Entrevista a Cristina Castello, la mujer de mirada profunda |
Vía. e-mail, la periodista y poeta le puso alas azules a una entrevista necesaria y reflexiva. |
Sin
máscara escribe y habla Cristina Castello, La mujer que amalgama
periodismo y poesía (arde en ellos) comunica adentros y afueras en francés,
italiano, alemán, inglés, español y
portugués desde su página web:
la agosta simiente de la buena palabra bien dicha y sin excesos.
En
ella viven (y conviven) la poesía, la vida y el compromiso. En los años
de la dictadura setentista la marcó el olor a cárcel. “...Aquel olor
a cárcel. Aquel olor. Aquel. Me llegaba al hueso del alma. Dios. Calaba
en mí cuando visitaba a los pobrecitos clausurados por asesinos
represores, para vida, justicia y libertad. No me importaba de qué
partido político eran o no. Nunca milité. Salvo por la vida y siempre
sola...”, dice Cristina. Y quien milita en la vida es la hija de Esteban
El Pollo Castello y Rosita La Chiquita Castello
Batmalle, y la hermana de Marta; es la niña que –habitada- por la poesía
y la palabra-, empezó a escribir a los 4 años. -¿Qué
diferencia encuentra entre "trabajar" como periodista y
"ser" poeta?
-La
misma que entre “hacer” y “ser”. Yo trabajo como periodista, pero
soy contrabandista. De poesía. Ya dijo mi Paul Eluard que poeta es más
quien inspira que quien está inspirado. Y de eso se trata, porque la poesía
es una visión del universo y una manera de descubrirlo con ojos de niño.
Es belleza estética que nos penetra, sí.
Pero es también una ética, por la cual los rostros de las
personas no son sólo ojos, nariz y boca. Son mapas de geografías
interiores que develan plenitudes, abismos e historias. La poesía es
eternidad. Es un estallido en silencio.
-Su condición
dionisíaca para sentir y su elección apolínea en el estilo, ¿hablan de
la paradójica condición humana?
-¡Ah,
los humanos! Durante años y más años, no entendí la capacidad del
hombre para producir horror. La crueldad, la mentira, la tortura... Y sigo
sin comprender, pero ahora sé que “eso” también es la condición
humana. En cuanto a mí, sí... soy dionisíaca para sentir. Gozo y
padezco de intensidad. Soy esclava de la belleza y mi propia esclava, en
el amor a mis demás y en mi ansia de luz. Vos sabés... la indiferencia
es muerte y yo amo la vida. Pero la vida de todos. Entonces me involucro
hasta el hueso del alma, y vivo en implosión, y estallo para adentro, y
agonizo y renazco muchas veces en un día. Y es cierto que soy apolínea
en el estilo, pero, en ese mar aparentemente calmo de mi lenguaje en
televisión o de mi palabra escrita, hay una tensión espiritual que se
respira. -La
entrevista periodística tiene sus secretos. ¿Meterse dentro del
entrevistado se aprende haciendo y sintiendo?
-A ver... ¿cómo contestarte breve? Digamos que una entrevista es mostrar
la multitud y cada hombre en detalle, con eso que lo anima y que lo
desespera; bajo su vida de hombre, todo lo que él alumbra, su esperanza y
su sangre, su historia y su dolor. ¿Te das cuenta?, hice tres mil
entrevistas, tengo un libro casi terminado sobre sus técnicas y secretos,
y fui docente de esta materia, pero te respondí con palabras de Paul
Eluard. Y ahora las mías se unen a las suyas. Hacer una entrevista es
tirar semillas para que alumbre la verdad. Y con semillas podemos cambiar
el mundo. Todavía. -¿Qué
significan los viajes para usted?
-Significan
ser un fisgón de crepúsculos y auroras, de vidas y de sueños de otros
seres. Yo soy nómada y sedentaria a la vez. Por nómada, las personas a
quienes amo, el arte y los cielos de otros países son mi patria sin
geografía. Por sedentaria, puedo parecer casi autista, porque necesito
estar conmigo y en mí, en mi casa, sola y en silencio. Encontrarme. Pero
hay dos lugares donde se me expande el alma. París y el mar. Es un
misterio. -Quién
guió la elección de la “savia” –como se llama una sección de su
web- alimentada por Paul Eluard, Baudelaire, Borges, Vilariño, Whitman,
Lennon, Monet, Pessoa, Pizarnik, Vallejo o Rimbaud, entre otros?
