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Conceptualizaciones político-filosóficas presentes en la oratoria martiana
Lic. Carlos Alberto Suárez Arcos
oradorcubano@gmail.com

 
 

Resumen: En este artículo, se analiza cómo la oratoria, recurso al que acude el Apóstol de la independencia cubana para lograr una mejor y más efectiva concreción de su ideario político; es portadora de ideas que expresan profundidad en el tratamiento conceptual  de importantes definiciones de carácter político-filosófico.

 

Desde la valoración de sus discursos se defiende el criterio de que en ellos, se expresa una  forma diferente de orar y al hacerlo de propiciar el hecho de repensar las concepciones en relación a la política desde las tribunas de América Latina. Se enfatiza cómo valiéndose de su apasionada elocuencia, contribuye al enriquecimiento del contenido ético y humanista de conceptos tales como guerra, revolución, libertad, justicia, unidad, política, Partido Revolucionario Cubano, patria, pueblo y república.

 

Se persigue como objetivo: profundizar desde la oratoria en el pensamiento político filosófico martiano como una de las más importantes vías de contribuir al conocimiento del mismo y con ello a la  materialización   de su ideario político en el contexto cubano y latinoamericano actual. 

 

PALABRAS CLAVES: guerra, revolución, libertad, justicia, unidad, política, Partido Revolucionario Cubano, patria, pueblo y república.

 

TITLE: Politic-philosophic concepts present in José Martí oratory

 

Abstract: In this article, is analized oratory as the resource used by the Cuban apostle to get a better concretion of his political idea. Marti’s oratory is carrier of ideas that express depth in the conceptual treatment of important politic-philosophic definitions.

 

Since valoration of his speeches, is depended the criterion that in them is expressed a different form to make speech and doing it,  to make possible think again in concepts related with politic since Latin American tribunes. It’s make emphasis in how, using his devoted eloquence, contribute to enrichment of humanist and ethical content of concepts such as: revolution, freedom, justice, unit, politic, Cuban Revolutionary Party, motherland, people and republic.

 

Objective of this article is: to deep since oratory, in Marti’s political-philosophical thinking as one of the most important ways of contribute to its knowledge and with it to realize his political ideas in up to date Cuban and Latin American context.

 

Keywords: revolution, freedom, justice, unit, politic, Cuban Revolutionary Party, motherland, people and republic.

 

La obra del Apóstol de la independencia cubana tiene por esencia lo político. En ella analiza, compara, enriquece las dimensiones éticas y humanistas de innumerables conceptos y categorías de la filosofía política y llega a crear otros nuevos, advierte sus relaciones y lega a la posterioridad vías y recursos para encaminar el pensar y la praxis humana hacia la concreción de proyectos desalienantes. De ahí, que las diferentes facetas que integran su creación sean de profundo contenido político. Este se expresará en las más novedosas formas entre la multiplicidad de facetas de las que él se vale para objetivar sus ideario político.

 

Dentro de estos recursos, la oratoria en particular, se constituye en fuente a consultar en la indagación de sus reflexiones políticas. Al hacerle justicia como vía idónea para la concreción de sus objetivos expresa La palabra hablada, además, funde a los hombres mejor que la palabra escrita.[1] Los estudios realizados por diferentes autores en este sentido, motivan a encontrar en su oratoria lecturas que contribuyan a profundizar en el análisis de su reflexión de contenido político-filosófico. Por ello, se indaga en sus discursos, como medio de expresión de su ideario, en la búsqueda de definiciones, cuyo análisis dialectico, les permitan a los nuevos actores sociales, concretar proyectos emancipadores y dar continuidad a labor descolonizadora realizada por él.

 

En el artículo se considera la oratoria del Maestro, como una praxis político-comunicativa depositaria de valiosas consideraciones en relación al deber ser de la política. Se defiende el criterio de que sus peroraciones inauguran una nueva manera de razonar sobre la política desde las tribunas de América Latina, para de esta manera contribuir a la conformación de un ideario político de profunda raigambre ética. Se persigue como objetivo: contribuir al estudio del pensamiento político-filosófico martiano desde el análisis de su oratoria al valorar sus aportes en este sentido. Estos sin llegar a constituirse en un cuerpo teórico sistematizado, son portadores de claves útiles para enrumbar los destinos políticos del continente en medio de las tendencias que abogan por las políticas neoliberales de carácter colonial o los calcos de ideas y praxis políticas no absueltas por la historia, ambas clásicas conductoras hacia futuros inciertos.

 

Para ello se tienen en cuenta diferentes ascensiones a la tribuna, del héroe de Dos Ríos en las que explicita sus concepciones en relación a la política, la libertad, la justicia, la república entre otros importantes conceptos de índole político-filosóficos. Muchas de estas definiciones, devienen pautas dentro del pensamiento teórico que hoy se requiere para la construcción del futuro político cubano y latinoamericano. Las dificultades para formular un pensamiento que se avengan con América Latina, desde la reflexión político-filosófica y la búsqueda de opciones a la conformación profundamente excluyente y desigual del mundo moderno, hacen del estudio de Martí y de las ideas expuestas en su oratoria, una urgencia.

 

Contradictoriamente, la indagación científica en la oratoria martiana, es menos copiosa que en otras facetas de su obra. Esta, ha sido valorada insuficientemente como fuente de aportes relevantes dentro del pensamiento filosófico del insigne revolucionario. Entre las razones más comunes que lo determinan están las relacionadas con la conservación de sus discursos; la tendencia a considerar lo tribunicio una producción de circunstancias, donde lo emotivo supera lo racional; el carácter generalmente pragmático y el fin esencialmente persuasivo de este género. Lo cual conlleva a que con frecuencia se desestimen sus posibilidades de trascender como depositario de un ideario filosófico en relación a la política.

 

Por ello se considera necesario contribuir a profundizar en el estudio de la reflexión político-filosófica, hecha desde la oratoria martiana. Sin este análisis, sería anómala la compresión del pensador y por ende la sistematización de sus aportes a la filosofía política.

