Cristina
Castello, autora de «Soif» («Sed») |
Verbo
puro y sustantivo desnudo es Cristina Castello: la mujer de palabras
cristalinas, la periodista poeta que (en mayo, en París) presentará su
primer libro de poemas ilustrados por el gran Antonio Seguí: Sed /Soif.
Con sus musas de alas blancas se acercó a La Isla para regalar una
entrevista plagada de vuelos, ángeles y pájaros. ¾
¿Qué es la sed? ¾
Es
el principio de la vida y un mandato hacia el ser interior. Es desazón y
serenidad, desesperación y esperanza, desierto y manantial. Sin sed no
hay deseo, ni placer, ni verdad; no hay abismos que sueñen cumbres, ni
hay porfía de mar. Sin sed no hay belleza, ni ojos que la recreen. Sin
sed no habría ciencia... esa ecuación poética y vital que salva vida y
multiplica flores, alumbra amaneceres y engendra el amor; ya Miguel de
Cervantes nos advertía que la poesía sirve a todas las ciencias,
pero que éstas se han de autorizar con ella. Sin sed no hay poesía,
porque la poesía es sed; y
sed y poesía significan despertar
a la luz. ¾
«Sed garganta arena» se llama la primera
sed -digamos entonces- de tu poemario, «Soif», y allí escribiste «Sed
de huérfanos aullantes/ Sed de lluvia en horizonte/ Sed destierro de
Infinito/ Alarido en desierto, sed/ Sed exilio de rocío...». En tu poesía
hay imágenes múltiples e intensas, fuertes, en este caso... ¿Sabés por
qué? |
¾
No.
Sólo sé que hay temas o palabras que me acechan y persiguen, y también
hay situaciones límite, como la crueldad y el amor, o la no comprensión
de la siembra de bondad, por la bondad misma ―de parte de seres
tortuosos―, que desatan los nudos del espíritu, desarticulan los
miedos, estimulan la imaginación y me hacen escribir. Vos sabés que la
indiferencia me es ajena, y entonces el silencio se espanta y se convierte
en poema. Y sin embargo, también me gusta escribir sin ideas previas: ver
el blanco del papel o de la pantalla, y que el alfabeto dibuje una
coreografía. ¾
¿Es
tu aspecto lúdico? ¾
Posiblemente...
y es, también, mi búsqueda de autoconocimiento. El resultado
de ese giro de letras que busca su lugar y emerge de mi ser más
profundo, es una danza. Y esa danza soy yo, y en ella me descubro. ¾
¿Y
cómo te ves? ¾
A
veces con alegría y otras con dolor. Dolor, por ejemplo, cuando mi danza
–mi poesía- me cuenta que
me distraje de mí misma, o que no pude llegar hasta mi raíz. Como el
poeta Rafael Cadenas, «Quiero exactitudes aterradoras./ Tiemblo
cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras».
Vivo con desasosiego y –a
la vez- con calma de Infinito. ¾
Con
esos estados del espíritu, ¿cuál es el indicador que marca el fin de un
poema? ¾
Es
una música que me pide silencio. ¾
Paul Eluard es uno de tus poetas preferidos. ¿Qué influencia tiene en tu
obra? ¾
Mirá,
no sería del todo sincera, si te dijese que lo fundamental que me dio y
da Eluard es el sentido del amor, de la rebeldía y de la libertad. Eso es
verdad, pero no recibí sólo de él esos valores. Él forma parte
―más que otros poetas― de mi propia historia. Alguna vez pasé
dos años ―¿otra prueba de la vida?― que me fueron terribles,
y que no tienen que ver ni con los años del genocidio en Argentina, ni
con situaciones parecidas. Empezaron en mayo de 1987 y fueron como un túnel
de sombras, con la sola luz de la propia resistencia espiritual. Pero el
destino, mi paciencia, mi decisión de vivir entera y plena, y la
fraternidad de seres cuyo amor me cobijó, hicieron que llegara la luz. La
luz total, absoluta luz: era como un sol infinito y mío, que no dejaba
filtrar ni una chispa de oscuridad. La vida, que aún en el túnel me había
estado presente en mi danza, vino
toda a mí, me ocupó, me tomó: hizo su morada en mí. Y fue
precisamente entonces cuando yo retomé a Eluard. «Te quiero como se nace»,
escribió, y así quiero a Paul Eluard, así lo amo. Lo amo como se ama a
los faros y a las espigas, como se ama a las estrellas y a la lluvia,
cuando ella no es tempestad sino lágrimas de dicha que son cascada, para
bendecir el erotismo de la belleza. ¾
No
quiero preguntarte por aquel túnel... ¾
Gracias
Claudia, sé de tus preguntas a fondo y, a la vez, de tu respeto. Por eso
lo mencioné. No... jamás hablaría
de aquello. «... Soplo de infinito/ Juerga del poema/ Suelta de pájaros...»,
dice, o digo, en uno de los poemas de mi libro. Eso quiero... una suelta
de pájaros, pero para la Humanidad. ¾
Una
«suelta de pájaros»... ¿Eso es París para vos? ¾
París
un caricia y una tempestad. París es el amor y, como tal, es el misterio;
como misteriosa es la relación que tenemos: el amor es recíproco...
