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Eduardo Gudiño Kieffer
"No, nunca busco inspiración; es como buscar amor. Vienen solos y tanto pueden estar a la vuelta de la esquina como no aparecer nunca más"

Reportaje de Horacio Semeraro
especial para Pregón

horacio.semeraro@hotmail.com
 

 
 

Hace unos meses, la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires lo nombró "Ciudadano Ilustre de Buenos Aires". Escritor, periodista y abogado, su nombre es reconocido en todo el país por su vasta labor literaria que no abarca solamente novelas, cuentos, ensayos y literatura infantil, sino que hace referencia además a su tarea como jurado por su probidad reconocida en calificados concursos, dictado de conferencias, mesas redondas y presentaciones de libros. Escribe en el diario "La Nación" desde hace años, alternando la crítica literaria con notas de interés general. Por su edad y su generación, (nació en Esperanza, Santa Fe en 1935), fue el menor de un grupo de escritores argentinos que, quizá por efecto secundario del llamado "boom "de la literatura latinoamericana, vendió libros de una reconocida calidad literaria por millares. Era la época en que se leía mucho y bien y su nombre era mencionado aun en el exterior entre los más talentosos escritores. En ese momento, el sector más conservador entre los lectores lo consideraba algo trasgresor por obras como "Para comerte mejor", novela (1968) o "Guía de pecadores", publicada en 1974. Es que las resonancias de la "novelle vogue" no habían arribado aún masivamente al país mientras que Eduardo Gudiño Kieffer, ya había bebido directamente de esas fuentes mientras realizaba su primer viaje a Francia, como premio de un concurso literario que había ganado en su Santa Fe natal. De esa manera, pudo y supo reflejar en sus obras los cambios socio-culturales que se avecinaban y que vivieron también otros países de Europa. Así, en la España post

franquista fue el llamado "destape", mostrado en Italia en su cine a través del llamado "neorrealismo italiano". Ese clima se vive, por ejemplo, en su novela "Para comerte mejor" (1968), lo mismo que en "Carta abierta a Buenos Aires violento", o en "Será por eso que la quiero tanto" (1974). Estas últimas, muestran además su fervor y amor por Buenos Aires, unido al desconcierto, el desasosiego que proporciona a toda persona sensible e inteligente vivir en esta ciudad. Por haber escrito estas obras nomás, ya sería merecedor del premio "Ciudadano Ilustre de Buenos Aires".

Otras obras bellas e ingeniosas son: Fabulario (1970) conjunto de cuentos, algunos de los cuales integran las mejores antologías del género en lengua española; tal es el caso de "Recomendaciones a Sebastián para la compra de un espejo". "El príncipe de los lirios" novela (1995), mereció el premio "Sigfrido Radaelli" del Club de los XIII. Otras de sus obras, como "Medias negras, peluca rubia" (novela), "Ta, te, tías" y "Cinco damas perversas" merecieron igualmente el elogio de la crítica.

Por sus obras, Eduardo Gudiño Kieffer ha recibido la Faja de Honor de la SADE, la Pluma de Plata del Pen club, el Premio de Novela del Instituto Griego de Cultura entre otras distinciones. Pero por sencillez, (no confundir con falsa modestia) elude hablar de cantidad de libros vendidos o distinciones otorgadas. Sagaz, instruido, culto, ingenioso hasta en el humor de sus diálogos, es auténtico e incondicional con el interlocutor, como lo es con sus amigos. He encontrado belleza hasta en su sarcasmo; pareciera que se encerrase a pulsear consigo mismo.

¿Qué siente un santafesino al ser nombrado ciudadano Ilustre de Buenos Aires? Porque si bien el premio no hace mención al hecho de haber nacido aquí sino el de habitar en esta ciudad, no es común que se de esta situación...

