Viaje a Trapolandia 
Estela Socías Muñoz

Pasó el tiempo y un día Carmelita desapareció, lo que tuvo muy preocupadas a Paula y a Lucía. Lo único que les había dicho la muñeca, era que hablaría con Kalín, su amigo el cóndor, para que las llevara a Trapolandia.

Esa noche Paula se despertó y vio a Carmelita sentada en la silla cerca de su cama, como lo hacía siempre.

_¿Dónde has estado? Me tenías preocupada_ le preguntó a la muñeca.

_Fui a conversar con Kalín y éste aceptó llevarnos a Trapolandia. Para eso necesitamos un mapa que nos indique cómo salir de El Totoral y llegar hasta el bosque donde se encuentra la cueva del  arco iris.

_Pero, ¿qué pensará mamá si en la mañana no nos encuentra en la cama?

_No se dará cuenta, pues regresaremos antes de la cinco de la mañana. En Trapolandia, el tiempo transcurre diferente. Los días y las noches pasan más rápido.

_¿Cuándo iremos?_ preguntaron las dos amigas al mismo tiempo, muy entusiasmadas.

_Este sábado por la noche. Aprovecharemos que en Trapolandia hay un carnaval. Así nadie nos preguntará nada y a lo mejor, logramos conversar con Ángeles, la brujita de la vida. Ella podría confeccionar una muñeca para Lucía.

_¡Es maravilloso!_ dijeron las dos amigas. _¡Nos prepararemos para el viaje!, juntaremos comida y ropa.

_Nada de eso es necesario en Trapolandia. Sólo hay que tener cuidado con Alice, la bruja destructora pues a ella no le gusta que existan muñecas como yo. Ella es envidiosa, malvada y quiere poseerlo todo.

El sábado, las amigas hicieron todas sus tareas; dieron las buenas noches y se fueron a acostar en silencio.

Estela y Francisco, los papás de Paula, después de un rato, subieron hasta la pieza, abrieron la puerta y al verlas tan tranquilas se retiraron a descansar; sin sospechar la aventura que esperaba a su hija y a su amiga Lucía.

La casa estaba en completo silencio, cuando Carmelita se bajó de la silla y se acercó a las niñas para mostrarles el mapa que indicaba cómo salir de El Totoral y llegar al bosque donde las esperaría Kalín.

Rápidamente, Paula y Lucía se vistieron y, sin hacer ruido, ayudadas por la muñeca, salieron de la casa en busca de su aventura.

Cuando llegaron al bosque, un cóndor grande y majestuoso las estaba esperando. Al verlo, las niñas preguntaron a Carmelita:

_¿Estás segura que no es malo y que no nos hará daño?

_¡Segura!, Kalín es un ave muy buena y será nuestro amigo y protector... ¿No es cierto, Kalín?

_No tengan miedo_ respondió el cóndor _Suban a mis alas y yo las llevaré hasta la cueva del arco iris, que está muy cerca. Llegaremos pronto.

Las tres se acomodaron entre las grandes alas del cóndor y Kalín emprendió un rápido vuelo.

Pronto llegaron a la cueva del arco iris, llamada así pues el sol y el mar se reflejaban en sus paredes las cuales despedían miles de hermosos colores.

Carmelita les explicó que si se tocaba una de las piedras (que ella conocía) el fondo de la cueva se abriría y por ese camino podrían llegar a Trapolandia, la tierra encantada de los muñecos de trapo.

_¿Estás segura que podremos entrar sin peligro y no nos perderemos?_ preguntaron Paula y Lucía.

_¡Por supuesto!...No teman. Además, podríamos llevar a Kalín para que nos proteja.

Carmelita, salió de la cueva y trajo a Kalín, lo tocó con su varita mágica y lo transformó en un cóndor de trapo. En seguida, tocó tres veces a Paula y a Lucía, diciendo: «Por el poder de Ángeles, la bruja de la vida, has que estas niñas sean como yo»

De inmediato, por arte de magia, las dos

pequeñas amigas se convirtieron en muñecas de trapo.

Carmelita apretó la piedra precisa y el fondo de la cueva se abrió, dejando ver ante ellas, un hermoso paisaje. Era un pueblito lleno de colores, con hermosos prados y lindas casitas. Niños y animales corrían y jugaban alegremente y, lo más emocionante, todos eran de trapo como ellas.

Las tres niñas y Kalín, caminaron por Trapolandia, donde todo era bellísimo. Jamás, se habían imaginado un lugar tan multicolor y lleno de alegría.

A lo lejos, se destacaba el palacio de la brujita Ángeles, hermoso y perfumado. De ahí se escuchaba una suave música; se sentía olor a moras, a empanadas recién horneadas y a pan amasado. De la chimenea salían estrellitas de todos colores que adornaban el cielo y los árboles cercanos.

Por el contrario, en el otro extremo del pueblo, estaba el castillo de la bruja Alice, que se encontraba cerrado, pero de su chimenea salía humo negro que al llegar al cielo se convertía en nubarrones y rayos destructores.

En  medio del valle, hermosas casitas pintadas de diferentes colores, brillaban al sol, rodeadas de jardines floridos, donde habían columpios, balancines y otros juegos para niños.

Paula y Lucía no se cansaban de correr y jugar, pero Carmelita se dio cuenta  que era hora de regresar y tomándolas de la mano las ayudó a subir a las alas de Kalín quien rápidamente las llevaría de regreso a casa.

Una vez que volvieron a la cueva del arco iris, Carmelita sacó su varita y las tocó tres veces repitiendo las palabras mágicas: «Por el poder de Ángeles, la brujita de la vida, has que Kalín, Paula y Lucía, vuelvan a ser como antes»

Pronto estuvieron en casa y las tres amigas entraron por la ventana del dormitorio sin hacer ruido, se pusieron sus camisas de dormir y se acostaron. Carmelita, se sentó en su silla y antes que las niñas se durmieran, pues estaban muy cansadas, les prometió llevarlas nuevamente a Trapolandia para conocer otros lugares.

Estela Socías
Las aventuras de Carmelita 

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