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Tres finales para un comienzo - Tres obras de teatro para jóvenes. (Contiene: As de Oros, Las diosas blancas y Envenenados por el amor, Prólogo y selección de Maricela De la Torre)

Colección: El joven Godot 144 páginas 14 x 21 cm

Autora: Mariluz Suárez

ISBN: 970-94410-4-3

Una mirada desde la adolescencia al mundo de los ancianos.

Allí están. Los vemos a diario, convivimos con ellos, batallamos con ellos, nos hostigan a veces, otras hasta chocamos con ellos, pero no los vemos. ¿En qué momento dejaron de ser personas?¿Cuándo decidimos los demás que sólo son fantasmas del pasado, que ya no piensan ni sienten, que son como ajenos, que ocupan algún lugar, pero que es lo mismo si no están allí?

Cuando miramos el álbum familiar, hasta nos extraña que alguna vez hayan sido tan jóvenes, que incluso eran guapos o bonitas, y desde luego, sus atuendos lucen de lo más ridículos. Nos sorprende que la cámara los haya captado en momentos de insólita vitalidad: en un baile, en algún paseo, durante aquellas tan extensamente comentadas vacaciones, tanto que han pasado a ser anécdotas familiares. Si tenemos la suficiente curiosidad, tal vez hasta nos demos cuenta de los vaivenes de la economía por los que pasaron, y también de cómo, a medida que aparecen los colores de las fotografías y éstos se acentúan y adquieren más brillantez, ellos y ellas van pasando a un segundo plano, se van como diluyendo, se mimetizan, hasta desaparecer del campo de visión de las cámaras.

Diseño de Alejandro Magallanes/Santiago Solís/
La máquina del tiempo

Pero todavía están y si les buscamos, tienen mucho que contarnos. Sabemos bien que gustosamente se prestan a contar sus historias y las de aquellos que conocieron durante el transcurso de su vida, claro que a veces confunden los rostros, las fechas y hasta los nombres, pero los hechos han quedado nítidos en su memoria, son capaces de recordar detalles tan ínfimos como lo gastado del zapato, el contenido de la bolsa de mano, la forma de chasquear la lengua de tal o cual conocido o desconocida; y todo esto sin contar que, apenas les damos cuerda, son capaces de sacar, no se sabe de dónde, una anécdota sorprendente que puede ser terrible y al mismo tiempo hilarante; o recursos inesperados, casi olvidados, pero que ante nuestros ojos juvenilmente divertidos, recuperan por un momento ecos de glorias lejanas: una canción que ayer les decía mucho, un poema, un baile con los que se lucieron y fueron momentáneamente populares, un movimiento de inesperada flexibilidad y desde luego el recuerdo sutil y amoroso de una boca que alguna vez les cautivó.

Todo eso está bien. Claro, si mis abuelos alguna vez se enamoraron, se casaron y tuvieron hijos, eran personas normales. Envejecieron y pasaron a ocupar, según las "reglas" de la normalidad, el papel de seres neutros, grises y anodinos, casi sin capacidad de reflexión, de pensamiento y por supuesto, menos que nada, de sexualidad. Sí, de eso ni se habla, se da por descontado: ¿para qué te arreglas? Ni que fueras a encontrarte un galán; ya olvídate de la corbata, ponte así el saco, hasta parece que todavía quieres andar de coqueto, comentamos en son de burla. Pero ni siquiera somos capaces de considerar por un momento que sí, que ella y él quieren lucir para encontrarse un galán o una galana. ¿Cómo, si ya no están en edad?

Edad de qué, edad para qué. Quién determina que se ha llegado a tal edad. Más allá del proceso biológico normal que se traduce en un deterioro de las capacidades físicas y mentales, el envejecimiento es acompañado, y acelerado muchas veces, por situaciones sociales y económicas. Si uno se fija bien, ellos padecen casi las mismas enfermedades que nos afectan a los más jóvenes, pero su actitud ante la enfermedad es distinta: creen que las molestias son consecuencias de la edad y y ni ellos ni nosotros buscamos una opinión profesional, incluso situaciones que se pueden aliviar o controlar se aceptan como inevitables o si acaso, una pérdida de tiempo la atención oportuna y adecuada; es más, la mayoría de las veces es posible prevenir o curar los problemas que aparecen a esa cierta edad. El temor a ser relegados o a tener accidentes, les impide admitir que puedan estar con problemas y otras tantas les impide salir y entablar o sostener relaciones sociales.

Desde luego que el temor es sostenido por nuestros comentarios: no salgas, te puedes caer; a dónde vas, te pueden dar un empujón y si te tropiezas…; para qué compras libros si ya no ves bien; ¿vas a una reunión, quién te va a cuidar? En fin, todos esos comentarios que les ayudan a que más rápido pierdan la confianza en sí mismos. Y luego viene la depresión, el descuido, el darle vueltas a la idea de la muerte, se aíslan, dejan de comer. ¿Y el ser sensible y pensante, con un cuerpo activo y capaz de sentimientos y emociones, dónde queda?

Porque aunque nos parezca extravagante aún son capaces de enamorarse, de dar y recibir caricias, de tener deseos sexuales, en una palabra, de sentir su cuerpo. Somos seres sexuales desde que nacemos hasta que nos morimos, al menos eso aprendemos en la clase de biología, y ante esta certidumbre científica: ¿a qué sorprenderse de que ellos quieran seguir ejerciendo su sexualidad?

Recuerdo el comentario de una amiga, la cual siendo una adolescente preparatoriana, descubrió sin proponérselo, pues se encontraba repantigada en un sofá disfrutando una buena lectura, una conducta inesperada cuando escuchó a su abuelo, viudo, a la sazón de 76 años, llamar por teléfono a una mujer, quien por lo que pudo enterarse, estaba dispuesta a citarse con él… mediante un pequeño estipendio. Me dijo que nunca hubiera imaginado que su abuelo "todavía tenía ganas". Pero así era, y sigue siendo en el caso de más personas de lo que imaginamos. ¿Y qué, no es eso natural?

En estas tres obras breves, la autora, Mariluz Suárez, dramaturga experimentada, nos plantea otras tantas situaciones en las que personas adultas mayores se encuentran a merced de otras más jóvenes, en el primer caso, en As de Oros, en medio de unas hijas abusivas y un yerno ambicioso; en la segunda obra Las diosas blancas, la protagonista es privada de su derecho al amor y la amistad por un hijo y su esposa egoístas y faltos de sensibilidad y en la última "Envenenados por el amor", varios ancianos jubilados pretenden ser esquilmados por un vividor y una trabajadora social. En cada situación, la autora nos muestra en un tono que se mueve entre la comedia y el drama, el proceso que desarrollan los personajes de edad avanzada, pero aún llenos de posibilidades y ganas de disfrutar de lo que la vida puede ofrecerles en las circunstancias de cada uno, para luchar y arrebatar, su derecho a ser todavía felices.

Esta es nuestra propuesta, que los jóvenes miren a su alrededor y vean a las personas adultas en plenitud, como son en realidad, con sus carencias y dificultades, pero también seres humanos con las mismas inquietudes e ilusiones de aquellos que, con nuevos ojos, los contemplamos.

Maricela De la Torre

Editora

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