 

Breve reseña del abordaje a la oratoria martiana como fuente de su  ideario político-filosófico

 

La importancia de la oratoria martiana, como acto discursivo de fines políticos, fue advertida tempranamente. Las primeras consideraciones a tener en cuenta fueron hechas en el siglo XIX. Hombres como Manuel Sanguily, Enrique Trujillo, Gonzalo de Quesada Aróstegui, Manuel de la Cruz, Enrique José Varona y Rubén Darío, abrirán con sus referencias a la oratoria martiana, los causes a los estudios que posteriormente se realizarán. Estos abordajes iniciales, esbozan las ideas que serán objeto de atención científica en el siglo XX. Entre las que enuncian se encuentran: la esencialidad de lo político en toda su obra, el papel de la oratoria en ese fin, la presunción sobre la posible existencia de una lógica filosófica en sus discursos y la dificultad de lograr sus propósitos políticos, sin la mediación de su palabra.

 

En 1911, Medardo Vitier publica su libro: Martí, su obra política y literaria; en esta obra ya se enuncia la relación entre el pensamiento político, las ideas filosóficas del Apóstol y su oratoria. Entre los aportes del texto se destacan, su defensa de la racionalidad del discurso y el hecho de considerar la praxis revolucionaria componente esencial del ejercicio oratorio. En 1954 el autor realiza nuevos aportes al tema con su obra: Lineamientos formales de los discursos de José Martí. En este trabajo logra identificar entre las características de las intervenciones martianas, la presencia de valores que rebasan el ámbito de la guerra y llegan hasta las esencias de la naturaleza humana. Razón por la cual asume que sus discursos políticos, poseen una connotación humanista superior a la de los tribunos del autonomismo. 

 

Las décadas comprendidas entre 1920 y 1940 fueron ricas en abordajes sobre la significación de la oratoria en la actividad política martiana. Entre los que abordan el tema se cuentan: escritores, luchadores sociales, literatos, poetas, ensayistas, pedagogos que fecundarían con su pensar las indagaciones de los últimos años de la República Neocolonial, se los trabajos de: Miguel de Unamuno, Renée Méndez Capote, Julio Antonio Mella, Fernando de los Ríos, Jorge Mañach, Fernando Ortiz, Julio Le Riverend y Leonardo Griñán Peralta.

 

Otro referente significativo, lo constituye la obra de Juan Marinello. Para el ensayista, la condición de político que caracteriza al Apóstol es razón de humanidad y condicionante de su elocuencia. Afirma que el hombre es la clave interpretativa de toda su obra, lo cual ha de incluir la oratoria como esencia cultural de lo político y modo para ganarlo por los caminos de la belleza. En el prólogo del texto: Discursos. José Martí, critica los posicionamientos pragmáticos que asumen la oratoria como aventura escénica, donde importa más el modo de decir que lo dicho. La aprehensión marinelliana, encuentra en los discursos martianos, robustez de ciencia, tino y coraje.

 

En 1969 Cintio Vitier, desde Los discursos de José Martí, abarca varias de las consideraciones sobre el tema contenidas en la obra martiana con el fin de probar la importancia conferida por el Héroe al fenómeno tribunicio. Sus estudios le permiten definir como objetivos básicos de sus discursos: unir, alentar y articular. En su opinión la pieza pronunciada en Steck Hall  es una primera configuración política, y a la vez filosófica, del hecho revolucionario cubano. A través de su obra el autor dará continuidad al abordaje del tema. Sus pesquisas pautan la búsqueda dentro de la praxis tribunicia de ideas de contenido filosófico.

 

Las indagaciones en el partidismo filosófico del Apóstol y la búsqueda de similitudes entre sus ideas y las marxistas, son comunes a partir de 1970. Esta tendencia hasta 1989, por lo general, caracteriza las aproximaciones hechas a su oratoria desde la filosofía. Su limitación esencial es que con regularidad, lejos de emplear el método dialéctico-materialista para el análisis del hacer y pensar oratorio martiano, intentan legitimar desde supuestas posiciones marxistas el contenido filosófico de su elocuencia. Noel Salomón, Olev Ternovoi, Susi Sarfati Salomón y Paul Estrade se cuentan entre los autores que más aportan, dentro de este periodo, al objeto de investigación.

 

Estos intelectuales dirigen sus análisis esencialmente al estudio de los discursos y coinciden, al destacar la finalidad política de estos y el contenido humanista que sustenta esta peculiar manera de hablar en público. En el caso de Susi Sarfati, refiere determinadas consideraciones martianas sobre el tema. Paul Estrade[2] caracteriza las intervenciones hechas en la fecha patria en relación dialéctica con el contexto que las produce, destaca la función de adoctrinamiento que poseen y advierte en ellas el desarrollo de ideas sintetizadoras de su reflexión político-filosófica como es el caso de la expresión con todos y para el bien de todos.

 

En la década del noventa las aproximaciones a la oratoria martiana como fuente de ideas político-filosóficas llevan la impronta del período anterior, pero se diferencian de esta en aspectos tales como: la manera menos dogmática de asumir el pensamiento filosófico del Apóstol, el examen del deber ser de la política como objeto de reflexión del acto tribunicio y el reconocimiento de una relación dialéctica entre sus reflexiones políticas y filosóficas. En este sentido Roberto Fernández Retamar, al considerar que la mayoría de los discursos martianos, tuvo finalidades políticas y ocupan un sitio central en su obra por razones funcionales, más que defender una tesis pragmática, recalca la importancia de asumir las peroraciones martianas como fuentes para la indagación en su ideal político-filosófico.

 

Pedro Pablo Rodríguez, estudioso martiano que realiza importantes aportaciones al estudio del complejo sistema categorial del Apóstol, indaga de manera general en su oratoria. Entre sus artículos relacionados con el tema se encuentran José Martí, el orador y El poema de 1810, sus trabajos aportan a la identificación, de conceptos claves para la comprensión sus concepciones político-filosóficas, como es el caso de república.

