Amigos protectores de Letras-Uruguay

A puertas cerradas
Ana Solá

Cuando los hijos crecen dejan de ser niños para ser monstruos adolescentes. Sorry.

 

Y, a medida de que se van haciendo "semi-hombres/mujeres" se van enamorado e incorporando al hogar una nueva figura familiar que nosotras debemos aceptar nos guste o no, "porque el nene/a la/o eligió y yo no me tengo que meter".

 

Y cuando digo incorporar, también hablo de una nueva mentalidad. Somos una generación de madres permisivas que, por culpa de la inseguridad (la de afuera y la de adentro), optamos por el "mejor que estén en casa que en la calle* y, bajo el mismo techo, el noviazgo sigue su curso...  

El primer día que la presentó en casa nos pareció una chica "bien", tímida pero simpática, agradable en el trato, de aspecto bonito y cuidado. Tan sólo viéndola una podría imaginarse el porqué se enamoró el nene... De charla fluida durante el almuerzo, todos quedaron encantados con la chica.  

La segunda vez que vino a casa, ya más distendida y con más confianza, casi ni la vi. Los dos se encerraron en el cuarto del nene y, salvo a la hora de la comida, apenas pudimos compartir la mesa, porque antes del provechito se fueron a dormir la siesta.

 

La tercera vez, como los padres estaban de viaje, ella no quería quedarse sola en su casa. Entonces, vino a la nuestra a pasar el fin de semana. El nene armó el colchón inflable de dos plazas para que pudieran dormir más cómodos en el piso de su pieza. Yo les presté las sábanas, claro. Al chico lo veo poco por los estudios, me gusta que en casa se sienta bien atendido...

 

¡Ay, lo que han dormido esos chicos!¡ Se ve que venían tan cansados que esta vez ni a comer salieron! Para ir al baño tampoco, porque el nene lo tiene privado en su pieza. A mí me daba no sé qué que no probaran bocado, ¡¿qué van a pensar los padres si a la chica no la hemos alimentado?!

 

Yo por las dudas toqué la puerta, no vaya a ser cosa de que estuvieran asfixiados. "|Dejá de romper las bolas, vieja!", contestó el nene y me quedé más tranquila. Por lo menos está respirando...

 

También pensé en pasarle un plato de comida por debajo de la puerta o una fruta o algo... Pero se ve que ellos comen de madrugada, cuando los demás están durmiendo. Lo supe por los platos sucios que encontré en el piso del pasillo. ¡Y claro, si la chica es visita, ¿cómo se va a poner a lavar los platos?!

 

Pasaron 48 horas y seguíamos sin tomar contacto. Le escribí un mensajito en el celu, le puse: "Feliz domingo hijo. Ya está listo el asado...", yo para no golpear de nuevo y así ahorrarme la puteada. ¡Y ni salieron para el postre los dormilones!

 

Yo le decía a mi marido y al resto de los hermanos, "¿No les hará mal tanto encierro?", "No vieja, -decía el mayor- ¿no ves que está encajetado?¡Nunca lo vi tan boludo!", así hablaba de mal de su hermano. Y le recordé entonces cuando él había estado de novio que hacía las mismas cosas, pasaba las mismas horas en cama y sin haber enfermado y la boludez en la cara también se le había estampado.

 

Era la noche del domingo cuando se abrió por fin la puerta. A mi me pareció que los dos salieron más flacos, que habían bajado, por los menos, unos dos kilos cada uno... La amorosa saludó amablemente y agradeció por todo. "No, querida, de riada. No hay por qué...", le contesté sincera ¡Si ni siquiera produjo gastos!.

Ana Solá
Ilustración Clara Celoria
Conjuros mágicos de la bruja madre
Suplemento especial de Puntal para ellas en su día
Edición y recopilación de textos: Daniel Devia
Diario Puntal - Río Cuarto, Córdoba
17 de octubre de 2010

Ir a índice de América

Ir a índice de Solá, Ana

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio