Carmelita la muñeca de trapo 
Estela Socías Muñoz

En un pueblito lejano de la capital, llamado «El Totoral», donde los días eran más cortos que las noches, vivía una modesta familia nacida en el lugar, por eso conocían y eran amigos de todos los lugareños.

Francisco y Estela,  se habían casado cuatro años atrás y tenían una hermosa niñita a quien le habían puesto por nombre Paula.

Paula, era pequeña, rubia y juguetona; tenía tres años y lo único que deseaba era una muñeca de trapo, ya que todas sus amigas tenían una que habían heredado de sus  abuelas y ella en cambio, no había conocido a su abuelita y sus padres no tenían dinero para encargar una muñeca a la ciudad.

La navidad estaba por llegar y los niños del pueblo rezaban a la Virgen de El Totoral para que les trajera sus regalos. Paula soñaba que esa Pascua sería la más hermosa de su vida y estaba segura que recibiría su tan añorada muñeca de trapo...

Los papás prometieron a sus hijos que tendrían un regalo y que para eso debían dejar una pequeña nota en el árbol llamado «campanitas de navidad», que estaba ubicado a la entrada del pueblo.

Lentamente, pasaron los días y para los niños llegó el momento tan esperado; no así para los padres que se arrepentían de sus promesas pues no habían podido encontrar quién trajera, a ese lejano lugar, los regalos prometidos.

Con este pensamiento y un poco tristes, a las nueve de la noche, Francisco y Estela se dirigieron al árbol donde los niños habían colocado sus notas pidiendo el regalo preferido.

Este árbol era muy especial, ya que sus hojas tenían la forma de pequeñas campanas que, al menor soplido del viento, producían un sonido muy parecido al tintineo de las infaltables campanitas de navidad, tan comunes en todos los hogares.

Al acercarse al árbol, algo sorprendente los detuvo: brillaba maravillosamente y sus campanitas tenían cintas de diferentes colores que hacían resaltar las notas de los niños, de tal manera, que se iluminaba toda la entrada de El Totoral.

En el suelo había un hermoso pesebre que parecía verdadero. Todas las figuras tenían vida, María y José permanecían,  con sus manos unidas, rezando y al mismo tiempo llorando. Sólo los acompañaban dos vaquitas y una estrella que iluminaba la escena.

Emocionados, Francisco y Estela, se  arrodillaron y se dieron cuenta que esos personajes eran de verdad y que sus llantos también eran reales.

_¿Por qué estás llorando?_ preguntó Estela  a la Virgen.

_Y ustedes, ¿por qué rezan?_ replicó José.

_Ustedes no son como el pesebre que tenemos en nuestra casa; ¿estaremos volviéndonos locos? _ preguntó Francisco.

José y María dejaron de llorar y  contestaron:

_Queridos hijos, cómo no vamos a estar tristes si todos en este pueblo, se han dedicado  sólo a pedir juguetes y no se han acordado de Jesús.

_En eso están equivocados- les dijo Francisco, respetuosamente.

Los niños tienen un pesebre y un arbolito en sus casas desde noviembre, todos los días rezan y no siempre piden cosas materiales.

Somos humanos y como tales tenemos algunas fantasías.

En esta fecha celebramos el nacimiento de Jesús, pero los niños creen que los Reyes Magos, no sólo le traerán regalos a Jesús. También esperan en sus bolsas algunos juguetes para dar vida a sus fantasías. Piensan que todos los regalos vienen del cielo.

Al llegar las doce de la noche, una gran luz alumbró el pesebre y vieron a Dios Padre que depositaba al niño Jesús en el pesebre al mismo tiempo que decía:

_Esta noche será diferente, en este lugar habrá la más impresionante de las fiestas de Navidad.

Francisco y Estela no entendían nada y al mirar sus rostros, Dios comprendió y les dijo: _Por un minuto cambiaremos el significado de esta fecha, pero después, cuando cada niño haya recibido su juguete anhelado, nadie se acordará de lo que aquí sucedió.

Se arrodillaron en silencio y fue así como toda la gente del pueblo, al sentir el ruido de campanas, llegó al lugar. El espectáculo era fantástico, el árbol no cesaba de sonar. En el pesebre, la estrella iluminaba como nunca y esparcidos en el campo había  bolsas  de color verde como las ramas especiales de ese árbol con una campanita en cada uno de ellas y, pegadas con un alfiler, estaban las notas  que cada niño había dejado. Los niños venían felices, cantando villancicos de navidad y depositando en el pesebre,  pequeñas ofrendas, como frazadas, platos, aves, huevos, todo lo que habían podido traer desde sus casas.

Francisco y Estela y los demás papás miraban esto cómo algo milagroso y no sabían cómo actuar ya que no recordaban nada de lo sucedido anteriormente en el pesebre...

Luego, de unos matorrales apareció el Viejo Pascuero y empezó a entregar a cada niño su regalo.

Todos los juguetes eran muy simples y parecían confeccionados por los propios padres. Pero las caras de los pequeños, igual se llenaron de alegría.

Cada niño al abrir su bolsa gritaba y sonreía de felicidad, pues dentro estaba lo que había pedido.

Paula, nuestra pequeña protagonista, al abrir su bolsa y ver que una linda muñeca de trapo venía en su interior, muy contenta se puso a bailar con ella, y al hacerlo, vio que la muñeca le guiñaba un ojo y le decía muy suave:

_Vamos a ser muy felices. Jamás nadie nos separará.

Paula  dijo:

_Mamá, papá, siempre le daré las gracias al Viejito Pascuero por  regalarme esta muñeca tan hermosa.

Los padres  no podían creer que su hija fuera tan feliz con una simple muñeca de trapo, con dos grandes  trenzas y vestida igual que su pequeñita. Pensaron que alguna vecina era la que había hecho realidad los sueños de todos los pequeños del lugar y en forma especial, el de su querida hija.

Se retiraron a su casa, pero antes de entrar le preguntaron a Paula qué nombre le pondría...

_Carmelita, Mamá, como la abuela. ¿no es cierto Carmelita?

La muñeca le cerró otra vez un ojo.

Paula lo único que quería, al igual que los otros niños, era dormir con su  muñeca  toda la noche y despertar pronto para jugar con ella, todo el día.

Así se durmió abrazada con su querida Carmelita, esperando el nuevo amanecer...

Estela Socías
Las aventuras de Carmelita 

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