E.G.: Me es muy difícil expresarme en primera persona, los que suelen hacerlo son mis personajes. Cuando yo hablo de mí o mí habla de yo me siento como un desnudista y ya no tengo edad para esos exhibicionismos. De todos modos tengo que contestar: me sentí colmado de alegría y de paz interior cuando me designaron "ciudadano ilustre de Buenos Aires" porque esta ciudad fue la que ELEGI para vivir, la que me permitió publicar, la que me dio los primeros éxitos, la que se dejó amar y (en mi caso) nunca odiar, la que me brindó los mejores amigos y amigas y las pasiones más intensas. Me siento más deudor de Buenos Aires ahora que antes.

Otra distinción que me pareció muy meritoria porque provino de sus pares escritores, fue la elección de su novela "El príncipe de los lirios" (1995) como la mejor novela del bienio 96/97, mereciendo el premio Sigfrido Radaelli, otorgado por el entonces Club de los XIII. Es una novela bellísima, delicada y sutil como su nombre ¿Qué lo inspiró a escribirla?

E.G.: Yo creo que así como heredamos genes que nos dan caracteres físicos de algún remoto (quizá muy pero muy remotisimamente remoto antepasado), heredamos también genes de la memoria. Cuando estuve en Cnossos (Creta), la imagen del Príncipe de los lirios- está en la tapa del libro-me removió tantos recuerdos absolutamente imprecisables.

(Tendría que presentarme a un programa del canal de cable "Infinito"), que llevado por una inquietud también imprecisable empecé en la misma Grecia, a escribir la historia del príncipe que no sabemos si era príncipe, víctima propiciatoria de algún sacrificio o rey-sacerdote. Y me tuve que poner a estudiar la época minoica, sin cuyo conocimiento no hubiese podido hacer nada verosímil, aunque se trata de una novela mítica.

 

Sin lugar a dudas, tiene el privilegio de haber sido uno de los últimos escritores que haciendo buena literatura y sin mediar premios espectaculares que lo catapulten, vendió decenas de miles de libros. Si mal no recuerdo, de "Carta abierta a Buenos Aires violento" nomás, se vendieron sesenta mil libros entre sus múltiples reediciones, no?

E.G. Creo que sí, que se vendieron muchos libros, pero así como amo las letras odio los números.

Recuerdo el impacto que produjeron cuando se publicaron, también, "Para comerte mejor" y "Será por eso que la quiero tanto"...

E.G. Así es. Pero es curioso que esos dos libros despierten el interés de personas que tienen ahora la edad que tenía yo cuando los publiqué...

Siempre me impactaron los personajes de sus novelas, aún los secundarios porque mostraron el increíble mundo de sus criaturas revelando un inconsciente tan rico; ¿Existió, por ejemplo, Madame Kalinka?

E.G. Hubo, hay y habrá miles de "Kalinkas" en Buenos Aires, pero las épocas han cambiado un poco: hoy muchos son travestidos.

Los cuentos son otro ejemplo. "Recomendaciones a Sebastián para la compra de un espejo" es una parte de mi vida ya. Me subyugó como lector y luego, como "escribiente", lo incorporé, al igual que los editorialistas y otros escritores, como un exponente de la más destacada narrativa cuentista de la Argentina ¿Recuerda cómo lo escribió?

E.G. Siempre le tuve miedo a los espejos; ese cuento fue (y es) una especie de auto exorcismo. Recuerdo dónde lo escribí: en Santa Fe y con cierto miedo, con fondo sonoro de vidrios rotos y sin nada de "terror" personificado en algo externo. Todo era interno, dentro de mí o dentro de yo. En todo caso dentro de Sebastián, que era tanto mí como yo.

 

También "Fabulario", con su particular mirada de los hechos históricos mostró una creatividad incisiva que reveló inteligencia y humor punzante al mismo tiempo, en un estilo que registraba pocos antecedentes similares hasta esa época. Recuerdo que la leí en la primer edición de Emecé, como gran parte de su obra y no pude abandonar su lectura hasta terminar el libro... Luego vinieron "Medias negras peluca rubia", "Ta te tías" etc. ¿Le llevó mucho tiempo escribir Fabulario?

