Invitación y convocatoria: ¡Vallejianos del mundo, uníos!

Utopía del mundo andino en telúrica y magnética
Danilo Sánchez Lihón

«Más que la luz
danzando en el arco iris».
Mario Florián

1. Perú, molécula exabrupto, átomo terso

César Vallejo para ser universal no tuvo que olvidarse, distanciarse ni abjurar de su aldea o pueblo natal sino que, al contrario, una de las claves de su grandeza es que abrazó siempre, pensó todo y retornó quimérico y tenaz a su Santiago de Chuco, pueblo serrano, que él lo llevó clavado en el alma, lugar del que talvez nunca salió y de donde nunca se fue. Y es genio porque supo levantar su esencia desde la gleba de que estaba hecho y desde el grumo de polvo y la parcela que lo componía y configuraba. Pero, ¿dónde es que testimonia esa fe? En el poema Telúrica y magnética.

Porque así como Masa es el poema evangélico del amor universal, donde predica que sólo con la solidaridad venceremos la muerte haciendo que incluso ella incluso hasta viva o se revista por lo menos de los dones de la vida, como es la fraternidad, es en Telúrica y Magnética  donde perfila su ideario y su cuerpo de principios –si pudiera pensarse y llamarse así los mensajes que la poesía trasunta, aunque con Vallejo todo sea posible en lo que se refiere al lenguaje, pues ante él estallan formas, estructuras y murallas erigidas con las palabras.

En Telúrica y magnética proclama dónde, cómo y por qué construir el reino promisorio de la utopía de una condición humana de dicha colectiva, la misma que se reinstaura en el mundo andino donde sintetiza su anhelo de redención del hombre, propuesta de sentido en donde resume su trayectoria como creador, su pasión de artista y su condición de hombre de este espacio y de este tiempo:

¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!

Alinea sus huestes, enfila los elementos, involucra a la ciencia y la técnica, a la lógica y a la acción empírica en misión de lucha, guerrera y militante, como en un desfile cívico o en una marcha triunfal:

¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mugidos,
las aguas con su sorda antigüedad!

Enumera los fundamentos terrestres unidos a los factores cósmicos, los hechos y realidades pródigas y felices junto a las hazañas del hombre y del universo: el viento, la lluvia, el sol, las aguas en su sorda antigüedad. Y recio, pleno e infinito el hombre que logró en este suelo la proeza de una organización social donde no hubo hambre, desocupación ni agresividad; si no que, al contrario, unió el trabajo la fiesta y al gozo las edificaciones.

Roberto Paoli, estudioso italiano de César Vallejo, expresa:

“…el mundo redimido del futuro se colorea en Vallejo de nostalgia: nostalgia de un mundo arcaico, en parte observado y en parte soñado, que asume ora la forma del Perú eterno (incaico-andino), ora la de la Rusia del trabajo, ora la de España popular, Es el mundo del espíritu, anterior a la caída y posterior a la redención, que el poeta siente sobrevivir dentro de sí (…). El Perú, en cuanto origen edénico y único tiempo posible, en cuanto salvación doméstico-agreste, (…) contrapuesto al destiempo doloroso del “presente” adulto, del valle de la caída y del exilio; y, en un poema como Telúrica y magnética, es (…) objeto de un himno arrebatado, místico, de triunfal celebración, por el cual la tierra andina, con su cielo, sus plantas y sus animales y sus humildes habitantes, desfila en figuración majestuosa, de una majestad conferida no sólo por su inmensa virginidad natural, sino también por la inocencia y la humildad del idilio edénico que acoge.”

Tienen los versos de este poema el tono y la tensión de lo profético, de lo patriarcal y ecuménico, como si quien hablara lo hiciera de pie sobre la montaña más elevada del orbe. Es el discurrir pujante, enfático y seguro de una voz que encarna un verbo colectivo, ni siquiera de una raza sino del hombre en general o, por lo menos, de un mundo que espontáneamente fue llamado Mundo Nuevo.

¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retornar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Átomo terso!

