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Portugal, abril de 1975
La revolución de los claveles

Fabio Solano
solanofabio@hotmail.com
 

Manoel se asomó por enésima vez al pequeño balcón para mirar la estrecha calle y estirando el torso lo más que podía dirigió su mirada sobre la rúa de Pedro Días, justo al final de la pequeña bajada en la esquina. Desde el tercer piso, a aquellas horas de la noche la visibilidad era regular y en verdad el joven no sabía bien que buscaba, pero presentía que algo podía pasar en la avenida principal. Manoel no era el único que esperaba en tensa calma por algo, pues los que no conocían a ciencia cierta del asunto, por lo menos lo intuían. Después su mirada giró por los ventanales de las casas de enfrente y tampoco observó nada extraño, aunque en algunas había luz. Así que decidió entrar de nuevo a la sala, atiborrada de muebles y pinturas, la cual tenía en el centro de una pequeña mesa adosada a la pared un aparato de radio. Estaba sintonizado en la cadena de Emisoras Asociadas de Lisboa. El sí sabía, pues su hermano Joao le había advertido sobre un "movimiento" que se iba a producir en las próximas horas, pidiéndole mantener a su familia en casa. 

Manoel recapitulaba lo sucedido en los últimos tiempos, desde marzo del año anterior cuando ocurrió el primer aviso público de un remezón en las Fuerzas Armadas. La situación de Portugal no era buena, millones se habían ido del país, unos buscando mejorar su vida, otros huyéndole a la guerra en Angola. Además su hermano era capitán del ejército, con experiencia en Angola. En esos días el dictador había convocado a los altos oficiales para recibir un respaldo obligado. 

Lo cierto es que los generales Spínola y Costa Gomes no asistieron al besamanos de Caetano, y resultaron destituidos de sus altos cargos en el Estado Mayor. Aparte que el gobierno estaba dando rango de oficial a gente sin preparación, lo cual enfureció a los capitanes. Y ahora, en el pequeño apartamento de su familia, sobre la estrecha calle de Do Vale, esperaba un aviso inminente. Eran casi las once cuando se oyó la voz del locutor anunciando la canción de Paulo Carvalho "Y Después, Adiós". El oficinista bancario no pudo contener la fuerte exclamación y apareció su hermana Amelia preguntando qué sucedía. 

"Nada acaban de dar la señal" contestó, y sin más explicación corrió a cambiar el dial de la radio para buscar la emisora católica "Renascenca".. Para evitar más pregunta de Amelia que pudieran despertar a los padres, Manoel tomó por un brazo a su hermana y la llevó a la puerta que daba al balcón. "Sucede que si todo sale bien, dentro de poco vamos a ver un movimiento militar. Joao está involucrado en eso. Se llaman MFA y quieren salir del dictador de una buena vez". La mujer se quedó con la boca abierta, mientras que su hermano menor se asomaba para ver si se veía algún movimiento sobre la avenida. Luego volvió a la salita donde la radio pasaba música. De pronto se le vino a la mente la oficina, pues el director había amenazado con despidos a quienes se mostraran contrarios al gobierno. Su jefe le había advertido en privado que el PIDE lo investigaba por ser hermano de un capitán. Era claro que la policía sabía algo, pues en las últimas semanas habían detenido a mucha gente. 

De pronto Manoel tuvo que abandonar sus pensamientos, pues la música había dejado de sonar. A esa hora, doce y media de la noche, el locutor anunciaba la canción prohibida "Grandola, Vila Morena", pero más allá, comenzó a recitar las primeras estrofas. "Ahí está. Esa es la orden. Ahora comienza el movimiento de los capitanes a funcionar", dijo eufórico. Luego se levantó de un salto, se asomó de nuevo y vio las siluetas de personas que caminaban en dirección al centro de Lisboa. Tomó una chaqueta y se dispuso a salir, pero antes atinó a decirle a su hermana: "Si mi padre pregunta por mí, dile que me fui a la plaza, a acompañar al pueblo". 

