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La guagua sigue sin freno 
Articulo escrito por: Rafah Acevedo
Especial para EN ROJO, Claridad

El pasado 24 de mayo la Guagua de la Poesía siguió su viaje por la ruta de la seda (Café Seda) en el Viejo San Juan. Como en los anteriores jueves (día oficial de los vallejianos) una pléyade de poetas, oyentes y beodos se dio cita para escuchar y leer durante horas. Los mecánicos de la Guagua estaban allí: Luis César Rivera, Angel Luis Méndez, Etnairis Rivera, Néstor Barreto, Elizam Escobar. Y por supuesto, los invitados de esa noche que son parte de la cantidad inusitada de bardos que pueblan un país tan asediado por la banal prosa de los discursos oficiales.

John Torres, autor de Fracturas del devenir, inició la lectura en tono low key, pero con textos buenos. Le siguió Xavier Valcárcel, con un acercamiento más performático. Valcárcel pertenece a la activa Asociación de Escritores Universitarios y su Monólogo del solitario es de los mejores poemas del hit parade actual. También leyeron Astrid Lugo, poesía de suaves matices eróticos, buena proyección escénica, y Sally Nieves, versos intimistas, de amor y muerte. Ambas pertenecen a la Asociación mentada.

La noche continuó con participaciones heterogéneas. Federico Irizarry, cuyo personaje bloguero es harto conocido y apreciado, leyó de su libro Kitsch y algunos textos inéditos. Actualmente dirige el Colectivo Sótano 00931. Raúl Guadalupe leyó textos de El tierno vidrio de la noche y algunos otros sueltos. Poeta lúcido. Luego Norka Pérez Lozada, quien hace hermosos libros artesanales, presentó un texto que tiene visos de pieza teatral.

De lejanas tierras llegaron poetas. Ivette Serrano, de San Sebastián del Pepino, directora de la revista Púrpura, tuvo paciencia y leyó con ímpetu. Michelle Rodríguez Olivero, jovencísima viuda de Rimbaud, demostró una madurez desusada con un dominio escénico refrescante. Llegó, cuentan, de las lejanas tierras de Aguadilla.

Eddie S. Ortiz, bibliotecario del Hades, complació al público con poemas mesurados, de fina orfebrería conceptual. Dejó sin tocar un bongó de cedro que trajo por si las moscas. Estuvo allí en lectura iniciática Jorge Lázaro, posiblemente el más joven de los pasajeros que haya montado en la guagua en sus dos décadas de historia. Y, sin embargo, poesía lograda y, disposición de ánimo acompañaronle.

La primera tanda culminó con una lectura impetuosa en la poderosa voz de Kairiana Núñez. Los poemas de Rafael Acevedo (Moneda de sal) alcanzaron límites insospechados con ella, que tuvo como fondo sonoro el ruido controlado del maestro electrónico Marco Trevisani. Grazie, grazie.

En la segunda tanda, cuando leyeron otra veintena de poetas, las cervezas habían nublado mi entendimiento. Pero sé que todo estaba en buenas manos. Allí estaban Rosario Quiles, Carlos Glaster, Payo Canino, Norka…

La Guagua termina su periplo este jueves 31 de mayo, conducida por la poeta Etnairis Rivera. Feliz término.

Gentileza de Ivette Marie Serrano  
www.revistapurpurapr.com

y de http://www.oscurosalvaje.blogspot.com/ 

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