-Mi
propia sed. Y Eluard y Desnos; y Redon y Carrière; y Eduardo Bendersky y
Juarroz; y Pizarnik y Gustave Moreau. Y la Chiquita Castello: ella me
sembró la poesía, ella me labró la sed. Es mi mamá, y ahora, desde el
Azul, nos mira. Poesía bendita, bendita sed. -¿De
dónde emana esa sed perpetua? ¿Serán las piedras y la brisa cordobesas
las musas de tanta curiosidad acumulada?
-No
sé... no sé tanto. Sé que la sed es la respiración de mi alma. Es la
pasión del absoluto, que viene acompañada por el vértigo del absoluto,
según “mi también mi” Louis Aragon. Es aquello de Pedro Salinas
de... “quiero sacar de ti tu mejor tú / ese que no te viste y yo te
veo....” Sólo sé que la sed, que abraza y abrasa valores, poesía y
vida, es mi material de resistencia espiritual. -«Escribir
es dar voz al silencio», según usted. ¿Cómo aprendió a escucharlo?
-No
aprendí, talentosa y sensible Claudia, pero lo escucho por instantes que
son soplos de eternidad. En los otros, lo intento, y en ese anhelo está
toda mi vida. “¿Qué es una hoja de papel?”, dice una poesía rusa.
“Es algo que no puedes dar vuelta hasta que no saques la última línea
de ti mismo”. De eso se trata. Mirá, para escribir prefiero verbos y
sustantivos, y abomino de adjetivos y artículos. Y eso quiero para mí:
ser sustantivo desnudo, verbo puro. No es fácil, pero es un camino a
construir, de despojamiento e interioridad. Ojalá me dé el alma. Y el
arte, que modifica la vida, siga abrazándome. -¿Por
quién doblan las campanas?
-Hoy
en el mundo doblan las campanas por tanta muerte, tanto dolor y tanta
locura asesina. Pero un día entonarán un canto a la plenitud humana.
Entonces, como digo en mi poema “Semillas”, la Oda a la Alegría de
Schiller, la Novena de Beethoven, serán el himno de todos los justos de
la tierra. -«¿Qué
siembra hacemos en el corazón del hombre?», se pregunta usted en su web.
¿Cuál es la suya?
-Yo
trato de sembrar bondad y transparencia, porque amo los cristales. Pero
para mi siembra, primero trabajo conmigo y trato de ser cada día mejor
persona. Sin embargo, no soy yo la indicada para hablar de esto. -¿Qué
es el compromiso?
-Es
la única manera de vivir. No conozco otra. Comprometerse es amar. -¿Los
poetas son inocentes escritores de inocencias?
-La
inocencia, concepto tan maltratado, es una de mis palabras y uno de mis
desafíos, aunque en relación con los artistas hay más preguntas que
respuestas. ¿Fue inocente Ezra Pound, acusado de fascista? ¿Fue inocente
Borges cuando, en plena dictadura criminal, dijo que nos hacían falta
cien años más de «gobierno» militar? Los ejemplos abundan y no puedo
generalizar. Los «míos», Paul Eluard, Miguel Hernández, Robert Desnos,
Louis Aragon, Celan, Whitman..., y siguen las firmas, no fueron ingenuos,
pero sí inocentes, y escribieron la inocencia. Escribieron su sed por un
mundo de libertades, siempre ellos verticales ante todos los inviernos y
siempre con sus ojos al Azul. -¿Qué
son las máscaras?
-La
mentira. El Poder. El exitismo. La necesidad de ser, a toda costa, «ganador».
Y hay más. -¿Qué da
a la poesía alas para volar, ecos para hacerse oír y claroscuros para
mirar?
-No lo sé. Sé que la poesía es la revolución de Dios. |
Claudia Sosa Llchtenwald
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