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General Jacinto Lara 
Guerrero toda la vida

Fabio Solano
solanofabio@hotmail.com
 

La trocha, a veces como arenosa en medio de los matorrales, dificultaba el avance de las bestias evidentemente sobrecargadas. Venían de Güiria, ya habían pasado Píritu y la caravana estaba por entrar al Abra de los llanos centrales, por lo cual calculaban que llevaban la mitad del camino recorrido. El sol estaba por ocultarse y los dos comerciantes iban un tanto amodorrados, arriba de sus caballos, apenas andando al paso. Uno de ellos, el de adelante, era fornido, rubio de ojos azules y piel un tanto requemada por el sol de la sabana, evidentemente pertenecía a la estirpe ibérica. El jinete que le seguía a escasos dos metros, era un criollo, hijo de español y venezolana, pero no menos fuerte y decidido. Ambos jóvenes, de unos veinticinco años, se habían hecho amigos por el comercio, especialmente porque eran duchos en la compra-venta de ganado, el gran negocio del llano en aquellos días. Por viajar juntos ya se conocían más o menos bien.

La larga recua seguía avanzando lentamente, con las bestias como esperando el momento del descanso cerca de algún manantial que sofocara la sed del final del día. Ya se producía aquella media luz entre la tarde y la noche, y atrás los peones pensaban en que los patrones deberían tener definido el sitio para acampar. Estaban en la dirección correcta, hacia Calabozo, pero aun faltaban algunas jornadas. El hombre de los bigotes miraba la espalda de su amigo, y pensaba: "Este José Tomás casi que no parece asturiano sino llanero de pura cepa, pero a pesar de ser honesto y entrador tiene su pasado. Estando en Caracas me contaron la historia de un guardiamarina sentenciado por contrabandear, a quien mandaron para Calabozo en calidad de confinado. Ahora tenía una pulpería, pero en verdad su gran negocio es con el ganado". Juan Jacinto comparaba su propio origen, allá en Carora, español por su padre don Miguel Lara y criollo por su madre, de los Meléndez. Le habían dado una buena educación, pero él prefirió más el comercio y no se podía quejar pues le iba bien. Ya tenía sus buenos pesos guardados. No le hacía pruritos viajar con gente como su compañero actual, de quien por cierto recientemente supo que su apellido era Rodríguez, pero con lo del contrabando y la condena se lo había cambiado a Boves, al parecer por su madre.

Casi oscurecido el día, faltaba poco para llegar a unos árboles donde seguro pasarían la noche, cuando de pronto se oyeron unos lecos parecidos a los del pájaro vaco. Juan Jacinto miró a su colega y colocándose el dedo en el oído le hizo una señal de advertencia. Se oyó de nuevo el sonido, y entonces los peones, con los ojos muy abiertos por el temor, agarraron sus machetes. Los dos comerciantes tenían espadas y el caroreño además cargaba una pistola. Justo unos metros antes de la pequeña arboleda aparecieron los bandidos en plan de ataque. Cuatro sujetos a caballo, machete en mano, liderados por un hombre mal encarado, quien llevaba una lanza en ristre. Boves enarboló la espada y Juan Jacinto esgrimió la pistola. Cuando el grupo se les vino encima Lara disparó casi a quemarropa y el ímpetu de los atacantes se detuvo en seco. Había acertado al jefe, quien no era otro que el famoso Guardajumos. Oírse la detonación y dar vuelta los bandoleros fue uno solo. José Tomás alcanzó a darle un sablazo a uno de los sujetos cuando huían.

"Menos mal que a mí ya me habían contado lo del pájaro vaco. Ese era Guardajumos, el bandido más malo de por estos lados. Dicen que tiene un montón de muertos encima. Esta vez la sorpresa no funcionó y el tiro le salió mal". Sabía que la ruta se estaba poniendo peligrosa.

De Carora para el ejército

Juan Jacinto Lara Meléndez nació justo un año después de que a Venezuela se le otorgara el rango de Capitanía General, el 28 de mayo de 1778, en la población de Carora, ubicada en lo que hoy se conoce como estado Lara, justamente por este personaje, quien se convirtió en uno de los líderes de la Guerra de Independencia de Venezuela y de Sudamérica. Jacinto Lara como o se le conoce, es uno de los pocos oficiales venezolanos que teniendo el más alto grado militar, general de división, atravesó, por decirlo así, toda la confrontación de liberación lanzada por Simón Bolívar. Lara estuvo desde 1810 hasta 1858 involucrado tanto en la guerra como en la política venezolana. Su nacimiento se dio en la casa situada en esquina de la calle Torres con la esquina de San Juan. Su padre fue don Miguel de Lara, ciudadano español de la región de Antequera, y su madre fue Juana Paula Meléndez, caroreña, de modo tal que en buena ley Jacinto era un "criollo", hijo de ibérico y venezolana. Su infancia fue tranquila, pues su padre tenía una posición medianamente acomodada. Recibió educación en las escuelas que tenía a mano la familia, en la población natal, amén de la instrucción española transmitida por su progenitor.

