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Arcángeles los tres
de Mariluz Suárez Herrera
ibarsua@gmail.com

 

Para Carlos Martín Briceño y

Yolanda Salaegui

 

“El mundo está lleno de monstruos felices”

Enrique Serna

 

Personajes:

 

 

Mirtha

 

Miguel

 

Gabriel

 

Uriel

 

doctora

 

Madre

 

Escenografía:

 

El escenario estará dividido en cuatro espacios muy bien definidos, si el teatro es circular, serán los cuatro cuadros horizontales de un cuadrado; si es tradicional, serán dos espacios

inferiores y dos superiores. A la izquierda/arriba un estudio decorado al estilo de los años cuarenta, exageradamente limpio y ordenado, recargado de ángeles de diversos tamaños y materiales. Madre nunca saldrá de este espacio. Una larga pieza de tela colgará de techo a piso con los  nombres de siete arcángeles (Miguel, Jofiel, Hamuel, Gabriel, Rafael, Uriel y Sadkiel). A la derecha/arriba un jacuzzi real o simulado. A la izquierda/abajo una cocina. A la derecha/abajo un estudio de época actual con computadora, equipo de música, documentos,  todo en gran desorden. Miguel en la cocina, quita unos mantelitos individuales que están puestos sobre la mesa, los avienta y pone dos manteles y dos servilletas color azul.

 

Mirtha: (Entra, muy alegre) No, no te molestes, yo  lo hago.

Miguel: No, como siempre, no los quites,  están limpios acabo de sacarlos del cajón.

Mirtha: (Ambos desayunan lo que él prepara y sirve) Ah sí, se me olvidaba, esta costumbre tuya de la eterna repetición y rutina, sí, quiero decir, (constata) el azul es tu color favorito.

Miguel: Bueno, también me gusta el rojo.

Mirtha: Migue, ¿te puedes quedar a comer en la oficina?

Miguel: ¿Otra vez?  (Decepcionado) ¿A qué se debe el cambio de tema?

Mirtha: Bueno, espero no te moleste pero no me gusta que comas aquí solito.

Miguel: Pues sí, a mí tampoco me gusta eso de calentar la comida, lavar los platos, poner la mesa, ya sé, alguien tiene que hacerlo. Me imagino que habrás notado mi interés por darte

          gusto. Me estoy portando bien ¿sí o no?

Mirtha: Tú siempre te portas bien. Entonces qué dices ¿sí?
Miguel: No sé qué tanto tienes que hacer en la calle.

Mirtha: Soy corredora, qué quieres que haga, junté tres citas.

Miguel: Podrías desjuntarlas, esta misma conversación la tuvimos hace ocho días.

Mirtha: No, no lo recuerdo. Ay, por una vez (pausa) a menos que quieras que comamos un poco más tarde, entonces… (Miguel avienta todo lo que está sobre la mesa). ¿Qué te pasa,

          Cielito?

Miguel: Manifiesto mi enojo.

Mirtha: ¡Excelente! Me parece muy bien, es esto precisamente lo que dijo la terapeuta que debemos hacer. (Lo besa en la mejilla) Ya ves cómo sí sirve la terapia. Bueno, deja todo tal

          cual, yo lo arreglo en cuanto vuelva.

Miguel: Vengo enseguida.

Mirtha: ¿A dónde vas? Espérate, la que tiene que salir soy yo.

Miguel: A ponerle gasolina al carro.

Mirtha: ¿Por qué ahora? No modifiques mis planes, ¿tiene que ser ahora?

Miguel: Sí, claro ¿no dijiste que tienes tanto que hacer?

 

Sale Miguel, ella queda arreglando la cocina. Se ilumina el estudio donde Madre, vestida ridículamente de monja, mezclando elementos de diversas congregaciones, contempla los nombres de la lista y pega un moño junto al nombre de Miguel. Mirtha toma su bolso, contempla su maquillaje, se perfuma, guarda todo y sale. Madre se sienta, consulta un voluminoso libro mientras la luz pasa al espacio donde está el jacuzzi. Gabriel se estira, se acomoda en el agua, se escucha alguien que toca discretamente la puerta.  Gabriel se incorpora, toma una toalla,  siguen  tocando, paran.

 

Mirtha: (Entrando, Gabriel envuelto en la toalla, la mira con asombro) No me permitieron sacar el coche, me ordenaron regresar de inmediato a donde estaba.

Gabriel: ¿Pasa algo?

Mirtha: No sé, enciende la tele, eso me dijeron.

 

Ambos se sientan en la orilla de la tina, Gabriel toma un control remoto, miran un punto fijo.

 

Voz en off: El comité Científico, de Vigilancia Epidemiológica y Sanitaria de este país informa lo siguiente: Se ordena terminantemente a todos los ciudadanos a una  confinación

              obligatoria de cuarenta y ocho horas. En caso de no acatarse estas disposiciones, el Comité de Vigilancia,  a través de unidades móviles está autorizado a detener y aislar a

              cualquier persona que ose salir a la calle. Emergencia Sanitaria treinta y ocho guión ciento setenta y cinco, conocida como Epidemia Celeste.

