buena calidad gráfica, ilustrados aunque sea en blanco y negro y con textos atractivos.  Para ello, autores, editores y artistas gráficos deberían unir fuerzas, imaginación y audacia.  Por otra parte, es menester que los agregados culturales —que adornan las embajadas de extramuros como huecas bolas de vidrio del árbol de Navidad—, hagan lo posible por presentar a la nueva narrativa paraguaya en el exterior, en todos los espacios y foros que pudieren.  Si no ¿para qué reciben sus salarios dolarizados? 

Eso sí, un agregado cultural No debe ser necesariamente un diplomático o un politiquero de seccional o comit;e.  Será mejor un artista y gestor cultural que conozca el oficio.

Por  otra parte, los productor culturales deberían ser exonerados de tributos como el IVA y otros, además de tener libre circulación internacional.  Esto exige que un gobierno patriota estimule a los autores por concursos, aportando las ociosas instalaciones de la imprenta nacional; o un Joint Venture con las editoriales y el Fondec, para reproducir libros de bajo costo destinados a los estudiantes.  Incluso los diarios podrían ceder el sobrante de sus bobinas de papel al estado para dicho menester.

En fin, no son fórmulas mágicas, pero sí algo audaces para lograr un futuro país donde la cultura no sea algo suntuario, incómodo o penitencial… tal la ven ahora muchos paraguayos.

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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