Los fantasmas del Bauen Hotel

por Fernando Jorge Soto Rolandã

sotopaikikin@hotmail.com

 

Introducción

Al borde de la realidad

“El horror nace de la

revelación de lo imposible”.

Roger Caillois

 

“― ¿Cree usted en fantasmas?

 ― No, pero les tengo miedo”.

Expresión tradicional inglesa del siglo XIX

 

Hay cada vez menos dudas  de que estamos viviendo una transición y que éstos son los tiempos de una época interesante.

 

Hace ya muchos años, Umberto Ecco anticipaba que estábamos transitando el camino que nos conduce a una “Nueva Edad Media” y que ciertos rasgos cosmovisionales, adquiridos en el siglo XVIII con la

 

Ilustración, se encuentran en franco proceso de retracción, permitiendo así la actualización de un modelo de realidad en el que “lo imposible” empieza a perder fuerza.

 

Pero como en toda transición, lo antiguo y lo nuevo conviven, se mezclan, interactúan, tanto a nivel colectivo como individual; generando debate, discusión y también un cierto malestar. Lo viejo se resiste a morir. Lo nuevo pugna por imponerse. Y en el mientras tanto, todas las certezas parecen volverse líquidas y los esquemas adquiridos entran en crisis. Entonces es cuando nos replanteamos todo, e inclinamos la balanza hacia el lado en el que más seguros nos sentimos, tratando de mantener vigentes aquellas herramientas intelectuales que la modernidad nos legó y en las que casi todos nosotros nos hemos formado.

 

Pero la soberanía de la razón está (o parecería estar) perdiendo terreno. Cada vez son más las personas que adscriben a la vigencia de un mundo maravilloso. Un mundo en el que sucesos (antes) increíbles se añaden a la realidad sin destruir su coherencia. Lo que antes calificábamos como “exceso de credulidad” (superstición) ya no lo es tanto y por ende la sorpresa se debilita y el pensamiento mágico gana terreno a pasos agigantados, aún en aquellos sectores sociales que tuvieron la enorme fortuna de adquirir una formación científica, académica, lógica, racional y empírica.

 

La frontera entre lo real y lo irreal es una construcción cultural, histórica. Distintas épocas la trazan por lugares diferentes y lo que hoy es inconcebible, ayer se integraba a la cotidianeidad sin conflicto, recreando un mundo de encantos en donde la magia era regla. Una realidad poblada de entidades imaginarias (dragones, unicornios, monstruos, gnomos, hadas) que no eran conceptualizadas como tales, y que armonizaban perfectamente con la visión (acotada) que se tenía del mundo.

 

Cuando eso ocurría (y parecería que empieza a ocurrir de nuevo) el espanto deja de espantar. Pierde su fuerza y su potencialidad para generar horror, siendo sustituido por una mera sensación de inseguridad, de preocupación, que a lo sumo podría traducirse en terror (que no es otra cosa que el miedo a ser dañado por algo o alguien que comparte el status de realidad que tiene uno mismo).

Con el horror pasa algo muy diferente. Para que éste nos invada es necesario que la causa del mismo sea de orden sobrenatural, que rompa con el marco racional, reglado, seguro, en el que creemos, sentimos y sabemos estar inmersos. Recién bajo esas condiciones aparece el miedo visceral que producen los fantasmas, que son a mi modo de ver, la principal instancia para la existencia y vigencia del misterio.

 

Como dijo el célebre Roger Caillois en 1970: 

 

“Únicamente las culturas que han accedido a la concepción de un orden constante, objetivo e inmutable de los fenómenos, han podido dar nacimiento a una particular imaginación que se complace en contradecir el orden establecido con el temor sobrenatural.”[1]

 

Pero, ¿qué está ocurriendo entre nosotros? ¿Acaso la herencia del racionalista de la Ilustración (de la modernidad) está tan golpeada como para dejar de sorprendernos de todo aquello que antes si sorprendía?

 

¿Por qué dudamos de ese “orden constante, objetivo e inmutable” del que nos habla Caillois? ¿Será que ya no nos satisfacen las explicaciones científicas y con ello el horror retrocede hasta casi desaparecer (haciéndonos interactuar con lo imposible; que, en ese mismo acto, deja un poco de serlo)? ¿Por qué damos por válidas hipótesis descabelladas sin considerar antes explicaciones que se ajusten al concepto de realidad que arrastramos desde el siglo XVIII, e incluso desde el Renacimiento del siglo XVI o aún del racionalismo del siglo V a.C.? ¿Por qué tratamos de darle, a todo aquello que antes rechazábamos como fantástico, apariencia científica (apoyándonos en la sacrosanta tecnología)? ¿Acaso es una mera actitud lúdica con la que se pretende romper la chata y desangelada realidad en la que vivimos? ¿O estamos frente a un neo-romanticismo profundamente irracional que procura, desde los sentimientos y la intuición, desbancar al racionalismo deductivo sobre el que construimos muestro mapa epistemológico contemporáneo?

 

Entonces, si la ciencia en la que tanto confiábamos no puede explicar ciertas cosas, ¿significa esto que estamos ante los umbrales aceptados de un universo repleto de maravillas, que ya empezamos a naturalizar?

 

Las estadísticas indican que un número cada vez más alto de personas creen en la existencia objetiva de los fantasmas; de igual modo que en ovnis o en la presencia de alienígenas entre nosotros. Claro que este último acto de confianza (de credulidad) resulta, llegado el caso, un tanto más creíble ya que existe una remota (aunque poco probable) factibilidad de que los extraterrestres, realmente, estén en alguna parte del universo. Pero una cosa es que seres extraños vengan de otro planeta y otra, muy distinta, de que se asomen desde el Mas Allá. ¿Acaso no será todo esto una clara denuncia de nuestras flaquezas y deseos de superarlas por medio de creencias, que alivian la angustia de sabernos finitos e irremediablemente derrotados por la muerte? 