 

Baja la luz y se ilumina la cocina donde Miguel marca un teléfono fijo, en la otra mano tiene un celular.

 

Miguel: Laura, ¿pasó por allí mi mujer? Bueno, si te llama o llega, avísame. Ya sé, ya sé. Ciao muchacha. (Marca de nuevo) Este es un mensaje para… Ingeniero, habla Miguel Enríquez,

          quisiera saber si anda por allí la señora Mirtha, no sé si la inmobiliaria trabajará el día de hoy. (Duda) No lo creo, de hecho me parece que ¡nadie trabaja el día de hoy!  (Marca el

          celular) ¡Por quinta vez en este día!

Voz en off: El número que usted marcó se encuentra fuera del área de servicio, no es necesario dejar mensaje.

 

Miguel, enojado cuelga el  teléfono fijo, muy inquieto, arregla la mesa para comer algo, se sienta, se lleva trozos de pan a la boca, cuidando que no caiga ninguna migaja, se escucha de nuevo la voz en off. Limpia repetidas veces lo que ya limpió. Marca el teléfono fijo.

 

Voz en off: No hay mensajes en el buzón de voz.

 

Baja la luz, se ilumina el espacio anterior. Mirtha y Gabriel, abrazados, están sentados en un escalón recargados en la tina, fuman un único cigarrillo compartiéndolo.

 

Mirtha: ¿Cuánto falta?

Gabriel: Ya sólo una hora.

Mirtha: Creo que voy a bañarme de nuevo.

Gabriel: Qué piensas hacer.

Mirtha: No sé, ¿y tú?

Gabriel: Lo de siempre, ir a la clínica, ver cuántas mujeres van a dar a luz y regresar a la rutina, bueno si es que es cierto que ya podemos hacerlo.

Mirtha: Amor, ¿qué me aconsejas?

Gabriel: Yo no soy tu terapeuta, tú eres la que tiene que decidir qué es lo que quiere.

Mirtha: Ah, que bonito, llevamos tres meses cogiendo en la clandestinidad,  se presenta esta bronca y yo solita debo resolverlo. Y la babosa esa, es la hora que no me recibe.

Gabriel: ¿De qué  babosa hablas?

Mirtha: De la mentada terapeuta, o me cancela o yo no puedo o no puede o surge esta idiotez de tenernos encerrados. Estoy segura que algo pasa y no quiere recibirme. ¿A quién voy

          a pedir consejo?

Gabriel: Amor de mi vida, desde el primer día te lo dije, me gustas, (meloso) yo no tengo a quien ponerle cuernos como tú. Lo que tú decidas, (gesto militar) estoy a tus órdenes.

           (Pausa) Habla con tu mamá. ¿No dices que ella te resuelve todas tus broncas?

Mirtha: Sí Güerito lindo, pero a ella no le voy a pedir ayuda. La infidelidad no es un tema que maneje bien. Para ella nadie debería de ser bígamo, su cerebro Porfiriano, católico,

           confesional no sabrá qué aconsejarme, de eso estoy segura. En fin, habrá que pasar este trago amargo, ¿no me envidias?

Gabriel: Ni tantito (se besan) estaré en el hospital, a tu entera disposición.

Mirtha: Ay, ¡esto es tan triste! Oye, si se me arma,  ¿puedo refugiarme contigo? Me tendrás   que hacer un huequito en tu cama.

Gabriel: Eso sí que no, si se te arma, levantas bien alto la cabeza y tu casa es tu casa y tu cama es tu cama, creo que eso es,  lo que yo haría, claro, si fuera tú.

Mirtha: Tienes, razón, en eso sí que estaría mi madre totalmente de acuerdo, puedo asegurarlo.

 

Entra Mirtha  en la cocina, evasiva y cansada.

 

Miguel:  (Se sienta en actitud inquisitorial) Bien, te escucho…

Mirtha: No tengo mucho que decir.

Miguel:  Había señal en el celular, algún teléfono a la mano, me imagino…

Mirtha: Ahora no quiero hablar. (Retándolo)¡Cuidado y me toques!

Miguel: Pues ahora tendremos que hablar pues no iré a la oficina el día de hoy, como tampoco fui el día de ayer, (levanta al voz) esperando que mi encantadora mujercita, me dijera por

          dónde andaba.

Mirtha: Piensa lo que quieras, no te voy a decir nada. Ya no hay explicación que valga.

Miguel: Entiendo entonces, que estoy de más aquí.

Mirtha: Entiendes bien.

Miguel: Seguramente lo traerás a vivir aquí.

Mirtha: Si trabajo como burro es para que nadie se atreva a    decirme dónde y con quien debo vivir.

