La viva eternidad de César Vallejo

por Jesús Serra

Universidad de Los Andes -Mérida (Venezuela)

 

 

"Y si después de tantas palabras,

no sobrevive la palabra!.

Si después de las alas de los pájaros,

no sobrevive el pájaro parado!

Más valdría, en verdad,

que se lo coman todo y acabemos!"

 

Haga la cuenta de mi vida

o haga la cuenta de no haber aún no nacido

no alcanzaré a librarme .

                                                                                                                                                                  César Vallejo

Confluencia en la raíz del árbol y en las alas del verso

Cuando la infancia ha transcurrido entre elevados árboles, acequias virginales y sencillas, cielos de azul insospechado, graneadas palabras de campesinos frecuentemente silenciosos, precarios y desabrigados libros de literatura, entonces habrá espacio para albergar los solares versos de César Vallejo. Porque más allá de unos significantes singulares se encontrará radiante la terrestre existencia de un hombre, que nació en un pueblito anónimo de los Andes peruanos, que creció para siempre con un cielo fraternísimo al fondo de las retinas y unas manos diestras en las líneas y los espesores de las hojas. Vencer las dificultades que con naturalidad ofrece cada verso y contactar jubiloso con los sueños y las espinas que afectaban la carnalidad de Vallejo, he aquí la empresa capital que se propone al lector venidero, en busca de fraternas almas literarias para el incierto viaje. Alforjas llenas de pan y noches contraídas esperan allí. Estallante será el encuentro por medio del cual se alcanzarán las lunas del camino.

Peso y estimo cada palabra de Vallejo pues ella revela la crepitante vida de un hombre que sintió los torbellinos y también las esperanzas de todos los hombres, centro sanguíneo de intensas resonancias humanas, y encontró por la fuerza viva de su vocación literaria resplandecientes y efectivos vehículos verbales donde se encarnó él mismo con franqueza. Nada de intenciones lúdicas a través de su obra poética, su propósito es otro: marcarla lengua con su propia vida, y ello fue logrado a plenitud, pues la poesía de Vallejo se ha levantado ya en el mundo como un inconfundible y esplendente resultado de una innegable vocación artística, enriquecido con una coherente actitud reflexiva que genera el nacimiento de claras ideas en torno al mundo y al hombre.

Vivir entre los versos de Vallejo constituye la excepcional posibilidad de sentir un lenguaje despojado de insustanciales preciosismos, y en su lugar enfrentarse a la vigorosa aspereza que solamente pretende revelarla vida. Estética del ascetismo, enemigo de la abundancia vana o cancerosa. Arte del discurso concentrado y vital. Paralelismo inevitable con la sencillez y el resplandor de la margarita que concentra tanto mundo en tan precario espacio. Vocación impecable de tallista frente a un lenguaje disperso y tirano. Y por todo ello Vallejo ha resultado inimitable, pues no constituye un patrón fácilmente calcable, es sin duda un caso único en la literatura latinoamericana, que si bien en sus comienzos convivió y se nutrió de influencias dominantes en su ambiente literario, tales como el romanticismo, el modernismo y autores como Darío y Herrera y Reissig, supo después abrir una brecha propia y conformar una latitud absolutamente propia. Imitar a Vallejo sería simplemente una tarea desmesurada, pues ello implicaría pretender hablar a través de una voz inalcanzable, singularizada por sus altos e insuperables registros sintácticos y conceptuales.

De ninguna manera resulta arriesgado el intento del crítico Alejandro Lora Risco de estrechar la voz de Vallejo a la de Rilke y de Kafka[1]. Como Rilke su yo metafísico alcanza una crepitación extraordinaria. Como Kafka su angustia alcanza cimas increíbles y así mismo la impotencia frente al destino, el cual resulta en el peruano un tema dominante. Pero yo agregaría algo más: Vallejo como Rilke y Kafka constituyeron vocaciones artísticas ejemplares, pues la propia vida no transigió con imperativos circunstanciales y supo cristalizar como medio absoluto para la realización de las mismas. 

Entre las lindes de Vallejo

En un pequeño pueblo, Santiago de Chuco, ubicado en los Andes peruanos, a unos 3.150 m. de altitud, la misma del Cuzco, nace un 16 de marzo de 1882 César Abraham Vallejo, proviene de un hogar humilde, donde el trabajo honesto es el propósito principal en la vida. Crecerá Vallejo en un ambiente proclive a la religión católica que representa la religión de sus padres. Su infancia estará signada por dos características propias del campo: la inocencia y la estrechez de la tierra. Todo ese fondo, su familia, su pueblo, constituirán elementos constantes de su universo poético. Resulta simplemente curioso como este Vallejo salido del puro corazón de un campo perdido en el Perú, con el tiempo haya alcanzado la dimensión que hoy tiene. Se da en el campo el vencimiento paulatino de poderosas barreras ambientales hasta palpar con su propio pulso otras latitudes más actuales y convertirse él mismo en una definida e importante presencia literaria contemporánea por medio de su obra.