 

En los últimos quince años, y montadas sobre el prodigioso avance tecnológico que hemos experimentado, las investigaciones que buscan responder si el alma sobrevive después de la muerte han tomado un cariz mediático y masivo (como casi todo); y que los “especialistas” denominan con el término anglosajón “Ghost Hunting”, literalmente, “Cazando Fantasmas”.

 

Lejos estamos, pues, de las viejas y privadas sesiones espiritistas, celebradas en la intimidad de un gabinete y dirigidas por un médium con dotes especiales. La espectacularidad, aunque no del todo nueva[2], se trasladó a la televisión, convirtiéndose en un show protagonizado por “técnicos” que despliegan, ante nuestras azoradas miradas, todo un arsenal de novedosa tecnología con la que se pretende conseguir evidencias que prueben objetivamente la existencia de vida, individual y conciente, más allá del óbito.

 

Obnubilados por aparatos y luces, botones y pantallas digitales, lo que estos “médiums posmodernos” persiguen es romper las sólidas fronteras que aseguran al hombre en la realidad  material y cotidiana. Cuestionar las certezas científicas de los últimos 300 años y diluir el concepto de “lo imposible” en una cosmovisión presentada como “más abierta y tolerante” a las maravillas, demoliendo el miedo, que sólo es posible en un mundo de incrédulos. Porque únicamente cuando las leyes aceptadas de la física y la biología son violentadas (negadas) puede irrumpir “lo sobrenatural”; y fuerzas nocturnas, demoníacas y antinaturales se traducen en espanto.

 

La transición, de la que hablábamos al comienzo, transcurre por este camino. Pareciera que el retroceso del miedo a los fantasmas (evidente en la manera en que cada vez más personas creen interactuar con ellos) es un síntoma inequívoco de que estamos construyendo colectivamente una nueva manera de interpretar la realidad, en la que los espectros serán (¿son?) aceptados, como se toleran los berrinches adolescentes de nuestros hijos. 

 

Las experiencias recogidas en el “Ghost Hunting” de la noche del 5 al 6 de abril de 2013, junto con los miembros del GAIAP (Grupo Argentino de Investigación de Actividad Paranormal), en las instalaciones del Bauen Hotel de Buenos Aires (Argentina), son reveladoras de muchas de las cosas que hemos dicho.

Permítame lector que lo sumerja en las mismas, para que, hacia el final, pueda extraer sus propias y personales conclusiones.

 

Buenos Aires

Abril de 2013

FJSR

PARTE 1

EL HOTEL Y SUS HISTORIAS

“La irracionalidad de una cosa no es

un argumento en contra de su existencia,

sino más bien una condición de la misma.”

Friedrich Nietzsche

“Sólo lo que es irracional ―lo que es inanalizable por

los sentidos, pero tiene cualidades sensibles― , puede ser obsesivo.”

Salvador Elizondo

 

El Bauen Hotel de Buenos Aires nació junto con la última dictadura cívico-militar que asoló a la Argentina en el siglo XX.

 

Diseñado y proyectado por cuatro arquitectos argentinos en 1976, este lujoso hotel de cuatro estrellas se construyó en tiempo récord (cinco meses) durante los primeros meses de 1978 gracias a un subsidio del BANADE, con el fin de satisfacer la demanda turística que el Campeonato Mundial de Fútbol despertaría ese mismo año. A partir de entonces, el emprendimiento tuvo su edad dorada en la década de los ’80 y entró en crisis durante los ’90 a causa de la llegada al país de las grandes cadenas internacionales de hoteles (Hyatt, Hilton, Four Seasons, entre otras), con las cuales no pudo competir. En el año 2000 la empresa se presentó a convocatoria de acreedores y en 2001, finalmente, quebró y el edificio fue cerrado el 28 de diciembre de ese nefasto año, en plena crisis económica. La historia posterior del Bauen es complicada; llena de idas y vueltas, juicios y recursos judiciales. En 2003 los empleados ocuparon el edificio. Reabrieron el hotel e iniciaron una serie importante de reparaciones, después de dos años de abandono. Invirtieron trabajo y esfuerzo, abrieron un café y mantuvieron en pie su fuente de ingresos habilitando unos cuantos pisos para eventuales turistas. Para ello conformaron una cooperativa (la Coop. Buenos Aires Empresa Nacional, B.A.U.E.N.) que hasta la fecha sigue en sus manos, aunque acosada por los juicios que les entablaron los descendientes de su antiguo dueño.[3]

 

Pero no es ésta la historia que nos interesa en esta oportunidad, sino “las historias” que el hotel alimentó en los últimos diez años y que ya son parte de su patrimonio intangible.

Con sus 20 pisos de hormigón armado elevándose hacia el cielo porteño, más de 500 plazas, un teatro de 380 butacas y 8 salones para eventos, una boite ambientada al estilo de la década de los ’70 (en donde se filmaron varias películas de Olmedo y Porcel), dos subsuelos, amén de de oficinas, sala de máquinas, cocinas, una panadería y dependencias varias, el Bauen Hotel es un gigante que, como tantos otros complejos hoteleros del mundo, tiene sus fantasmas. Y son sus empleados, serenos y personal de maestranza los que, entre susurros y medias voces, los mantienen vivos, presentes en cada relato de medianoche.

 

Temidos por unos, naturalizados por otros, cuestionados, pero nunca obviados, los fantasmas del Bauen prefiguran un clásico de la literatura, del cine y las leyendas urbanas que recorren el imaginario de las grandes urbes. Pocas ciudades son las que carecen de “hoteles encantados”. Basta con consultar las páginas de internet para advertir que, incluso en muchas de ellas, las supuestas actividades paranormales que allí operan son promocionadas a muy buen precio, atrayendo a centenares de “amantes del género”. Pero esto no es algo común en nuestro país, al menos todavía.