Miguel: Al menos dame una razón. (La toma del brazo) Lo mínimo, ¿no?

Mirtha: ¿De verdad quieres saber? (Pausa) ¿No te vas a ir a llorar a tu rincón?

Miguel: ¡No!

Mirtha: Estoy hasta la madre de hacer el amor contigo a una hora fija, un día fijo.

Miguel:  ¿Esa es toda tu bronca?

Mirtha: ¿Te parece poco?

Miguel: No respondas con preguntas.

Mirtha: ¿Tienes miedo de escuchar lo que pienso de ti?

Miguel: ¡Cállate! Ya no me interesan tus comentarios.

Mirtha: No, no pienso callarme,  dijiste que hablara, ahora me escuchas, eres el ser más aburrido que existe sobre la tierra, todo lo programas, le ganas al reloj más suizo entre los

           suizos. De un tiempo para acá ¡me chocas!

Miguel: Ya escuché suficiente. Sale.

Mirtha: Dijiste que hablara, (Mirtha va tras él hacia la recámara) tendrás que seguir escuchando.

 

Amplificación y distorsión del discurso. Se escucha ruido de bultos que caen, muebles que se mueven y el murmullo de sus voces discutiendo intensamente. Sube música cualquier canción del álbum “Heroínas de Verdi” cantada por Ángela Gheorghiu, baja música. 

 

Mirtha en off: Bueno pues, Miguel ¡Ayúdame!

Miguel en off: Ni lo sueñes Mirtha.

 

Se ilumina paulatinamente la cocina, Miguel la  atraviesa  con una carta en una mano y una maleta en la otra. Deja la carta sobre la mesa, toma la maleta y sale. Baja la luz, se escucha ruido, entra Mirtha, toma la carta, camina abanicándose con ella, se sirve un café, avienta la carta sobre la mesa. Madre toma un sobre igual, lo pega junto al nombre de

Miguel.

 

Madre: Pero qué haces en ese rincón, qué escondes, ¡enséñame! Déjame tocarte, ¿otra vez? Chamaca cochina (Mirtha en la cocina, se rasca los muslos con desesperación) Siempre

         embarrada de orines, llena de granos,  ¿cuándo vas a crecer?  Mira, mira la cantidad de pintos que tienes. (Mirtha se contempla) ¿No te da pena?

Mirtha: Mi hermano se encierra en el baño, tú nunca le dices nada, tengo que esperar y esperar. (Brinca sin cesar, simulando tocar una puerta) Federico, ábreme, apúrate mes estoy

           haciendo. Ya no aguanto, llevas horas encerrado.  ¡Apúrate, que me hago!

Madre:  Deja en paz a tu hermano, te estoy oyendo, aguántate, te digo que te aguantes. ¡Obedece! ¡Me das asco!

 

Muy lentamente baja la luz. Se escuchan risas, suena música de salsa “Lloraré” de José C. Cruz, alguien cambia estaciones en un radio, regresa a la misma canción. Madre sacude unas figuras. Entra Mirtha bailando en la cocina,  pone unos manteles blancos.

 

Mirtha: Y bueno, cuando se dio cuenta que para mí era invisible, se largó.

Gabriel: (Entrando) ¿Así de fácil?

Mirtha: Te parece fácil, me tomó semanas conseguirlo, hay hombres con menos huevos que tortilla de fonda.

Gabriel: Eso ¿también lo aprendiste de tu madre?

Mirtha: No, es mi conclusión después de  dos años de monótona convivencia,  ahora te pido que me digas si quieres mudarte aquí. 

Gabriel: Tanto como querer, quiero, pero propongo que probemos unos días.

Mirtha: Por lo pronto está listo el café, córrele antes de que explote la parturienta del día de hoy.

Gabriel: (Se empina el café) Espero llegar a tiempo.

Mirtha: Ay eso dices siempre y nunca has llegado a destiempo.

Gabriel: Me pregunto ¿qué va a pasar si un día te cansas de mí?

Mirtha: No inventes.

Gabriel: ¿Me echarás de tu casa?

Mirtha: Será nuestro nidito, no es “mi” casa.

Gabriel: Eso mismo le habrás dicho a tu ex.

Mirtha: ¿Por qué siempre tenemos que hablar de eso?

Gabriel: Tienes razón, no es importante, traer niños al mundo me sigue poniendo nervioso, mejor me voy.

 

Baja la luz. Madre reza hincada con los brazos en cruz. Se escucha ruido de objetos que caen al suelo. Un cenital ilumina a Gabriel, muy enojado, golpeado, camina por el proscenio, llevando una bolsa.  Mirtha en bata de casa, semi dormida,  lleva un botiquín en la mano, ambos entran en la cocina.

 

Gabriel: Cada mes es lo mismo.

Mirtha: ¿Dónde te golpeaste?