Quizá no encontremos en ningún sitio definición más precisa y cabal de lo que es el Perú que ésta: "molécula exabrupto", pero en el fondo "átomo terso"; país de geografía e historia que eclosiona, pero de fábula, maravilloso y mítico en su esencia; inmenso, bello y verdadero en su entraña y en su exterior arisco, convulso, beligerante, es decir: "molécula exabrupto", pero en el fondo tierno, fecundo, exacto, es decir: "átomo terso".

2. Marcha triunfal del suelo teórico y práctico

La voz que entona estos versos se la siente enfática y hasta épica; que proclama una verdad inmarcesible, una causa incuestionable, cual es el mundo andino, la serranía y en ella la labor del campesino, que  es pareja a la del minero en los socavones, a la del obrero en las fábricas, a la del educador en las escuelas de los asentamientos humanos, porque a la vez hacen producir la tierra, cultivan y sostienen al hombre.

Ricardo González Vigil ha escrito:

“Vallejo nació y pasó su infancia y adolescencia… en la sierra, siendo feliz en el ámbito familiar y en el medio andino, integrado a las costumbres y fiestas colectivas y en comunión con la naturaleza. Esas raíces andinas marcaron para siempre su sensibilidad y su óptica, Y no sólo por las notas de nostalgia… ternura y piedad… sino por la sintonía con los valores andinos de vida comunitaria, … de trabajo en común, de fiestas compartidas por todos y de amor a la naturaleza…”

De donde deriva su timbre poderoso, firme y contundente para escribir esta oda heroica, basada tanto en su experiencia personal, como niño aldeano en Santiago de Chuco, trabajador de las minas en Quiruvilca, como asalariado en la hacienda azucarera Roma de Trujillo o educador rural en la provincia de Ambo, en el departamento de Huánuco. De allí su identificación con los trabajadores, porque él cree en ellos, como también se apoya seguro e incólume en sus convicciones políticas, sociales e ideológicas:

¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!

Donde el ritmo del poema se lo percibe como una marcha triunfal de grande elevación y arrebato, porque él ama a su pueblo como se ama a un ideal, a una promesa, a una filiación a favor de la vida que la tierra y la naturaleza por sí mismas brindan; porque él se une a un mundo que le merece toda su adhesión y compromiso.

¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!

Nombra al asno con sentimiento entrañable, porque quizá represente para él el mundo del trabajo paciente, humilde y sufrido, de aquel Perú laborioso del interior del país, que espera el día de su reivindicación, de labriegos a los cuales abrazó de niño, a sus manos fuertes y a sus ojos solidarios:

¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!

Reflexionamos: ¿Por qué Telúrica y magnética? Inicialmente el título del poema fue Meditación agrícola. Pero, telúrica lo entendemos como el espacio en donde se sitúa y desarrolla el poema, y magnética porqué allí se ejerce una fuerza de imán, de atracción e irradiación, porque ese espacio es un eje, un centro, un ombligo; fuente de energía vital y cósmica. Porque somos esencia horizontal y vórtice vertical.

Poema que César Vallejo escribió en París, donde no consigna que el centro está allá, en Francia, sino que lo magnético es el Perú y el mundo andino. No es entonces, por si acaso, la versión de alguien que no conocía el mundo y por eso no sabía lo que había más allá de sus cerros, ni tampoco es de alguien bisoño e inexperto; lo escribió como un testamento ya había visitado tres veces Rusia, como también Alemania, Polonia, Italia, Suiza y había ido y venido varias veces de España. 

3. Por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas 

Telúrica y magnética es el poema de nuestra identidad, construido por alguien que la fraguó aquí, allá y acullá; ser que es una veta de oro puro pero escondida; identidad que en donde más se esconde es en el recuerdo, en la nostalgia y la añoranza en donde se hace estéril, identidad que más que pasado es presente y futuro; de allí él intuye que a partir de ella se puede construir aquella utopía, arcaica o no pero es la que nos pertenece:

¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!

