Fernando Lugo. Un presidente más reproductivo que productivo

Esquiva el análisis de ADN por si acaso: Chester Swann

Luque, 21 de abril de 2009

Siguen apareciendo, como conejos de la galera de Nizugan, mujeres que atribuyen la paternidad de sus hijos al actual presidente,  La cosa no pasaría a mayores en un país machista y patriarcal como éste, si no fuera por la anterior y actual investidura del un ungido y consagrado pastor, que según parece volcaba sus afanes a ovejitas negras.  Pero un partido punzó que conoció la llanura a causa del arriba mencionado no desperdicia ocasión de ponerlo en la picota, pese a que su fundador fue, entre 1872 a 1904 el Primer Semental de la nación.  Caballero tuvo más de 77 hijos reconocidos y no se sabe cuántos extras más por ahí. 

Claro que éste no era obispo, sino avispado y no hizo votos de celibato perpetuo como el que nos ocupa.  De todos modos, el cotilleo está alcanzando fama internacional y los inocentes niños también están en la mira de periodistas y abogados de toda laya, como mercadería escabrosa del vulgo.  Y esto sí, es reprobable.  Por otra parte, las tareas gubernativas, ahora —tras largos periplos equivalentes a cinco veces la vuelta al mundo— se reducen a hurtar el trasero a las jeringas judiciales en demandas por paternidad.

Sería aceptable que el Vaticano libere a sus tonsurados del celibato obligatorio, contrario a las leyes naturales e incluso a las divinas de: “creced y multiplicáos”.  Y esto debería aplicarse también a las religiosas para que puedan tener familia a tiempo parcial y todos contentos.  Incluso deberían haber sacerdotisas y obispas sin discriminación, que la moral no pasa por las partes húmedas, según dice el señor Perogrullo. 

Ya es hora de derogar anacrónicas tradiciones que no han llevado precisamente a moralizar a una iglesia de dos milenios y con más pecadores que santos en su nutrido panteón.  El reciente escándalo se debe más al quebrado celibato (¡Es que la carne, Señor, es débil!) que a otra cosa y muchas voces interesadas insisten en seguir llamándolo “monseñor”, pese a su renuncia.

Eso sí, los detractores de la primera hora deben estar bailando en una pata (¿Viste? ¡Te dije luego…!), como Livieres plano, Luli Andrada y Antonini, que de seguro seguirán echando leña al fuego y haciéndose la señal de la cruz.  Pero  también ellos, en su momento callaron las aventuras de muchos tonsurados conocidos, desde el arzobispo Mena Porta hasta Demetrio Aquino, pasando por Ángel Acha, que también tuvieron sus cosillas y, justamente los que ahora alegan no tener techos de vidrio desaprovecharon su oportunidad de lapidar en su momento.  Ahora sólo quieren hacer el ¡ecce homo! a un hombre, equivocado quizá, pero no culpable de corrupción como sus antecesores.

Chester Swann

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