Gabriel: Si no enciendo la luz, es por algo.

Mirtha: Si no enciendes la luz, o destrozas la casa o te destrozas la jeta o…déjame mirar, ¿te salió sangre?

Gabriel: Por qué carajos tienes que cambiar lo muebles de lugar.

Mirtha: Siéntate, déjame curarte.

Gabriel: Ay, duele ¡con cuidado!

Mirtha: Más te va a doler pagar todo lo que rompiste. ¡Cálmate!

Gabriel: Estoy calmado. (Pausa) Un letrero, me conformo con un letrero.

Mirtha: Que diga ¿qué? Cuidado con el destroyer.

Gabriel: No te mides, hasta “pintura fresca” te acepto, pero no me hagas esto. ¡Ouch! Con cariño, si me vas a echar eso, ponlo con cariño. Y de dónde te sale esta manía ¿eh? Tu papá

           era transportista, encargado de mudanzas, estibador…

Mirtha: Ya Gabriel, me despiertas, me asustas y ahora quieres que te cuente un cuento.

Gabriel: Quiero una explicación, cada jueves y San Juan entro en mi casa y resulta que ya no es mi cas…bueno, nuestra casa.

Mirtha: Entiéndeme, no me gusta ver siempre lo mismo, en el mismo lugar, a la misma altura, con la misma distancia.

Gabriel: Sí mujercita, la próxima vez llamo para avisar que vengo en camino pero el gusto de entrar en tu cama y despertarte con besos te lo acabas de perder.

Mirtha: Ven, vamos, ahorita te quito el dolor y los golpes y el cansancio y...

Gabriel: Mira qué te traje. (Saca varias películas) ¿Cuál quieres ver?

Mirtha: No nos hemos visto en un largo mes y ¿quieres ver películas?

Gabriel: ¿Cuál quieres ver?

Mirtha: La verdad es que eres raro… (Juguetona) La que señale mi dedo grande.

Gabriel: ¿De la mano o del pie? Y no soy raro, soy diferente.

Mirtha: El dedo gordo, muy gordo.

Gabriel: ¿Izquierdo o derecho?

Mirtha: Mejor llévame a la calle, vamos a tomar una copa.

Gabriel: Pero si acabo de llegar y mira, ni los lentes puedo ponerme, la cara se me está hinchando. ¿De verdad quieres salir? ¿Ya viste la hora que es?

 

Se congelan. Baja la luz iluminándose el estudio donde madre acomoda un altar, pone flores, limpia los ángeles.

 

Madre: Te estoy viendo, mira que te estoy viendo. Qué tienes que hacer balanceándote en ese sillón, cerda, asquerosa, allí abajo no se toca, ya te lo he dicho.

Mirtha: (Recargada contra la pared de cocina) Federico se toca, yo lo he visto, a él no le dices nada, tú también lo has visto.

Madre: Cállate, estás castigada. Más te vale que no sigas con estas cochinadas...Mira nada más lo que parí. ¡Una pinche marrana!

 

Luz de mañana, Gabriel se prepara para salir, lleva una maleta pequeña. Mirtha escribe en la computadora.

 

Mirtha: (Suplicante) ¿Por qué tiene que ser un día al mes?

Gabriel: Porque tengo que trabajar en otro lugar, aquí ya no necesitan de mis servicios.

Mirtha: ¿Qué no  puedes hacer lo mismo, no sé, por tu cuenta?

Gabriel: Qué ya se te olvidó, desde la epidemia esa, ya no hay trabajo, tuve que empezar a buscar, es lo único que he  podido conseguir.

Mirtha: Me paso semanas completas  absoluta e irremediablemente mente sola, estoy a punto de explotar.

Gabriel: Mirtha, escúchame, mírame. ¿Ya ni eso me merezco?

Mirtha: Esto no es lo que convenimos.

Gabriel: Mirtha, entiende, aquí ya nadie me llama, la clínica desapareció, a ti te consta. Tú misma lo dices una epidemia, nos juntó.

Mirtha: Sí y unas mujeres panzonas nos están separando.

Gabriel: ¡Eso no! A ver, razonemos, vende este departamento, vente conmigo.

Mirtha: A mirar embarazadas, ni lo sueñes.

Gabriel: ¿Aceptas un consejo? Igual puedes vender casas en otro lugar, al fin tienes la suerte de que a ti, nunca te falta trabajo, siempre hay gente interesada. 

Mirtha: No estoy loca,  ya no tengo edad  para probar fortuna en otra parte.

Gabriel: ¿Ya también se te olvidó que así me conociste? No estabas, según tú, esperando un bebé y necesitabas un instructor de psicoprofiláctico.

Mirtha: Fue falsa alarma, ni me lo recuerdes. De eso precisamente quisiera hablar con la de la terapia.

Gabriel: Y al fin¿Ya te recibió?

Mirtha: Se sigue haciendo del rogar. A la mejor está… (risas) embarazada.

