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¿Se brinca o no se brinca?
por Ivette Marie Serrano

De inocentes no tienen nada, créanme. Andan con la cara cubierta por una tela metálica. Los ojos humanos se pueden percibir detrás de los pintados. Llevan consigo una lanza de madera pintada de rojo, amarillo y negro. Cuando menos te lo esperas ya los tienes en la puerta de tu casa. Ahí, ya no hay nada que hacer…

Mis dos primos parecen gatos. Ellos son los que se comen los dulces del barrio. Desde muy temprano rodean las casas de los vecinos. Se cubren el cuerpo con una capa y yo a veces me preguntó cómo no se mueren del calor con tanto trapo encima, pero eso no importa ahora. Esa capa no es como la que vi en la película del Zorro, es una capa corta, como un velo de novia, pero tiene varios colores. Resaltan los rojos y verdes navideños, pero también tiene lila y amarillo. Realmente es tan hermosa como el café cuando le da el sol. Bella como la guajána cuando el viento la despeina. Yo creo que ni las Barbie’s edición lujo de mis primas tienen tanto brillo en sus vestidos.

Su ropa está adornada con más rizos que las mangas de las rumberas de las botellas de Bacardí con las que Mami prepara el coquito. A mi no me dejan tomar coquito, pero he visto cómo lo mezclan. Siempre me quedo en la cocina con la excusa de ver para aprender, pero en realidad lo que quiero es saborearme lo que se quede en la lata de leche condensada. Por el momento, de la cocina ese mi único interés.

Mis primos, en vez de piñas, y todo el cóctel de frutas que llevan las rumberas en la cabeza, tienen un sombrerito adornado con todo lo que sobró del árbol de Navidad del año pasado: borlas, rizos, lentejuelas, cascabeles. Yo he visto que hasta flores les ponen.
Mami dice que ellos son soldados y me explicó varias cosas más, pero me lo dijo en palabras tan difíciles que no las puedo recordar ahora. Le insistí tanto que me tuvo que escribir en un papel que eran soldados con un rol subvertido, aunque ahora me confundo y no me acuerdo si eran con rol divertido. Bueno, a mi lo que no me cuaja es que mis primos se dediquen a gastar bromas y supuestamente llevar alegría en ese rol divertido y que yo no pueda ir con ellos. ¿Por qué no? Si yo sé que soy capaz.

-¿Qué crueldad es esa?- Le replico a mi madre. -¿Quién fue el que dijo que solamente los nenes pueden recibir dulces y chavitos? ¡Y qué rol divertido y divertido! ¡De divertido no tienen nada, Mami!- Le decía mientras ella seguía riéndose y batiendo la leche de coco con el ron sin responderme ni una palabra.

No quiero pensar que la vida es totalmente cruel, solamente está mal repartida. Me parece una mala broma, de quien sea, que haya mandado a decir que las nenas no podemos disfrutar de los privilegios que trae vestirse de Máscara de los Inocentes en Navidad. ¡Yo no entiendo a la gente grande! Si nenes y nenas nos veríamos todos iguales. ¿Qué bobería es esa? Si mis primos pueden ser Máscaras, yo también lo puedo ser.

Así fue como me iluminé. Se me ocurrió que hace un tiempo para una fiesta de despedida de año, Mami se había puesto un traje de lentejuelas, y con eso, yo podía adornar mi ropa como lo hacen las Máscaras. Recogí cuanto trapo brilloso había en la casa y me entallé el vestido con grapas. En realidad no parecía una Máscara en sí, creo que parecía más un espantapájaros, o algo raro, pero estaba tan feliz que cuando cerraba los ojos podía verme bella como las Máscaras de verdad. Me imaginaba hermosa como el platanal plateado que se ve algunas noches por mi ventana. Y look fue total, no se equivoquen. Lo completé cuando trasteando en el armario de Mami encontré una cartera de lentejuelas que también me llevé para echar los dulces que me dieran los vecinos. Yo espero que me den muchos dulces y dinero. Quizás recoja tanto que pueda comprarme dulces todo el semestre. Así no tengo que estarle pidiendo a Mami o trasteando en el sofá, a ver si a papi se le ha caído algún centavo.

Al fin, me fui a alcanzar a mis primos parranderos que hace un rato me habían dicho que iban para casa de abuela. Mientras caminaba hacia allá, escuchaba la música y las risas que salían de las casas. Disfrutaba del olor a pasteles y lechón asado que se mezcla con la fresca brisa de San Sebastián y que a uno jamás se le olvida, aunque no sea Navidad porque eso se te graba en la memoria. Yo creo que pasa igual que con el tatuaje de papi, que tampoco se borra.

El barrio estaba adornado con pascuas rojas, guirnaldas de colores y en algunas casas colocaban en el patio un pesebre. Antes Mami y yo también poníamos uno afuera, pero ahora ella prefiere ponerlo debajo del árbol, porque una vez, cuando lo puso en balcón, unos pillos le robaron unas ovejas. Entonces, este año hizo igual que abuela, solamente puso un lazo rojo y un letrero bien grande que dice: “Feliz Navidad”. A mi me gusta más el que está en casa de abuela porque ese tiene bombillas coloras’ y de noche se ve muy bello. A lo lejos, logro ver ese alegre letrero de la casa de mi abuela y a mis primos.

Justo cuando logro alcanzarlos ellos estaban preguntando- ¿Se brinca o no se brinca? Y de momento oigo la voz de trueno de mi abuela que dice -¡Wepa!- con mucha energía, pero a coro, también escucho a Mami que grita -¡Se brinca!-. Eso fue terrible…

Ahí mis primos comienzan a brincar y a brincar, pero sin dejar de mirarme mal y sacarme la lengua. Estaban tan afixiao’s por ganarse los dulces que no les dio tiempo de acusarme. A todo esto, yo me había quedado tiesa pensando en que si Mami se daba cuenta que yo me había ido a brincotear con mis primos, ya no se iba alegrar tanto, ni mucho menos, iba a gritar con tanta ilusión -¡Se brinca! Si me regañaba esta Navidad no podríamos celebrar juntos que el Niño Jesús estaba a salvo. El plan se arruinaría.

No había terminado de acabar lo que pensaba, cuando sale por la puerta Mami. Ella miró al espantapájaros chiquitito, o sea, me miró a mí y estiró su mano…Ay, yo me sentí más enana que nunca -¡Madre santísima líbrame de esta! ¡Hasta aquí llegué! ¡Me van a dar una pela!- Pensé muy preocupada-. -Mis primos se burlarán de mí, y peor aún: ¡me quedaré sin dulces! Derrumbando todos mis pronósticos, al extender su mano en vez de un golpe, Mami sólo me dio unos caramelos y comienza a reírse a carcajadas.

Mami gritó nuevamente – ¡Se brinca!- Mis primos comenzaron a chocar sus palitos contra las tablas del balcón, y yo, por primera vez, muy feliz, brincaba con un gancho de guayaba pintado con lipstick de Mami. Definitivamente, esto fue una danza triunfal. Yo creo que Mami no se dio cuenta de que me vestí como las Máscaras. Quizás me salvé porque antes de llegar a casa de abuela le cambié la cartera de lentejuelas a mi primo por un par de dulces.

Gentileza de www.revistapurpurapr.com

y de http://www.oscurosalvaje.blogspot.com/ 

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