La mujer: estigma cultural en
Escarabajos de Hugo Argüelles
Por Mariluz Suárez Herrera

"Y caminan los escarabajos

entre las montañas desoladas:

su planeta de excreciones

se diluye en la chirriante tempestad"

Saúl Ibargoyen

Grito de Perro

La obra del dramaturgo Hugo Argüelles se distingue por la gran variedad de títulos publicados, leídos, traducidos, memorizados, escenificados, comentados y recordados. Sus obras lo sitúan como una muy importante figura del teatro mexicano contemporáneo. Dentro de la diversidad de sus textos dramáticos, existe una obra escrita en 1959, con un último tratamiento en 1991. El objeto de elección será la obra Escarbajos de Hugo Argüelles, donde se analizará el contexto social y se comentarán algunas características de los personajes femeninos con los que pueden identificarse muchas mujeres mexicanas poseedoras de una marca cultural copiada y heredada.

Un gran número de mujeres en el año de 1959, en el año de 1991, el día de hoy en el año 2002, así como las cuatro mujeres en la obra Escarbajos , destinan su fuerza y energía en obtener aceptación, afecto, protección y reconocimiento de los otros.

Emilio Carballido, Sergio Magaña, Celestino Gorostiza y otros dramaturgos mexicanos, han escrito sobre la clase media. De igual forma el maestro Argüelles presenta una familia, venida a más, también dentro de esa misma movilidad social, con el inconveniente de que es un sitio que le queda grande a la familia Medellín y se niega a ocuparlo. La obra nos muestra a un padre, una madre y dos hijos de una familia mexicana que se reúne de nuevo, después de mucho tiempo de separación. Estos cuatro personajes, dos años después de vivir juntos, tienen que aceptar que no funcionan como familia.

En un estilo sumamente realista el autor nos hace saber de cuatro mujeres: Elvira: madre de Jaime y Leticia, mujer de Mauro; Leticia: hija de Mauro y Elvira; Candelaria: prima de Elvira; y Clara: esposa legítima de Mauro, que sólo es mencionada.

Estos cuatro personajes en la obra Escarabajos están marcados por una serie de características culturales de las que, en mayor o menor medida, no pueden desprenderse.

Elvira representa de modo cabal el espíritu de una mujer violada, traidora, indigna de protección, al mismo tiempo que madre-sirvienta.

MAURO: Me molesta que le hayas puesto al tanto de lo nuestro.

ELVIRA: Algún día tenía que saberlo.

MAURO: ¡Pero debiste consultarme!

ELVIRA: Ay Mauro! Fue un momento en que me ganó su confianza y quise allanarle el camino a nuestra hija. (Apenada.) Dispénsame.

MAURO: Qué torpe eres, Elvira. ¡Estas son intimidades que no cuenta una mujer con dignidad!

Elvira depende de las reacciones de su marido y no llega a ser nunca suficientemente independiente. Los otros siempre deciden por ella, quien busca su aprobación y sabe que ésta es la última oportunidad para hacer realidad un amor idealizado.

ELVIRA: ¿Ya estás otra vez cansado de mí? ¡Sí es eso, quiero saberlo! ¡Ahora mismo! (grita) ¡quiero que me lo digas!

MAURO: Te agradeceré que no me grites y que recuerdes que en varias ocasiones me has dicho, que la mejor prueba de mi amor, te la di cuando mandé por ustedes para vivir juntos. ¿Quieres explicarme por qué sales ahora con una pregunta tan imbécil?

En ningún momento se arrepiente de haber tenido dos hijos con Mauro pero desea otro tipo de vida distinto al que llevan, desgraciadamente es un sueño al que ya nunca tendrá acceso.

ELVIRA: ¿Por qué me hace esto, Mauro? (El calla) ¡No es justo!

MAURO: ¿Y eso qué importa?

ELVIRA: ¡Pero a mí sí me importa! ¡Te he dado toda mi vida!

MAURO: ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué te diga claramente que no te quiero? ¿Qué me irrita la sola idea de vivir contigo? Además de que no lo haría, si tú aceptaras seguir como mi amante, cada día te despreciaría más.

En cuanto a Leticia, percibe poco a poco la pérdida de su juventud y la rigidez de la sociedad. Sus padres le han transmitido una preocupación excesiva por los atavíos necesarios para un matrimonio. Su tía Candelaria le aconseja: "Ya no pienses más en aquello. Para tu novio, tú tienes que ser tan señorita como él lo espera." Se cuestiona sobre la virginidad, la relación de pareja, la fidelidad. Para ella las formas sociales pierden su significado y valientemente decide enfrentar la triste realidad.

LETICIA: No me gusta ese modo de vivir.

CANDELARIA: A mí tampoco, pero para soportar mejor todo; ya creo que es el único. Ahí tienes a tu mamá...

Candelaria se aprovecha de la situación, vive de la familia de su prima, participa, juzga y mira hacia otra parte cuando no desea involucrarse.

CANDELARIA: ¡Es que ya estoy hasta la coronilla de tantos jelengues! ¡Que si comer con campanillazos, que si los buenos modales! ¡Antes no vivíamos así!

