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Entrevista  a  María Granata

por Horacio Semeraro
horacio.semeraro@hotmail.com

 
 

Tiene la sencillez de los grandes. Su espíritu predispuesto y entusiasta se exterioriza a través de una voz agradable y levemente ronca, frontal y curiosa a la vez. Su mirada parece dirigirse a lo  lejos y hacia arriba, hacia la lontananza. De cabello fielmente negro y tez muy blanca, esta mujer supo llegar a la fama gracias a su talento y esfuerzo sin perder su natural sencillez y modestia.

Autora de los libros de poemas Umbral de tierra, Muerte del adolescente, Corazón cavado y Color humano, en narrativa escribió las novelas: Los viernes de la eternidad, Los tumultos, el jubiloso exterminio, El diluvio y la guerra, El visitante, La escapada, y El sol de los tiempos. Su literatura infantil cuenta con más de doscientos títulos. Su obra ha merecido importantes distinciones. Premio: Municipal de Poesía - Consagración de la Provincia de Buenos Aires - Selección Nacional Strega de la Argentina - Nacional de Literatura Infantil - Gran Premio de Honor de S.A.D.E. - Notables Argentinos (2001) otorgado en el 2002 por la Cámara de Diputados de la Nación.

H.S para “el Grillo”: Entre su extensa obra en narrativa -además de sus bellos poemas- no aparece el cuento, salvo cuentos para niños. ¿Cuál es la causa?

M.G: Este género que, por supuesto valoro, no ha provocado en mí la necesidad de incursionar en su ámbito ni siquiera intentarlo. Más de una vez quise explicármelo y, por fin, llegué a la conclusión que para mí significó una respuesta: no escribo cuentos porque siento cercano un límite, y esto me hace retroceder. En la novela, en cambio, se me presenta y ofrece un vasto espacio, desdibujadas sus posibles limitaciones. Esto enciende mi imaginación. Tomo de esa vastedad lo que necesito, con mucha aventura.

e.g.:  Aunque usted ya era ampliamente conocida en el ambiente literario argentino, el público accedió masivamente a su obra a partir de su novela Los viernes de la eternidad. ¿Cómo fueron sus comienzos en el oficio de escribir? ¿A qué edad comenzó»

M.G.: Empecé a escribir siendo muy niña, alentada por mi padre, un médico italiano que me inició en la poesía de Leopardi. Murió cuando yo tenía once años  y siempre supe que mi labor literaria sería un constante homenaje a él. Tenía veintiún años cuando la editorial «Conducta», dirigida por Leónidas Barletta, publicó mi primer libro de poesía Umbral de tierra. Solo hacía meses que me había radicado en el partido de San Vicente -donde continúo viviendo-, dejada atrás la ciudad de Buenos Aires donde había nacido, en el barrio de Balvanera.

e.g.: ¿Cuál fue la época de su vida en la que leyó más y cuáles fueron sus autores preferidos en poesía y en narrativa?

M.G.: Cuando más leí fue durante mi adolescencia. Después me atrajeron más las fervorosas «relecturas», que lo intrincado de las bibliotecas. Desde entonces me subyugaron Quevedo, San Juan de la Cruz, Leopardi, Walt Withman. En cuanto a la narrativa me inclino por Dostoievski, Faulkner, Rulfo...

e.g.: ¿Qué opina de las corrientes literarias en cuanto a la poesía?

M.G.: Siempre he desechado entrar en una corriente poética ya que su condición no deja de impartir órdenes. Siento que ese condicionamiento, como todos, supone una apreciable pérdida de identidad. El intelecto, así como abre los espacios, también los cierra. La poesía es el último resumen de nuestro ser, a igual distancia de lo lógico y lo irrazonable, reacia a todo dominio y, con más razón, a todo lo que pretende establecer su manera de manifestarse. Por otra parte estas corrientes que se suceden y carecen de larga vida, dejan al poeta no sólo y en cierta forma, aislado; sino lo que es peor, encasillado. Para mí,  poesía y libertad componen una misma esencia del hombre.

e.g.: ¿Necesita silencio y quietud para escribir?. ¿Cómo es María Granata a la hora de crear?