César Vallejo ejemplariza el caso del escritor con ciara conciencia de su vocación literaria. Y es por ello que ya en el año 1910 lo vemos iniciar sus estudios de Letras en la Universidad de Trujillo. Es evidente que había en él el deseo de alcanzar una sistemática formación escolar en el complejo mundo de la literatura. Signo lógico para quien sería más tarde un "caso poético", justamente por su originalidad y su ruptura con una tradición literaria dominante. Más en este año no le es posible desarrollarlos normalmente debido a serias dificultades de orden económico; será en el año 1913, cuando comienza con verdadera regularidad tales estudios. Paralelamente a sus estudios de Letras deberá realizar trabajo docente a nivel de educación primaria, y es justamente, en esta época cuando el novelista peruano Ciro Alegría —inolvidable por su redonda e intensa novela Los perros hambrientos—deviene, por esas extrañas casualidades de la vida, en discípulo de Vallejo. Ocurrirá, en el Colegio Nacional de San Juan de Trujillo. De este hecho tan extraordinario, la convergencia de dos escritores tan significativos con el correr del tiempo, en un lugar remoto del Perú, quedará un testimonio, el de Alegría, realmente memorable para la historia de la literatura latinoamericana, no sólo por su valor propiamente histórico, sino también por sus efectos humanos y literarios. Dirá Alegría: "César Vallejo —siempre me ha parecido que esa fue la primera vez que lo vi—, estaba con las manos sobre la mesa y la cara vuelta hacia la puerta. Bajo la abundosa melena negra, su faz mostraba líneas duras y definidas. La nariz era enérgica y el mentón más enérgico todavía, sobresalía en la parte inferior como una quilla. Sus ojos obscuros, —no recuerdo sí eran grises o negros— brillaban como si hubieran lagrimas en ellos. Su traje era uno viejo luido y, cerrando la abertura del cuello blanco, una pequeña corbata de lazo estaba anudada con descuido... Aunque a primera vista pudiera parecer tranquilo, había algo profundamente desgarrado en aquel hombre que yo no entendí sino que sentí con toda mi despierta y alerta sensibilidad de niño...[2]. Repito nuevamente este fragmento, ya lo había hecho anteriormente en mi trabajo "La poesía de César Vallejo", por cuanto considero que esa imagen que traza Ciro Alegría ha terminado por ser la imagen aceptada de Vallejo. Ese "algo profundamente desgarrado en aquel hombre", evidenciado en "Sus ojos obscuros" configura indudablemente una imagen romántica que no debía chocar a la conciencia de un hombre que como Vallejo niveló sus existencia a una visión y sobre todo a un ser romántico. Pero entiéndase que no me refiero al romanticismo quejumbroso sensiblero, tan propagado en nuestra literatura, hablo de un romanticismo centrado en un sentir a fondo los misterios del vivir y las heridas a que se arriesga la sensibilidad decidida a comprender esos misterio. Un Holderlin quemándose a plenitud en el esfuerzo de socavar los torbellinos de la conciencia. Por allí ubico las inquietudes ontológicas de Vallejo.

Para el 22 de septiembre de 1915 se registra en la cronología de Vallejo la presentación de su tesis de grado: 'El romanticismo en la poesía castellana" con la cual obtiene de manera sobresaliente el grado de Bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Trujillo. Se trata de un texto de neta filiación romántica y bajo el candil de las teorías críticas de Hipólito Taine. Por cierto que allí Vallejo llega a afirmar:

Hasta antes de la revolución romántica no ha habido verdadera sanción en materia literaria, en todos se sintieron iluminados por el Espíritu Santo de la mentalidad pagana, y todos los que escribían eran poetas, oradores, novelistas, o autores dramáticos, pero ninguno quiso criticar. Y es que en una época tan brillante para las letras europeas, un apacible ambiente de optimismo y de fe en los destinos humanos, acariciaba los corazones: todo lo que se hacia era o debía ser bueno y no había nada digno de censura en la literatura...[3].

Cabe pues al romanticismo haber estimulado la crítica, la cual —seguimos nuevamente a Vallejo— "corrige y lima conforme a los modelos que a fuerza de un ansioso trabajo de perfeccionamiento. ha logrado obtener como ideales"[4]. No resulta muy claro esta orientación de los destinos de la crítica según Vallejo, sobre todo la mención de "modelos" palabra tan encajada en la estética neoclásica, donde los géneros literarios alcanzan rango de divinidad. Otra aspiración teórica contiene la estética romántica, tan opuesta a la noción de modelos y tan respetuosa de la libertad creadora en cuanto a la utilización de formas literarias. Más la importancia de Vallejo en relación con sus puntos de vista críticos valen como fundamentos para explicar su propio trabajo y no como compactas y sistemáticas teorías críticas. Pero si importa subrayar que Vallejo al abordar el tópico de la crítica muestra una vez más su conciencia creadora, quizás lo más usual para la época era recurrir al historicismo literario o abandonarse al impresionismo crítico. Al referirse a la existencia de un aparato crítico, con cierto nivel de rigurosidad metodológica, muestra su lucidez y excepcionalidad en el contexto literario en el cual está inserto. Resulta evidente que Vallejo conocía con hondura la tradición literaria de Occidente y ello tenía que ser así pues sus propósitos literarios requerían la aprehensión propia de los fundamentos de dicha tradición, y entonces a partir de allí saber a ciencia cierta de que manera podía intentar la ruptura; de otra manera hubiera sido más indecisa y azarienta la dirección de sus búsquedas literarias.

Como en la generalidad de los auténticos artistas existen unos comienzos vacilantes y torpes, constituye lo que algunos críticos han denominado la prehistoria literaria de Vallejo. Se ubica este período entre los años 1911 y 1914. Todavía Vallejo no sabe utilizar las técnicas fundamentales de su poesía y será en 1915, época inicial de Los heraldos negros, cuando ya se visualizan algunas constantes temáticas y singularidades verbales que anuncian la maestría creadora de Trilce. De acuerdo con Hernando Track: "Probablemente la penuria ambiental incide en sus tentativas primerizas; poca cosa podría proporcionarle el medio lugareño de Santiago de Chuco o el ambiente Universitario de Trujillo, entonces ociosa estampa provincial, como no fuera el instinto nostálgico y la extraversión afectiva que mantendría hasta Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz[5]. Como bien lo demuestra Track esta prehistoria vallejiana exhibe ejemplos de lo que no debe ser un poema realizado, son muestrarios de evidentes prosaísmos, así por ejemplo en el poema "Fosforescencia".

Una noche miré muy asustado,

señor en el collado,

del viejo cementerio, algunas luces

chispeando entre los viejos mostazales

 

Yo a solas regresaba del molino

por el largo camino

y la noche señor ¡qué oscura estaba!

 

¡Que miedo, uf!. Casi lloro. Muchos cuentan

señor que se presentan

ahí en la noche y a avanzadas horas

los muertos alumbrándose con ceras! "[6]

Vallejo se traslada a París el 17 de junio de 1923 y nunca más regresará al Perú. En París llevará una vida marcada por estrecheces económicas, vivirá de sus colaboraciones periodísticas a la revista peruana "Variedades". Su estadía en la ciudad luz será un largo período de prueba para su resistencia física y espiritual, y le permitirá contactar con uno de sus temas centrales: el dolor humano. No será el dolor humano en sus versos una artificiosa creación literaria sino una vivencia interna y perdurable. Muere allí el 15 de abril de 1938. No fue un jueves como el hubiera querido, según sus versos: "Me moriré en París con aguacero/un día del cual ya tengo el recuerdo./ Me moriré en París —y no me corro—/ tal vez un jueves, como es hoy de otoño ", sino un viernes, y por cierto un viernes santo que simboliza el día máximo de la pasión cristiana. Resulta curioso este presentimiento de Vallejo de morir en París y al respecto vale la pena citar el testimonio de Juan Espejo Asturrizaga, en relación con una visión de Vallejo en la casa de Antenor Orrego en Huamachuco (Perú), en el año 1920, oigamos la versión de Asturrizaga de lo contado por Vallejo: "Estaba despierto decía, cuando de pronto me encontré tendido, inmóvil, con las manos juntas, muerto. Gentes extrañas a quienes yo no había visto rodeaban mi lecho. Destacaban entre estas una mujer desconocida, cubierta con ropas oscuras y, más allá en la penumbra difusa, mi madre como saliendo del marco de un vacío de sombra, se me acercaba sonriente me tendía sus manos...Estaba en París y la escena transcurría serena, sin llantos[7].