Gabriel: Hablando de eso, cuando estés realmente así, como ellas, completamente embarazada, dejarás de despreciarlas.

Mirtha: Nunca voy a estar así, ¿qué no ves que soy el mal agüero andando?

Gabriel: ¿Quien dice eso, de qué hablas?

Mirtha: Bien que sabes, ¿no salió muerto el niño ese, el día que te acompañé?

Gabriel: Eso puede pasar.

Mirtha: Y la otra, con la que tomé un café, ¿no abortó al día siguiente?

Gabriel: Digamos entonces, que eres responsable de  nacimientos y defunciones.

Mirtha: Estoy hablando en serio Gabriel.

Gabriel: Yo también, (le toca el vientre) y no opines mientras no tengas un hijo mío aquí exactamente. 

Mirtha: (Sentencia) Y cómo voy a estar así, si ni te me acercas.

Gabriel: Entonces qué es lo que hacemos cada vez que vengo a verte.

Mirtha: Te faltó decir de siete a ocho pasado meridiano.

Madre: (Al público, mientras pone incienso) Todos están cortados por la misma tijera.

Gabriel: Qué tanto murmuras.

Mirtha: Que cuando vienes nos besamos y abrazamos y me das gusto y te doy gusto pero NO  es suficiente.

Gabriel: ¡Otra vez! Ya chole Mirtha, así quieres que siga corriendo y gastando lo poco que gano para venir a verte.

Mirtha: ¿Te pesa?

Gabriel: No nena, enumero los hechos, ten paciencia.

Mirtha: Paciencia tengo, ganas de ponerla en práctica, no sé.

Gabriel: ¿Así nos llevamos?

Madre: (Al público) ¡Así son todos! El otro decía exactamente lo mismo, y el anterior y el primero y el novio de la secundaria también.

Gabriel: ¿Qué dices?

Mirtha: Nada, que no, no quería ofenderte, te espero el próximo mes (lo besa en la boca) y si puedes antes, te espero antes.

Gabriel: ¿Mañana? ¿Te parece bien o prefieres hoy mismo?

Mirtha: ¡No!, ¿no te vas? ¿Te quedas unos días conmigo? ¡Bravo!      ¡Mi amor! (lo besa, lo abraza) ahorita mismo cancelo dos      citas.

 

Gabriel abre un mueble, trata de guardar su maleta, cae un cuadro, muy mala copia de “Ángel tocando la trompeta”.

 

Gabriel:  ¿Qué es esto?

Mirtha: Un cuadro.

Gabriel: Eso veo,  ¿de quién es?

Mirtha: Ay, no sé, mira tú la firma.

Gabriel: No pregunté por el nombre del autor, quiero saber el nombre del propietario.

Mirtha: Mío, nuestro, de esta casa.

Gabriel: Quedamos en que todos los “angelitos” desaparecerían de esta casa. ¡Mírame a la cara cuando contestes!

Mirtha: Sí, así quedamos.

Gabriel: Para comprar cuadros, sí hay dinero.

Mirtha: No es nada del otro mundo, es una baratija.

Gabriel: Repito, para comprar angelitos siempre hay dinero, para ir a pasar un fin de semana conmigo… 

Mirtha: Bueno, ya estás enterado, no me gusta ese pueblucho, no pienso ir, ni ahora, ni mañana, a pasar ningún fin de semana allí.

Gabriel: Estás mintiendo, no tienes por qué mentir…

Mirtha:  ¿De verdad crees que estoy mintiendo? Yo no miento, exagero, pero no…

Gabriel: Te felicito, hiciste una muy buena compra, está hermoso el ángel,  ¿por qué no aprovechas y le pides una bella melodía? Hay me cuentas qué tan bien toca la trompeta. Sale

 

Madre quita ángeles, los pone en una bolsa.

Del lado izquierdo del proscenio Mirtha toma unos papeles y se dispone a salir, escucha un anuncio a lo lejos, regresa, entra en la cocina, enciende un radio, escuchándose el mismo mensaje.

 

Voz en off: Los organismos de Salud informan la confirmación oficial de la epidemia treinta y ocho ciento setenta y seis, muy similar a la de hace un año, por lo que se pide a la ciudadanía no salir de su casa durante setenta y dos horas.

Mirtha: ¡Otra vez! No que ya estaba todo resuelto.

Voz en off: Jóvenes voluntarios, en óptimo estado de salud, se distribuirán por calles y barrios sirviendo a todo el que lo solicite. Asimismo ayudarán a la población haciendo pagos, compras… (Baja la voz) Repetimos…

Mirtha: (Abre el refrigerador y revisa la alacena) A ver, a ver, para cuántos días me alcanza. (Suena un celular) Sí Gabriel, ya escuché lo que están anunciando,  pues mira, la verdad, la verdad ni te molestes, quédate por allá con tus panzonas, no, no es burla, mejor ni vengas. Aparte, ni se puede. Chao.