 

Elena Rivas, en Pensamiento filosófico de José Martí. Un estudio desde las mediaciones político axiológicas (2008), Afirma que si se profundiza en discursos como el pronunciado en Steck Hall, en 1880 se encuentran las claves de su quehacer político-filosófico. La investigadora aporta a la compresión del nexo entre concepciones filosóficas y praxis política, como expresión del modo en que las ideas filosóficas toman cuerpo en comportamientos políticos tales como la actividad oratoria del Maestro; sin que por ello llegue a explotar las posibilidades que su hacer y pesar tribunicio ofrecen para profundizar, de manera general, en las concepciones político-filosóficas martianas. 

 

En su conjunto, los investigadores referidos contribuyen a entender la oratoria como uno de los recursos esenciales de la praxis política martiana, cauce principal de su pensamiento filosófico. Igualmente resaltan el valor cogitativo de esta prédica al indagar en ella para profundizar en sus concepciones político-filosóficas. Pero hasta el momento, continúa siendo insuficiente la indagación en la oratoria martiana con la finalidad de lograr fundamentar los conceptos político-filosóficos de la que esta es portadora. Tal carencia, constituye un problema aún sin resolver por la exégesis martiana.

 

Algunos conceptos de la reflexión político-filosófica martiana contendidos en su oratoria. 

 

Martí es consciente de los efectos nocivos que ocasionan en las fuerzas independentistas, la carencia de una teoría revolucionaria. La demagogia política, la propaganda del poder español, las ideas anexionistas minan con eficacia la unidad de los patriotas. Esta toma de conciencia precoz en relación a la necesidad de pertrechar conceptualmente a los que optan por la independencia, devendrá en necesidad de definir y redefinir importantes procesos y fenómenos relacionados con el deber ser de su proyecto político-humanista. Contribuir a la aprehensión por parte del sujeto de su realidad  social y política será entonces uno de los roles esenciales de su prédica. Por esta razón, se indaga en una producción discursiva que al aborda múltiples conceptos, visibiliza las relaciones que los vinculan entre sí. 

 

El Apóstol, se sirve de las posibilidades de la oratoria, y a través de ella, objetiva una parte importante de su aparato categorial. Este, como él mismo expresa, evita ofuscarse en la concesión de nombres meramente políticos a los procesos que aborda, para privilegiar la comprensión de las condiciones sociales que por su mediación se expresan o representan. Lo especulativo cede ante el hecho práctico de brindar a los patriotas definiciones que permitan la valoración crítica de la realidad que se han propuesto trasformar. La diversidad de los sujetos a los que se dirige así como su amplia cosmovisión, serán determinantes en la forma y el contenido de un complejo sistema conceptual acerca del cual este artículo solo alcanza a señalar ideas esenciales.

Los discursos martianos son en sí mismos una propuesta de reformulación conceptual,[3] en oposición a las ideas colonialistas y burguesas cuestionan los modos en que son denominados  importantes aspectos de la vida política en América Latina, Estados Unidos y Europa. Entre los conceptos que aborda con mayor recurrencia y profundidad dentro de sus peroraciones más significativas se distinguen: guerra, revolución, libertad, justicia, unidad, política, Partido Revolucionario Cubano, patria, pueblo y república.

 

En el abordaje de estos conceptos cabe destacar que la jerarquización entre ellos, más que por la   recurrencia con que sean expuestos en sus intervenciones, está determinada por el grado de relaciones que a partir de estos se puedan establecer con el resto de los objetos analizados en la oratoria martiana. Usualmente la compresión plena de cualquiera de los conceptos abordados en sus discursos, pasa por el análisis del resto de los objetos, procesos o fenómenos con los que en equilibrio se relaciona. De esta manera, a lo largo de su obra tribunicia aunque se advierte el énfasis en el tratamiento de múltiples conceptos, devienen en ejes centrales de su reflexión filosófico-política aquellos, como los aquí expuestos, que permiten un más amplio nivel de relacionalidad y generalización.

 

La guerra, por ejemplo, es un concepto de amplio tratamiento en los discursos del  Maestro. En su criterio, responde a la necesidad de los pueblos de restituir el equilibrio interrumpido por la violación de sus derechos. Martí presta especial atención a sus causas,  consecuencias  y fines, entre los que destaca los métodos a emplear para conducir, lo más humanamente posible, tan inhumano evento. En la concepción martiana, lo bélico, más que un fin en sí, es un medio para alcanzar la emancipación y ha de estar libre de odios y venganzas.[4] La guerra en Cuba es contra el odio, ello es lo que la hace necesaria y por ende moral. Reconocerla como un peligro para lo humano condiciona el deber de preparar un fenómeno violento para que tenga por fruto la paz. Aspirar a este resultado la hace justa.

 

Desde estos posicionamientos ético-humanistas y en relación a la epopeya iniciada en Yara, considera la guerra como el ejercicio práctico de las grandezas. Acto preciso para reparar y hacer olvidar la injusticia que la produjo.[5] El hecho de que la desigualdad que la originara, fuera tanta que un primer intento fuese insuficiente para erradicar la colonia, levantar país nuevo e impedir el peligro del norte; conducen al Apóstol a convencerse de que el único medio de rehacer la patria es volver a combatir. Todo ello determinará que denomine a la contienda ahorro de tiempo y de desdicha capaz de consumir los obstáculos al bienestar del hombre en una conflagración purificadora y necesaria.

 

El combate revolucionario como nueva y más humana doctrina expuesta en sus discursos, trasciende las clásicas concepciones de la actividad militar. La lucha armada deviene en acción revolucionaria. La guerra, entendida esencialmente, como el conjunto de acciones bélicas dirigidas por los militares con el objetivo de mantener, alcanzar o expandir los intereses políticos y económicos del poder, para Martí, es un recurso de la revolución.[6] Esta, al ser la vía hacia la nueva sociedad que intenta fundar, se ha de constituir en un fenómeno más amplio y complejo que la guerra, por ello el Maestro le presta especial atención en su oratoria. Desde la tribuna, aborda la actividad revolucionaria en general como autoconciencia cultural de todos los sujetos convocados a participar en ella.