bueno, qué digo... si no, no habría amor; y me recibe con su abrazo cada
vez más suave, en su intensidad siempre más envolvente, cada vez más mía,
cada vez más suya yo. No la
amo con ceguera sino con los ojos siempre abiertos, y sé de sus males;
pero en el instante mismo de mi llegada siento aquella danza de que
te hablé y en ella me reconozco. En París se respira el arte en sus
calles, en su cielo, en su bruma y en su sol; en el Sena generoso, en cada
niño que camina con un instrumento hacia su clase de música; en cada
ventana por la que se escucha un piano; en esas campanas que cantan un
concierto por la vida en el crepúsculo, y me ratifican la eternidad.
Fui tantas y tantas veces a París, y sin embargo, siempre es la
primera y siempre es el día siguiente; y aunque reconozco sus caminos y
su cielo, siempre me es nueva, siempre me es como el encuentro
amoroso, cuando todo el Ser está en vuelo. Tantos instantes sublimes viví
(y viviré) allá... como aquella tarde en alguna iglesia, perdida entre
callecitas, hacia donde el misterio me llevó; y aquella voz de aquella
soprano que cantaba el «Ave María» de Gounoud y que no era de este
mundo. Fue una implosión, fue un comulgar con las estrellas. Y París es
también los ojos de algunos amigos, en los que me miro; y es la deuda del
poema que nunca le escribí de modo explícito. ¾
Se explica entonces que publicaras «Sed» (o «Soif») en la ciudad que
te acaricia... ¾ Sí, cuando el libro estuvo armado no dudé. ¾¿Qué
relación hay entre los dibujos exclusivos que hizo Antonio Seguí para «Sed»
y tus poemas? ¾
El
misterio -que es sino y signo de mi vida- también en este caso hizo el
milagro. Yo había pensado en reproducciones de Odilon Redon o de Eugène
Carrière, para que mi grito y mi susurro en la modestia de las palabras
se unieran al silencio de aquellas obras, cargadas de tensión espiritual.
Pero, como dice Alfonsina Storni en uno de sus poemas: «...como se da una
fuente, sin reservas [...] yo di mi corazón». Y así fue el gesto de
Antonio Seguí –uno de los más grandes artistas contemporáneos- cuando
se lo comenté por teléfono Buenos Aires-París. Como se da una fuente,
sin reservas, hizo -generosamente, como generoso es él, y sin que yo
hubiera osado pensarlo- los originales para «Soif». Y yo admiro su
pintura y su calidad humana, y siento su gesto como otra confirmación de
la vida. Así que «Soif» es
un libro de Antonio Seguí y mío...aunque en la editorial
olvidaron poner en la portada el nombre del autor de los dibujos que
dicen, por mí, mi poesía. ¾
¿Qué
te pasa hoy cuando lees «Sed»? ¾
Siento
que –al mismo tiempo que sepulté una etapa- nací otra vez. ¾
Sé cuál es el hilo conductor de Sed, pero me gustaría que me lo
dijeras, como autora... ¾
No
sé... entre cientos de poemas, vi que algunos tienen relación entre sí.
Habrás notado que el libro está dividido en tres partes y, si bien
siempre se escribe el mismo poema y se pinta el mismo cuadro, digamos que
la primera parte está más referida al amor mío a la Humanidad; la
segunda al horror que la Humanidad produce; y la tercera a la relación
amorosa. Pero en definitiva, todo es lo mismo: el anhelo de excelsitud.
Mirá...si tomamos, por ejemplo, la tercera parte, verás que, a la vez
que cada poema es uno en sí mismo, el conjunto es una narración;
comienza con el principio de un amor y termina con el fin de ese amor.