 

Baja la luz muy lentamente. Se escucha sonido de una computadora.

Tocan a la puerta, Mirtha se pone un tapaboca, abre. Entra Uriel con un traje parecido a un astronauta y dos bolsas con víveres.

 

Mirtha: Pase, pase por favor, vino realmente rápido. ¿Puedo pagar con cheque?

Uriel: Puede usted pagar con tarjeta, cheque o por Internet.

Mirtha: ¿La red? No lo había pensado.

Uriel: Si quiere pruebe hacerlo, la espero.

Mirtha: Bueno.

Uriel:  ¿Puedo usar su tele?

Mirtha: ¿Quiere ver las noticias?

Uriel: No, su fón, (Se quita lo que trae en la cabeza) este que está aquí.

Mirtha: (Lo mira con curiosidad que cambia a deseo) Sí claro. Mientras yo voy a la compu, a … tratar … de hacer… eso.

Uriel:  Jefa, ya acabé con mi zona, sólo espero un pago por Internet y salgo para allá (regresa Mirtha mirándolo lascivamente) no sé cuanto tiempo, puede que me tarde. Bai.

Mirtha:  (Se acerca) ¿Que calorcito verdad? (Se sirve agua, le sirve) no encontré como hacer el pago ¿usted sabe?

Uriel:  Yo le enseño. (Se dirigen al estudio. Se sienta, él pasa los brazos a los lados de los hombros de Mirtha y va reduciendo el espacio hasta acariciar su cuello) Se abre aquí, se

         aprieta aquí.

Mirtha: ¡Aaah!

Uriel: Se pinta aquí.

Mirtha: ¿Síiii?

Uriel: Se da enter aquí.

Mirtha: (Levanta la cabeza y lo mira) Se ve muy fácil.

Uriel:  Es fácil, sólo es práctica. (Ordena) Ponga imprimir.

Mirtha:  ¿Dónde?

Uriel:  Donde ha de ser.

Mirtha: (Se pone de pie) Hágalo usted (vuelve su cuerpo hacia él) ¡por favor!

 

Se abrazan, se besan en la boca. Madre reza hincada con los brazos en cruz. Se escucha dos veces su rezo, las otras dos termina la rotación a los cuatro puntos, sin que se escuche su voz.

 

Madre: “Dios te salve, hija del padre. Dios te salve madre del hijo. Dios de salve esposa del espíritu santo. Dios te salve templo de la santísima trinidad.

 

Baja la luz muy lentamente.

Se escucha “Propuesta” de Roberto Carlos. Hay una computadora encendida, suena el teléfono.

 

Mirtha: (Entra hablando por teléfono) Ah, eres tú, te dejé un mensaje, otra vez te cancelo, no podré ir a verte, conste que estoy haciendo mi mejor esfuerzo. No, no soy yo, es la

          dichosa contingencia. No, entiende, lo que hice fue posponer todas las citas. Para la próxima semana, Gabriel, voy a dar información por teléfono o por Internet pero no haré

          ninguna visita hasta que pase la historia esta. ¿Qué no entiendes español? Sí, si a ti se te antoja enseñar casas en mi lugar, ve tú, veremos a quien se las enseñas, no ves que

          nadie puede salir. No gracias, no necesito sugerencias, puedo pensar sola. En fin, es tu problema, ay mira, por favor ya ni vengas. (Cuelga) ¡Tarado! (Marca un número) Rita.

          (Alegre) ¿Cómo amanecieron? Sí por favor, ya mandé mi pedido por la red, lo que no pude hacer bien fue la transferencia ¿puede pedir que venga el joven Uriel? Sí, él sabe muy

          bien cómo hacerlo. Yo  llamo en la tarde para confirmar o  mando la hoja impresa con el mensajero, con el joven Uriel. Gracias Rita, muy amable. (Cuelga) ¡Qué maravilla es esto

          del call center! Hasta mañana, y hasta pasado (empieza a arreglarse) y hasta que se acabe esta extraordinaria contingencia.

 

Baja la luz, se ilumina el estudio de Madre donde los nombres de Gabriel y Miguel están llenos de pegotes. Se ilumina la cocina, suena el timbre, abre Mirtha.

 

Uriel: (Con misma ropa, entrega una bolsa de plástico vacía, modifica la voz) Puede poner aquí el importe.

Mirtha: No es necesario, ya lo pagué por Internet (le entrega una hoja de papel dentro de una bolsa de plástico) aquí tiene el comprobante.

Uriel: Ah, muy bien.

Mirtha: ¿Gusta un poco de agua?

Uriel: Sí, lo agradecería

Mirtha: Es usted muy joven, ¿no le da miedo?

Uriel: Eso preguntan todos, pero no, no soy tan joven y no, no me da miedo, Gracias. Quiere decir miedo a contagiarme, ¿verdad?