Una dictadura fascista 

Para 1975 Portugal era un país quedado en la historia: la única nación europea que intentaba mantener el sistema colonial, sumida en una guerra desgastadora, lo cual diezmaba la población joven y de menos recursos (los ricos no van a la guerra). Se mantenía el régimen dictatorial instaurado desde 1926, cuando el general Antonio Oliveira de Salazar creó un Estado Novo, al estilo de la Italia fascista del "Duce" Mussolini. En 1961 ante el alzamiento de grupos insurgentes en las últimas colonias europeas, primero Angola (1961), luego Guinea (1963) y después Mozambique (1964) el régimen declaró un estado de guerra permanente, que desgastó las Fuerzas Armadas, tanto que la oficialidad se proletarizó y surgió una nueva clase militar. 

A ello se sumó el desastre económico por el gasto excesivo del erario público, con cerca del 50 por ciento del presupuesto dedicado a la guerra, lo cual creó el caldo de cultivo adecuado para una revolución. Las familias portuguesas en masa emigraban de su país, unas huyendo del hambre y otras evadiendo la guerra, pues miles de jóvenes morían en el África alzada. 

El dictador Salazar fue destituido en 1968 al ser declarado incapacitado y lo sustituyó Marcelo Caetano un abogado derechista, quien había sido ministro de su gobierno. Este nuevo dictador se apoyó en el terror causado por la fuerza conocida como el PIDE, Policía Internacional de Defensa del Estado. Continuó con la misma política de Salazar, la guerra colonial, por lo cual nunca tuvo apoyo popular. Así las cosas, el 9 de septiembre de 1973 en Evora se reunieron 136 oficiales de rango medio, casi todos capitanes, y crearon el Movimiento de las Fuerzas Armadas. Un grupo de heterogéneas tendencias, entre ellas la más básica, el reclamo gremial, pues el gobierno de Caetano en su desespero por continuar con la guerra, estaba otorgando grados medios, capitanes precisamente, a gente que no había estudiado ni estaba formada para ello. También había grupos que hastiados de la guerra, querían terminar con la confrontación, algunos eran de izquierda moderada, y otros se iban por la tendencia radical, siguiendo a Cunhal, el líder del Partido Comunista Portugués. 

El MFA estableció sus metas claras en cuanto al exterior señalando que cada pueblo tenía el derecho de la autodeterminación, lo cual significaba el término de la guerra en Angola, Guinea y Mozambique. En lo interno exigía nueva Constitución, liberación de los presos políticos, saneamiento, reorganización de las Fuerzas Armadas. Una propuesta para derribar la dictadura de Caetano, lo cual produjo una ola de represión, que a su vez aumentó el repudio en la población contra el régimen, sostenido por la policía política. 

Al parecer, también influyeron algunos hechos de otros países, por ejemplo, la guerra del Vietnam con miles de muertos, lo cual era visto por los jóvenes oficiales como similar a lo que sucedía en África. Los oficiales ubicados a la zona de guerra comenzaron a realizar reuniones independientes, y formalizaron documentos donde exponían su situación. Ello conllevó a sanciones disciplinarias y despidos masivos de militares, quienes mostraban su desacuerdo con las disposiciones guerreristas. El régimen se desmoronaba primero en las colonias. Se avizoraba que pronto Angola, Guinea y Mozambique serían repúblicas independientes. 

Iniciando 1974 Caetano convocó a una reunión de altos mandos, que sería vista como respaldo a su gestión, pero no asistieron el presidente y el vicepresidente del Estado Mayor conjunto, generales Spínola y Costa Gomes. Eso fue visto como una clara división de las milicias. El dictador destituyó a los dos altos oficiales, cometiendo un error inducido por los generales más conservadores de su entorno, pues desde ese momento cada oficial comenzó a decidir por sí mismo: o estaba con la dictadura más antigua de Europa, o se integraba al MFA, señal de avance democrático. Era la polarización y radicalización dentro de la Fuerza Armada Portuguesa. 

El 25 de abril 

Faltando cinco minutos para las once de la noche del 24 de abril de 1974, el locutor de la cadena Emisoras Asociadas de Lisboa anunció la canción de Paulo Carvalho "Y Después Adiós". Los líderes del MFA habían decidido que la mejor vía de comunicación para todos los conspiradores era la radio pública. Aunque ese primer anuncio no era la señal definitiva, sino una especie de alerta para que todos estuvieran atentos. 

