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Guzmán
El autócrata

Fabio Solano
solanofabio@hotmail.com
 

Como todos los sábados Don Luis estaba temprano en el caney de la parte trasera de la casona. Era una costumbre inveterada cuando estaba en La Guaira, y aun cuando ahora era un casi jubilado, se levantaba con el sol, como si fuera al puerto a recibir mercancía. Había delegado casi todo el trabajo de su negocio en el hijo mayor, quien había demostrado ser un buen comerciante, gracias a Dios. Esperaba a su esposa para desayunar juntos. A su espalda estaba la casa heredada de su padre, destruida por la guerra y vuelta a reconstruir. Era vieja pero funcional con sus grandes habitaciones encaladas, los sombreados pasillos laterales y sobretodo la parte trasera con aquel caney, y una poza para refrescarse en verano.

Mientras esperaba abrió las páginas de "La Opinión Nacional" y leyó las noticias más recientes. La cosa en el país se había puesto color de hormiga en los últimos meses, pues Guzmán había vuelto y parecía que seguiría mandando. Mientras sorbía el café caliente que le había traído la negra Teodosia, el hombre resumía para sí mismo los últimos acontecimientos: "En mala hora se murió el presidente Linares Alcántara. Si alguien podía darle un parado a Guzmán era precisamente el fallecido, quien era de su propia gente. Por ahí dicen que lo envenenaron, pero la verdad, no se sabe. Crespo, segundón del autócrata, asumió el mando y ahora Guzmán llegó de París. Según Ruperto, alquiló un barco completo para venirse. ¡Claro será con la plata de los venezolanos!".

Cuando ya Don Luis comenzaba a ponerse bravo él solo, apareció Doña Amalia, ordenado el desayuno consistente en arepas, caraotas, ñema frita y queso blanco: "Mijo, hoy como que va hacer calor. Esa fue la lluvia de ayer, la cual no terminó en nada, y ahora habrá que aguantar el vaporón. ¿Qué estás leyendo? ¡Ah! Guzmán regresó. Es increíble que tengamos a ese advenedizo otra vez. No me mires así, tú conoces los comentarios sobre su fortuna personal, por encima de los tres millones de pesos. Guzmán la justifica con supuestos negocios, triplicando unos reales de una comisión por el crédito internacional. Nadie sabe de dónde sale el dinero de Guzmán, si su madre viene de la rama de los Bolívar pobretones, "las Blanquito", como les decía el propio Libertador a la hora de sacar pesos para darles de comer. Y del lado del padre Antonio Leocadio, todos saben que es hijo de un sargento canario realista y de una mujer apodada "La Tiñosa". A mí que no me vengan con cuentos. Todos los que llegan al gobierno terminan robando. Fíjate cómo nos expropiaron las tierras altas para el paso del ferrocarril. Hasta el día de hoy sólo vimos unos miserables pesos que te dieron para endulzarte, pero luego nada. Alguien se cogió esos reales".

Don Luis miró a su mujer y dijo: "Hoy te levantaste con el santo al revés. Menos mal que estamos aquí donde los oídos del gobierno no llegan, porque si fuera en Caracas, ya tendríamos una investigación. Guzmán tiene el mismo problema de todo el que llega al poder: No lo quiere soltar. Al principio todos contentos con su revolución, pues sentíamos que iba a poner orden, acabando con la anarquía imperante. Y en verdad creímos en una diferencia pero pronto mostró los dientes. Mira como terminó el general Matías Salazar. El dictador ordenó su fusilamiento sin compasión, a pesar de ser su compadre y amigo. Primero mandó con el respaldo del ejército, apoyado por delegados plenipotenciarios, designados por el mismo. A los dos años fue electo Presidente y después de siete años se va, dejando a Linares Alcántara al mando, pero como éste deja que florezca la libertad de prensa, retorna a los exiliados y la oposición comienza a sonar, todos pasan a ser "el enemigo". Lástima que las fuerzas opositoras, esas que salieron de Valencia para pelear en La Victoria, no pudieron con el general Cedeño. Ahora tenemos de nuevo a Guzmán en Caracas. Entró por Puerto Cabello, y hace dos días llegó a Caracas, con gran pompa, aplausos de los amarillos y Te Deum en la Catedral. Otra vez Guzmán ¡Caramba!