 

En Argentina, cuando de hoteles encantados se trata, éstos suelen, por lo general, estar abandonados. Tal es el caso del Eden Hotel de La Falda y el Gran Hotel Viena de Miramar; ambos en la provincia de Córdoba y de merecida fama gracias al hecho haber sido los escenarios, en 2010, de una serie/documental (sic) norteamericana (Ghost Hunters International). Pero en el caso del Bauen Hotel es distinto.

 

Aunque deteriorado en muchos de sus pisos, a pesar de la ingente tarea de la cooperativa que lo regentea, el hotel está parcialmente en funcionamiento, lo cual le da un cariz muy especial, brindándonos la oportunidad de recoger testimonios orales de los empleados que a diario recorren y trabajan en sus instalaciones. Ellos son los que conservan, alimentan y difunden esas historias, de las que haré referencia a continuación.

 

Todas ellas son transcripciones literales de las grabaciones captadas durante la noche del 5 al 6 de abril de 2013. 

 

LOS GUARDIANES DEL BAUEN

Armados con velas, faroles o linternas, según la época, los serenos son los depositarios de una larga tradición en la que la imaginación, cebada por la noche, se transforma se una factoría de historias inverosímiles, que sólo adquieren ese carácter cuando el turno de trabajo termina al amanecer.

 

La oscuridad, el silencio, la soledad y el miedo contextúan a este oficio. No es de extrañar entonces que sus desconfiadas miradas estén teñidas de conspiraciones imposibles, de misterios que transforman en realidad creencias populares y supersticiones que, únicamente bajo la trémula luz de una linterna, adquieren un status ontológico que sólo el sol puede borrar.

 

Los serenos se mueven en un universo alternativo al común de los mortales. En principio, desempeñan sus tareas rompiendo con la herencia evolutiva que nos ha convertido en animales diurnos, pretendiendo, con la rudimentaria tecnología que les brinda una lamparita y un par de pilas, combatir el desconcierto que a los humanos nos producen los espacios oscuros.

 

Los serenos son los guardianes de la noche; quienes, finalizado su horario de trabajo, devienen en trovadores de la oscuridad. En difusores convencidos de historias que trascienden la creación individual y pasan a ser parte del acervo colectivo de una comunidad. Sin saberlo, ellos solidifican temores y prejuicios, valores y consejos que, enmascarados detrás de sus fantasmagóricas experiencias, mantienen (o al menos intentan mantener) cierto orden moral enmascarado. En el fondo, sus fábulas nocturnas buscan dejar una enseñanza olvidada por la propia sociedad que los contiene.

 

Traductores de temáticas ancestrales (tales como la muerte, el olvido, la memoria, el amor y el dolor), los serenos son personajes ideales a la vera de un fogón. Oradores envidiados y sospechados; expertos autodidactas en leyendas urbanas que empujan la línea fronteriza que separa la realidad de la ficción, volviéndola endeble, poco rigurosa y móvil.

Capaces de convivir con esos dos mundos sin inconvenientes ni contradicciones, el serenazgo naturaliza lo fantástico transformando el universo en algo maravilloso, casi medieval, en donde todo resulta posible sin conflictos racionales, y en donde lo material y lo inmaterial se dan la mano conviviendo sin problemas.

 

Gremio de vigilantes (no en vano se los conoce también como “vigilantes nocturnos”), los serenos acechan a las sombras y éstas los acechan a ellos en cementerios, grandes hoteles, hospitales, fábricas y escuelas, ruinas arqueológicas, dependencias públicas y edificios modernos de última generación. Todos éstos convertidos en verdaderas usinas de leyendas.

 

Proveniente del latín “serénum”, término que a su vez deriva de “serum” (tarde, noche), la palabra sereno alude, según la Real Academia Española, a los encargados de rondar por las noches con el objeto de velar por la seguridad de vecinos y propiedades. Es por lo tanto, etimológicamente, una actividad ligada a las penumbras. A esas horas en que los contornos se desdibujan y la percepción se vuelve incierta, abriendo mil interpretaciones capaces de romper o alterar la cosmovisión dominante.

 

Como oficio, el de sereno no requiere mucho más que resistencia al sueño y el manejo, más o menos ducho de un arma de fuego, usada como elemento de intimidación, disuasión o defensa. No se necesita un alto nivel educativo y es, por ende, un trabajo no demasiado calificado. Ajeno a los paradigmas científicos que rigen nuestros días, el serenazgo, en principio, conllevaría la condición de extrema credulidad, volviéndose susceptible a interpretar ciertos “sucesos” de un modo un tanto heterodoxo. De este modo, los serenos se acercan a la herejía, al error, a una desviada lectura de la realidad según lo marca la ortodoxia, tanto científica como religiosa. Pensemos en las interminables historias de fantasmas que este gremio nos ha legado, y sigue legándonos a diario.

Vayamos, pues, a las correspondientes del Bauen Hotel de Buenos Aires.[4]

 

“Hay pisos en los que se apagan las luces. Y en esos pisos no había nadie. En el SALÓN EMBAJADOR se apagan las luces una por una… tic-tic-tic-tic… ¡Todas! Primero se prendió todo. No le di pelota. Después me quedé y… una a una se apagaron”.

 

“En el piso 19 han visto una mujer gorda bailando, descalza y con vestido. La vio un compañero que renunció. Pero él vivía acá. Era muy propenso porque vivía muy estresado”. 

 

“Los lugares donde ocurren cosas son: el piso 19, el SALÓN SIMÓN BOLÍVAR, el patio que comunica a los dos hoteles y el piso 8”.

