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2 de mayo de 1808

La rebelión de Madrid contra Napoleón invasor
Fabio Solano
solanofabio@hotmail.com
 

Al hombre de los grandes bigotes lo llamaban Pepe el tranquilo, pero en verdad esa tarde de un mayo soleado, de tranquilidad, solo quedaba el rostro impasible. Estaba en uno de los callejones empedrados que daba al Palacio, bastante cerca para observar en detalle a la multitud pendiente de los grandes ventanales, y justo lo lejos para no verse involucrado si la cosa iba a más. Había gran expectativa pues Murat pretendía llevarse a los infantes, y el pueblo, sospechando que aquello era malo, estaba agitado. Alguien habló al oído de los madrileños contra los franceses, y aunque parecía desorganizado, sospechaba que alguna mano oculta estaba tras aquella muchedumbre. De pronto al ventanal lateral se asomó el infante Francisco de Paula y la gente se estremeció. Ya un carruaje con la infanta María Luisa había partido, y ahora otro similar esperaba frente a la puerta principal por el hermano de Fernando.

Atento al movimiento frente al Palacio Real, Pepe no perdía detalle mientras pensaba en cómo habían pasados las cosas. "Apenas unos meses atrás los soldados de Napoleón entraban a España para atacar a Portugal. Pero los ladinos franceses acamparon en nuestras ciudades luego de atacar al país vecino. Ahora en Madrid había diez mil adentro, y unos 20 mil en las afueras. Por supuesto que la gente creía que era una invasión. Además el gobierno era un desastre: Godoy había caído, Fernando conspirando contra su padre Carlos IV era Rey, luego del motín en Aranjuez. Pero se sabía que Napoleón los llevó a Bayona". De pronto desde palacio se oyeron voces fuertes: "¡Traición, Traición!", y afuera la masa se removió peligrosamente, con gritos a una voz: "¡Que mueran los franceses!" ¡Viva el Infante!". Los madrileños se daban por alzados y Pepe alcanzó a ver cómo cortaban los correajes del coche. En ese momento decidió retirarse, avanzando a grandes zancadas hacia la casa de Don Francisco. No había caminado por tres minutos cuando oyó dos explosiones gruesas y supo que los franceses estaban disparando los dos cañones de la puerta contra la gente. Apuró el paso. Jadeante, y evidentemente contradiciendo su apodo, el ahora intranquilo entró en la casa de su patrón, uno de los más ricos madrileños del momento. En la sala estaba un hombre alto, de barbita canosa y bigotes cortos con las puntas hacia arriba. Miraba por la ventana y no se inmutó cuando oyó el ruido de la entrada de su empleado. Luego preguntó: ¿Qué pasa Pepe? Hombre acaba con ese resuello ya, que no te queda bien. Tiene que ser algo grande para venir así. No me digas que el pueblo está alzado, no me lo creo". Pepe respiró fuerte, y aunque sentía el corazón latiéndole en las sienes, trató de volver a su antigua cara colmada de frialdad. "Don Pancho, aunque usted lo diga con ironía, esa es la verdad: Hace diez minutos el pueblo de Madrid se ha declarado en rebeldía. No sé si desde aquí se oyeron los cañonazos de los franceses contra la multitud frente a Palacio, pero estos ojos míos sí vieron cuando comenzaron los gritos de mueran los franceses. Viniendo para acá oí algo sobre que la gente se iba al cuartel de Monteleón para que les dieran armas".

Don Francisco miró a Pepe y le hizo señas para que tomara agua de su propia jarra. Luego volvió a mirar por la ventana y se dijo para sí mismo: "Napoleón se quedará con España, el Rey con su blandenguería dejó que Godoy no sólo se apoderara de la Reina, sino también de la monarquía y ahí están las consecuencias. Ahora lo que viene es duro, sangre y muchos muertos. Pronto veremos un Rey francés en Madrid y eso no lo van a aceptar los españoles. Habrá guerra".