En verdad, en un medio rural por excelencia, con tierras muy productivas, especialmente de ganado vacuno, era natural que el joven Lara se inclinara por el comercio, y pronto afloró su vena para los negocios. Se dedicó a la compra venta de ganado, como muchos en la colonia española que constituía Venezuela, lo cual lo llevó a viajar cada vez más lejos de su terruño. Ese constante cabalgar lo fortaleció físicamente, formó su cuerpo para resistir los embates de la guerra. Así llegó a conocer el llano, especialmente por los lados del Guárico y también los orientales, y entró en contacto con muchos hombres dedicados al mismo negocio. Entre ellos estaba un pulpero de origen asturiano llamado José Tomás Boves, quien luego de años en la zona había desarrollado una personalidad abierta y de mucho intercambio con los llaneros. Justamente en 1806, en un viaje que hicieron los dos a oriente, cuando regresaban de Puerto Píritu luego de haber intercambiado una buena cantidad de mercancía, tuvieron un encuentro que Arístides Rojas dejó plasmado en su libro "Leyendas Históricas de Venezuela". Se trataba de un famoso bandolero llamado Guardajumos, quien mantenía una especie de terror entre los llaneros, pues le atribuían poderes de brujo, como el volverse árbol o que tenía la habilidad para ocultarse en una nube de humo. También decían que este bandido, conocido anteriormente como el "Indio Nicolás" y natural de Los Ángeles al sur de calabozo, daba señales de humo para los ataques, imitando a la perfección al pájaro vaco, para efectos de comunicarse con sus cómplices. Fueron Boves y Lara, amigos y comerciantes, quienes esa noche pusieron en fuga a los asaltantes, acabando con el mito de intocable del bandolero Guardajumos.

Como era de esperarse, en el llano ambos se hicieron famosos por haber dominado al bandolero, pero ninguno de los dos sabía que pronto habrían de tomar caminos opuestos, pues en el futuro inmediato se enfrentarían como enemigos a muerte. Jacinto Lara estaba en 1810 en Caracas, llevando un gran rebaño de ganado para la venta, cuando se produjo el movimiento inicial de la Independencia, en abril de 1810. Como sus clientes eran gente pudiente, hacendados y propietarios involucrados en el asunto, pronto se enteró de las causas de esta revuelta contra Emparan y se unió a las fuerzas rebeldes. Tenía 32 años cuando la Junta de Caracas lo nombró jefe de milicias de Araure y Ospino. Conocedor de la zona y de los llaneros pronto logró levantar un pequeño ejército que se plegó a las fuerzas revolucionarias al año siguiente, cuando en definitiva se proclamó la Primera República, con el generalísimo Francisco de Miranda como comandante en jefe del ejército patriota. Cuando apareció Monteverde para recuperar el terreno perdido para las huestes del Rey, Lara fue llamado a combatir con sus milicianos y participó victoriosamente en la toma del cerro El Morro en agosto de 1811, recuperando a Valencia, y posteriormente estuvo en la toma de San Carlos. Del otro lado, quien fuera su compañero de viajes comerciales, José Tomás Boves, por cuestiones del destino había sido salvado de la muerte por Morales, segundo de Monteverde, y por tanto ahora estaba en el bando realista y luego sería líder de la guerra social, con miles de llaneros siguiéndolo ciegamente. Cuando cayó la Primera República, Jacinto Lara se fue a Colombia donde se encontraría con Simón Bolívar, quien organizaba el regreso a la lucha en suelo patrio.