Los conspiradores ahora sintonizarían Radio Renascenca, de las emisoras católicas. A las 12 y 29 minutos del 25 de abril el locutor Leite de Vasconcelos anunció en su programa "Límite" la canción prohibida "Grandola Vila Morena", recitando fervorosamente las primeras estrofas. Ese era el aviso final. Los oficiales y efectivos comprometidos comenzaron a actuar: La contraseña interna era "Coraje", la cual fue transmitida de tal manera que a las tres de la madrugada todo estaba en movimiento. Unidades rebeldes tomaron, sin disparos, el cuartel general de Lisboa, otros efectivos dominaron los estudios de Radiotelevisión de Portugal, luego invadieron el Club de Radio Portugués y la emisora Nacional. Tomar los medios de comunicación era una prioridad, pues a través de ellos el MFA pronto comenzaría a lanzar proclamas. Y se oyeron por primera vez las palabras mágicas en la voz de Joaquín Furtado: "Aquí, puesto de mando del Movimiento de las Fuerzas Armadas " 

A la cinco de la tarde ya el MFA tenía en sus manos gran parte del territorio, pero no podía controlar a una muchedumbre que se lanzaba a las calles a celebrar, y a pesar de los pedidos por radio para que permanecieran en sus hogares. Miles de portugueses salían al encuentro de los soldados insurgentes, y como el clavel era la flor del mes de abril, comenzaron a colocarles los de color rojo en las bocas de los cañones de sus fusiles. Las fotografías dieron la vuelta al mundo y se denominó entonces a este alzamiento "La Revolución de los Claveles", la cual daba al traste a una larga dictadura. Apenas se contaron cuatro fallecidos, todos asesinados cuando la gente fue hasta la sede del PIDE, en la calle Antonio María Cardoso, y los agentes leales al régimen dispararon a mansalva. Luego se rendirían ante lo inevitable. A las siete y media de la tarde, una furgoneta blindada apareció en el cuartel del Carmo, donde el dictador Marcelo Caetano había entregado formalmente el poder al general Spínola. El depuesto militar se iría al exilio en Brasil. 

El Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajador, el centro de Lisboa amaneció de fiesta con una manifestación cercana al millón de personas, celebrando el nuevo gobierno. Pero no todo iba bien, pues las tendencias de los integrantes del MFA comenzaron un duro enfrentamiento interno, lo cual se reflejó en la sucesión de cinco gobiernos provisionales. Estaban divididos entre los conservadores, encabezados por Antonio de Spínola, Costa Gomes y Melo Antunes, grupo que logró colocar en un momento dado a uno de los suyos como primer ministro. Spínola encabezó uno de los gobiernos provisionales como presidente, pero fue desplazado del poder. La otra tendencia progresista se dividía a su vez entre los radicales, quienes aspiraban una república socialista similar a las del bloque soviético, con el teniente coronel Otelo Saraiva como cabeza visible, (tiempo después derivó hacia el maoísmo, incluyendo un intento de guerrilla urbana). Se le oponían los de tendencia moderada del Partido Socialista, dirigido por Mario Soares. 

Después de algunos tumbos, incluido un intento de golpe de Estado, el 25 de abril de 1975, justo cuando se cumplía un año de la revolución, se realizaron elecciones para la Asamblea Constituyente, con los radicales de izquierda asegurados que ganarían. Pero, el pueblo portugués prefirió irse por la vía moderada y eligió al socialista Mario Soares como primer ministro. Al contrario de lo que esperaban propulsores de un gobierno comunista, los líderes militares del MFA respetaron los resultados y desde esa fecha, con altibajos económicos, la democracia representativa es la forma política de gobierno en Portugal, el país donde una vez hubo una revolución cuyo símbolo fue un clavel rojo. 

Fabio Solano 
solanofabio@hotmail.com
 
El Carabobeño (Valencia, Venezuela)
Autorizado por el autor

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