 

“Después hay historias mucho más fuertes, pero son de compañeros que están acá. Es creer o reventar. Yo a no todos les creo, pero yo sé varías historias de acá, que me contaron. Yo hace tres años que estoy en el hotel. Yo me he quedado solo abajo, en el subsuelo (yo estoy en mantenimiento)… En enero y febrero acá es un cementerio y jamás en mi vida he escuchado nada.

 

Jamás. Pero sí he escuchado el relato de compañeros que son “fundadores”. Hay gente a la sí le creo porque son tipos serios. Tipos grandes que lo que cuentan no son películas. Hay otros que sí, se van por las ramas. Por ejemplo a ese, mi compañero, le creo porque son las doce del mediodía y anda con linterna en la mano”.

 

“¡Y el tucumano que vino de la Plata! Decía que se le apagaban las luces de la habitación y se vino a dormir al hall”.

 

“La panadería es muy fea también. Ahí también… Está en el Simón Bolívar, al fondo. Hay un pasillo. Sigue y hay una puerta rota y una escalera que baja, ahí están las cámaras. Es un lugar feísimo. Es otro subsuelo. Es que acá murieron mucha gente. Tanto trabajadores como pasajeros. Se han suicidado en el segundo piso. ¿Usted sabe? Todos los años pierde agua en el mismo lugar. Se arregló miles y miles de veces ese techo. En el 2° piso. Donde gotea. Donde se tiró la mina. Una mujer era. Ella pagó la habitación. Subió. El valet no llegó a subir que ella fue, abrió la ventana y ¡pum! se tiró. Cayó en el techo. Y todos los años se llueve”.

 

“Otra muerte. En el teatro. Había un festival de tango. Era karaoke. Subía gente a bailar. Un viejito, muy de traje, subió. Cantó un tango, bajó, se sentó y se murió. Así nomás. En el teatro. La gente se fue y él se quedó ahí muerto. El teatro está ahora cerrado con candado. Y un día llamaron de ahí. Un día, a la mañana, llamaron a recepción y como son números internos en la recepción salta y dice “teatro”. Los empleados llamaron y llamaron y nadie contestaba. Y a S… le dijeron: “Estoy encerrado acá en el teatro,¿me podés venir a abrir?”Cuando fueron vieron que el candado estaba ahí. Cortaron el candado y cuando entraron no había nadie. Eso era como a las seis de la mañana. Invierno y el teléfono no funcionaba”.

 

“Y hay algunos pisos que no están disponibles y llaman de las habitaciones”.

 

“En el piso 19, cuando estaba M…, en el salón, cuando estaba en construcción, llamaban y decían: “Mirá, acá, nos quedamos encerrados” (era una señora). Subió y estaba solo el teléfono, sin cable, sin nada. Pero el conmutador salta: piso 19, SALÓN CONGRESO”.

 

“En el SALÓN BOLÍVAR, muchas veces cuando pasan por ahí, escuchan CHIST-CHIST-CHIST… o silban dos veces. ¡Esa es fija en el SIMON BOLÍVAR!”

“Si busca acá, va a encontrar. Que hay, hay”.

 

“Hay una chica acá (esto le cuento a usted, pero es algo muy privado), me lo contó el padre que trabaja acá. V…, él es fundador. Vive con la hija acá. La hija tiene dos nenes. Viven acá en un piso. Cuando su padre salió, quedó con su hija cuando tenía el primer bebé. Estaba dándole el pecho al bebé y la cama es un sommier (está a “esto” del suelo) y dice que ve a una mujer salir de abajo de la cama y se le para enfrente. Ella baja la cabeza y sale corriendo. Cuando sale, abre los ojos y mira la puerta y se clavó, se quedó dura: estaba la misma mujer, con una cara muy fea, parada en la puerta. Y ahí empezó a gritar y estuvo como un año en tratamiento, porque no quería quedarse sola ni de día. Eso me contó. Dice que quedó bastante trastornada la hija”.

 

“Acá muchos no hablan por miedo, por vergüenza. ¿Te acordás de Gaby, al que lo ahorcaron en limpieza? A Gaby, que se fue, lo ahorcaron. Tenía todo colorado. Quedó blanco. Pálido. Y a otro muchacho que trabajaba en limpieza, también. Ahí en limpieza es bastante feo. Ahí siempre se ven entrar… En el taller también siempre ven entrar gente. Nunca se les ve la cara, pero se ve que son personas. Por lo general son personas muy bien vestidas. De traje. No son personas vestidas así nomás. Son bien vestidas”.

 

“A un muchacho, C…, que trabaja todavía acá, se quedó dormido ahí y le tocaban la pierna y sentía un escalofrío terrible”.

 

“Mucha gente tiene miedo acá. Al que usted le pregunte, que sea viejo en el hotel, le va a decir que el piso 19, el SALÓN CASCADA y el teatro son los peores lugares. El 90 % del hotel le va a decir que EL CASCADA es el peor lugar, tanto de día como de noche pasan cosas. Yo cuando entré, me dijeron: al CASCADA, desde la tarde o a la noche, no pises”.

 

“En el lavadero tuvieron que sacar el turno noche porque no los dejaban trabajar. Les pagaban las máquinas. Les tiraban las sillas. Les tiraban piedras. Le golpeaban de arriba de las calderas. El lavadero está en el piso 20. Está la sala de máquinas y enfrente el lavadero. Sacaron el turno noche porque no los dejaban trabajar. Eso era un poco más agresivo”.

 

“A la panadería, ni en pedo bajan (donde están las cámaras)”.

 

“Hay lugares bastante, bastante pesaditos acá. ¡Y las historias que hay! Estas son algunas. Hay chicos que no quieren hacer más las recorridas nocturnas”.