ELVIRA: Pon algo de tu parte. Si todo lo ves con malos ojos, es natural que no te sientas a gusto.

CANDELARIA:¡Deberíamos regresarnos a Veracruz!

Clara, aunque nunca aparece en escena, tiene la poderosa fuerza del dinero. Trata de comprar la compañía de su marido, lo manipula; finalmente, consigue su objetivo, que es tenerlo de nuevo junto a ella.

Mauro es un padre amoral, egoísta; su única preocupación es la adquisición de respetabilidad frente a sus hijos. Sin embargo, tiene que aceptar el "ninguneo" del que es objeto de parte de sus hijos y de Candelaria.

MAURO: Y recuérdalo: ¡Quiero un hogar! ¡Procura enseñar a nuestros hijos lo que eso significa!

El autor expone la preocupación de esta familia de clase media que busca una prueba de prosperidad. Dicha prueba aparece veinte años después de haberlos abandonado, cuando Mauro saca a sus hijos de la provincia mexicana y los lleva a vivir a la Gran Ciudad, para después tratar de dejarlos de nuevo, debido al valioso ofrecimiento de "una mula podrida en billetes" como califica Jaime a la esposa de su padre.

MAURO: Su oferta se siente un poco desesperada. Dice que si regreso a su lado, nuestros hijos podrán disfrutar de una pensión que previamente asignará, sumada a los gastos que yo seguiría cubriendo para su educación. ¿Qué opinas?

Hay un personaje que también amerita ser analizado: es Jaime, el hijo; hay una fuerte parte femenina en él que también debe tomarse en cuenta. El maestro Argüelles consigue que sea a través del rito cómo la relación entre Jaime y Elvira, su madre, logra perpetuarse. El espíritu femenino de la madre muerta cambia de cuerpo a ceniza y sigue evolucionando para pasar de ceniza a maquillaje. Jaime, hijo homosexual, abre y cierra la obra llevando a cabo el acto mágico de maquillarse con las cenizas de su madre. No hay miedo, ni respeto a la muerte de parte del "actor de aproximadamente 55 años, con aspecto vencido", como acota el autor al inicio de la obra. Jaime, quien se prepara para salir a escena, tampoco experimenta repulsión; simplemente, se limita a llevar a cabo la unión entre la madre y el hijo con esta diaria ceremonia. Ella es el fantasma, espíritu poderoso que se transforma en el agua redentora que Jaime busca cada día.

A diferencia de lo que llevamos como tradición los mexicanos, que cargamos con una orfandad histórica, pues los niños son buscados por una madre en pena en la "leyenda de La Llorona", en Escarabajos es el hijo quien alberga el deseo secreto de poseer esos polvos de la madre. Así como en el caso de La Llorona, Jaime también busca la redención y el renacer cada noche cuando mezcla la crema facial con las cenizas y el maquillaje.

De las cuatro mujeres mencionadas en la obra, es Leticia, la hija, quien será esposa y madre, la única que hace el intento de romper con lo establecido y buscar reafirmarse. El hijo lo consigue plenamente, pues opta por la carrera artística desobedeciendo el deseo de su padre y contra su voluntad; pero su unión con la madre es clara y explícita, y el cordón umbilical de los nueve meses antes de nacer, es substituido por el tiempo que duren las cenizas después de la muerte de Elvira.

La familia Medellín ejemplifica esa desagradable rutina doméstica de la familia mexicana; la atmósfera adonde se desenvuelven estas mujeres, no sólo es creíble, sino que nos resulta familiar. Hay una gran responsabilidad en el hecho de tener acceso a la educación, al trabajo, a la independencia y a la posibilidad de decidir. De las cuatro mujeres presentadas por Argüelles, únicamente Leticia es la que pudo conseguirlo, al menos esa es la impresión que queda en el espectador. Los dos hijos son calificados como: "par de porquerías", y Leticia es descrita como: "¡Peor que mierda!" por el padre. Al final de la obra su hermano la menciona de la siguiente manera: "Nunca acabé de entender cuál era la clase de búsqueda amorosa de mi hermana."

El autor nos muestra a una mujer que rompe con la opresión aceptada por Clara, Elvira y Candelaria. Leticia crece, madura y se transforma en un ser autónomo; seguramente, sufre, y por el hecho de acumular tres matrimonios, sabemos que falló en el intento, pero también sabemos que es la voluntad de Leticia lo que marca los cambios, como única posibilidad de modificar el estigma cultural aquí comentado.

BIBLIOGRAFÍA

Argüelles, Hugo; 1992; Escarabajos, Editorial Ágara, Guadalajara, México.

Gonzalez Peña, Carlos; 1963, Historia de la Literatura Mexicana. Editorial Porrúa, S. A., México.

Lagarde Marcela; 1990; Los Cautiverios de las Mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM, 1990.

Limón, José E.; 1986 ; « La Llorona, The Third Legend of Greater Mexico : Cultural Symbols, Women and the Political Unconscious »; Monograph Lecture Series.

Magaña Esquivel, Antonio; 1956; Teatro Mexicano del Siglo XX; Fondo de Cultura Económica, México.

Mariluz Suárez Herrera

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