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El difícil arte de la liberación humana
Prólogo a Sobre la liberación humana, de Karl Marx y Bruno Bauer, publicado por Ediciones ryr
Eduardo Sartelli

 
 

La cuestión judía es un trabajo de Marx que ha hecho correr regueros de tinta. En esta ocasión, Ediciones ryr se complace en editar el famoso texto del fundador del socialismo científico, junto al de su eventual oponente, Bruno Bauer. Con una salvedad: esta edición no está pensada para intervenir en la cuestión judía, sino sobre el verdadero objeto de debate entre los autores: las condiciones para la liberación humana.

Sobre la cuestión judía, de Karl Marx, ha prohijado una controversia más que centenaria. La mayor parte de dicho intercambio ha sido muy posterior a la publicación del texto y por motivos secundarios en relación al verdadero objeto de la discusión, que no es, precisamente, la cuestión judía. A partir de aquí han surgido dos equívocos más o menos populares: que Marx era anti-semita y que su texto contiene una propuesta sobre la resolución del problema judío. Ambos son falsos. Cualquier evaluación de dicho texto exige desenredar una madeja enmarañada por intereses diversos y siempre cambiantes. Como veremos, el propio Bruno Bauer ha sido mal juzgado y merece, al menos, una mínima defensa. Hecha esta primera tarea de higiene conceptual, podremos concentrarnos en aquello de lo que Sobre la cuestión judía, tanto por parte de Bauer como de Marx, abre como espacio de discusión: la naturaleza de la emancipación humana y el lugar que ocupan en ella las contradicciones secundarias.

La liberación humana

Marx y Bauer están hablando, concientemente, no sobre la cuestión judía sino sobre la liberación humana, sobre la emancipación humana. Precisamente, en la diferencia que Marx va a plantear radica el valor de su intervención: la ubicación del problema en el ámbito de la sociedad y no en el Estado. Hay, en consecuencia, una diferencia sustantiva a la hora de pensar el Estado.

Insistamos, porque existe una tendencia muy fuerte a leer ambos textos como “soluciones” para la cuestión judía. Para Bauer, el Estado debe despojarse de todo interés particular, porque eso significa el reconocimiento de un privilegio. La cuestión judía es simplemente la ocasión para plantear este principio. Así lo explica Massimiliano Tomba:

“Nosotros podemos entender por qué precisamente la cuestión judía se transformaría en un objeto especialmente importante para Bauer, porque aquí el problema de la emancipación envuelve el cruce de categorías teológicas y políticas. […]
De acuerdo a Bauer, la emancipación requiere la supresión de las condiciones de posibilidad de exclusión. Este es el centro de gravedad alrededor de la cual gira la Judenfrage. […] En el centro de la Judenfrage está el dogma del principio de exclusión que Bauer investiga en la teología política del Estado moderno, porque ‘el prejuicio religioso y político son inseparablemente uno y el mismo.”
[1]Las dificultades que emergen de sus posiciones son dos, una ligada a los límites de su concepto de emancipación; la otra, en relación a su estrategia de cambio. La primera es el objeto de la crítica de Marx en el texto que aquí ofrecemos. La segunda deberá esperar a que Marx descubra el papel histórico del proletariado. En efecto, cuando en Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Marx encuentre una base social para su teoría, recién superará definitivamente a Bauer (y a toda la tradición política que él inicia y que tendrá los mismos límites, de Nietzche a Foucault). Bauer no puede encontrar esa base social porque parte del principio de que ningún particularismo puede resolverse en universalismo, ni siquiera la clase obrera. Por eso condenará al socialismo:

“Bauer condena al socialismo como irredimiblemente heterónomo; al contrario que Marx, niega la relación entre este particular y lo universal, al progreso histórico. Bauer ve en el proletariado solo pura particularidad y niega que esta particularidad pueda transformarse a sí misma en un genuino universal a menos que primero renuncie a su propio interés sectorial. El incipiente movimiento socialista, señala, mira solo por la inmediata satisfacción de intereses materiales. Tiene, entonces, el mismo principio básico que sus adversarios liberales.”[2]

Bauer ve la revolución de 1848 como el resultado de la lucha entre los esfuerzos del gobierno por “restaurar las diferencias estamentales” y la “liberación universal”, pero su intervención no puede convocar a ninguna fuerza social, porque nadie hace revoluciones en nombre de principios universales sino de intereses sociales. A esta altura de su desarrollo, Marx tampoco puede hacerlo. Como ya señalamos, hay que esperar a la Introducción a la crítica… para que, como dice Michel Löwy, la cabeza encuentre su cuerpo, para que el “comunismo filosófico” se transforme en “comunismo de masas”[3]. El gran descubrimiento, el paso adelante en relación a la ubicación del corazón del problema en la sociedad y no en el Estado, fue dado, sin embargo, en Sobre la cuestión judía.