Mirtha: ¿Es usted amigo de Uriel?

Uriel: Sí, somos como hermanos.

Mirtha:  ¡Ah! ¿Le tocó descanso hoy?

Uriel: Le tocó (se quita la máscara de la cara) ¡premio!, el día de hoy.

Mirtha: (Sorprendida) ¡Uriel! (Risas) Nos van a callar los vecinos.

           Más risas.  Deja el vaso y empieza a besarlo. Salen.

 

Mirtha en off: Ayúdame mamita… por favor, no sé que hacer. (Pausa) No me estás ayudando para nada. Mejor voy a hablar con tu amigo el cura.

Madre: ¿Para que haga como que te perdona?

Mirtha: (Entra en su estudio, enojada) Yo sabré para qué.

Madre: Nada sucede que no sea por tu bien, ya te lo he dicho. Pero primero necesito que me expliques esto. ¿Qué te da ese mequetrefe? Lástima, vergüenza, pena, miedo. Estas

         encaprichada,  siempre buscando el amor donde no está. Seguro te toco, seguro te manoseo. Eres una cochina, eso eres. ¿No te das cuenta? ¡Es una bestia! Ya eres una

         señorita para seguir con estas cosas. Así ¿quién te va a querer? Y te lo repito otra vez. “el gusano roe virginidades y experiencias”.

Mirtha: (Mirando la computadora)  ¡Aquí está! La encontré, la frase nunca fue tuya, es del poeta López Velarde. Mentirosa, eso eres mamá, una mentirosa y para que te lo sepas el

          amor nunca se equivoca y yo lo necesito para respirar.

 

Se escucha “Temas Pendientes cantada por Malena Muyala. Uriel y Mirtha bailan muy acaramelados junto al jacuzzi. Su silueta se multiplica en sombras. Risas fuertes, carcajadas de ambos. Se escucha el chasquido de dos cuerpos que caen al agua.

 

Voz en off: Los lineamientos para prevenir y controlar una posible influenza treinta y ocho ciento setenta y siete que se pudiera dar en nuestro territorio ha forzado  a las autoridades a

              pedir a la población de manera obligatoria un examen médico gratuito que se llevará a cabo en todos los hospitales y centros de salud. Repetimos, el examen es gratuito y

              obligatorio.

Mirtha: (Atraviesa el escenario con una toalla en la mano, la acaricia, se envuelve con ella, la huele. Apaga el televisor) Pinches estúpidos, ya me tienen harta, a ver ahora con qué

           batea de babas van a salir. Si me hago un examen será con mi doctora, no con quien ustedes digan, ya parece que me voy a dejar. (Marca por el celular) Uriel, ve la hora qué

           es, cancelé todos mis compromisos el día de hoy, qué esperas para llegar. (Para sí) Este me va a oir.

 

Se ilumina un espacio a la derecha del proscenio, hay un escritorio y dos sillas, la doctora revisa unos documentos.

 

Doctora: (Se ve la silueta de Mirtha acabándose de vestir) Finalmente terminamos de llenar su expediente. (Pausa larga) No se preocupe, yo mandaré su examen médico al centro de

             salud. (Transición) Verdaderamente, señora Mirtha, me sorprende la veracidad de sus respuestas. Debo confesar que estoy acostumbrada a leer entre líneas lo que mis

             pacientes declaran pues considero que la mayoría de las mujeres tienen problemas para decir la verdad acerca de su sexualidad. Es sorprendente la aceptación que usted

             manifiesta, su compromiso con la práctica del sexo seguro. Esta voluntad por una relación monógama estable. Esto de hacerle saber a la pareja por lo que se pasa, esto de

             compartir pensamientos y sentimientos, la creatividad, la novedad. ¿Cuánto tiempo le llevó responder el cuestionario?

Mirtha: (Se  ve muy  demacrada y triste) No mucho, realmente no fue tan complicado hacerlo.

Doctora: Y respondió usted a todas las preguntas. Le diré que muchas de las interrogadas se saltan todo esto de la irascibilidad, las distracciones, y esta cultura nuestra en que se

            habla de una única pareja cuando las pruebas me       demuestran que se han tenido varias  y a veces dos o tres en un mismo período. Disculpe mi ignorancia pero ¿quién es

            Isabel de Croy?

Mirtha: Ah, Isabella de Croÿ, fue una princesa y no sé si así se dirá su nombre, ya vio lleva unos puntitos sobre la y griega, qué chistoso ¿verdad?

Doctora: ¿Por qué se identifica usted con ella?

Mirtha: Bueno, nació el mismo día que yo, un veintisiete de febrero y por lo que  leí fue una mujer muy libre, pero muy, muy libre.

Doctora: ¿Libertina?

Mirtha: No, en absoluto.

