El tiempo de las rupturas
Omar Santos

No importa que haya llegado con el encanto con la
impetuosa llamarada no obstante yo acostado en el
derrumbe mi casa es la ceguera y diciéndole que cierre
la ventana que no hay tributo a la llovizna que no me
arroje los verbos amados de la sábana los libros y ella
que viene de no sé que tarde de qué beatitud del reino
levanta el aroma de su falda para sentarse insinúa 
la carne blanca de sus muslos bellos y yo le digo apenas 
como el débil que agradezco su presencia un impuro
siempre comprende la lágrima que cae el olor a piel
burlada por la ausente y ella que se agita la exótica
cabellera comienza a acercarme con su inédita bondad
con el pálido rostro que amenaza compasión y la muy
hermosa comienza a reconfortarme a decirme sobre la
enramada los nardos del día ese aleteo de cristales
y entonces se asoma una tonta tregua desaparecen esas
noches del asco disimulado mis inútiles maldiciones
cuando supe que ofrecía su grosera saliva las madrugadas
de su costado su descarado libertinaje a otra mujer
y entonces se borra la reiterada imprecación los horrores
familiares la fingida indulgencia de los amigos cuando
supieron que me tumbaba al lecho para siempre el sarcoma
que por fin habìa conquistado sus territorios el contagio

Y yo le digo y no importa estás aquí ungiéndome
con tu piedad con el relato de tus mejillas
con la leyenda más consoladora sobre el relámpago y yo
le digo de las noches de ruego en que me sepultaron
las visiones sobre su rodilla de su mórbida fragancia
que desató cualquier pasión libertina que le dejó
su trauma su ridícula pena al indoblegable recordándome
mi lastimosa pantomima mi grito desde la torre tus blancas
nalgas sobre el césped tu bello pezón apuntando hacia 
las colinas y ella contiene las ganas del sollozo
cuando entonces me acomoda el almohadón para el cráneo

inevitablemente para el cráneo y sus derrumbes para la
derrotada frente por la que camina la cordial caricia de
su entrañable pañuelo y dice que nos negaron la confesión
y la puerta y quiere acechar su histeria su callado
sobresalto y ya después fijado por los desgarres en la
cruz de los páramos le digo que sobran arrepentimientos
utilizo la frase inmisericorde la franqueza inaceptable
solo así desiste del conflicto se borra de sus confesiones
y entonces ella lo sabe ella lo entiende y frente a mí 
abre sus piernas para que yo vea la profundidad 
de su cielo para que en la tortura o en el quebranto
recuerde aquella primera entrega del jardín el vuelo
que amaneció en la piel el alto vuelo que nos sorprendió
en los arrayanes

Y así todo se clausura toda carne se confina y ella
dice que se apena imposible abrumada lo siente y menciona
del pasadizo donde a la muerte se le burla que hay júbilo
de los muchachos en el campo el ave bajo las miradas
el remedio que todos ansían sobre el manto inolvidable 
no importa yo le digo que ya no importa que me deje tocarla
que me deje sentir el olor de su sexo pues vendrá la noche
del cáncer vendrán criaturas centinelas del extravío
y ella que se tiende en mi pecho y yo que le digo
que ya no importa que se avecina el tiempo de las rupturas
que ni los bufones gimotearán en los funerales
del seropositivo.

Omar Santos
De "El cuerpo de las rendiciones"
Poemas inéditos

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