Lo importante es el poder

Cuando Antonio Guzmán Blanco entró a Caracas en abril de 1870 nada estaba consolidado, pues si bien la Revolución Azul parecía lograr un triunfo contundente, lo cierto es que el nuevo mandamás de Venezuela deberá destruir a sus enemigos, en la ya clásica tradición caudillista. El general fue bien recibido por los capitalinos, quienes esperaban salir de la anarquía y las guerras que asolaban al país después de lograda la independencia. El nuevo jefe no era un arribista en cuanto a clase social, pues su madre Carlota Blanco, descendía directo de la familia del Libertador Simón Bolívar; no era un improvisado en materia militar, pues venia de pelear al lado de Falcón en la Revolución Federal y se había ganado sus galones en batalla; y en cuanto a política tenía como instructor a su padre, Antonio Leocadio Guzmán, hombre hábil, quien en su momento logró insertarse en el circulo del poder de los generales de la independencia, primero con el propio Bolívar y luego al lado de Páez, llegando incluso a ser aspirante presidencial.

Apoyado en ese bagaje, más las armas enarboladas por su ejército de miles de efectivos, Antonio Guzmán Blanco se instaló en Caracas como dictador para iniciar el llamado "septenio". La legalidad la obtuvo rápido cuando un congreso de 15 plenipotenciarios, delegados guzmancistas de cada estado, presidido por su padre Antonio Leocadio, le eligió como presidente. En el camino dos hechos mostraron que el nuevo jefe haría lo necesario para quedarse en el máximo cargo de gobierno: Enfrentó a la iglesia en la persona del arzobispo de Caracas, para "alejar" la influencia de los sacerdotes; y acabó literalmente con la vida de un general alzado a manera de lección para los caudillos regionales.

Cuando Guzmán triunfó contra los primeros alzamientos de provincia, en la batalla de Guama, envió un despacho a Caracas pidiendo un Te Deum en la catedral para su entrada victoriosa. El arzobispo era Monseñor Silvestre Guevara y Lira, quien aparte de jefe de la iglesia, había sido anteriormente senador y presidente del Senado, además de promotor de un concordato con la iglesia, el cual nunca fue aprobado por el Congreso. El ministro del Interior, Diego Bautista Urbaneja, notificó al arzobispo que el gobierno había dispuesto que se cantara un Te Deum a las 8 y 30 de la mañana. Eso no era raro, pues así se acostumbraba celebrar el triunfo en batalla del caudillo mayor. Lo extraño fue la reacción del arzobispo quien contestó con un documento donde decía estar dispuesto para la ceremonia, siempre que el gobierno decretara una amnistía. La reacción gubernamental fue rechazar la condición y exigir la realización de la misa cantada, pues de lo contrario el arzobispo debía abandonar el territorio nacional en 24 horas. La cosa fue a tanto que en verdad el prelado fue expulsado y sólo después de un tiempo de dimes y diretes, Guevara y Lira pudo volver a Venezuela.

La lección para los caudillos fue más cruenta. Se trataba del general Matías Salazar, llanero de El Pao, quien había acompañado a Guzmán Blanco en su Revolución Azul y era prácticamente el segundo jefe del ejército, y el primer designado (suplente del Presidente). No se sabe a ciencia cierta cuál fue el hecho causante del alejamiento de Salazar de su amigo el Presidente, aunque muchos hablan de un mal asesoramiento por Felipe Larrazábal, su consejero. Algunos sostienen que lo personal entró en juego, pues Salazar era campechano, sin educación, todo lo contrario de Guzmán quien exhibía un título de abogado y había residido en los Estados Unidos. Se rumoró durante mucho tiempo sobre un desaire en una fiesta con los empingorotados caraqueños. Como fuera, lo cierto es que Salazar se alzó en armas en el centro del país, y hasta allá fue el dictador a derrotarlo. El hombre, según correspondencia del propio Guzmán a su esposa Ana Teresa Ibarra, se rindió, admitió su culpa y pidió perdón, por lo cual permitió que se fuera al exilio junto a Larrazábal, con veinte mil pesos para gastos. Pero Salazar no pasó de Curazao, desde donde ingresó de nuevo al país para intentar derrocar a Guzmán. Esta vez no hubo perdón: Atrapado una vez más, fue condenado a morir fusilado, hecho que se cumplió el 17 de mayo de 1872. El mensaje fue para los caudillos regionales, quienes ahora sabían que se jugaban la vida si seguían con los alzamientos.