Con barreta espléndida se refiere a aquella de oro con que Manco Cápac y Mama Ocllo fundaron, en las faldas del cerro Huanacaure, la ciudad del Cuzco. Pero ahora es hundir nuestro ser en la tierra para que ella ofrezca sus dones fecundos; porque somos muchos quienes mantenemos latentes aquellos contenidos que hicieron posible que dicha sociedad fuera admirable y sorprendente. Es con ellos, sin exclusiones que nos corresponde forjar el ideal de hacer aquí y ahora una patria justa, digna y  feliz. Andinos somos y en el mundo estamos:

¡Ángeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!

No sólo es Telúrica y magnética el poema más nutrido de peruanidad, sino de santiaguinismo, al decir soberano y pleno: "el bravo rocoto de los temples". Y tanto es así que es rarísimo encontrar a recitador que no lo "corrija" malamente y en vez de "Rocoto de los temples" cambian la frase para decir: "rocoto de los templos", lo cual resulta un disparate y cometen un desatino, articulando una frase absurda que prefieren al no entender el enunciado anterior. Hay hasta ediciones en donde creyendo hacer un bien enmiendan "temples" por "templos".

Para un santiaguino en cambio nada es más común y llano que este término puesto que de allí, de lo que denominamos "temple", nos llegan productos para la comida, además de los rocotos, los camotes, la racacha, las sidras y muchas frutas como nísperos, naranjas, pitajayas, granadillas todas ellas de climas cálidos.

No es sólo el mundo andino añorado el de Telúrica y magnética, no es únicamente la organización social del imperio de los incas que garantizó una sociedad feliz, sino que revalora y reconstruye el mundo actual, cotidiano, como el representado por las aves de corral; como el de la cuya o cuy del día de hoy, además: "para comerlos fritos". Y continúa:

(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!

Evoca lo rural, idílico y campestre. Es el mundo andino que él saluda, celebra y encomia, que anhela que resucite, sobresalga y permanezca, donde distingue:

¡Familia de los líquenes.
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!

En carta a Pablo Abril de Vivero César Vallejo le confiesa ya en aquellos años:

“Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual etapa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas». 

4. ¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
 

Telúrica y magnética es un poema granítico y cimero que sólo se lo puede escribir sintiéndose poderoso pero a la vez devoto y maravillado de una identidad, pertenencia y cultura, que se la exalta porque allí se contiene lo mejor sino porque allí reside y de ella se deriva la solución de todo. ¡Qué poder el de las palabras para llegar a esta coronación suprema en donde el lenguaje se vuelve pedernal, chispa y llamarada que fulgura. Y en consecuencia,   llamarada y, de modo consecuente, grito de batalla:

¡Cuestas en infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!

Es esta una arenga, pero más una alabanza y una glorificación. Una apoteosis y un brindis hasta el fondo de la emoción más sentida y ecuánime. Son imágenes que enrumban, orientan e inflaman, son metáforas que guían y elevan, son emociones que enaltecen sobre la base de lo propio y a lo simple: "auquénidos llorosos, almas mías"; escrito con total plenitud, de una sinceridad sin límites, situado en lo más hondo e inhiesto de los andes y su tierra, compartiendo una verdad exultante con aquellos a los cuales ama y con quienes se abraza entrañablemente:

¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
De un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!

Donde al lenguaje –"bájate y a pie se lo exprime para que explote, exprese incluso la impaciencia, donde las rocas y las piedras del camino hablan no porque les demos voz como en los cuentos sino porque oímos sus pensamientos y sentimientos, donde se modula con el lenguaje lo que el lenguaje está incapacitado para expresar.

Y, en otro aspecto, ¿qué distinto al Vallejo triste, apesadumbrado y compungido por el dolor del mundo, no? Y es porque aquí está otra vez, de pie, combatiente, con su tierra y con su gente.

