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Carta ciudadana desde el Paraguay (235)

 

¡Estamos rodeados!
Propone romper el cerco de la estupidez: Chester Swann

Luque, Paraguay, 23 de octubre de 2009

“Cuando oigo hablar de cultura, saco el revólver…” solía decir el enano Joseph Goebbels, entonces ministro de propaganda del III Reich, allá por 1934. Por estas , tenemos muchos patriotas bienintencionados procurando denodadamente que la cultura no se expanda en demasía, por temor a desarrollar una generación crítica y pensante, que lo segundo es causal de lo primero. 

Entonces, lo cultural se ha vuelto elitista y la educación —la que es fruto de las “reformas” impulsadas por el BM, el FMI y otras ¿beneméritas? instancias de la usura internacional—, produce mediocres seriados en masa, ajenos a las ciencias, las artes y que sólo servirán para engrosar las estadísticas de nuestro producto interno bruto.

Claro que hay excepciones en esta áurea regla. Son unos pocos que, pese a la pobreza de medios y al entorno social, tratan de estudiar, aprender y sobresalir en medio del rasero impuesto por el sistema y sin “palancas” políticas. Muchos de éstos son casi autodidactas por escasez de bibliotecas y de instructores capacitados en el arte de no hacer bostezar a sus educandos. Pero luchan para ser y no por tener simplemente.

Lo que quiero significar es que la cultura humanista hace mucho tiempo ha dejado de ser preocupación prioritaria de las políticas de estado. Y esto no es casual. Ya nuestro ex führer solía decir que no soportaba a los proletarios intelectuales; por lo que siempre se rodeó de adulones y mediocres para que no le hicieran sombra. Esa es la realidad —nuestra realidad-país—, donde el saber y la cultura son lujos asequibles apenas a una minoría. Esa numerosa minoría que acude a conciertos, festivales audiovisuales y a veces escribe libros que no tienen lectores; pintan cuadros que no tienen quien los admire; hacen performances escénicas casi sin público y profetizan en el desierto. 

La no-cultura impuesta por las sucesivas “reformas” se tornó en una suerte de apatía espiritual, en una masa acrítica que rehuye al debate y prefiere mostrar disconformidad con la violencia antes que con argumentos; que acostumbra arrojar basura a la calle y mear en el arbolito o en el yuyal antes que pedir permiso y usar algún toilette de bar.

La mayor parte de la agenda cultural se centraliza en la capital y, si sale de gira al interior, apenas se recala en las capitales departamentales. Total… ¿Quiénes disfrutan de la música clásica o folclórica interpretada por profesionales? ¿Quiénes acuden a aplaudir talentos surgidos poco menos que del lumpen, pero con rigor profesional? ¡Ah! ¡Eso sí! Los ritmos “tropicales”, esa bazofia acústica que ensucia nuestra atmósfera con su polución sonora, tiene público masivo y devotos alienados en cantidad, alcohol mediante generosamente administrado por los empresarios del despelote nocturno. 

Esa cantidad tampoco desdeña al fútbol para regodearse con las bullangueras barras bravas que inficionan los estadios, como cuando Roma acudía al circo Máximo o al Colissæum para solazarse con sangre y gladiadores destripados. ¡Pánem et circenses! Lo malo es que el pan es escaso y los circos abundantes, pero es ésa nuestra realidad cotidiana. Pocos encuentros acaban sin incidentes violentos, insultos o amenazas.

Los deleites del espíritu han sido relegados a unos pocos rara avis que prefieren ignorar el cerco de estupidez que los rodea amenazante. Que NOS rodea, me incluyo, por todas partes. ¿Será que este gobierno surgido de la bronca ciudadana podrá hacer algo al respecto? Hasta el momento, las pocas actividades culturales en curso son sostenidas por fundaciones privadas y una que otra ayudita del Fondec; pero en las aulas… aún reina la oscuridad conceptual de lo que debería ser un ciudadano éticamente correcto. Quizá esto explicaría el por qué somos como somos… y lo proclamamos agresivamente, con orgullo digno de mejores causas.

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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