El general Lara

Simón Bolívar en la Nueva Granada ofreció sus servicios a los insurgentes de esa región y fue autorizado para accionar en la zona fronteriza con Venezuela, derrotando a los españoles en varias oportunidades, en un avance que asombro tanto a los realistas como a los propios neogranadinos. Entre estos últimos surgió un rival, un coronel Castillo, quien en algún momento pidió corte marcial, por los planes que tenía Bolívar para invadir. Lo cierto es que el venezolano ganó batallas en Ocaña y Cúcuta y luego fue autorizado para organizar una fuerza militar, con la intención de volver a territorio patrio. Con él ya estaba Jacinto Lara, flamante teniente coronel, quien lo acompañó en la aventura con 600 hombres convencido de ir tras la jefatura del caraqueño. El 14 de mayo de 1813 los expedicionarios salieron de San José de Cúcuta y tres días después llegaron a La Grita, donde lo esperaba Campo Elías con 500 hombres más. Pasaron Los Andes en medio de victorias y mucho sacrificio físico por el intenso frío y las enfermedades que diezmaban la tropa. En Los Horcones se produjo una importante batalla y las fuerzas realistas, al mando del coronel Oberto, fueron derrotadas en toda la línea por los patriotas comandados por Jacinto Lara y José Félix Ribas.

Lara estuvo todo el tiempo con Bolívar en la Campaña Admirable, la cual fue una seguidilla de triunfos militares, incluyendo la llegada a Valencia el 2 de agosto de 1813, para luego ir directo a La Victoria. Luego el Libertador aceptó el armisticio ofrecido por los realistas y el 6 de agosto el Ejército Libertador entró a Caracas. En la comitiva destacaba en los primeros lugares el coronel Jacinto Lara, ascenso ganado con valentía en las batallas. En el camino Bolívar había dictado el famoso decreto de Guerra a Muerte, pues el asturiano José Tomás Boves y sus segundos, regaban de sangre inocente los suelos de Venezuela. Fue por este decreto que el 7 de mayo 1817 en las misiones del Caroní dieron muerte a 18 misioneros catalanes y dos enfermeros. Fueron degollados a la orilla del río, acusados de apoyar al bando realista, y todos los bienes de las misiones fueron confiscados por el ejército. Ese terrible hecho fue adjudicado como una orden del general Jacinto Lara, pero el militar siempre negó haber tenido alguna responsabilidad personal en la matanza, asegurando que seguía órdenes superiores. En verdad en esos tiempos los jefes realistas como Zuazola, Morales y Tizcar autorizaban asesinatos masivos de todo aquel sospechoso de apoyar a los patriotas. Eran tiempos de guerra sin contemplaciones ni medida.

Jacinto Lara siguió adelante a lo largo de toda la Guerra de Independencia y hubo un momento en que el azar lo llevó a combatir en los llanos de Casanare bajo las órdenes de Francisco de Paula Santander. Fue precisamente Lara quien fungió de emisario para entrevistarse con Bolívar para ofrecerle el mando de las tropas neogranadinas, con Santander de segundo al mando. Acompañando al Libertador se fue a liberar la Nueva Granada, ganándose el grado de General de Brigada por su desempeño personal en la lucha. Fue gobernador de Cartagena, y luego jefe de Estado Mayor de Bolívar cuando éste emprende su campaña para liberar el sur. El jefe militar era Antonio José de Sucre, destacándose Lara en varias batallas como Corpahuaico, Pichincha y Junín. Lara salvó el parque militar en esa última confrontación, lo cual fue sumamente importante para que Sucre obtuviera el triunfo definitivo. Una vez liberado Perú, esa república le concedió el grado de General de sus ejércitos, mientras que Sucre lo ascendía a General de División del Ejército Libertador. Como tal Bolívar lo dejó al mando de la III división en Lima, pero una conspiración lo sacó del poder, y luego de apresarlo fue expulsado del Perú. Dolido y alegando inocencia pidió su licencia y se fue a Carora. De allá lo rescató el propio Bolívar una vez demostrada la falsedad de las acusaciones, y fue nombrado comandante de la zona del Orinoco. Cuando el Libertador murió en 1830, Jacinto Lara estaba de nuevo en Carora, donde se dedicó a su oficio original de compraventa de ganado, como medio de sostén de su familia. En 1843 fue llamado para ser gobernador de Barquisimeto, cargo en el cual estuvo cuatro años. Luego vino su retiro definitivo a su querida Carora. Falleció en 1859 a los 81 años de edad, y en 1881 como un homenaje póstumo con todo merecimiento se ordenó que su tierra natal llevara el nombre de estado Lara.

Fabio Solano 
solanofabio@hotmail.com
 
http://www.el-carabobeno.com/impreso/articulo/t140511-lt06/General-Jacinto-Lara:Guerrero-toda-la-vida 

El Carabobeño (Valencia, Venezuela)
14 de mayo de 2011

Autorizado por el autor

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