 

Estas preocupaciones devenidas en ideas cardinales pueden apreciarse en las intervenciones hechas por él a partir de 1880 y con más énfasis desde 1887. Entre los aspectos más significados de lo que llega a  denominar, al referirse a la revolución, concepto necesario,[7] se encuentran: el análisis de sus causas,  las ideas que las sustentan  y el modelo o tipo de revolución que la patria necesita.

 

Finalmente, en plena coherencia con las ideas antes señaladas se refiere a la revolución en sus discursos y otros textos oratorios en los siguientes términos: Esta no es sólo la revolución de la cólera. Es la revolución de la reflexión. Es la conversión prudente a un objeto útil y honroso, de elementos inextinguibles, inquietos y activos que, de ser desatendidos, nos llevarían (…) a (…) desasosiego permanente, y (…) soluciones cuajadas de amenazas.[8] Es, agrega, solución radical y definitiva. 

 

Analizar las ideas que Martí expresa en los discursos sobre la revolución, facilita comprender los modos en que en estos, aborda el fenómeno de una manera práctica pero a la vez humana. Resultado de esta labor de reflexión tribunicia es la definición expuesta por Patria en 1894 cuando plantea: La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución.[9] Estos principios-valores identifican, definen el proceso revolucionario y como se ha podido demostrar están contenidos en las consideraciones que sobre la revolución expone en su oratoria.

 

Explicar a los patriotas cubanos, a través del discurso, qué es, para qué es y cómo hacer la revolución,  exigió a su prédica si no definir en el sentido teórico del término, sí, exponer con rigor cogitativo nuevas ideas que en la práctica les permitiesen a los seguidores del credo revolucionario, valorar, establecer relaciones entre la empresa que propone y los conceptos de libertad, justicia, unidad y política que la explican desde sus discursos.

 

En relación al primero de estos aspectos, en sus intervenciones públicas, por lo general, se afana en diferenciar su idea de libertad, de las concepciones burguesas.  En la opinión del Apóstol, estas son más de la localidad que de la humanidad. Propician en la praxis una libertad insegura, egoísta e injusta, cuya subordinación a los sujetos del poder sintetiza al considerarla de puño de encaje y de dosel de terciopelo. Aboga por una libertad real y pujante[10] propia de políticos cuyo sentido de humanidad les haga rechazar lo que él denomina libertad de aficionados, término con el que designa el ideal de libertad europeo expandido por América.

  

Las arengas martianas argumentan cómo la obra revolucionaria propugna una libertad humanitaria y expansiva, sin localismos, racismos o sectarismos, como los que gravaron en sus inicios, la libertad alcanzada por los pueblos de Nuestra América.  Martí, al dialogar con los exiliados cubanos en uno de sus discursos, sobre qué es la mejor libertad, termina por definirla como el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad.[11] Expresa el convencimiento de que esta, más que un estado al que aspira el sujeto humano, es un deber de quienes lo tienen o pueden ejercitar en mayor plenitud, para con quienes luchan por alcanzarlo.

 

La libertad como acto de justicia deja de serlo para el Maestro si desconoce su responsabilidad para con quienes la necesitan. Consciente tempranamente de ello expresa: ¡A cuantas individuales peripecias está sujeta la más estricta justicia humana![12] Esta, es considerada por él verdad suprema  o invicta  sin que por ello deje de comprender, como aquí se refleja, la supeditación a las realidades económicas y sociales del hombre.

 

La concepción de justicia que propugna es diferente a la que históricamente los detentadores del poder imponen con sus guerras. Por todo ello, a través de la oratoria reitera la necesidad de buscar con la revolución una forma de libertad que sea expresión de justicia real.[13] Este tipo de equidad encuentra la más concreta objetivación, según el criterio martiano, en la conjunción hombre pueblo, nexo considerado por él como la más visible y suprema expresión de la justicia humana. 

 

Es por la mediación del vínculo orador-público, hombre-pueblo, que  pide poner la justicia tan alta como las palmas, o lo que es igual por encima de las individualidades, ya que es precisamente el derecho a ser hombres lo que buscan los cubanos con su independencia. La organización de la revolución ha de asegurar que tanto en la búsqueda del triunfo como en la consolidación del poder revolucionario sean respetadas todas las formas de justicia. En esta se integran en síntesis ética y política martiana.[14]

 

Lo justo, por tanto, es en la oratoria de Martí fundamento axiológico de su quehacer, resume la aprehensión de la realidad social y política, aporta al discurso esa nueva interpretación de la realidad que contribuye a la unidad de las fuerzas patrióticas. Al respecto, es necesario destacar cómo en las intervenciones públicas que se conservan del Maestro son escasas las definiciones teóricas de unidad. En el grueso de sus peroraciones, lo común es que apele a las ejemplificaciones, a las formas prácticas en que esta se expresa y a su importancia para la revolución.

 

Un ejemplo de ello es cuando en la celebración del diez de octubre de 1887 expresa: ¡Las aves indecisas, para protegerse mejor, se agregarán a la bandada![15] y seguidamente, convoca a  poner fin a toda expresión divisionista como recelos, odios o disputas. Para Martí el triunfo o es de todos y para todos, los que buscan libertad y justicia o es efímero. En múltiples apariciones ante los revolucionarios alecciona sobre la importancia de la unidad al rememorar cómo por entre las divisiones de los pueblos indígenas adelantó en América el conquistador. A partir de estas experiencias reflexiona sobre las formas de allegar dialécticamente, la mayor suma posible de elementos de victoria ante la proximidad de la guerra.

 

Las fuerzas convocadas por el Apóstol son aún heterogéneas. El éxito de su programa político estriba en la unidad de acción y pensamiento de los revolucionarios cubanos; sin que ello signifique que  asuma la unidad como servidumbre de la opinión.[16] Por eso la oratoria es un recurso esencial para lograr lo que él denomina amasar la levadura de república. Entiéndase por ello la preparación anticipada y minuciosa de todos los factores que integraran la nueva sociedad. Una prueba fehaciente de ello es cómo ante el público diverso y suspicaz que colma sus exposiciones, el orador aboga por una forma de unión entre los patriotas novedosa e inclusiva.

