Impuesto a la Renta Personal, una asignatura pendiente para la transparencia institucional

Hace declaración jurada de sus males: Chester Swann

Luque, 4 de abril de 2009

Los diputados y senadores están haciendo todo lo posible para poner cáscaras de bananas (no me refiero a José Ledesma), en el camino hacia el futuro.  Es evidente que ellos y quienes están detrás de ellos están ocultando algo.  El actual sistema impositivo sólo sirve para hacer trampas al fisco desde las grandes empresas importadoras y especialmente quienes lucran con el contrabando, los cohechos, los empresarios de maletín, los empresarios de la miseria; ésos que tienen vendedores de chucherías en cada esquina con semáforo… pero nunca dan la cara a la SET.

En este país, donde la trampa es la regla y la honestidad la excepción, la sola idea de figurar en los registros del IRP pone los nervios y los pelos de punta a muchos políticos y empresarios.  Especialmente quienes comparten las mieles del poder para hacer “buenos negocios” con el estado, como proveedores de bienes y servicios.  Es decir la Patria Contratista. 

Y ni hablemos de los señores feudales de la soja, barones del agro y otros exponentes de las grandes fortunas nacionales y no tanto.  El Imagro y el IRP les producen taquicardias, úlceras en el duodeno e insomnio crónico.  Si se llegasen a aplicar correctamente, adiós a los presta-nombres (testaferros) y contradocumentos habituales con que se disfrazan riquezas escamoteadas a los “yaguaretés”.

 Este escriba considera que el IRP es uno de los tributos más justos, porque grava de acuerdo a los bienes del ciudadano, a sus utilidades; en tanto que el IVA lo pagan por igual ricos y pobres, ya que los negocios sólo actúan como “agentes de retención” y el impuesto de marras lo paga el comprador. 

De cualquier manera, este impuesto deberá aprobarse, aunque los “legis liadores” pongan todas las trabas de su repertorio.  Y son justamente quienes más tienen, los que más temen.  Y el IRP es una de las maneras de transparentar quien tiene qué y cuánto puede planificar el estado con esas recaudaciones, que hasta ahora son axiguas para lo que hay que hacer en salud, educación y mil cosas más.

Eso sí.  Lo recaudado no debe malgastarse en salarios inútiles de recomendados, planilleros y cholulos de turno.  Debe ser correctamente administrado y con similar transparencia a la exigida a los ciudadanos, en planes estratégicos de formación del capital humano del país.  La ciudadanía debería salir a las calles en defensa del IRP y en contra de sus cuestionadores; que como se dijera antes, deben tener mucho que esconder al fisco y a nosotros.

Chester Swann

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