Cuando de historias de fantasmas se trata, no nos cabe la menor duda, los serenos constituyen la punta de un ovillo que nos conduce a un universo cultural riquísimo y nos habla de aquellas cuestiones cruciales de la vida (y de la muerte) que nos quitan el sueño.

PARTE 2

CAZANDO… ¿FANTASMAS?

“Ser visto es la ambición de los fantasmas.

Ser recordado, la de la muerte.”

Anónimo

“Es fácil ser valiente desde lejos.”

                                                Esopo

 

En la noche del 5 al 6 de abril de 2013 participé, como invitado, en una investigación de características un tanto sui generis. En esa ocasión, el Grupo Argentino para la Investigación de la Actividad Paranormal (GAIAP) iba a realizar una tecnificada exploración nocturna en el enorme complejo del Bauen Hotel, en busca de fantasmas.

 

Aunque escéptico, la propuesta me entusiasmó.

 

Desde hace años indago y escribo sobre el tema, pero desde una perspectiva histórico-cultural, tratando de entender y explicar (a partir de la denominada “historia de mentalidades”) cómo, porqué, cuándo y quiénes tienden a difundir esa creencia, qué quieren significar, cómo evolucionó a lo largo del tiempo y qué valores son los que se trasuntan con ella.[5]

 

Pero esa noche iba a dejar todo ese bagaje teórico a un costado para disfrutar de esa aventura tan particular. Por tal motivo, encaré la experiencia con cierto espíritu lúdico y consideré que valía la pena sacrificar una noche de descanso, calzarme el mote, al menos por unas horas, de “Cazafantasmas” y al mismo tiempo de tener la oportunidad de conocer por dentro, y pormenorizadamente, al Bauen Hotel. Además, vería en funcionamiento todos los artilugios y gadgets que el GAIAP iba a desplegar en la pesquisa (detectores de movimiento, cámaras infrarrojas, detectores de campos electromagnéticos, medidores láser de temperatura, cámaras fotográficas de alta definición, grabadores digitales, etc.). 

 

Después de dos horas de preparación, y siendo casi la meObviamente quedaron muchas partes sin cubrir. Teníamos autorización sólo en determinados sectores. El hotel es demasiado grande. Así todo, pudimos recorrer todos sus “lugares de mala fama” en varias oportunidades, separados en grupo; especialmente el salón del segundo piso (hoy abandonado, a medio terminar y convertido en un depósito de muebles viejos, carteles y demás trastos), el salón Congreso del piso 19, el salón Cascada, el salón Simón Bolívar, el patio y su solarium, el sector de la piscina (hoy fuera de uso), la boite, las calderas del subsuelo y algunos pasillos de los pisos superiores.

La recorrida nos demandó toda la noche, hasta la seis de la mañana; que fue cuando recogimos todo y nos retiramos.

 

Debo confesar que hasta las cuatro de la madrugada el tiempo se me pasó bastante rápido. Traspasada esa hora, lentamente el sueño empezó a ganarme y no faltaron momentos en los que me recliné sobre una mesa y dormité un rato.

 

Fue una noche tranquila, sin demasiado altibajos, a no ser el registro de una variación de temperatura de unos 4 grados centígrados, en el salón en obra del segundo piso, captada en un punto fijo y fuera del alcance de cualquier corriente de aire (al menos que hayamos detectado en ese instante).

 

El otro episodio que nos inquietó ocurrió en el llamado Salón Simón Bolívar cuando una voz, claramente femenina y a través de una artilugio llamado “Spirit Box” (un productor de ruido blanco), moduló un clarísimo “Hola”, y que yo deduje podía llegar a ser una interferencia de radio. Ese “saludo” es lo que en la jerga Ghost Hunting se llama psicofonía o FVE (fenómeno de voz electrónica, en ingles EVP); y que, aparentemente, sería la “voz” de una entidad presente en el lugar.

 

Debo confesar que me llamó mucho la atención, pero el uso del “Spirit Box” me desalentó bastante a considerar esa voz como algo proveniente del más allá. La lógica me indicaba que podía ser explicado sin recurrir a una hipótesis tan extraordinaria. De todos modos, la experiencia le dio emoción a una noche que, hasta ese momento, venía por demás tranquila.

 

En lo personal, no sentí miedo en ningún momento, a pesar de recorrer sectores en penumbras o directamente a oscuras. No experimenté ninguna “sensación extraña”. Tampoco angustia, ansiedad o alguna energía inexplicable. Recorrí el hotel con curiosidad, sin percibir intuitivamente la existencia de nada que fuera considerado “paranormal”.

 

Pero ahí no terminaba la cosa.

Lo que podríamos llamar “trabajo de campo” no inspiró ninguna sorpresa traumática. En este sentido, mi escepticismo se mantuvo incólume. Pero la práctica del Ghost Hunting tiene dos etapas en su desarrollo. La primera (descripta más arriba) consiste en la búsqueda de datos, filmando, grabando y fotografiando todo. La segunda es la etapa del análisis de todos los datos recogidos. Una tarea por demás tediosa en la que se revisa pacientemente cada segundo captado en video, cada foto o minuto de audio.

 

No participé es esa faena. Sólo me limité a mandar por correo electrónico al GAIAP las casi 300 fotos que había sacado con mi cámara compacta y las ocho pequeñas grabaciones hechas con un grabador digital marca Sony. Una vez remitido el material, me quedé a la espera de lo que podría pasar. No esperaba que hallaran nada extraño.

 

Setenta y dos horas mas tarde, recibí la respuesta y tres archivos adjuntos. Una foto y dos grabaciones de sonido.