 

Hermanar y amalgamar[17] son términos que sin estar definidos explícitamente en los discursos martianos, hacen comprensible ante sus escuchas, su visión de unidad. El último de estos, como en la naturaleza, permite relacionar lo diferente. Su versión en lo político, respeta la individualidad y sus particularidades. Los sujetos que optan por formar parte de la amalgama patriótica, sin anularse ni perder sus esencias, aportan a una identidad colectiva de extrema solidez. Ella hace posible lo que el Apóstol denomina falange  de inteligencias plenas o hermandad ferviente. Todas, formas a través de las cuales lo diverso, expresado en sus referencias a los de un oficio y los de otro, a los de cuello alto o bajo o a los que poseen diferentes estados de cultura;  comulga, entonces sí de manera unánime, en el amor y la humanidad. Elementos estos que sirven de base común a la amalgama revolucionaria.

 

Las defensas discursivas de estas formas posibles y viables de unidad revolucionaria, acordes a las características de los actores sociales que necesita conglomerar,  es coherente con la convocatoria unificadora y definitiva lanzada por Martí: ¡Unámonos, cubanos en esta otra fe: con todos, y para todos (…)![18] Esta nueva fe aglutinadora, libre de las parcialidades que minaron el independentismo, sintetiza un principio político-filosófico cardinal que es la unidad en la diversidad. Al logro de la misma el Maestro concede una importancia capital, que se expresa en el hecho de que asuma como métodos para transformar los elementos disociadores en aglutinadores a la cordialidad y a la justicia.

 

Preparar y unir son entonces, para él, los deberes más urgentes  y continuos de la política. Esta, como la guerra y la revolución, desde la oratoria, se delinea como una vía particularmente idónea para lograr la unidad. Por su mediación se ha de permitir al ignorante elevarse a la justicia por la cultura, y al culto, fraternizar con los demás hombres. El hecho de que permita armonizar las relaciones de militares, intelectuales, campesinos y trabajadores hasta desarraigar los recelos, implicará dentro de los discursos martianos, detenimiento en su abordaje.

 

Ello se constata desde sus intervenciones en enero de 1879. En ellas hace evidente la preferencia por la aplicación de una política soberbia, digna y enérgica en oposición a la que desconoce la realidad cubana, falsea la verdad y solo promueve aquietar al régimen colonial.  Enuncia así que se mantendrá, por la mediación de la oratoria, en diálogo con los cubanos sobre cuál sería la política a instrumentar con la finalidad de conseguir la libertad a la que es justo aspirar. Aunque en sus discursos es recurrente el abordaje del término, las definiciones de mayor hondura se encuentran en sus textos discursivos a partir de 1890. El análisis de los mismos corrobora cómo a partir de esta fecha insiste en dotar a los patriotas con definiciones de política, superiores por su humanismo y eticidad, a las que suelen recurrir los oradores peninsulares, norteamericanos y autonomistas, caracterizadas por su pragmatismo y utilitarismo.  

 

La política es definida entonces desde las praxis discursivas martianas como arte de previsión que ha de ser capaz de combinar los factores diversos u opuestos de un país para su bienestar creciente e interior. Este arte denominado delicado y complejo,[19] tiene por objeto el estudio de los intereses públicos y por bases el trabajo y la verdad. El primero de estos aspectos le confiere objetividad, carácter práctico y el segundo moralidad, regulación.

 

El hecho de que para el Maestro, a la altura de 1890, el arte en sentido general sea el modo más corto de llegar al triunfo de la verdad explicita por qué en su oratoria, expresión artística de su actividad revolucionaria, llega a considerar la política, modo de hacer felices a los pueblos. Reafirma, además, su visión dialéctica de la relación entre lo artístico y lo político hacia el interior de las relaciones que se establecen entre los hombres. Martí irradia desde la tribuna una visión de la política que convida a la participación activa de los sujetos. Estimula al conocimiento y dominio de las prácticas, técnicas, habilidades, recursos y saberes del arte político como expresión de la cultura humana. Considera que ha de ser deber e interés primero de quienes aspiran a ser felices, entender que solo pueden y merecen serlo quienes contribuyan con la felicidad de los demás.

 

El ordenamiento de los elementos de un pueblo para la victoria, la conjunción de sus factores esenciales es para Martí la política. Esta se constituye también para él en la primera necesidad de las guerras.[20] En su opinión, tan cruenta prueba para lo humano solo da fe de su justeza,  si está antecedida de plan y espíritu o lo que es igual de una política que tenga la felicidad del hombre como fin supremo.  El insigne orador se opone a la práctica en Cuba de una política elitista que obvie al sujeto y por ende termine por excluir a las mayorías. De ello dan prueba sus críticas a la retórica política de sus adversarios. Más que a la forma de lo político, a lo meramente conceptual, pide estar atento al espíritu, entiéndase esencia. En su criterio lo real importa más que lo aparente,  el modo en que las ideas expresadas en el discurso político se objetivan en la praxis política de los hombres. 

 

La más alta y práctica expresión de la madurez político-filosófica de estas concepciones es la fundación por él, del Partido Revolucionario Cubano. Este, como la guerra, la revolución o la política misma, es un medio para lograr afianzar, sobre la patria y junto al pueblo, la democracia, y con ella, la república, fin superior de su proyecto político-cultural. El rol que desempeñará la organización revolucionaria, determina la importancia que le concede a la explicación de sus aspectos esenciales, en los discursos que anteceden y preceden el acto fundacional. Entre ellas enfatiza en cómo este es el resultado de toda la praxis revolucionaria  anterior a él y de cuyas experiencias negativas y positivas se nutre.  