Una monarquía decadente

Cuando el general Napoleón Bonaparte comenzaba su carrera hacia el poder en la convulsionada Francia, derrotado el radicalismo de Robespierre y con el Directorio abriéndole las puertas, en España ya reinaba Carlos IV. Este era un Rey que no se comparaba con su padre Carlos III, pues tenía una personalidad débil, la cual fue aprovechada por su esposa María Luisa de Parma, quien nunca fue precisamente ejemplar, ni como madre o Reina, y mucho menos como esposa. Con ellos apareció en la corte un desconocido Guardia Real llamado Manuel Godoy, un hidalgo arribista sobre quien puso sus ojos la casquivana Reina. Carlos IV vio en Godoy su hombre de confianza, quien ejecutaría todos sus deseos y órdenes, sin percatarse que entre el hombre y la reina, él terminaría siendo un títere. Lo cierto es que Godoy tuvo mucho que ver con la caída de España en manos de Napoleón, pues como primer ministro no supo ver por dónde venía el ambicioso corso.

Para 1801 Godoy firmó el tratado de Aranjuez con el gobierno de Francia, ratificando la anterior alianza en contra de Inglaterra. Había una seria disputa de intereses coloniales y a España le convenía el acuerdo para proteger sus posesiones en América. Los franceses querían aplicar un bloqueo naval a los ingleses, y necesitaban que Portugal se colocara de su lado. El bloqueo existía de varias maneras, en el mar y económico en cuanto a tasas e importaciones, pero los lusos seguían siendo una puerta abierta para Inglaterra. Hubo guerra y en 1805 los aliados tuvieron un gran traspiés, pues perdieron la batalla de Trafalgar, donde la poderosa Armada española se fue a pique. Eso afectó su relación con las colonias, pues a falta de navíos seguros, el tráfico con América se vio muy disminuido.

Napoleón superó el fracaso con varias victorias sobre los austriacos, pero España se vino en picada en cuanto a economía, afectando fuertemente al pueblo. Las críticas fueron duras contra el trío monárquico, pues ninguno de ellos se molestaba en disimular y el antiguo Guardia Real no tenía recato en sus ambiciones, pasando a ser Duque, Grande de España, Secretario de Estado y Príncipe de la Paz en un corto tiempo. En medio del escándalo se convirtió en el hombre fuerte, decidiendo todo sobre el gobierno. Fue así como mantuvo una alianza anti natural con el ahora Emperador Napoleón I, pues el Rey de España era un Borbón absolutista, mientras que el gobierno francés era republicano, el cual había ejecutado a un Borbón. A lo interno la debacle económica traía desempleo masivo y hambruna, pues hasta el pan escaseaba y el que se conseguía era de muy mala calidad. Se inventaron las "ollas públicas" y se intentó dar trabajo a miles y miles de españoles con grandes obras, las cuales nunca comenzaban o se quedaban a medio camino.

En 1806 Napoleón relanzó la guerra contra Gran Bretaña e impuso un bloqueo continental, con sólo Portugal negándose a aplicarlo. Ante esto, el poderoso corso acudió a Godoy para que España autorizara el paso de tropas francesas para atacar a los lusos. Godoy, sin pensar en las consecuencias y presionado por el poderío bélico del Emperador, firmó el acuerdo. Al año siguiente el Rey de Portugal intentó amainar el peligro con un decreto de exclusión de los buques ingleses, pero no bastó. En junio de 1807 las tropas francesas cruzaron la frontera y el monarca lusitano partió a América con toda su familia. En España a lo interno conspiraba contra Godoy y María Luisa, encabezando tal componenda el propio hijo de Carlos IV, el príncipe Fernando. Comenzaron a notar que las tropas de Napoleón se acantonaban en ciudades no acordadas, las cuales no estaban en el camino hacia Portugal, como eran Burgos, Barcelona o Pamplona. Según el tratado de Fontainebleau, los soldados galos podían circular hacia y desde Portugal, pero no estacionarse en esas ciudades. La verdad: Napoleón tenía en mente apoderarse de España y convertirla en un estado satélite.