 

LA FOTO

 

Fue tomada por mí con una cámara compacta, no profesional (Lumix Panasonic Mega O.I.S. 7.2 mega pixels, 6x optical zoom, inteligente ISO control), a las 2:26 horas del 6 de abril de 2013, en el salón abandonado/en obra del segundo piso del Bauen Hotel.

Fig. 1

 

Fig.2

 

Fig. 3

Fig.4

La figura 1 es la fotografía original. La saqué estando con dos personas más en la mencionada segunda planta del edificio. Es una toma de una serie de fotos sacadas al azar, mientras mis compañeros realizaban una medición de temperatura, a mi lado, en dirección opuesta al ángulo de la foto que se reproduce.

En principio, no advertí nada “extraño” cuando revisé el contenido completo de la carpeta. Sólo tras el escaneo que realizaron los miembros del GAIAP me percaté de la figura que aparece en el ángulo superior izquierdo de la foto.

Al momento de sacarla (2:26 AM) no había nadie más en el salón (al menos que nosotros hayamos visto). No se corresponde a una cuarta persona del grupo. Además, el sitio en donde la figura aparece, es un rincón en el que se acumulan diferentes trastos y al cual hubiera sido complicado llegar; máxime si se observa que la “silueta” está, precisamente, por detrás de ellos (Fig.5).

Las siguientes imágenes (Fig. 2 y 3) son ampliaciones de la foto original, y puede advertirse lo que parece ser el contorno de una persona, con la mano derecha llevada hacia el mentón y la izquierda extendida hacia delante.

La Fig.4 es la misma foto, pero sometida a un filtro Nikon que quitó todas las sombras, definiendo mejor la escena. Así todo, la imagen del fondo se observa (o parecería observarse) de manera más nítida y clara, distinguiendo incluso lo que en principio parecerían ser un par de ojos.

¿Es acaso eso un fantasma o una simple pareidolia?

¿Se materializó en ese sitio una presencia espectral del Más Allá o estamos viendo algo que queremos ver, pero que en realidad no está?

¿Cómo podemos racionalmente explicar una fotografía como esta, cuando ―de plano― descartamos cualquier fraude? (recuerde el lector que yo mismo la tomé, y lejos de mí está auto-embaucarme y problematizar la visión escéptica del mundo que he tenido casi toda la vida).

Tal vez hacia el final del trabajo encontremos una respuesta acorde al sentido común, sin apelar a hipótesis extraordinarias.

(Fig.5).

LAS GRABACIONES 

 

Amén de la grabación captada con el “Spirit Box” en el Salón Bolívar (que mencioné en páginas anteriores), los miembros del GAIAP encontraron otras dos, capturadas a micrófono abierto con grabadoras digitales Sony y sin “ruido blanco” de ningún tipo.[6] Este último detalle es importante porque me permitió descartar (en principio) la posibilidad de haber grabado una interferencia proveniente de alguna radio FM o AM (las cuales, muchas funcionan en las inmediaciones del hotel).[7]

 

La primera de ella fue capturada en el piso 19 del Bauen por dos miembros fundadores del GAIAP. La segunda, grabada por mí en el subsuelo donde funcionaba en la década de los ‘80 una antigua boite (boliche bailable). 

Grabación del piso 19 

El primer ejemplo (cuyo archivo de sonido se adjunta en este trabajo) parecería ser una respuesta amigable a la despedida en voz alta realizada por dos integrantes de GAIAP. Hacia el final del registro se puede escuchar un “Gracias”, siendo éste interpretado por los especialistas como un buen ejemplo de “interacción”.

Grabación de la Boite (subsuelo)

Este segundo registro de audio es una tanto más inquietante, no sólo por la claridad de la voz captada, sino por el mensaje que deja escucharse:

Tengo..mucho… odio”.

Confieso que cuando me lo hicieron oír me llevé una gran sorpresa, y de inmediato nació la pregunta: ¿Qué diablos es eso? ¿Qué explicación darle a esa “voz” tan lúgubre? ¿Otra pareidolia auditiva?

En el siguiente apartado intentaré darle una potencial respuesta a estas cuestiones.

Quisiera dejar en claro que las mismas corren bajo mi exclusiva responsabilidad, no siendo, necesariamente, las del grupo que me invitó a participar en el Ghost Hunting.


 

PARTE 3

MISTERIOS

 

“La ciencia no puede responder el último misterio

de la naturaleza. Y eso se debe a que, en última

instancia, nosotros mismos somos una parte del

misterio que estamos tratando de resolver”.

Max Planck

“A veces creo que hay vida en otros planetas, y a veces

creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión

es asombrosa”.

Carl Sagan

 

Creer es más fácil que pensar.

 

Por eso sigo pensando que puede haber una explicación lógica para las experiencias retroactivas que experimenté en la recorrida del Bauen Hotel. Y digo “experiencias retroactivas” porque no fui testigo directo de esas supuestas “manifestaciones”. Llegaron a mí tras una lectura previa de los datos recabados. Nunca vi el supuesto fantasma, ni escuché “en vivo” esa declaración de odio que se distingue en una de las grabaciones. Por otro lado, me pregunto si en un juicio ésas serían pruebas suficientes que certificaran la existencia de vida después de la muerte y su interacción con ella. En primera instancia, mi respuesta es un rotundo “no”. Son claramente insuficientes. Dejan muchas dudas pendientes. Y como a respuestas extraordinarias hay que oponerles pruebas extraordinarias, me parece conveniente tener en cuenta las consideraciones que consigno a continuación. 

 

La primera condición que deberíamos adoptar frente a la evidencia (¿sic?) conseguida es la de tener la cabeza bien fría; evitando las pasiones desmedidas; tratando de llevar a cero los preconceptos respecto de la existencia de fantasmas. Una cosa es partir con la idea de que efectivamente los fantasmas merodean por el hotel, y otra muy distinta la de encontrar indicios de esa remota posibilidad o la de preguntarnos si es factible que algo así pueda suceder (tal y como lo sindican muchos empleados).