Así de simple fue todo..., aunque
creo que se desperdiciaron muchos textos, indispensables, que no sé si
publicaré en el futuro. Ahora necesito saberme en mi hoy, y la
coreografía es otra aunque sea la misma... Ya lo veremos en el libro que
espero editar este año. ¾
De
todos modos, siempre tus poemas respiran verdad... ¾ No sé, sólo sé que escapo del ruido y del artificio. El ruido –con todo lo que esta palabra implica― enceguece la mirada interior; y el artificio es la carencia de emoción ―la sola habilidad― sin ninguna referencia a la potencia humana, a aquella que -por anhelo de verticalidad- necesita ser acto, en prosa o en poema ¾
¿Querés decir que la
palabra poética puede agotarse? ¾ Quiero decir que el artificio es para quienes viven para los concursos, para llenar currículos, y para aparecer en esas antologías donde se paga para participar. Yo no participo de ese mundo. Quiero decir que necesito silencio; y lo indago, y sufro mucho cuando no lo encuentro, y abomino de mí, y sospecho de mis reservas interiores. Pero no, el decir poético no se agota ni se me agota, porque no se trata de escribir con palabras bellas, sino de vivir como poeta. Además, creo que la posibilidad de la intuición profunda ―casi diría de la adivinación―, eso de dar en el centro justo: en el corazón de la piedra o en la entraña de un alma, no se aprende; me parece que es un don para quienes tienen acceso a lo inasible. ¾
Dijiste que uno de los lugares donde presentarás tu libro en París es el
«Club des Poètes», ¿Cómo es exactamente ese sitio? ¾ Es un recinto sagrado de la poesía, sin solemnidad y con la sencillez de la verdad; es una acuarela de la plenitud interior que siento allí. Lo fundó en 1961 el enorme Jean-Pierre Rosnay, el último representante de los poetas de la Resistencia de Francia, donde ingresó a los quince años y enseguida fue hecho prisionero, pero conservó la vida y siguió siempre su siembra ética, a través de la belleza de su poesía. ¾
¿Hablás mucho con él? ¾ Hablo con él, pero -sobre todo- lo miro: sin reverencia, pero con agradecimiento, discreción y regocijo. En él vive la poesía. Lo conocí en 2001, y también a Marcelle ―su esposa― y a su hijo, Blaise Rosnay, y a Yasmine, su mujer. Todos son poetas. Cuando en el año 2001 entré por primera vez, sentí que la poesía me abrazaba y abrasaba. Nunca imaginé, ni siquiera fue un anhelo, que un día yo presentaría allí mi «Sed» y mi sed. ¾
¿Entonces? ¾
Entonces es un sueño que
nunca soñé. ¾
Hay un poema que me llamó la atención especialmente. «Semillas», suena
como un himno... ¾
Bueno... es uno de los
textos míos que contienen todo lo que deseo. El arte, la bondad, la
justicia, la libertad, la igualdad, la piedad. «
Quiero adultos con risa virgen /y ángeles que retraten en niños./Que
los impiadosos respiren a Blake./ Que
Rilke exorcice la obviedad. /Que los viejitos vivan en honor./Que el País
el Continente el Mundo el Universo /sean para iguales y sin discriminación...».
Hay una música de Éric Bertomeu para ese poema y, justamente, se está
pensando en hacer con él una suerte de himno a la vida, con música clásica.
¾
Y en el poema «Dibujos de la U», decís:.«La boca es víspera de besos/
cuando dice U...», ¿Por qué? ¾
Fijate,
Claudia, probá... ¿Qué forma toma tu boca cuando va a besar?,
¿y qué forma tiene cuando dice «U»? ¾
¡Es verdad, es una «U»! Y el poema es otro himno y... A ver, tan
comprometida con un mundo justo, por favor... en dos palabras, tu anhelo
para todos y para vos, ¿sí? ¾ Sí, es el final de «Semillas»: «Sólo luz sólo verdad». Sed y agua
Cántaros
atiborrados de agua fresca en medio del desierto y sobre la arena
inmensa son los poemas de Cristina Castello. Llueven ¾de
a poco y a cascadas llenas¾
sus palabras en Sed /Soif: su primer libro de poemas editado en francés
y español por L'Harmattan al cuidado cuidadoso de Ricardo Dessau. Claudia Sosa «Soif» / «Sed»,
Soif
(Sed) Cristina Castello Éditions L‘Harmattan, París. Bilingüe:
francés - español. Publicación: octubre de 2004. |
Claudia Sosa
Publicado en Diario Uno – Entre Ríos (Argentina) / 8 de febrero de 2005.
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