Las contradicciones secundarias en la lucha por la liberación humana

Para llegar hasta aquí, Marx ha recorrido un largo camino en un breve lapso, desde 1841 a 1844: de hegeliano discípulo de Bauer rápidamente a convertirse al humanismo feuerbachiano liberal, para descubrir la naturaleza de los problemas en la sociedad misma y transformarse en un buen comunista al encontrar en el proletariado al sujeto de su teoría. Este pasaje termina en la ya mencionada crítica a la filosofía del derecho hegeliana, de diciembre de 1843. Sobre la cuestión judía, escrita en setiembre-octubre del mismo año, se detiene en el anteúltimo escalón, pero el más importante. Su mensaje es claro: la religión no es el problema sino la expresión ideológica del problema; el Estado no es el problema, sino la expresión institucional del problema; el problema es la alienación material del hombre en las relaciones sociales.

El texto de Marx se detiene allí pero no sin antes realizar una indicación de primer orden sobre la forma que debe asumir la lucha. Una lectura simple de Sobre la cuestión judía pareciera acercar como conclusión que, dado que las contradicciones secundarias son, efectivamente, secundarias, no es necesario más que actuar “críticamente”, a la manera de Bruno Bauer, para lidiar con ellas. Que basta aclararle a todo el mundo que la religión es puro cuento para solucionar los problemas en los cuales ella interviene; que basta con demostrar que el nacionalismo es cuento burgués para eliminar las consecuencias de su desarrollo en la clase obrera; que explicar el machismo lo elimina de la vida social; que como el precio de la fuerza de trabajo, el salario, presupone la explotación, hay que luchar contra ella sin preocuparse por aquél. Dicho de otra manera, una apelación a la conciencia final que simplifica el conjunto de las contradicciones sociales en privilegio de una sola de ellas que, aunque importante, no es la única. Y no se trata, simplemente, de que la ideología, la nación, el género o el sindicalismo tienen una existencia real, no son simples fantasmas, sino que la explotación opera a través de ellos, los necesita y son, al mismo tiempo, el terreno sobre el cual se da la batalla durante la mayor parte del tiempo.

De allí que Marx no considere un retroceso el apoyar demandas emanadas de estas contradicciones, demandas que parecieran privilegios:

“No cabe duda de que la emancipación política representa un gran progreso, y aunque no sea la forma última de la emancipación humana en general, sí es la forma última de la emancipación humana dentro del orden del mundo actual. Y claro está que aquí nos referimos a la emancipación real, a la emancipación práctica.”

Esa es la razón por la cual Marx apoyó el desarrollo de movimientos nacionales, la emancipación de la mujer y la lucha sindical, de la misma manera que las reivindicaciones civiles de los judíos. Lo más interesante, entonces, de la polémica que aquí presentamos, no es lo que señala sobre el tema aparente, sino lo que abre como descubrimiento y como problema, su tema real: el tortuoso camino que debe atravesar la humanidad en la lucha por su emancipación, a través de las contradicciones reales en que ella se desenvuelve. Una invitación, entonces, a abandonar las recetas y estudiar la vida real.

Notas

[1] Tomba, Massimiliano: “Exclusiveness and Political Universalism in Bruno Bauer”, in Mogach, The New Hegelians. Politics and Philosophy in the Hegelian School, Cambridge University Press, New York, 2006, p. 113. Traducción del autor.

[2] Mogach, The Philosophy and Politics of Bruno Bauer, Cambridge University Press, New York, 2003, p. 168. Traducción del autor.

[3] Löwy Michael, La teoría de la revolución en el joven Marx, Herramienta, Bs. As., 2010, p. 80.

 

Eduardo Sartelli

Gentileza de Razón y Revolución - Organización Cultural
http://www.razonyrevolucion.org

 

Publicado, originalmente, en El Aromo Nº 65

Link al artículo: El difícil arte de la liberación humana. Prólogo a "Sobre la liberación humana"

 

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