 

La primera postura (que no es la mía) suele conducir a ver y detectar “señales” en cualquier cosa y en todas partes. La segunda, a la que adscribo, nos conduce a un planteamiento constante de dudas interpretativas; a poner en tela de juicio a nuestra propia percepción y a replantearnos muchas de las ideas que nos surgen al ver la foto y oír las grabaciones de audio en cuestión. No podemos partir de certezas, menos que menos en el campo de las percepciones ya que, al internarnos en él, nos vemos inmersos en un laberinto de errores y falsas lecturas, ilusiones y fallas de interpretación que, si no las consideramos seriamente, pueden conducirnos a una representación mágica de la realidad. A un autoengaño. A ver lo que deseamos ver y, por ende, a construir un universo paralelo y alternativo que sólo está en nuestra propia imaginación. Y convengamos que el contexto ayuda a que ésta se dispare, alimentada por la sugestión.

 

El hecho de recorrer un espacio supuestamente encantado, tal como lo sindica la tradición oral, crea una condición inicial poco favorable a la hora de intentar ser objetivos (o lo menos subjetivos posible). Si uno se traslada a un lugar en donde te anticipan que hay fantasmas (y si uno cree en ello desde el principio) es muy probable de que se “vean” señales y signos que, en definitiva, nosotros mismos armamos. Respuestas forzosas que hacemos encajar con un libreto previo.

 

Los contextos engendran significado y las personas no somos pasivos receptores ante los estímulos externos (sean éstos visuales o auditivos). Por lo general siempre aportamos nuestros propios elementos organizativos a la hora de decodificarlos. En este sentido, estamos insertos en el campo de Gestalt.[8]

 

Los estudios y experiencias de laboratorio señalan que la mente tiende a reducir las ambigüedades. Y en el caso de la fotografía del segundo piso (Fig. 1, 2, 3, 4) puede que haya ocurrido eso a la hora de interpretarla.

 

Tendemos a reducir las distorsiones. Buscamos siempre la forma más simple, integrada, completa y estable. Preferimos las formas cerradas, con buen contraste; y por ello, cuando nada de eso ocurre por diferentes causas, solemos a agregar elementos faltantes de una figura para percibirla con mayor claridad. Llenamos los espacios incompletos o unimos elementos que de por sí están separados. Incluso los programas de edición de fotos hacen eso automáticamente. Es lo que la Gestalt llama “Ley de Cierre”. 

 

Pero aún suponiendo que la figura de la foto sea un fantasma real: ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso los fantasmas tienen alguna base de origen material en su misteriosa constitución? Si pueden verse y ser fotografiados es evidente que los átomos (base de toda la materia) están en el fondo del asunto. Pero hay un serio inconveniente con esta hipótesis: los átomos poseen neutrones girando en órbita y estos neutrones producen una poderosa fuerza de repulsión a cualquier otra cosa que sea material. Por ese motivo, según informan los físicos, la materia no puede atravesar a la materia. He aquí que nos encontremos con la esencia misma de los aplausos (de no ser así nuestras palmas se atravesarían como si estuvieran hechas de humo). Pero la cultura popular sigue afirmando que los fantasmas atraviesan paredes o desaparecen en el aire. Entonces, ¿cómo lo hacen? Una posibilidad lógica sería que los espectros estuvieran hechos de neutrinos y no de neutrones. La física nos dice que los neutrinos no tienen carga eléctrica, por lo tanto no generan ninguna fuerza de repulsión, pudiendo así traspasar muros (o cualquier otra cosa) sin problema alguno. De hecho, en este mismo momento todo mi cuerpo está siendo atravesado por ellos. Claro que si los fantasmas estuvieran constituidos por estas partículas (neutrinos) no podrían irradiar luz alguna ni radiación electromagnética. Por ende no sólo serían invisibles al ojo humano sino indetectables por la tecnología que utilizan los cazadores de fantasmas. En conclusión: es imposible conseguir evidencia objetiva de su existencia, aún con la aparatología más avanzada. A menos que queramos tirar por la borda todas las leyes de la física.

 

En un interesante artículo publicado por la revista El Escéptico Digital[9], Ramón Ordiales desgrana una serie de fenómenos estudiados por la psiquiatría que permitirían explicar gran parte de los fenómenos paranormales que se denuncian a diario por todo el mundo, respetando el sentido común, la experiencia clínica y, por sobre todo, sin acudir a teorías estrambóticas. En este trabajo nos limitaremos a señalar sólo algunos de esos procesos (aquellos más convenientes al momento de analizar las apariciones de los fantasmas del Bauen Hotel).

 

Si dejamos a un lado a las personas esquizofrénicas, a los místicos, histéricos o paranoicos (que a no dudarlo han contribuido, y mucho, a la difusión de historias espeluznantes), aún nos quedan varios procesos psicológicos por medio de los cuales muchos sujetos falsean involuntariamente la percepción de un suceso o la evocación del mismo.

 

Uno de los más comunes es el de la «confabulación», que no es otra cosa que la falsificación de la memoria de un sujeto que evoca una historia falsa sobre acontecimientos pasados. Cree lo que dice. No es conciente de sus errores. Tampoco hay intensión de engañar, sino más bien de rellenar los huecos producidos por la mala memoria. Cuando alguien evoca una historia de fantasmas ocurrida tiempo atrás (siempre “ocurren tiempo atrás”), la confabulación suele hacer acto de presencia con tanta eficacia que la fabulación inconciente queda añadida a sus recuerdos como un hecho real. Este tipo de proceso es muy común en personas que se someten a la hipnosis.