El líder centralista

Luego de dos años de dictadura y afianzamiento de su gobierno, Antonio Guzmán Blanco ordenó hacer cambios radicales en Venezuela, y prácticamente decidió todo él solo. Creo nuevas leyes en una sola dirección: El centralismo. Todo se debía decidir en Caracas, y pasar por las manos del gran jefe. Era el "septenio" donde las grandes obras y las leyes llevaban el sello personal de Guzmán, quien ha medida que avanza el tiempo se envanecía mas. Si bien avanzaba hacia la modernización en economía y reorganización geopolítica, todo estaba en sus manos logrando además el apoyo del sector económico mediante la oferta de pingües ganancias. Inauguró la Compañía Nacional de Crédito donde estarían varias empresas comerciales y el gobierno, aprovechando así para hacer "negocios", práctica que pronto lo harían uno de los hombres más ricos de Venezuela. Estableció cinco distritos militares para proteger su poder, de manera que si se producía algún alzamiento, allí estaba su ejército en armas para acabar con el enemigo.

Los historiadores coinciden en atribuir a Guzmán Blanco la modernización de Venezuela en aspectos como educación gratuita, primer censo poblacional, el Servicio Nacional de Estadísticas; levantó la economía y reorganizó la geografía del país, construyó carreteras, ferrocarriles, correo y telégrafos. Pero igual señalan que en su gestión "Guzmán Blanco fue liquidando o sometiendo a sus enemigos mediante el ejercicio de una férrea dictadura. Siempre ejerció el gobierno investido de facultades extraordinarias. Durante su gobierno no se respetaron los derechos humanos ni las libertades fundamentales. Fue un período de presos y desterrados políticos; de allanamientos, confiscaciones, contribuciones forzosas, vejámenes; torturas en las cárceles y ejecuciones. Fue también una época de corrupción administrativa y peculado". Quien no estuviera con él, era un oligarca y godo.

Uso la figura de Bolívar para su beneficio, y cuando se trasladaron los restos del Libertador al Panteón Nacional, el 28 de octubre de 1876, las loas al evento intentaron colocar a Guzmán a la altura del gran prócer. Llegó a tanto este laudatorio del jefe único, del gran comandante, que se levantaron dos enormes estatuas de Guzmán en Caracas. Sin embargo, en su enorme autoestima, Guzmán se había afrancesado de tal manera que ansiaba ir siempre a París, viajar y disfrutar de Europa y todos sus placeres. Por eso, al terminar el "septenio", con una nueva constitución vigente, no fue a la reelección sino que nominó al ganador evidente, Francisco Linares AlcántaraLuego sucedió que estando Guzmán en Paris, el nuevo Presidente permitió tomar impulso a la oposición, tanto que llegaron a tumbar las famosas estatuas "Saludante" y "Manganzón", como les decía el pueblo. Esta tendencia anti Guzmán fue llamada "los demoledores" y provocó que el general Gregorio Cedeño los enfrentara militarmente, derrotándolos en La Victoria. El dictador volvió rápidamente al país, y comenzó el "quinquenio", prosiguiendo con sus prácticas unipersonales y dictatoriales.

Terminado este periodo, utilizó a un presidente testaferro, el general Joaquín Crespo. Este militar fue quien reprimió al movimiento estudiantil de la época. Acabó con la autonomía universitaria, persiguió a los estudiantes y envió a las cárceles a sus líderes, con la anuencia del dictador ausente. Guzmán regresó una vez más en 1881 para comenzar su último gobierno llamado el "bienio". Ahora traía de Europa la constitución suiza como modelo y la impuso el 11 de abril de 1881. Según esa carta magna los periodos presidenciales serían de dos años. Establecía el voto directo, público y obligatorio para elegir los miembros del congreso pero, eludiendo una posible votación negativa en el parlamento, la "Suiza" señalaba que el Presidente sería electo por el Consejo Federal de los Estados, los cuales ahora eran sólo nueve, de acuerdo a las modificaciones realizadas por Guzmán en sus gobiernos anteriores.

Previendo la hora de retirarse, el dictador no terminó el "bienio", pues a mitad de periodo designó en la presidencia al primero del Consejo Federal, general Hermógenes López, y se fue el 10 de agosto de 1887, para nunca más volver. Desde su adorada Francia siguió imponiendo línea al gobierno de Caracas, e incluso realizó algunas labores diplomáticas. En Francia llevó una buena vida, disfrutando de la fortuna habida mientras manejaba el poder a su antojo en Venezuela. Finalmente murió el 28 de julio de 1899 de un mal estomacal no identificado. Cien años después el gobierno de Hugo Chávez trasladó sus restos para ser enterrado en el Panteón Nacional. Allí yace quien una vez dijo: "Venezuela es como un cuero seco que se pisa por un lado y se levanta por el otro".

Fabio Solano 
solanofabio@hotmail.com
 
http://www.el-carabobeno.com/impreso/articulo/t070111-lt01/Guzman:-El-autocrata
El Carabobeño (Valencia, Venezuela)
7 de enero de 2011

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