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Carta ciudadana desde el Paraguay (231)

 

Cowboys y Bandidos a la vez
Analiza una película far west de clase F y alto presupuesto: Chester Swann

Luque, Paraguay, 15 de octubre de 2009

La inesperada “confesión” sincericida del ex comandante Viviano Machado, acerca de los negocios turbios de la Policía Nacional, donde cowboys y bandidos se mezclan como el personaje de Stevenson (“Dr. Jekyll and Mr. Hide”), en un mismo cuerpo, da que pensar. Como él mismo lo dijera, era un secreto a gritos la admisión irrestricta de coimas para hacer ojos adiposos al contrabando de carne. Y debo suponer que a otros tráficos más rentables, ya que un sólo kilo de cocaína vale más que una tonelada de carne —la prensa ha dado a conocer más de un caso—, aunque sin averiguar quién come el queso y quiénes la cáscara. Pero esto último no fue mencionado por el ex sheriff ahora cesante pero no procesado.

Es difícil sustraerse al poderoso caballero —don Dinero— y sus tentaciones. Nuestra sociedad con su doble moral y su flexibilidad ética, ha dado siempre más importancia al Tener que al Ser; a la apariencia que a lo auténtico. He ahí el resultado. La corrupción no se da por la exigüidad del salario —como alegan los mismos que la amparan desde el poder—; que de lo contrario también los maestros, barrenderos públicos y vendedores ambulantes de remedio yuyo serían los más indicados a delinquir. 

La corrupción se da, porque la ambición de tener bienes materiales y vivir un tren de vida dispendioso y opulento, empuja hacia el dinero fácil. Nada más… y nada menos. Y casi parecemos la Chicago de los años 30 del siglo pasado, y sólo nos falta hablar inglés, que a “los intocables” ya los tenemos ahí, en la vereda de enfrente. 

Nosotros, los pobres de solemnidad pero con sólidas bases culturales y conciencia del bien y el mal, no necesitamos aparentar lo que no somos. Simplemente eludimos tentaciones por propia convicción. No así quienes tienen una formación humana mediocre y adocenada. Y en esta categoría entran funcionarios de clase media, policías y empresarios privados deshonestos, en una suerte de mènàge á trois al revés. Cambalache, donde se mezclan honestos, corruptos y honestos que quieren ser corruptos, para tener y tener a como dé lugar… entre biblias y calefones, sables y cachiporras.

Ningún ministro, por más buenas intenciones que tuviera, podría desbaratar la corrupción policial, sin disolver a TODA la institución en ácido sulfúrico. La policía siempre se creyó autoridad y se lo hizo creer a la ciudadanía; cuando su real papel era de mandadero de trabajos sucios del poder político y nada más; tembiguái que le dicen en lengua vernácula. Y desde su creación por Eduvigis Díaz a mediados del siglo XIX, la cosa no ha cambiado. Siguen siendo mercenarios del poder y ahora también del hampa; negados a toda ética y patriotismo a trueque de los treinta denarios de traición a la sociedad ahora crucificada por la inseguridad… entre dos ladrones que la custodian con celular y dedo en el gatillo. El primero de civil y encapuchado; el segundo de uniforme y haciendo de campana.

Creo que en vez de Santa Rosa de Lima, la policía debería cambiar de patrono; quizá Judas, Dimas, Gestas o el propio Caco de la mitología griega. Siempre supimos que los raterillos bagatelarios, homicidas de cuarta o minitraficantes son el blanco preferido de los “agentes del orden”. Los peces gordos siguen siendo intocables y “no se los encuentra por ningún lado”. Y si un honesto ciudadano denuncia haber visto a uno de los “buscados”, de seguro lo borran con calibre 9 mm., y catalogan el caso como “ajuste de cuentas” o “quema de archivos”. 

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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