 

El Partido Revolucionario Cubano es fundado por el Héroe Nacional para asegurar a la patria la democracia negada por los hombres erigidos en dueños. Considera su objeto componer la guerra, evitar que su sacrificio se pierda por la acción de anémicos o autoritarios y salvar a la revolución de los peligros que implican las acciones desordenadas de los patriotas en Cuba o el extranjero. Ello es sintetizado al expresar que se funda para vivir en habla amorosa con los cubanos verdaderos de la patria.[21] Afirmación que, en primer lugar, concede un papel central a la oratoria dentro de la labor partidista como instrumento idóneo para el diálogo con las masas. En segundo lugar, reafirma el empleo del amor como un método del trabajo político y en tercer lugar; considera cubanos verdaderos a todos los que sin distinción de raza, edad, credo, poder económico, nivel cultural, lugar de residencia o grado de participación en las guerras secundan, al amar y fundar, las bases de la organización.  

 

Todo ello influye en que la definición que lleva a la tribuna, obvie varios aspectos teóricos que usualmente se esgrimen para definir este tipo de organizaciones políticas, sin que por esto adolezca de valor. Detalla a las masas su visión práctica del partido, como expresión tangible de realización republicana en la guerra y después de ella. Lo considera el modo o forma visible de respeto al país en todo cuanto a este concierne; satisfacción oportuna de la justicia que ha de impedir que las conquistas del heroísmo se tornen inútiles por la falta del método[22] que rige su prédica partidista.

 

Creación ordenada y cordial[23] de la patria confusa, es en síntesis el concepto propuesto desde la oratoria, de Partido Revolucionario Cubano. Bandera única de la patria[24] detrás de la cual, como expresara en el discurso del diecisiete de febrero de 1892, salvadas las diferencias esenciales en amalgama, marcha el pueblo. Este, como expresión del hombre social y concreción de su humanismo, será también objeto de reflexiones conceptualizadoras, fundamentadas sobre los criterios que lo determinan histórica y culturalmente.

 

La lectura en Steck Hall, realizada en enero de 1880, es una prueba elocuente de la afirmación anterior; al referirse al pueblo, hace gala de la dialéctica contenida por su método filosófico. Analiza frente a sus escuchas, los aspectos negativos y positivos que en relación caracterizan la compleja etapa por la cual atraviesa Cuba. De esta forma considera que aun faltándole grandeza tiene la suficiente para honrar a sus héroes. Afirma que hacia su interior ni las ruindades, ni los malos hijos, ni los vicios e indignidades, ni la ruina económica podrán ser, en su reconstitución, más que los hijos buenos, las virtudes, la justa cólera o las vehementes necesidades que lo compulsan a ese nuevo estremecimiento fundacional que es la guerra. En ella, ha de ser uno el pueblo que batalla y el que apoya.

 

En este contexto, el pueblo es para el Apóstol la masa adolorida,[25] mayoría subordinada al poder de los déspotas, cuyo dolor lo convierte en el verdadero jefe de las revoluciones. Los discursos martianos, sobre todo a partir de 1889, evidencian su plena conciencia de que los problemas de composición de la nación cubana[26] necesitan soluciones coherentes con sus realidades e historia. De ahí su énfasis en que la revolución, consciente del sacrifico humano que requiere, evite perjudicar irremediablemente la parte más importante, en sus palabras, el corazón,  término que emplea para definir el componente popular.

 

En sus discursos lo cubano como proyecto colectivo, solo es posible si dignifica las mayorías. Desde su oratoria despliega esta concepción al considerar que las etapas más importantes de la vida de un país, se han de contar por los instantes de rebelión en que los hombres vencen a los déspotas. En analogía a la forma en que asume que la belleza es superior, más que por sus adornos, por su capacidad para desensillar a los amos; el  pueblo, desde la prédica martiana, se engrandece en la medida  que es capaz de erigirse en  patria.

 

Al dar continuidad al pensamiento electivo cubano, persiste en la tradición filosófica de comprender la unidad del pueblo a partir del concepto patria. Al definirla, expresa unidad material y espiritual, en fin cultural. Ello lo demuestra al afirmar: Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.[27] Martí trasciende las definiciones que al respecto, enarbola el pensamiento liberal y burgués de su tiempo. Más que contemplar elementos formales como la unidad territorial, identifica los intereses comunes, sobre una base ético-axiológica que fomenta el equilibrio y la armonía. Considera vital para la verdadera integridad, el reconocimiento de todas las comunidades e identidades que la conforman y la mediación de la fraternidad y el amor como única forma de unir los pueblos y elevarlos a la condición de patria. 

 

En el discurso pronunciado el veinticuatro de enero de 1880, deja ver la radicalidad político-filosófica de su concepción electiva sobre la patria al afirmar: (…) respondieron los fieros montunos con vivas entusiastas, no a la patria liberal, sino a la patria libre.[28] A lo largo de sus múltiples intervenciones enuncia varios aspectos que caracterizan la superioridad de lo que él considera ser, patria libre. Se destaca el hecho de que en ella  todo es propiedad común y por ende objeto libre e inalienable de la acción y el pensamiento de los cubanos. Esta, al ser dicha, dolor y cielo para todos, nadie puede tomarla como  propiedad individual. 

 

Las sistemáticas argumentaciones tribunicias en relación a la patria, realizadas por él, allanan el camino hacia la compresión por parte de los patriotas, de su más alta idea al respecto, donde patria es repartimiento de la labor humana.[29] Sin esa disposición, por medio de la cual cada hombre ejerce su mejor influjo por aquella porción de humanidad que le es más próxima, sería inalcanzable una forma de organización social capaz de permitir la realización del ser cubano en todas sus mediaciones, hecha con todos y para el bien de todos y a la cual denomina república.

 

El tratamiento martiano a la definición de república, es el último de los conceptos que el artículo aborda. Hacerlo permite significar la importancia de  sus discursos para la mejor compresión de su aparto categorial en lo político-filosófico. El concepto se aborda por Martí, desde sus primeras intervenciones públicas. La forma en que lo hace permite visibilizar aspectos de carácter ético, ignorados por las conceptualizaciones jurídicas y político-filosóficas de su época. Para él esta forma democrática de organización social niega el derecho de conquista, condena a los que oprimen, se opone a retener lo adquirido por un derecho que ella niega o es conservado por violaciones de derecho que anatematiza[30] y finalmente se levanta en hombros del sufragio universal. 