La obra poética de Vallejo se reduce a cuatro libros: Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), Poemas Humanos (1939) y España, aparta de mí este cáliz (1939). Como bien puede observarse se trata de una obra de reducidas dimensiones materiales, pero de una intensidad y riquezas poéticas ejemplares en el ámbito de la literatura hispanoamericana.

Intentos de modulación sobre el arco reciente

Los heraldos negros (1919) es el punto de partida de la densa y prolija obra poética de César Vallejo. No obstante representar el primer libro, y por lo general todo comienzo es deficiente, este primer libro vallejiano constituye una clara excepción por cuanto que en muchos de sus poemas se cristaliza verdadera poesía. No es por supuesto homogéneo en lo que se refiere a la estructura y calidad literarias; se tiene la impresión de que muchos poemas llegaron al libro no en busca de una integración natural, sino aclarando un sitio para establecerse; otros poemas se resentirán de evidentes y limitantes influencias; pero también estarán poemas que anuncian el gran Vallejo que aparece luego en ese monumento verbal llamado Trilce.

De Los heraldos negros los lectores hispanoamericanos recuerdan a menudo el poema que da nombre al libro y con el cual éste comienza. Es difícil no encontrar este poema en las antologías de poesía hispanoamericana. Y para el Vallejo inicial, aquel que se sitúa entre 1915 y 1918, dicho poema tenía una significación especial, lo cual se deduce por dos razones, primero da título al libro y segundo es el poema con que se abre el libro. Los heraldos negros constituye una pieza verbal de notoria intensidad lírica, en donde la presencia del sufrimiento humano resulta tema central. Ni siquiera Dios, paradigma del amor hacia el hombre, puede impedir al hombre su sufrimiento. Y la muerte, entidad máxima en contra del hombre lanza a menudo sus avisos terribles. Es evidente que la esperanza no existe y la impotencia se enseñorea sobre el espíritu humano. Con frecuencia este libro de Vallejo ha sido vinculado a la ética romántica, y al considerar el poema "Los heraldos negros" resulta claro el vínculo con la teoría romántica, por ejemplo la visión acerca de la muerte: para los románticos la muerte es la causante de la más grande tragedia para el hombre: su finitud, pero el tremendo temor de los románticos era la pérdida de ese algo extraordinario que era el Yo, esa integración de imágenes creadas sobre sí mismo; siendo entonces la muerte la que impedía la eternidad del Yo, y por lo tanto debía ser considerada como el desastre mayor. Frente a ese alud inmenso y poderoso que es la muerte, la vida resultaba una minúscula criatura, condenada a desaparecer. De acuerdo con esto la felicidad será una ejemplar utopía y el dolor consecuente una envolvente realidad. La concepción de Vallejo acerca del sufrimiento se emparenta con la religión cristiana, y así el sufrimiento es considerado como la culpa lógica por haber nacido, es una concepción vinculada al pecado tan presente en la ideología cristiana.

En "El poeta a su amada" se establece un paralelismo entre la crucifixión de Jesús-Cristo y la amada cuando es besada. Con toda seguridad que este paralelismo debió ser considerado en aquellos años, en el contexto de la sociedad peruana, como una herejía. Se revela hacia la muerte una atracción singular, ya no es la muerte que separa y corta sino la dimensión donde los amantes pueden dormirse "como dos hermanitos".

Américo Ferrari, quien ha consagrado muchos años de su labor intelectual al estudio de la obra poética de César Vallejo, en su importante obra: El universo poético de César Vallejo, ha afirmado: "A través del tema del hombre solo, cortado de Dios y de la naturaleza hostil, Vallejo enlaza con el pensamiento de romántico y postromántico y se vincula a todos aquellos que como Leopardi y Holderlin a Baudelaire a Georg y Trak y a Antonin Artaud, han tenido cuentas que ajustar con la realidad. Lo propio de esta poesía es la interrogación, el asombro, la angustia. La naturaleza deja de ser decorado o espectáculo: en Holderlin es physis, fuerza especial donde moran los dioses ocultos; y en Vigny, fuerza ciega, maligna y hostil contra la cual se agrupa la comunidad de los hombres; en Baudelaire, selva de símbolos. En todo caso Dios esta ausente, y la naturaleza, cuando más cerca está, se ofrece como un misterio......"[8].

Es muy probable que, como plantea Ferrari, la separación del hombre de Dios, como temática literaria provenga del romanticismo, pero pienso que esa separación se ha vuelto en el mundo contemporáneo una realidad absorbente, se señala con frecuencia que el hombre que a estas alturas de los siglos ha devenido en un ser incrédulo, pues lentamente ha ido perdiendo todas sus esperanzas y cada vez más el universo se ve amenazado por la miseria y las guerras. En fin a través de su historia, ni siquiera con la cooperación de las religiones se ha podido conquistar una zona permanente de felicidad. Y todo esto produce en la sensibilidad de Vallejo un dolor inmensurable. Américo Ferrari ha hecho referencia nominal a uno de los grandes poetas franceses contemporáneos, me refiero a Antonin Artaud, el autor del Pesanervios, poesía de honda crepitación espiritual, y de Viaje a los tarahumaras, que es testimonio de la búsqueda de la utopía, centrada en la posibilidad de que los indios mexicanos vivan la verdadera y trascendente vida. Más entre Vallejo y Antonin Artud perfectamente puede establecerse un paralelo, y es justamente el crítico literario venezolano contemporáneo Guillermo Sucre, quien a través de su impecable obra La máscara, La transparencia, advierte por primera vez en los numerosos estudios sobre la obra de Vallejo la comparación entre ambos poetas, dirá Sucre: Ambos están animados por una fuerza a la vez bárbara y religiosa frente a la cultura y la historia; ambos escriben con una palabra seca y ardida: el cuerpo de sus obras nace de los nervios y de los huesos (corazón-mente unido a mi esqueleto", decía el peruano); por ello la obra de ambos es exasperada y cruel: una pasión por la vida que es un diálogo con la muerte. Pero además, y sobre todo, los dos hicieron de la desposesión, del hambre, una fuerza y un destino. Extraer de lo que se llama cultura, ideas cuya fuerza viviente sea idéntica a la del hambre: en esta frase de Artaud se reconocerá por supuesto el propio Vallejo”[9]. Tanto Vallejo como Antonin Artaud corresponden a una especie de escritores cada vez más escasos, en la cual caben perfectamente D.H. Lawrence y Aldous Huxley, escritores que se interrogan duramente y han bajado a sus pozos profundos en busca del sentido de la vida, escritores eminentemente críticos con la realidad y profundamente agonistas. Pero, a la vez que se angustiaron con el vivir, tuvieron la suficiente lucidez creadora para establecer definitivamente espacios verbales esplendentes.