Doctora: Por qué no eligió La Malinche, Rigoberta o la dulce Carmelita Romero Rubio, en fin hay tantas y tantas para escoger. Hasta Paquita la del Barrio, ni se imagina cuántas quisieran

             ser como ella.

Mirtha: Fue la primera que se me ocurrió cuando estaba contestando las preguntas, realmente no sé si  yo quisiera parecerme a alguien...

Doctora: Tal vez a su mamá.

Mirtha: No, gracias.

Doctora: Bueno, si es que tiene la dicha de tenerla.

Mirtha: Felizmente falleció…hace muchos, muchos años.

Doctora: ¡Qué pena! Entiendo, esa era una pregunta difícil y la verdad le diré, casi         nadie la responde. Volviendo al tema que nos ocupa, cómo califica usted a su actual

             compañero.

Mirtha: Es un… Adán.

Doctora: ¿Así se llama?

Mirtha: No, es un Adán al que Dios nombró rey de la creación.

Doctora: ¿Inalcanzable? (Mirtha niega) ¿Astuto?

Mirtha: Yo diría que es un joven (pausa larga) sin juicio, sin sentimientos, que niega a la mujer su calidad de persona.

Doctora: O sea a usted.

Mirtha: Sí.

Doctora: Con relación a los otros ¿más fuerte?

Mirtha: Sí.

Doctora: Más atractivo.

Mirtha: Si, desde luego.

Doctora: Algún otro calificativo. (Mirtha niega) Entonces, le gustaría pasar todas las noches a su lado...

Mirtha: ¡No!

Doctora: ¿Se considera usted libre?

Mirtha: Me considero una condenada.

Doctora: ¿Se refiere usted a la maldad?

Mirtha: Me refiero a este tormento de nunca llegar a ser totalmente libre.

Doctora: Bueno, (incómoda) creo que nos estamos saliendo del tema. Recapitulando, volvamos al asunto de la relación sexual, ha mencionado  usted un promedio de una vez a la

             semana con  Miguel, durante dos años; una vez al mes con Gabriel durante un año y una vez al día con Uriel, durante los últimos dos meses. ¿Es correcto?

Mirtha: Totalmente, hasta hace ocho días, en que simplemente desapareció.

Doctora: Ya hablaremos sobre eso, pero me llama la atención que los hubiese elegido con estos nombres tan, tan simpáticos, como de…, no sé cómo calificarlos.

Mirtha: Bueno, en realidad, según mi madre decía, esos eran nombres de arcángeles. Y como tal, una tentación y superiores al hombre, mensajeros, protectores, castigadores.

Doctora: Pecadores, no lo olvide.

Mirtha: (La doctora se dispone a tomarle la presión) Bueno, digamos que he librado una pelea, sí, hay algo de pecado, pero hay vitalidad, una vitalidad que explota rompiendo mis venas

           por encima de influenzas, de prohibiciones, de engaños y ¿qué sería de mi vida sin ellos? sin la plena entrega, sin el tibio y frágil placer de sus cuerpos.

 

La doctora vacuna a Mirtha. Madre enciende unas veladoras que quedarán hasta el final.

 

Madre: Cuando lo vas a entender, entre un tigre y su domador, siempre vencerá el más fuerte.

Mirtha: Hay domadores que sólo entrenan pero hay otros que realmente doman, el chiste está en aprender a hacerlo.

Madre: Ya te lo he dicho hasta el cansancio pero no entiendes, todo se desgasta y termina pudriéndose. Bueno no, mejor dicho, todo se percude no se pudre. ¡Bah! Para el caso es lo mismo. Y yo te recomendaría aceptar el paso de la pasión amorosa a la ternura.

Mirtha en off: ¡Eso nunca!

 

Se ilumina la cocina donde Mirtha se pinta las uñas, se ve muy triste. Se escucha un cerrojo que se abre. Entra Miguel, muy nervioso, mueve un llavero sin saber qué hacer con él. La

contempla.

 

Miguel: Escuché tu mensaje, y… ¡aquí estoy! (Mirtha no lo mira, continúa con lo que está haciendo) Tu voz tenia un timbre raro. Fu… fuiste tú la que llamó… ¿verdad? Es para que… te devuelva las llaves… (Mirtha niega con la cabeza) ¿Verdad?

Mirtha: (Sin mirarlo) Crees tú que ¿todavía sientas algo…?

Miguel: SSShhh, sh, sh.

 

Se acerca, ella se pone de pie, extendiendo las manos para que se sequen sus uñas, Miguel se pone el dedo índice sobre los labios, se miran sin tocarse, Miguel mueve el mismo dedo como si fuera una pistola que dispara,  Mirtha sube los brazos en alto rindiéndose, se escucha música sacra, mientras madre sopla las velas y cae el

                                                          

TELÓN

 

 

Arcángeles los tres
de Mariluz Suárez Herrera
ibarsua@gmail.com 

Guanajuato, Gto.

Abril, 2010
 

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