 

Fratricida es el término que emplea el Apóstol  para denominar a quienes, constituidos en república, ahogan a los que lidian por serlo de una forma humanamente más concreta. Con ello condiciona esta definición a los aspectos morales, éticos, humanistas que van más allá de los rasgos geográficos, políticos, jurídicos tradicionalmente aceptados. En este mismo sentido abarca también, los aspectos externos de la política que han de seguir quienes asuman esta forma de gobierno; a la vez que enuncia ya, las diferencias esenciales del modelo  al que aspira y se deberá constituir en la patria.

 

En Cuba, considera que el proyecto republicano tiene el mejor plebiscito es su martirologio y el sufragio es la revolución. Aquella a la cual convoca y que está llamada a impedir la expansión norteamericana. La maduración de las condiciones que propician el alzamiento revolucionario determina que los discursos de la década del noventa sean los más ricos en ideas y concepciones martianas en relación a la república. En ellos más que explicarla como  forma de organización estatal, conmina, a través de la palabra a verla como un estado o grado de humanidad por alcanzar. 

 

Las intervenciones realizadas en este periodo así lo refrendan; en ellas hace referencia a los valores republicanos,  entre los que identifica se encuentran la laboriosidad, la crítica, el ejercicio de sí propio y el decoro. Al insistir en la importancia de estos, para alcanzar y preservar las conquistas logradas, hace evidente la profundidad con que valora la participación en sus formas más libres y completas. Denomina  al ejercicio participativo, pelea de todos en abierta lid.[31] Lo considera, además de un deber, una garantía del modelo republicano ante quienes en nombre de la libertad o valiéndose del anhelo de ella, por la mediación del poder la desvían en beneficio propio.

 

Otro aspecto privilegiado por la prédica martiana en este sentido es la importancia que le concede a la unidad como factor determinante para esta nueva forma de administración. Llama a ser vigilantes ante cualquier desequilibrio de los múltiples factores o aspectos que la conforman y exige como expresión concreta de ese equilibrio, el respeto al ejercicio franco y libre de la opinión. En relación a ello y como uno de sus más grandes aportes a la concepción del deber ser republicano plantea que la ley primera o fundamental sobre la que se ha de erigir esta república es el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, fin último de su vida y obra.  

 

Aunque es común en el siglo XIX que los tribunos al orar prometan o expongan programas de gobierno, Martí los obvia; sin que por ello descuide indicar hacia dónde está orientado su proyecto. El lugar de los esquemas administrativos lo ocupan reflexiones axiológicas, éticas y humanistas. En ellas aboga por el desarrollo del carácter entero de los cubanos, el hábito de trabajar y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y de los demás,  así como la defensa de los valores. Estos, en sus palabras, han de cerrar el paso al régimen que ignore el decoro del hombre[32] y por ello sea inútil para el bien y la prosperidad de todos los cubanos.  

 

Finalmente, otra contribución al desarrollo del concepto puede encontrarse en  discursos como  el pronunciado el veinte seis de noviembre de 1891. Allí critica varios de los fallidos intentos republicanos de Nuestra América. En esta peroración alerta sobre los cambios que se producen al interior del sistema colonialista en los finales del siglo XIX para perpetuarse bajo el nombre de república.  Su alerta es aporte de inestimable valor teórico. Señala con claridad la existencia de formas nuevas de coloniaje[33] que a través de la implantación de modelos político-económicos y organizaciones sociales renovadas buscan la perpetuación en el poder de los opresores.

 

A manera de conclusiones: las ideas, ni de Rousseau ni de Washington

 

El Apóstol propone desde la tribuna una alternativa política superior a cualquier calco de tierra ajena. Sin nihilismos metafísicos desde el electivismo que le permite tomar con libertad las mejores ideas del pensamiento universal, fustiga el coloniaje disfrazado y anuncia el advenimiento del orden y la paz equitativa, por el pleno respeto al ejercicio legítimo de toda el alma cubana.  Alcanza a predecir que la salvación de América está en la acción una y compacta de sus naciones,  en cuanto a sus relaciones con el mundo y al sentido conjunto de su porvenir.

 

Con todos y para el bien de todos, lema que signa la obra martiana, y con el cual sintetiza su más trascendental pieza oratoria, es expresión concreta de la dialéctica que soporta la propuesta revolucionaria que hace desde la tribuna. Sin llegar a idealizar reconciliaciones absolutas entre cubanos y españoles se sitúa del lado de los que más justicia necesitan y logra incluir en la batalla por la emancipación de estos, a cuantos buscan el bien común y entre ellos los sujetos prósperos que han dado pruebas de humanidad.

 

América Latina vive momentos supremos de creación política. A los cuales, la oratoria de José Martí continúa siéndoles útil. Desde ella, se compele a no desconocer…los recelos y personas locales… o dar por nulas o menores, estas fuerzas de realidad que reaparecerían después del triunfo[34] en perjuicio de los proyectos integracionistas. Previene sobre los riesgos de buscar en la sujeción, odiosa al hombre, el equilibrio político, solo constante cuando se fía a la expansión, infalible en un régimen de justicia (…)[35] alerta sobre como la unidad de espíritu, indispensable a la salvación  y dicha de nuestros pueblos americanos,  resulta fallido, si la unión es sobre definiciones teóricas  artificiales y distantes de la realidad.

 

El Héroe nacional cubano, lega, una reflexión político-filosófica, que cuenta entre sus recursos esenciales de objetivación con la oratoria y esta a su vez; tiene como clave esencial de interpretación al hombre americano. La  altura artística de sus discursos más que limitar, engrandece la reflexión política, la elevan a la condición de expresión cultural de vigencia plena para superar el pragmatismo que caracteriza esta actividad en el  momento histórico en que hoy se vive.