Muchos críticos han observado evidentes influencias del modernismo, en especial de Rubén Darío, sobre Los heraldos negros. Se trata de influencias podríamos calificarlas de naturales, por cuanto que la formación literaria de Vallejo coincide con el predominio del autor de Cantos de vida y esperanza en el ámbito poético hispanoamericano. Difícilmente podía él escaparse. Por otra parte Vallejo no ocultó su admiración por Darío. El Vallejo de Los heraldos negros concordaba con tres características fundamentales del modernismo: a) Actitud aristocrática: el poeta constituye un ser especial, que vive en un medio social inhóspito para su poesía y por lo tanto tendrá que recurrir al aislamiento, a las célebres torres de marfil, b) sensualidad y delicadeza: por lo tanto tenderá hacia el preciosismo, la musicalidad y la ensoñación: y c) Las vivencias siempre tendrán que pasar por el filtro de la literatura. De la obra poética de César Vallejo, y particularmente de Los heraldos negros por supuesto, es en el poema "Nochebuena" en donde el rastro de la influencia de Darío se nota con más claridad:

Al callar la orquesta, pasean veladas

sombras femeninas bajo los ramajes,

por cuya hojarasca se filtran heladas

quimeras de lunas, pálidos celajes.

 

Hay labios que lloran arias olvidadas

grandes lirios fingen ebúrneos trajes.

 

Charlas y sonrisas en locas bandadas

perfuman de seda los rudos boscajes.

 

Espero que ría la luna a tu vuelta

y en la epifanía de tu forma esbelta

cantará la fiesta en oro mayor

 

Bailarán mis versos en tu predio entonces

canturreando en todos los místicos bronces

que ha nacido el niño Jesús de tu amor"

No constituiría ningún atrevimiento afirmar que la música de este soneto vallejiano remite inmediatamente a la singular música dariana, Pero no es solamente la musicalidad, sino también a la atmósfera de evasión que el lector percibe, herencia también de la poética de Darío. Es evidente que hay influencias del poeta nicaragüense en Los heraldos negros, pero en el caso de Vallejo no serán influencias arraigadas, pues su obra a lo largo del tiempo irá encontrando su propio curso desligado de las primeras fuentes, y en el mismo libro Los heraldos negros hemos de toparnos con algunos poemas que deben ser considerados como señales de lo grande que será más tarde como poeta. Si leemos por ejemplo "Los arrieros" nos percataremos de lo antes expresado:

"Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.

La hacienda Menocucho

cobra mil sinsabores diarios por la vida.

Las doce. Vamos a la cintura del día.

El sol que duele mucho".

Solo este fragmento nos basta. Ese "fabulosamente vidriado de sudor" , como también "Las doce. Vamos a la cintura del día", constituyen elementos fundamentales de su poética, que elaboran una absoluta ruptura con la poética romántica y de igual manera con la poética modernista. Son los claros asomos de un modo único de hablar en poesía. Y al dar el salto hacía una expresión propia, puede indicarse que las influencias anteriores representaron necesarios puntos de partida y no pesadas y estériles cargas.

Impecable movimiento sobre la cuerda tensa

Trilce es el segundo libro de César Vallejo, fue publicado en el año 1922. Consta de 77 poemas, con numeración romana y abarca la producción poética vallejiana, correspondiente al período que va de 1919 al 1921. Cuatro años distancian este libro de Los heraldos negros. Representa un singular y efectivo esfuerzo poético, donde la palabra alcanza nuevas luminosidades y la misma sintaxis se somete a rigurosas pruebas, logrando un libro excepcional en el contexto poético hispanoamericano. Frente a Trilce el lector sensible deriva la conclusión de que su presencia establece una ruptura con el modo anterior de crear poesía en nuestro continente. Y muy seguramente que las consecuencias de este libro no sólo afectan a la poesía sino que también la misma lengua castellana ha debido enloquecerse con esos intensos y audaces ejercicios expresivos realizados por el poeta peruano.

Antenor Orrego, crítico peruano y amigo de César Vallejo, ha mantenido a lo largo de los años una gran estimación por la poesía vallejiana. Fue el primer prologuista de Trílce, el segundo, por supuesto a la edición segunda lo constituyó el escritor español José Bergamín en el año 1930. Antenor Orrego tiene doble valor para la historia de la literatura hispanoamericana; en primer término haber defendido los comienzos y la consolidación de una obra que como la de Vallejo resultaba inaccesible para los lectores de su tiempo, justamente por sus condiciones de ruptura con el anterior modo de expresarse en poesía: por otra parte Antenor Orrego en su visión crítica no ha errado y sus juicios resultan realmente válidos. En su ensayo: "César Vallejo, el poeta del solecismo" dice: "César Vallejo con un golpe genial de intuición poética y con un coraje artístico sin precedentes, emprende la tarea más escabrosa y difícil que se haya producido en la vida literaria de América. Intenta crear nada menos, dentro del castellano y sin modelo extranjero, un nuevo lenguaje poético, una nueva retórica, una nueva técnica literaria.,..“[10]

Indudablemente que las palabras de Orrego son certeras. Para Vallejo Trilce significó un notable esfuerzo. Y el poeta tuvo conciencia de la excepcionalidad de este libro en el ámbito literario peruano, por ello afirmaba en carta a Orrego lo siguiente: "El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista ¡La de ser libre!. Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mí frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en forma más libre que puedo y esta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios cuanto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! Dios sabe hasta que bordes espeluznantes me he asomado colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva..."[11] De las palabras de Vallejo se desprende que su empresa poética se relaciona con su conciencia artística empeñada en crear un universo verbal que rompiese con las tradicionales coordenadas poéticas vigentes. Pero ese gesto de máxima libertad creadora no podía reducirse a la simple experimentación, la cual si bien es cierto que resulta útil en la historia de la literatura, no siempre cristaliza en verdadero arte. En Trilce se logra crear auténtica poesía y la pobre ánima de Vallejo vive.

