-Sí, mi
primer libro de poemas, titulado "Sentiments" estaba escrito
en francés. En mi caso fue editado así porque desde que
empecé a leer, lo hacía en francés, aunque también escribía
en español. Publiqué mis primeros versos en una revista que
ya no existe: "Atlántida", y también cuentos en español.
Tenía pocos años y no se me ocurría pensar que ésa sería mi
vocación definitiva. Publiqué mi primer libro porque un
amigo mío que conocía mis poemas se me apareció un día con
las pruebas para corregir... casi me muero, y así empecé,
con versos y cuentos. Lo demás vino después de mucho tiempo,
los reportajes, artículos en diarios y revistas; eso sí, le
aclaro que también me devoraba los libros de Julio Verne, de
Salgari, de Sexton Blake, y también escribía coplas que
mucho tiempo después publiqué.
-¿Qué poetas inspiraron sus comienzos literarios? ¿Cuáles
fueron sus escritores favoritos?
-Los
poetas que más me gustaron fueron Paul Géraldy, en francés,
y en español Pedro Miguel Obligado, que fue quien muchísimos
años más tarde presentó mi libro "Poemas de Soledad", que
llegó a tener cuatro ediciones. En narrativa, Rilke
(recuerdo que viajé durante años con "Los Cuadernos de
Malte"), María Luisa Bombal y su libro "La amortajada". Más
tarde: Dino Buzzatti, Marco Denevi, "Manucho" Mujica Láinez
y "La casa", los cuentos de Carmen Gándara y los de Silvina
Ocampo, los "Testimonios" de Victoria Ocampo, algunos poemas
de Borges y su último libro, "Los Conjurados", los cuentos
de Cortázar, los ensayos de Sábato, la poesía de Neruda,
Juana de Ibarbourou, los ensayos de Enrique Anderson Imbert,
Simone de Beauvoir, Weill, la poesía de Olga Orozco, "Voces"
de Antonio Porchia... y tantos más que poco se leen ahora,
pero que guardo siempre.
-Juana de Ibarbourou tuvo palabras muy elogiosas para con su
obra. ¿Cómo la conoció?
-Cuando
tenía dieciocho años fui por unos días a Montevideo a casa
de unos amigos de mis padres y siempre muy queridos por toda
la familia: Roberto Levillier y su mujer, Jeannette; él era
embajador en el Uruguay y muy amigos los dos de Juana
Ibarbourou; me invitaron por eso. Yo "moría" por conocerla y
así la conocí; desde entonces me envió sus libros, y cuando
me casé me mandó un telegrama muy afectuoso. No la vi por
años, hasta que muchísimos años más tarde pude volver a
verla y pasamos como tres horas conversando. Cuando murió me
enteré por su hijo que tenía en su mesa de luz mi libro
"Poemas de soledad". ¿Qué lindo, no? Ese libro, desde la
segunda edición, lleva unas palabras de ella escritas, y
siempre la recuerdo. Muchos de los escritores que le he
nombrado han sido motivo de reportajes que les hice y de
conferencias que pronuncié muchas veces en mi vida.
-Llevar adelante una revista literaria es, en la actualidad,
una tarea casi heroica. Los sponsors que ayudan a la
financiación de las mismas no abundan precisamente. ¿Cómo
hace una revista para sobrevivir hoy en día sin subsidios de
la Secretaría de Cultura o de otros entes estatales o
privados?
-La tarea
de publicar una revista literaria se lleva adelante luchando
por amor a las letras... Aunque ya les conté antes "el final
de la película", o sea que concluye a fines de este año,
justamente porque no abundan los sponsors. Y siempre dije
que la revista moriría como los árboles: de pie.
-Teniendo en cuenta que proviene de una familia que cuenta
entre sus ascendientes a José Hernández Pueyrredon, el autor
del "Martín Fierro"; al premio Nobel Dr. Carlos Saavedra
Lamas y al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredon: ¿cómo
obró esta condición en su afición a la literatura? ¿A favor,
en contra o no influyó mayormente?
-Mi padre
y mi madre eran muy cultos y muy luchadores, por ello
comprendían y apoyaban que me gustase estudiar y escribir.
Mi padre era abogado e historiador; había escrito varios
libros y muchos artículos en los diarios; era bibliófilo.
Siendo intendente municipal (1940-1942, gobierno de Ramón
Castillo), cuando entró a la Municipalidad la encontró sin
un peso y cuando se fue (a pesar de que el gobierno del 4 de
junio le pidió que se quedara), la dejó con superávit. Sus
amigos le dieron una comida para agasajarlo y habiéndole
preguntado cómo había hecho esto en tan poco tiempo, se puso
de pie y dijo estas palabras: "Es muy sencillo: no robar, no
dejar robar y no hacer macanas..." y se volvió a sentar. Mi
madre sabía siete idiomas. Antes de casarse hasta pretendió
estudiar acerca de los astros, pero se dio cuenta de que si
seguía ya la Tierra no le iba a importar, por ese motivo
dejó. Pienso que esto facilitó mi aprendizaje, ya que eran
padres que podían recordar y recitar poesías u obras de
teatro, tales como "En Flandes se ha puesto el sol" y "Cyrano
de Bergerac".
-"Letras de Buenos Aires" brindó generosamente su espacio
para expresarse escribiendo a mucha gente -entre quienes me
encuentro- y a muchos más para encontrarse en la lectura de
sus páginas...
-Si los
lectores y los escritores de Letras de Buenos Aires están
agradecidos hacia mí como directora, yo también les estoy
agradecida a ellos, pues sin su aporte la revista no habría
sobrevivido durante 21 años. Ese fue mi sueño al comenzar y
éste viene a ser mi sueño realizado con felicidad a pesar de
todos los problemas que se encontraron en el camino. |