 

Martí, aquel que desde la tribuna habló sin odios una lengua de combate; logra contribuir desde sus prédicas revolucionarias al desarrollo de un pensamiento político-filosófico que tiene en cuenta (…) la fuerza moderadora del alma popular(…); que resalta la importancia de (…) la pelea de todos en abierta lid (…) como método para salvar(…) sin más ley que la libertad verdadera, a las repúblicas(…)[36] y por último que defiende el principio electivo de crear al oponerse a (…) heredar acá en la América libre (…) los términos de las monarquías europeas (...)[37] o las fórmulas apolilladas de los actuales y carentes sistemas políticos neoliberales.  

 

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Referencias:

 

[1] MARTÍ, José. Carta al director de La Nación, 29 de septiembre de 1887. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 11, p. 263.

[2] En conferencia pronunciada el 26 de enero de 1980 expone su visón sobre cómo Martí examina, las condiciones existentes dentro y fuera de Cuba, para luego organizar la guerra, como un procedimiento político en el cual la oratoria, es portadora de un pensamiento científico por lo que adquiere importancia estratégica. Ver ESTRADE, Paul. José Martí militante y estratega. Colección de estudios martianos. La Habana. p. 59.

[3] Ver SCHULMAN, Iván A. La vida es la ancha arena: de la plástica a la poesía. Anuario Martiano. La Habana. 2002. (25) p. 86.

[4] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de octubre 1888. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 231.

[5] Ídem.

[6] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de octubre 1889. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 237.

[7] Ver MARTÍ, José. Discurso del 24 de enero 1880. OCEC. La Habana: CEM, 2002. t. 6, p. 146

[8] MARTÍ, José. Discurso del 24 de enero 1880. OCEC. La Habana: CEM, 2002. t. 6, p. 143.

[9] MARTÍ, José. Los cubanos de Jamaica y los revolucionarios de Haití. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.3, p.105

[10] Ver MARTÍ, José. Discurso en el Liceo cubano, 26 de noviembre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.4, p. 275.

[11] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de Octubre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.4, p. 262.

[12] MARTÍ, José. Guatemala. OCEC. La Habana. CEM, 2002. t.19, p. 51.

[13] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de Octubre 1888. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.4, p. 230.

[14] Martí considera que en la vida práctica de las ideas, el poder es el respeto a todas las manifestaciones de la justicia, la voluntad firme ante todos los consejos de la crueldad o del orgullo. Posicionamiento que revela cómo para el Maestro, la justicia se objetiva en la medida que los que ejercen poder respeten los derechos de aquellos sobre quienes son ejercidos. 

[15] MARTÍ, José. Discurso del 10 de octubre 1887. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 219.

[16] Ver MARTÍ, José. Generoso Deseo. Patria, 30 de abril 1892. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.1, p. 424.

[17] Es común que Martí en su oratoria tome expresiones o términos de los más disímiles lenguajes: artísticos, bíblicos, mitológicos o tecnológicos, como es el caso del término amalgama. Cuyo significado es la mezcla de compuestos distintos o la unidad de mercurio con otros metales para conformar elementos de gran dureza. La amalgama, también puede encontrarse en la naturaleza en las rocas lateríticas o rocas compuestas por varios metales. En todos los casos son unidad de lo diverso y ello les confiere su durabilidad.

[18] MARTÍ, José. Discurso del 26 de noviembre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.4, p. 272.

[19] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de octubre 1890. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t.4, pp. 248 y 250.

[20] Ver MARTÍ, José. Discurso del 17 de febrero 1892. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 303.

[21] Ver MARTÍ, José. Discurso del 17 de abril 1892. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 330.

[22] Ídem. p. 331.

[23] Las expresiones ordenada y cordial expresan el equilibrio que debe establecer el partido, entre lo racional, la ciencia, lo metodológico, el ordenamiento y lo sensorial expresado en el sentimiento, las emociones, la espiritualidad revolucionaria. Ni entusiasmos desordenados, ni racionalidad desespiritualizada son para el Maestro eficaces políticamente en el contexto en que se fragua la revolución cubana. Para Martí razón y corazón han de marchar juntos. Ver José Martí. Discurso del 10 octubre de 1891. OC, versión digital. CEM, 2002. t. 4, p. 262.

[24] Ver MARTÍ, José. Discurso del 17 de febrero 1892. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 298.

[25] Ver MARTÍ, José. Discurso del 24 de enero 1880. OCEC. La Habana: CEM, 2002. t. 6, p. 145.

[26] Ver MARTÍ, José. Discurso del 10 de octubre  1889. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 236.

[27] MARTÍ, José. La república española ante la revolución cubana. OCEC. La Habana: CEM, 2000. t. 1, p. 106.

[28] MARTÍ, José. Discurso del 24 de enero 1880. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 6, p. 149.

[29] Para Martí: Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más de cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino y virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que conoce, y de donde viene la inmediata pena o gusto: y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria.(…) Ver José Martí. La revista literaria dominicense. Patria, 26 de enero 1895. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 5, p. 468.

[30] Ver MARTÍ, José. La república española ante la revolución cubana. OCEC. La Habana: CEM, 2000. t. 1, p. 103-104.

[31] Ver OCAMPO ANDINA, Lourdes. Discurso del 28 de octubre 1893. De la Historia a las letras: Bolívar por Martí. Antología crítica. La Habana. 2012. p. 111.

[32] Ver MARTÍ, José. Discurso del 26 de noviembre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 270.

[33] El maestro alerta (…) la mano de la colonia que no dejará a su hora de venírsenos encima, disfrazada con el guante de la república. ¡Y cuidado, cubanos, que hay guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural! A todo el que venga a pedir poder, cubanos, hay que decirle a la luz, donde se vea la mano bien: ¿mano o guante? Ver José Martí. Discurso del 26 de noviembre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 4, p. 275.

[34] MARTÍ, José. Discurso en honor de Simón Bolívar el 4 de noviembre de 1893. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 8, p. 246.

[35] Ídem.

[36] Ibídem.

[37] MARTÍ, José. Discurso del 26 de noviembre 1891. OC, versión digital. La Habana: CEM, 2002. t. 2, p. 217.

 

Lic. Carlos Alberto Suárez Arcos

oradorcubano@gmail.com
Publicado en Letras Uruguay el día 5 de marzo de 2015

 

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