Existe por parte de Vallejo como primer propósito el de mover los propios fundamentos del lenguaje. Para lograr una expresión nueva debe investigar sobre el lenguaje y olvidarse de la tradición, pues su empresa es de absoluta ruptura. Dirá Guillermo Sucre: "En otras palabras, habrá que empobrecer el lenguaje. Si la pobreza fue una experiencia personal de Vallejo, ella no está en sus poemas de manera temática. A través de un lenguaje continuamente erosionado, Vallejo la hace sentir más profundamente, quiero decir de manera hiriente. A un tiempo ascesis y crítica, afirmar la pobreza del lenguaje era una forma de catarsis para reencontrar la autenticidad de la palabra; también para hacer posible su energía o su capacidad de encarnar en el mundo "Briser le langage pour toucher la vie, para expresarlo con palabras de Antonin Artaud....."[12].

Si se quisiera mostrar los recursos expresivos utilizados por Vallejo en este libro diría que en primer término las palabras por sí solas tiene su propio valor; por otra parte los poemas se generan libremente por el impulso expresivo, alcanzando a una variedad de formas poéticas que van desde el soneto hasta el poema prosa; a veces la ortografía resulta caprichosa Ej. "Vusco volver de golpe a golpe" (poema X).

Es evidente que la poesía de Vallejo responde a una visión coherente del mundo, como es usual en todo gran creador. Por ello las palabras de Saúl Yurkievich son justas: "A través de sus malabarismos idiomáticos que, insisto responden a una visión del mundo, su poesía se adhiere a lo inmediato, al aquí y al ahora, a su circunstancia. Vallejo es un poeta alucinado, pero no fantástico. Sus observaciones, sus fijaciones lo atrapan y lo anudan a un tiempo y un espacio concreto, donde realiza esa sucesión de actos anodinos, los actos de la tribu, de la especie, que ni lo distinguen de sus semejantes, donde vive su transcurso, de habitaciones, en calles y en cafés que son los de todos, que son de esta tierra en que existimos como él, constreñidos por perturbaciones corporales y económicas, por las cavilaciones pasajeras, por estructuras sociales inhumanas, por regímenes policíacos.... "[13]

Indudablemente que un libro como Trilce en donde se plantea una nueva manera de percibir el mundo, con códigos diferentes a los tradicionales, tenía que resultar inaccesible para los lectores de su tiempo anonadados todavía tanto por el romanticismo como por el modernismo. Se precisa para la verdadera lectura de este libro ubicarse en una perspectiva moderna en la consideración del arte. De no hacerlo así sería imposible contactar con el fondo de un universo poético habitado por inextinguibles astros verbales, donde como bien lo señala Alejandro Lora Risco hubo el "riesgo de correr la suerte de la destrucción psíquica y espiritual"'[14]. Fue sin duda una extraordinaria empresa poética este libro para Vallejo, y él mismo lo confesó después de su publicación, en carta a su amigo Antenor Orrego:"....¡Dios sabe hasta que bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, tembloroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva!"[15].

Sobre el poema II de Trilce

Ciertamente que sobre Trilce ha habido abrumante y reveladora crítica, e incluso existe un voluminoso libro de Eduardo Neale-Silva titulado; César Vallejo en su fase Trilcica. Y como siempre ocurre han habido ciertos y desaciertos. Justamente quisiera a continuación referirme a un desacierto. Es con respecto al poema II de Trilce.

Transcribámoslo:

                                                                                                                                   Tiempo Tiempo

Medio día estancado entre relentes.

Bomba aburrida del cuartel achica

tiempo tiempo tiempo tiempo.

 

                 Era Era.

 

Gallos cancionan escarbando en vano.

Boca del claro día que conjuga

era era era era.

 

            Mañana Mañana.

 

El reposo caliente aún de ser.

Piensa el presente guárdame para

mañana mañana mañana mañana

 

            Nombre Nombre.

 

¿Que se le llama cuanto heriza nos?

Se llama Lomismo que padece

nombre nombre nombre nombre.

Alberto Escobar ha señalado que el poema apunta hacia "un correlato entre temporalidad y lenguaje como expresiones básicas de la existencia humana y de la realidad"[16]. Al respecto coincido en que la temporalidad alcanza en este poema un valor central, algo muy evidente, justamente el poema comienza con la palabra "Tiempo". Ahora bien, en lo que no estoy de acuerdo es el considerar el sustantivo "Nombre" como un término que connota la realidad "Lenguaje". Creo que al admitirse así tal vocablo se estaría desconociendo la naturaleza del discurso vallejiano, quien nunca trataría de elevar a nivel angustiante su concepción del lenguaje, pues simplemente no es un poema que implique un ars poética, el poema aspira y lo logra con creces plantear la tensión entre Tiempo, Ser y Muerte. Para Vallejo "Nombre" equivale a "Ser", pero hubiera sido sencillamente un craso error poético escribir "Ser", por cuanto entonces el discurso vallejiano hubiera asumido una vía demasiado directa y prosaica.

Es indudable que el sustantivo "Nombre" identificando al Hombre le viene a Vallejo por rendijas bíblicas, es decir que Vallejo recuerda el "Verbo encarnado", y al respecto recordamos su poema "Lomo de las sagradas escrituras":

"Mi madre esta midiendo ya dos metros

mis huesos concuerdan en género y en número,

y el Verbo encarnado habita entre nosotros

y el Verbo encamado habita al hundirse en el baño

un alto grado de perfección .

 

Es indudable que este "Verbo encarnado" se refiere al hombre de carne y hueso.