M.G.: Por fortuna hago míos grandes espacios de naturaleza. Viví en una quinta muy arbolada entre San Vicente y Alejandro Korn, precisamente, donde aún existe el tiempo, oferente. Siempre escribí de día. Ahora lo estoy haciendo en la madrugada. Jamás escribí de noche. En cuanto a cómo soy al momento de crear, pienso que impulsada por un fuerte espíritu de aventura, soy en verdad temeraria. Para comenzar una novela me bastan: El tema -no el argumento-, el personaje protagónico, algún otro y el final. Es decir, sé dónde quiero llegar pero no cómo. Necesito el desafío, que las situaciones se me aparezcan; no pocas veces la asociación me hace grandes favores. A los personajes son sus nombres lo que me los muestran. Descubro que mi actitud anímica frente a la narrativa es la misma que la asumida frente a la poesía. Y casi no corrijo: solo desarrollo lo que salió esquemático. Necesito descubrir. Amo la palabra, le rindo culto.

e.g.: ¿Qué siente usted al momento de escribir?

M.G.: Creo que el escritor está en la permanente combustión de su subjetividad. Allí se producen las elaboraciones literarias de las que es el primero en enterarse cuando las palabras salen afuera. Vamos acumulando un material que nos llega del mundo y vuelve a él transfigurado.

e.g.: En su poema Canto de inmenso amor, ¿Cuánto hay de personal?

M.G.: Mi poema Canto de inmenso amor, no es sino la confesión que me hice a mí misma y que necesité hacer a los demás. Solo la poesía se impone a nuestras reservas y nos arranca las confesiones más extrañas.

e.g.: ¿A qué atribuye el cariño rayano en la devoción que inspira la mención de María Granata entre la gente de letras, particularmente la que escribe poesía? Jamás escuché hablar mal de usted a nadie...  Eso no es habitual en este medio.

M.G.: Su pregunta en parte me sorprende y mucho me emociona. La siento formulada por su generosidad y solo atino a contestarla así: Consciente de que existir significa el mayor privilegio, voy hacia los demás celebrando el estar en el mundo. ¿Será que mi alegría induce a que los encuentros sean propicios?

e.g.: ¿Cree en Dios? ¿Qué idea tiene del más allá, de la eternidad? Recordando que Borges llegó a concebir al cielo como una biblioteca infinita, de creer en el cielo, ¿Cómo lo imaginaría usted?. ¿Cree en lo esotérico?

M.G.: Creer y no creer componen en mí los oponentes de una unidad. Al concepto de divinidad lo incluyo en la existencia misma. En cuanto a la eternidad, me apasiona su fluir desde siempre... No hay principio sino transformación. Lo esotérico no me atrajo nunca. Pienso que en la realidad entra todo, que la irrealidad no existe.

e.g.: Recuérdeme, por favor, cómo nació y en qué se inspiró su novela Los viernes de la eternidad

M.G.: Jamás pensé en escribir una novela hasta la mañana en la que se me ocurrió de golpe el personaje del aparecido que viene a buscar a su mujer, la escena de los clavos y el final. La tarde de ese día comencé a escribirla. Fui encontrando todo por el camino a lo largo de once meses.

e.g.: Respecto a su novela Los tumultos ¿recuerda algo que la haya inspirado?

M.G.: Siempre sentí el dramatismo del clan familiar destinado a desmembrarse. Y ese acaecer tomó un día forma literaria sin que yo me lo hubiera propuesto, de improviso.

e.g.: ¿Cómo ve la literatura argentina en la actualidad? ¿Y en el contexto iberoamericano?

M.G.: Tanto en el contexto argentino como en el iberoamericano, la veo vital, diferenciada, representativa de nuestro entorno y no el reflejo de otras literaturas.

e.g.: ¿Cómo resultó la adaptación de su novela Los viernes de la eternidad al cine?

M.G.: Me pareció hecha con suma seriedad. No era un traslado fácil... Además se trata de dos lenguajes distintos, no de un calco.

e.g.: Si tuviese que definir a María Granata, ¿qué diría de ella?

M.G.: Diría que es un ser consubstanciado con todo lo exultante pese a lo adverso, atraído por las soluciones y no empantanado en los problemas. Alguien muy apegado al mundo concreto tanto como  a la abstracción... Un ser cuyo desconcierto mayor es la incomprensible brevedad de la vida humana.

Horacio Semeraro
horacio.semeraro@hotmail.com
 

 

Publicado, originalmente, en la Revista de Cultura el Grillo nº 40 año 2005

 

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