 

La «mitomanía» es otro. En ella el relato es inventado. Siempre alude a experiencias personales que supuestamente acontecieron en la vida de quien lo relata. Son historias verosímiles a las cuales se las adorna con detalles de la vida cotidiana, a fin de buscar la naturalización de lo relatado, la aprobación y aprecio del interlocutor. En el fondo de este comportamiento se entrevé una constante búsqueda de emoción a la propia existencia (por lo general chata y monocorde).

 

Un tercer proceso psicológico es la «extrañeza perceptiva”. En esta alteración, lo percibido es reconocido como algo familiar, pero vivido subjetivamente como algo extraño o irreal. Una simple niebla o corriente de aire puede quedar asociada a la presencia de fantasmas.

 

Un tanto ligada a la alteración anterior está la «ilusiones afectivas», producto de emociones fuertes (miedo a la oscuridad, por ejemplo) o situaciones de crisis personales (como puede ser el duelo y dolor de una viuda que jura haber visto el fantasmas de su marido).

 

Pero de todos estos procesos hay dos que, en mi opinión, quedan más asociados a lo que “se dice” la gente ve en el Hotel Viena: las «pareidolias» y las «imágenes eidéticas».

 

En el primer caso, el proceso consiste en la creación de imágenes como producto de nuestra fantasía frente a elementos de la realidad que se nos aparecen como amorfos o imperfectos. El mejor ejemplo es aquel en el que un sujeto, observando manchas de humedad, paredes descascaradas o simplemente nubes, dicen distinguir rostros, siluetas misteriosas, vírgenes, santos o fantasmas.

 

En cuanto a las «imágenes eidéticas», se trata lisa y llanamente de imágenes que son percibidas como algo corpóreo, pero que en realidad son imaginadas. Si bien este tipo de alteración es frecuente en los niños, las personas histéricas o muy sugestionables también pueden padecerlas. Convengamos que un hotel a oscuras genera un contexto idóneo para que esto suela ocurrir.

 

Finalmente, desearía transmitir una interesante experiencia llevada a cabo por la Nacional Geographic no hace mucho tiempo atrás.

 

En esa oportunidad un grupo de especialistas en sonido comprobaron que ciertas ondas, llamadas infrasónicas (inaudibles a los humanos por ser ultrabajas) ocasionan respuestas de temor, angustia, tristeza e incomodidad física en la gente. Incluso, en condiciones atmosféricas de alta condensación, hasta es posible experimentar sensaciones físicas, como la de hormigueo en todo el cuerpo, o sentirse observado. Y todo esto suele ser señalado como “pruebas” de la presencia de espíritus del Más Allá.

 

Pero, ¿qué puede provocar un infrasonido? Respuesta: muchas cosas. Desde un ventilador, el traqueteo de un camión o de un tren, incluso el choque del mar contra las rocas de la costa. Además, los lugares grandes suelen convertirse en amplificadores de sonidos de baja frecuencia que penetran el cuerpo y hacen vibrar los huesecillos del oído interno, afectando el equilibrio, distorsionando los sonidos y, en casos extremos, afectando la visión (al hacer vibrar también los ojos). 

 

Ya para terminar quisiera decir algo respeto de las llamadas psicofonías que captamos en el Bauen.

 

En primer lugar, si pretendiéramos probar que las grabaciones son “reales” sin dejar lugar a la duda, deberíamos tener un espacio controlado. Y eso no lo tuvimos nunca. Los ambientes estaban contaminados (metales, cobre, silicio, emisiones de AM y FM, óxido), generando con seguridad interferencias de todo tipo (rebotes, ecos, acústica, electroestática, electromagnetismo) que nos obligan a tenerlas en cuenta antes de caer en explicaciones supernaturales. Además, la fiabilidad de los equipos requeridos para llegar a conclusiones tan extremas debería ser muy alta, y como todos sabemos, los laboratorios con esas características son enormemente caros.[10]

 

Fantasmas. ¿Experiencias inexplicables?

 

No lo creo.

 

Por el momento tenemos caminos alternativos más probables a la hora de resolver el enigma. Así todo, el tema genera sin esfuerzo (en especial por la noche) un especial encanto. Lo indeterminado atrae, moviliza; disuelve nuestras seguridades más elementales. Nos mete de lleno en un universo que sólo creemos existe en la literatura y nos permite para salir de él renovados.

 

De ahí su misterio. Su magia y su mística.

 

Fernando Jorge Soto Roland

sotopaikikin@hotmail.com


Notas:

ã Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP.

[1] Caillois, Roger, “Del  Cuento de hadas a la Ciencia Ficción”, en Imágenes, Imágenes…Ensayos sobre la función y poderes de la imaginación, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1970.

[2] Nota: Ya a fines del siglo XIX y principios del siglo XX los psíquicos hicieron furor, llenando teatros en muchas ciudades importantes del mundo.

[4] Archivo del autor. Los testimonios corresponden a los dichos de dos empleados del hotel. Hemos decidido omitir los nombres y apellidos propios que aparecen en la grabación.

[5] Véase: Soto Roland, Fernando Jorge, Visitantes de la Noche. Aproximación al devenir de los fantasmas en el imaginario de la cultura occidental, editorial Martín, Mar del Plata, 1997. Disponible en Web.

[6] Debemos aclarar que las frases fueron escuchadas después de revisar el registro y no en el lugar (no “en vivo”).

[7] Nota: a sólo una cuadra y media transmite una FM a la que he concurrido en varias ocasiones Radio Belgrano).

[9] Véase artículo original en : http://www.homowebensis.com/ archivos/psicología-de-los-fenómenos-paranormales/.

por Fernando Jorge Soto Roland 
Profesor en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata

Buenos Aires, marzo 2013

Email: sotopaikikin@hotmail.com

  

 

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