Considero que este poema es de una riqueza ideológica formidable. Habiendo sido escrito desde la cárcel de Huamachuco en el año 1920, la reflexión sobre el Tiempo, el Hombre y la Muerte, alcanza una intensidad singular, Para Vallejo hay un Tiempo así con mayúscula referido a la noción abstracta del tiempo, y un tiempo palpable revelado por el sonido de la bomba del agua de la cárcel. Evidentemente que se trata de un tiempo que tiraniza la existencia. El hombre ubicado entre el pasado y el futuro, sin otra escogencia. Y "Que se llama cuanto heriza nos?", pues simplemente la muerte, acotamos nosotros y como en la obra poética de Vallejo nada resulta gratuito, ese heriza con h quiere significar eriza al hombre.

De la imaginería Vallejiana esta de "Gallos caucionan escarbando en vano" es realmente magistral. Ese canto del gallo que anuncia el amanecer se vuelve infinito. Y resulta verdaderamente extraño la presencia del gallo en el presente texto vallejiano, quien prácticamente divide al discurso entre el ayer y el presente. Y la palabra "Gallos" me remite gustoso a ese hermoso libro de Harold Bayle: El Lenguaje perdido del Simbolismo, donde se dedican varias páginas a desentrañar la significación del gallo en la cultura universal, así por ejemplo para los chinos el gallo tenía la función de despertar al sol y dispersar los malos espíritus de la noche[17]. Lamentablemente no es mi propósito ahora, pero el tema se ofrece intensamente a los estudiosos vallejianos.

La intensidad en la altura

Poemas humanos (1939) representa una cima en la obra poética de César Vallejo. Se aspira, y se logra con creces reflejar de la manera más intensa la dimensión humana. Y en cuanto a la expresión, se observa un estilo preciso, sin ninguna clase de ornamentos, y las audacias, a veces extremas, no atentan contra el ritmo lleno de cadencias del verso. Constituye un libro en donde la madurez creadora cobra efectiva presencia y contribuye a la cristalización de unos textos densos y pulcros, en perfecta disponibilidad para alcanzar la ansiada perpetuidad, tan hostigante para cualquier artista.

Américo Ferrari ha observado que "...desde el punto de vista de la organización general del libro, la arquitectura de Poemas humanos se caracteriza por su extrema uniformidad. Los poemas desarrollan una temática constante, o más bien ahondan sin tregua en las mismas observaciones, a través de una escritura sobria, lenta, muy rítmica, en la que reaparecen, de modo casi sistemático, las mismas figuras y los mismos procedimientos...[18]". De las palabras de Ferrari se desprende que el mencionado libro Vallejo dispone de una armónica estructura, muy propia de los libros que se gestan de manera silenciosa y profunda, en contraposición a aquel tipo de libro que es como un recipiente donde el poeta va depositando sus creaciones.

De este libro creado, como se dijo antes, desde una firme madurez poética, mi memoria alcanza constantemente aquel titulado: "Y si después de tantas palabras....". Allí aparece como una alta bandera colorida lo que siempre golpea y habrá de golpear siempre la conciencia de todo verdadero artista: ¿perdurará lo que él ha creado?. Su comienzo así lo evidencia de inmediato: Y si después de tantas palabras/no sobrevive la palabra. Esta preocupación por la perdurabilidad de la obra lógicamente tiene que acentuarse en los límites de su madurez, en tal período la reflexión cala más hondo en la conciencia del poeta. Y por supuesto que el terror adviene a los artistas al pensar que la obra creada a lo largo de toda una vida puede desaparecer y con ello también se esfume la imagen propia ante las generaciones venideras. Sería preferible la muerte antes de constatarse olvidado en lo más sagrado para un artista: su obra. Quizás la inhumanidad del arte resida justamente en la posibilidad o el riesgo de que una obra realizada con tantos sacrificios humanos caiga vencida frente a los embates del tiempo. Pero, por supuesto que este no es el caso de Vallejo, quien ya está inscrito con su obra en la estelar perpetuidad de la literatura universal.

Siendo Vallejo un legítimo creador con la palabra, conquista al final de sus años una intensa unidad del ser con el lenguaje. No se trata de manipular con destreza las palabras, sino que las mismas llegan a encarnar en su existencia y constituir elementos sagrado de su propio cuerpo. Y en esa etapa Poemas humanos representa la etapa decisiva, la más consciente, la más meditada. En razón de lo dicho se aceptan las palabras de James Higgins quien considera que: "El verdadero conflicto de Vallejo se inscribe en un contexto más amplio; no excluye al lenguaje sino que lo incluye en otra perspectiva. La búsqueda de la intensidad verbal está ligada, en Vallejo, a una búsqueda de intensidad vital. Intensidad vital no quiere decir "aventura", "emociones", "grandes experiencias", mucho menos ese "registro del mundo" que otros han practicado; alude a un hecho más radical: ¿tiene sentido la existencia?, ¿es posible una historia regida por un orden cósmico?, ¿puede conciliarse libertad y fatalidad?. Intensidad vital supone, pues un sentimiento sagrado de la vida....[19]

De Poemas humanos mi sensibilidad siempre elige un poema realmente singular, tanto por la atmósfera distinta que el instaura en la obra Vallejiana, como por la efectiva contención expresiva por medio de la cual fluye. Hallazgo de la vida me bastaría de Vallejo para ubicarlo en mi templo literario, junto a Kafka, Pessoa, J. A. Ramos Sucre, Rafael Cadenas. Desarrolla Vallejo en el citado texto un asunto que ha sido enfatizado en la obra de uno de los grandes pensadores más sagaces y originales del mundo contemporáneo, me refiero al hindú Jiddu Krishnamurti. Cuando Vallejo abre su texto y dice: "¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida", quiere señalar que la experiencia vital hasta ese momento había sido tamizada por la memoria y por lo tanto el contacto con la realidad no había sido auténtico, menos trascendente. Krishnamurti ha reiterado, a través de su libro: La libertad primera y última (con prólogo de Aldous Huxley) y de infinidad de conferencias, mientras que la memoria rija todos los actos de la vida será imposible una relación verdadera de la realidad. La memoria, como depósito de imágenes, se interpone entre el hombre y lo real, y al final vence y determina la propia vida por medio de esas imágenes. En Hallazgo de la vida el poeta revela una inmensa emoción al sentir la presencia intensa de la vida, y entonces todo a su alrededor recupera su legítima dimensión: Nunca sino ahora, ha habido vida. Nunca, sino ahora, han pasado gentes. Nunca sino ahora, ha habido casas y avenidas, aire y horizonte. Si viniere ahora mi amigo Peyriet, le diría que yo no le conozco y que debemos empezar de nuevo. Cuando, en efecto, le he conocido a mi amigo Peyriet?. Hoy sería la primera vez que nos conocemos. Le diría que se vaya y regrese y entre a verme, como sí me conociera, es decir por la primera vez'. Este hallazgo representa un momento estático parangonable al que adviene el místico religioso, es una detención absoluta, una ruptura en el transcursode la vida ordinaria, y un indicio de que se ha encontrado al fin la zona transcendente. Pero esta vivencia excepcional factible en el místico religioso, no es posible durante la vida del poeta, y se intuye alcanzable en el territorio de la muerte, de allí que Vallejo diga al final de su texto: ''Dejadme! La vida me ha dado en toda mi muerte." Indudablemente que el texto comentado aborda y desarrolla un asunto infrecuente en su habitual temática, y al respecto cabe señalar que la crítica ha soslayado su necesario enfrentamiento.

