El Zoo de cristal de T. Williams |
El teatro y la familia real
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CON LOS CIEN DÓLARES que recibió como premio en 1939 del Group Theatre, por cinco piezas teatrales agrupadas bajo el nombre American Blues, Thomas Lamer Williams, quien ya había empezado a firmar como Tennessee Williams, renunció a la Zapatería Clark en la que trabajaba y comenzó a dedicarse casi con exclusividad al oficio de dramaturgo. En los años siguientes, produjo una serie de piezas en un acto, entre las que se contaron 27 vagones cargados de algodón, la cual dio origen, más adelante, al guión cinematográfico Baby Doll. Además, dos obras suyas ¡Me has tocado!, en colaboración con David Windham y Batalla de ángeles llegaron a exhibirse en Cleveland, Pasadena y Boston con escaso éxito. Pero Tennessee Williams no era un artista de la resignación. Reelaboró su cuento "La muchacha de los vidrios" -que seria impreso dentro de El manco y otros cuentos en una pequeña edición de 1500 ejemplares en 1948- le agregó "toques" aparentemente autobiográficos y escribió la obra con la que penetraría al brillante mundo de Broadway. El Zoo de Cristal fue terminado en el verano de 1944. LAURA Y EL UNICORNIO. El crítico Brooks Atkinson anotó: "En El Zoo... nada sucede, salvo que una madre hace un esfuerzo, sin éxito, con el propósito de encontrar un pretendiente para su hija". Durante la década del '30, en Saint Louis, sur de los Estados Unidos, los deseos de los tres miembros de la familia Wingfield entran en pugna. La madre, Amanda, una belleza en su tiempo, vive para el recuerdo. Su hija Laura, tímida hasta lo enfermizo, quizá por su renguera, se refugia en un mundo de animalitos de cristal y en la música que parte de la victrola que perteneció al padre, quien los ha abandonado: discos de 1920, piezas como "Whispering", "The Love Nest" o "Dardanella". Su hermano Tom sostiene económicamente la casa, trabajando en una zapatería y escondiéndose en el baño para escribir poemas. El sólo quiere partir de Saint Louis, pero no sabe cómo. |
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La timidez de Laura preocupa tanto a su madre, que decide encontrarle un pretendiente. El esfuerzo no da resultado: el pretendiente ya tenía novia, y, como si fuera poco, rompe el unicornio de cristal que poseía Laura. Separa el cuerno del caballo, con lo cual el unicornio se convierte en un caballo común y deviene símbolo de Laura, a quien su timidez ha vuelto única. Sartre endilgó a Williams cierta despreocupación por el compromiso social en beneficio de un universo del sentimiento. A pesar del reproche, puede decirse que Williams expuso con una claridad extraordinaria, la situación social de la mujer sureña. Amanda Wingfield se desesperaba para evitar que su hija quedara solterona y anduviera viviendo en casas de parientes. La protagonista de La gata sobre el tejado de zinc caliente (1954), Margaret, dice lúcida y escalofriante: "Se puede ser joven sin dinero, pero no se puede ser vieja y no tener dinero. Hay que ser vieja con dinero, porque lo contrario es demasiado espantoso; una de dos, o joven o con dinero". La situación de dependencia económica de la mujer sucedía en una sociedad patriarcal como el Sur, que no llegaba a adaptarse a los cambios que proponía el gobierno yanqui para los Estados Unidos. El desgarro entre la imposibilidad y la necesidad de adaptación a un país de progreso, producía la añoranza de los valores que eran propios del Sur. En la cena que ocurre durante El Zoo... Amanda Wingfield y el pretendiente de Laura brindan por "el Viejo Sur".
La nación de las bellas mujeres que beben té frío mientras esperan a sus candidatos, era la nación que sólo giraba en la victrola al compás de "Dardanella" o resplandecía en el unicornio sin cuerno de Laura. La gran depresión económica lo obligó a dejar la Universidad de Missouri y entró a trabajar en una zapatería. Exactamente igual al Tom de la obra, Williams acostumbraba a esconderse en el baño de hombres para rimar sus versos. Cuando lo descubrieron, lo echaron. En el pequeño departamento de Saint Louis, Tennessee vivía con su madre Edwina, que continuamente aludía a los pretendientes que la habían cortejado en su juventud; con su abuela Rose O. Dakin, con su hermano Dakin y con su hermana Rose. Del padre, C.C. Williams, viajante de comercio, quedaba apenas un recuerdo. Rose era una chica extremadamente tímida. Tuvo su primera crisis nerviosa de importancia cuando, hallándose Tennessee internado por una dolencia cardíaca hacia 1936, Rose le propuso "Muramos todos juntos". Posteriormente, quiso concurrir al psiquiatra armada con un cuchillo. A los pocos días, el nerviosismo extremo de Rose cedió, y el médico de cabecera de los Williams propuso a Edwina concertar un matrimonio para la hija, con supuestos fines terapéuticos que preservaran la salud mental y física de Rose. A Edwina le pareció una aberración. Finalmente, en 1937, Rose Williams fue internada en el Manicomio Estatal con el diagnóstico de demencia precoz. Para Tennessee el amor que su hermana y él se prodigaban "fue el más profundo que conocimos, y explica muy bien, quizá, nuestra renuncia a los afectos extra familiares".
Tennessee Williams recordó que, durante el tiempo que trabajó en la zapatería. Rose y él salían casi todas las noches a caminar por la calle Delmer. Luego se detenían a tomar la cerveza de raíces que les gustaba con locura, y, remataban la noche mirando vidrieras. En sus
Memorias, escribió: "¿Qué hacíamos Rose y yo durante esas salidas? Pues bien, pasear por la zona comercial de la Ciudad Universitaria. Era una especie de ritual de un patetismo que, les aseguro, no conseguí reflejar ni en
El Zoo ni en mi relato 'La muchacha de los vidrios', que sirvió de base para
El Zoo". Tal como sospechó la agente de Williams, Audrey Wood, con olfato característico, El Zoo resultó una obra comercial. Fue llevada a New York, donde se estrenó el 31 de marzo de 1945 en el Teatro Playhouse. Insólitamente, permaneció en Broadway durante 563 representaciones, y valió a Williams el Premio del Círculo de Críticos Teatrales de Nueva York. El autor fue comparado con Thomton Wilder y con William Saroyan. El elenco que había actuado en ambas ciudades fue el mismo: Laurette Taylor, Eddie Dowling, Julie Haydon y Anthony Ross. Williams consideró a Laurette Taylor y a Anna Magnani las máximas intérpretes de su teatro. Laurette Taylor impresionó a tal punto con su actuación que no sólo Claudia Cassidy del Chicago Tribune dijo de ella que estaba a la altura de Eleonora Duse; sino que hasta Lee Strasberg confirmó: "... la interpretación de Taylor era una vivencia, era alguien que vivía y respiraba sobre el escenario. (...). La única vez que experimenté una sensación similar a la que generaba Laurette Taylor fue con Eleonora Duse". Desde entonces, a través de medio siglo, la obra sería representada en numerosos idiomas, y adaptada en cuatro ocasiones al cine. Tal vez la clave fue extraer del núcleo mismo de su familia real conflictos y enfrentamientos tenaces, universales. |
Patricia Suárez
El País Cultural Nº 345
14 de junio de 1996
Editado por el editor de Letras Uruguay
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