E.G.: Fabulario apareció cuando yo tenía 33 ó 34 años y en él hay cuentos de mis 16 ó 17 años; también hay fragmentos de mi adolescencia (los de Mierdalín y Mierdalón, por ejemplo) en "Para comerte mejor", anterior a "Fabulario". Consejo a los jóvenes que escriben: - Nunca tiren nada!...- el tiempo no existel

¿Cómo fueron sus comienzos y sus primeros pasos en la literatura?

E.G.: No lo recuerdo con precisión, pero a los 22 años recibí el Premio "Affinités" que era un viaje a París, el primero. Desde entonces llevo colgado el sambenito de escritor.

¿Cómo es Eduardo Gudiño a la hora de escribir? ¿Prefiere el silencio, el bullicio, la música? ¿A qué hora escribe?

E.G.: Escribo a cualquier hora. Necesito mi casa (eso de "venite a la quinta a escribir tranquilo" no va conmigo), necesito mi compu, necesito la presencia de TODOS mis libros alrededor. Lo del silencio es lo de menos. Si no suena el teléfono me parece que tengo esencia pero no existencia, y esta ultima hace falta para vivir. Y para escribir, que viene a ser lo mismo.

¿Hay algo que obra como disparador y lo busca para inspirarse?

E.G.: No, nunca busco inspiración; es como buscar amor. Vienen solos y tanto pueden estar a la vuelta de la esquina como no aparecer nunca más.

¿Qué escritores extranjeros son sus favoritos? Puede llegar a ser tan amplia la respuesta para alguien que ha leído tanto que le pido solamente los principalísimos.

E.G.: Mis escritores extranjeros favoritos no sólo son extranjeros sino también de otros tiempos: Petronio, Apuleyo, Cátulo, Marcial, Quevedo, Rabelais...- Y tantos más, efectivamente...!

¿Y de los latinoamericanos?

E.G.: Julio Cortázar, Olga Orozco, Enrique Molina. En general los que aman la sensualidad (ojo que no digo "sexualidad") de una abstracción como es la palabra.

Se habló muchísimo de "Postmodernismo" (y se sigue haciendo alusión al mismo) pero yo no termino de ver sus fronteras tan delimitadas por los acontecimientos como se dice ¿ Es miopía mía o no hay límites tan estrictos ?

E.G.: Los "ismos" sólo sirven para clasificaciones docentes o académicas. No hay límites estrictos entre ellos, pero hay algo cierto: sólo lo clásico (con variantes de acuerdo a los tiempos, claro) permanece.

Sin duda los incontables viajes que realizó por casi todo el mundo inspiraron parte de su obra, más allá de que alguien puede, espiando por la mirilla de su ventana, ver pasar el universo entre lo que ve y lo que imagina. Pero las vivencias acumuladas en los viajes, ayudan al oficio ¿no?

E.G. Todas las vivencias, acumuladas en viajes o no, ayudan al oficio. Ladillas se pueden tener en cualquier lugar del mundo pero en uno solo del cuerpo. O en este caso del espíritu, capaz de convertir las experiencias del pobre "human body" en cucarachas (Kafka o Gregorio Samsa, quiero decir).

¿Quién es para usted, Eduardo Gudiño Kieffer?

E.G. ¿Se lo pregunta a yo o se lo pregunta a mí? ¿A Mierdalín o a Mierdalón? ¿ A mi cuerpo o a mi sombra? ¿A mi propia imagen o a la del espejo?



Buenos Aires, Febrero de 2002

 

Horacio Semeraro
horacio.semeraro@hotmail.com
 

 

Publicado, originalmente, en el diario "Pregón" (Jujuy) - Pregón Literario, el domingo 3 de marzo del 2002

Texto recibido en papel diario, digitalizado y editado por el editor de Letras-Uruguay, el 16 junio de 2013, con el agregado de imágenes, tomadas de internet.

 

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