Otro texto, por demás cautivante y memorable, en este libro lo constituye "La violencia de las horas". Se trata de una intensa crónica, en donde se registra la muerte de los seres más queridos allá en el pueblo natal. Todos esos seres alimentaban y afirmaban su eternidad. Muertos aquellos su eternidad también ha muerto. Tan sólo queda evocarlos, y por ello dirá al final del poema: "Murió mi eternidad y estoy velándola".

España más allá del corazón

España, aparte de mi este cáliz constituye un conjunto de quince poemas, los cuales fueron motivados por un acontecimiento histórico de notoria repercusión mundial: la guerra civil española de 1936. Vallejo participó en este hecho al lado de la causa republicana. Para Vallejo la causa republicana debía asumirse, pues el éxito de la misma iba a contribuir al surgimiento de un nuevo orden social más humano, donde la felicidad del hombre no continuaría siendo una utopía, sino una dimensión palpable. La concepción de Vallejo en torno al socialismo alcanzaba niveles místicos, en tal estado: "El hombre vivirá entonces, solidarizándose y, a lo sumo, refiriéndose emulativa y concéntricamente a lo demás. No buscará batir ningún récord. Buscará el triunfo libre y universal de la vida[20]. En atención a que la causa republicana aspiraba a la instauración del mencionado estado, el poeta consideraba que era un deber de todos defenderla y es por ello que su verso se prestaba airoso a estimular la participación de todos, de allí que el libro se inicia con un "Himno a los voluntarios de la República", donde emocionadamente expresa:

Voluntarios,

por la vida, por los buenos, matad

a la muerte, matad a los malos.

Hacedlo por la libertad de todos,

del explotado y del explotador,

por la paz indolora -la sospecho

cuando duermo al pie de mi frente

y más cuando circulo dando voces-

y hacedlo, voy diciendo,

por el analfabeto a quien escribo

por el genio descalzo y su cordero,

por los camaradas caídos,

sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino .

Repito que en Vallejo existía una actitud de orden místico hacia el socialismo, sencillamente que no es la actitud del militante práctico obsesionado por el poder, muy al contrario en su caso pues se trata de un hombre extremadamente sensible y lúcido, más allá de los ordinarios y crueles resortes del poder mismo. Vallejo es el poeta que desea fervientemente la desaparición definitiva del dolor en la dimensión humana. Y es por eso que él dirá a los voluntarios de la República matad/ a la muerte, matad a los malos. Muchos críticos han resaltado y explotado interesadamente la mili tanda partidista de Vallejo, impidiendo muchas veces que se contemple la magnitud de sus propósitos políticos, sin duda alguna plenos de un auténtico humanismo y que iban más allá de la estrecha tolda partidista. Y aquí valen oportunamente las palabras de Américo Ferrari, citado muchas veces en razón de sus atinados juicios respecto a Vallejo: ...Vallejo es un poeta comprometido, pero comprometido mucho más allá, y desde mucho más acá, de las circunstancias históricas a las que, en tanto que un hombre de su época, pudo adherir en un momento dado. Dichas circunstancias, por ser no más eso, circunstancias, periferia cambiante en torno a un núcleo, no han determinado jamás su poesía. El poeta Vallejo se compromete en la palabra y todo lo que concierne al destino de la palabra , compromete su palabra, y todo lo que concierne al destino de la palabra lo afecta, igual que concierne al destino del hombre y al destino del ser: !Y si después de tantas palabras / no sobrevive la palabra!"[21].

España aparta de mí este cáliz confronta la dimensión histórica y social. Pero no cae nunca en los límites siquiera de una poesía panfletaria, desasistida de verdadera poesía. Se trata de un libro que hunde sus raíces inspiracionales en un acontecimiento histórico, lo trasciende y finalmente se ubica como un testimonio absoluto del amor grande de Vallejo por el Hombre.

Leyendo con la atención debida en el poema "Masa", se percata pronto el lector sensible de cómo Vallejo le señala una connotación singular a aquellas causas alimentadas por lo colectivo y solidario, y se observa allí cómo ese muerto resucita cuando todos los hombres de la tierra le rodearon. Esta idea es semejante a la expresada por el mismo Vallejo en su libro Contra el secreto profesional: "Si a la hora de la muerte de un hombre, se reuniese la piedad de todos los hombres para no dejarle morir, ese hombre no moriría".

Vencimientos del ánima sobre límites atroces

A lo largo de estas páginas se ha querido evidenciar la singular significación de la poesía de César Vallejo en el abigarrado y destacado contexto de la literatura hispanoamericana. De la lectura solitaria y atenta de la poesía de Vallejo se descubre pronto la aguda capacidad reflexiva, tendiente siempre a discernir con efectivo lucimiento sobre esenciales tópicos relacionados con la situación y el devenir del Hombre. Resulta, entonces obvio la configuración de una cosmovisión densa y coherente. Vallejo conforma un paradigma de intelectual sinceramente preocupado por el Hombre, y es por ello que su óptica y sus formas artísticas se centran en una amplia temática definitivamente humana y aparentemente negativa al contener como esenciales constantes factores que limitan la plenitud y la felicidad del Hombre, como son: la muerte, el dolor, el hambre, la intemperie, la soledad. Más esta significación de la poesía de Vallejo no aparece totalmente definida en su libro inicial Los heraldos negros, pues en este libro, como generalmente ocurre en un artista literario cuando comienza, sobresalen claras influencias de autores como Darío, Herrera y Reissig y el mismo Lugones de Lunario sentimental, pero, es a partir de Trilce donde Vallejo se revela como una voz distinta, de innegable ruptura con la tradición literaria hispanoamericana, simplemente un libro revolucionario en la literatura continental. Por otra parte es significativa la obra poética de César Vallejo en cuanto a que su realización se debe a una extrema laboriosidad, en donde se sacrifican superficiales emociones, con miras a la cristalización de resplandecientes y perdurables piezas verbales. Y esto por su puesto revela una plena conciencia del oficio de escribir poesía y se sitúa por ello a Vallejo dentro de la modernidad literaria, caracterizada por una estructura verbal rigurosa. Y esta actitud cuidadosa frente al lenguaje no sólo existe en su obra poética, sino también en sus textos narrativos, así por ejemplo en "La teoría de la reputación", inserto en el libro Contra el secreto profesional, parangonable por su capacidad fabuladora y el preciso manejo del lenguaje con cualquiera de los grandes textos de Jorge Luis Borges,