El día de la rebelión

Era muy tarde cuando el Rey, la Reina y Godoy captaron el objetivo de Napoleón. El favorito propuso trasladar la corte a Andalucía, y el Rey aceptó pensando que a lo mejor tomaría el mismo destino de su par luso. Pero el 17 de marzo de 1808 se produjo un motín en Aranjuez enfilando la multitud contra Godoy, quien tuvo que esconderse para evitar un linchamiento. La toma del palacio del caído, fue como una señal por medio de la cual se puso en marcha la conspiración. Carlos IV fue obligado a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. El general Joachim Murat ya tenía cinco días acantonado en la ciudad, con unos 30 mil hombres armados. El nuevo rey hizo su paseíllo triunfal, pero al mes siguiente fue llamado por Napoleón a Bayona, adonde también fue su padre, quien por cierto volvía a reclamar la corona. El emperador simplemente los despojó de su condición y anunció que su hermano José sería el nuevo rey, aun cuando Murat tenía todo el poder.

El dos de mayo se supo que los infantes María Luisa y Francisco de Paula serían sacados de Madrid por el general francés, y por ello unos dos mil exaltados llegaron a la puerta del Palacio Real. La muchedumbre arremetió contra el carruaje y luego vino la represión. Cuadrillas de 30 a 50 hombres hostigaban a los franceses de cualquier forma, pues no tenían armas de fuego. Lanzaban piedras, atacaban con navajas y hasta los tiestos sirvieron como proyectiles mortales, pues uno de ellos dio en la cabeza del hijo del general Legrand, dejándolo en el sitio. Los alzados buscaban armas desesperadamente, y alguien corrió el rumor sobre que en el cuartel de Monteleón estaban entregándolas. Fue cuando la gente comenzó a percibir la inmovilidad de los militares españoles. Efectivamente las autoridades y los militares no querían enfrentarse a las tropas de Napoleón, tanto que el 18 de marzo la alcaldía de Madrid había emitido un decreto donde se les pedía a los vecinos trataran a los franceses "con toda franqueza, amistad y buena fe".

En Monteleón estaba un parque de artillería y allá llegó el capitán Velarde, para organizar la resistencia junto al capitán Daoiz. 70 militares y 150 civiles medio armados enfrentaron a dos mil efectivos de Napoleón. Fue cuando comenzaron los fusilamientos indiscriminados, incluyendo a muchos inocentes. Esa represión feroz ordenada por Murat fue la causa principal de la guerra por la independencia de España. Fue tan grave ese error del general francés, que en junio Napoleón lo envió a Nápoles, para ejercer el gobierno allí como un rey de mentirillas.

Los españoles organizaron su resistencia. A la falta de ejército formal decidieron tomar el camino de las guerrillas, con bandas donde se conseguían todo tipo de personas, desde militares, políticos, campesinos, ex soldados, vagos y bandoleros. Mientras el pueblo hostigaba incesantemente a los franceses, los españoles perdieron todo gobierno regional a excepción de Cádiz, pero la junta de esta ciudad era más teórica que otra cosa. Carlos Marx, quien analizó todos esos movimientos, dijo una vez "Las guerrillas fueron actos sin ideas, mientras que las juntas y las Cortes de Cádiz ideas sin actos". Esa situación de insurrección y guerra independentista se extendió seis años, hasta que Napoleón comenzó a declinar como líder. España recibió ayuda militar de sus antiguos enemigos los ingleses, y el pueblo español logró sacudirse al invasor. Tiempo después en el exilio, Napoleón reconoció su error estratégico al intentar apoderarse de España cuando escribió: "Esta maldita Guerra de España fue la causa de todas las desgracias de Francia".

Fabio Solano 
solanofabio@hotmail.com
 
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El Carabobeño (Valencia, Venezuela)
28 mayo 2011

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