Thomas Merton, el connotado poeta, ensayista norteamericano, dijo acerca de Vallejo lo siguiente: "...Un apunte de Vallejo por Picasso muestra el rostro rugoso de un hombre triste y serio, con expresión sardónica y compasiva, no dado a la retórica vacía, a los vaivenes de la moda literaria. Fue muy consciente del sufrimiento y de la tragedia del hombre del siglo veinte, y de sus propias e insolubles ambigüedades. Hay instantes en que nos recuerda a Rimbaud y a Baudelarie, pero Vallejo es siempre más reservado y austero, y al tiempo más viril y humilde, siempre celoso de su independencia y de su originalidad, que fueron enormes. Es un poeta de mucho mayor y consistente calidad que su amigo Pablo Neruda.....[22]. Y luego concluía: "...La obra de César Vallejo puede contarse entre los logros creadores más auténticos de nuestro tiempo"[23]. Indudablemente que Vallejo exige una atención universal. Más es de confiar que la misma obra, en razón de sus excepcionales cualidades literarias, irá lenta y silenciosamente conquistando espacios más universales. Frente a la obra artística verdadera, la universalidad y la temporalidad concluyen por convertirse en territorios gobernables.

Vallejo es sinónimo de transparente vocación literaria, y sus resultados están a la vista de todos. Pero esta misma vocación literaria que supo disponer con lucidez de los recursos humanos y culturales conque contaba, supo también generar fortalezas humanas para vencer hostilidades ambientales y poder configurar una obra singular. La estancia por ejemplo de Vallejo en París nunca llegó a ser materialmente propicia a la creación, no obstante el poeta no cesa en su empresa literaria, y dos de sus tres grandes libros de poesía: Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, fueron escritos allí. En este sentido Vallejo remite al novelista checo Franz Kafka, quien trascenderá las propias limitaciones del propio cuerpo (asediado por una tuberculosis invencible) y logrará una de las obras narrativas más consistentes y trascendentes de la literatura universal contemporánea. También Vallejo hace recordar, pero en otro sentido, al poeta portugués Fernando Pessoa: ninguno de ellos tuvo el deseo de ser admirado, ni trataron de administrar su propaganda de escritor, tan sólo existía la imperiosa necesidad de escribir y ello le bastaba. Con Vallejo ciertamente la poesía hispanoamericana puede dialogar orgullosamente con la mejor poesía de otros continentes.

Notas:

[1] Alejandro Lora Risco: Hacía la voz del hombre (Ensayos sobre César Vallejo). Edit. Andrés Bello. Chile 1971.

[2] Ciro Alegría: El César Vallejo que yo conocí. En: "Cuadernos Americanos". Nov-Dic. 1.944, p. 182.

[3] César Vallejo: Obras Completas. Edición al cuidado de J. Larrea. Barral Editores. España 1978.p. 845.

[4] César Vallejo: Obras Completas. Edición al cuidado de J. Larrea. Barral Editores. España. 1978 p.846

[5] Hernando Track: "César Vallejo: Textos dispersos ". En: Talud N° 7-8 Mérida Venezuela, 1975. p, 21.

[6] Hernando Track: César Vallejo: "Textos dispersos ". En: Talud N° 7-8 Mérida Venezuela, 1975. p. 22

[7] Juan Espejo Asturrizaga: César Vallejo, Itinerario del hombre. 1892 - 1923. Edit. Juan Mejía Baca. Lima-Perú. 1965. P. 98.

[8] Américo Ferrari: El Universo poético de César Vallejo. Edit. Monte Ávila. Caracas-Venezuella 1972, p. 55.

[9] Guillermo Sucre: La máscara, la transparencia. Edit. Monte Avila. Caracas-Venezuela. 1975.p.p 267-268.

[10] Antenor Orrego: "César Vallejo, el poeta del solecismo" , En "Cuadernos Americanos". Enero-Febrero 1957. México. p.211

[11] César Vallejo: Carta a Antenor Orrego . En: Notas para un estudio de César Vallejo de Efraín Subero, Universidad Católica "Andrés Bello" , Caracas-Venezuela, 1972. p.21.

[12] Guillermo Sucre: Ob. Cit. p.267.

[13] Saúl Yurkievich: Fundadores de la nueva poesía Latinoamericana. Edit. Barral, Barcelona-España. 1973. P.p. 12-13.

[14] Alejandro Lora Risco: Obra citada, p. 144.

[15] Citada por Juan Espejo Asturrizaga, op. Cit. P. 198

[16] Alberto Escobar: Como leer a Vallejo. P.L. Villanueva Editor. Lima- Perú, 1973. P. 128.

[17] Harold Bayley: The lost language of Symbolism. Ernest Benn Limited. London. 19974.

[18] Américo Ferrari: Op. Cit. P. 288

[19] James Higgins: Visión del hombre y déla vida en las últimas obras poéticas de César Vallejo. Edit. Siglo Veintiún. México, 19700. P. 270.

[20] César Vallejo: Contra el secreto profesional. Mosca azul editores. Lima-Perú, 1973 p. 12.

[21] Américo Ferrari: Op. cit.., p. 22

[22] Tomás Mertón: "César Vallejo". En: César Vallejo. Edición de Julio Ortega. Editorial Taurus. Madrid-España, 1974, p. 15.

[23] Idem, p. 16

 

Jesús Serra
Universidad de Los Andes - Mérida (Venezuela)

Voz y Escritura. Revista de Estudios Literarios: Crítica, Literatura Latinoamericana

http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/31588

Voz y Escritura. Revista de Estudios Literarios - Nº 10

 

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