Así como Vallejo escribió poemas de angustia y desolación, de dolor lacerante, como La rueda del hambriento; así como tiene poemas de queja y hasta de fatalidad, como Los nueve monstruos, es en Telúrica y magnética que eleva su tono hasta alcanzar a ser diana, con clarines, quenas y trombones, para cantar la gesta y epifanía de la realización más alta y plena del hombre en el universo, cual es la construcción de una sociedad justa, hermosa y henchida, tomando como base, raíz y centro el mundo andino.

Consecuentemente, este es un poema militante desde el principio hasta el fin; desde el primero hasta el último verso; pletórico y radiante, porque ha vuelto a su casa, a su lar nativo y se abraza a sus hermanos de sangre y de espíritu; en donde se siente entre los suyos, en confianza, en algarabía con sus amigos y los seres queridos de su familia:

¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!

Ya está otra vez en Santiago de Chuco, en la tierra del anhelo, del amor fraternal, del desayunarnos todos, en aquella utopía que: “No será lo que aún no haya venido, sino lo que ha llegado y ya se ha ido”, dijo. Porque aquí se logró esa calidad de sentirnos y ser efectivamente hermanos y respecto al cual sólo cabe el afán y la consagración para restituirlo, eso sí renovado y hecho vigente para la actualidad y el futuro, que es lo que nos proponemos en el movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra. 

5. Una literatura nueva, enraizada en la tierra 

Ya vuelto a su hogar, dichoso de estar entre los suyos, escuchando a la tórtola en el tejado cortando en tres su trino, primero de amanecida en que ha salido el sol por los horizontes de Santiago de Chuco, siente a las personas que entran y salen por el portón de la casa familiar:

¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!

Nombra el ser andino con la palabra común y corriente, natural y coloquial con la cual se denomina al poblador aborigen en nuestro país: ¡indio!, con toda la carga de mísera categoría social, de marginalidad, de equívoco histórico, reivindicando con ello César Vallejo todo lo que en este vocablo se sintetiza de historia y de misión pendiente de realizar, para continuar:

¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!

Y concluye el poema, con suficiencia y hasta gesto de orgullo, quizá hasta con soberbia, diciendo de modo figurado que todo lo demás lo saquen, que lo tira, que él lo deja, lo suprime y descarta, diciendo de este modo:

¡Y lo demás, me las pelan!…

Porque el futuro y la raíz es aquello que él proyecta y aquello que él sintetiza en el poema: el hombre andino en su esencia y trascendencia.


Proyecto histórico y programa político y social que ahora incluye que todos los ciudadanos peruanos nos integremos, que supone que aquellos que han emigrado y que se han ido, como él se fue, establezcan lazos sólidos con los que aquí permanecen. No es necesario el retorno o el regreso físico, pero sí volver a estar unidos en los afectos y en los propósitos, en el anhelo de una patria mejor, forjando para ello una gran nación integrada con los hermanos, padres e hijos que se han ido y ahora están lejos.
 

6. Reintegrarnos, volvernos a juntarnos, unirnos 

Alfonso Arias Schreiber escribió el jueves 30 de abril de 1998 un “Testimonio sobre César Vallejo”, donde refiere que siendo representante del Perú en París, encontró en los archivos de la misión un cablegrama del Ministro Francisco García Calderón, cuyo texto decía así:

“Refiérome cablegrama de Ud. Nº 25. Vallejo murió hoy nueve mañana. Gastos autorizados clínica, asistencia y entierro representan aproximadamente veinticinco mil francos, que ruégole entregar cablegráficamente. Último deseo de Vallejo fue ser enterrado en el Perú.”

Luis E. Valcárcel estaba dispuesto a atestiguar lo mismo.

Sin embargo, sería vano y superfluo en estos momentos debatir si deben o no volver los restos de Vallejo al Perú, pero lo que sí es cierto es que él en vida tuvo intención de volver y ahora sabemos por Arias Schereiber, que también quiso que sus restos descansaran aquí.

Lo importante es recoger su mensaje de redención humana e histórica, su utopía de instaurar aquí el reino de justicia, libertad y esperanza, que avizoró diáfano en Telúrica y magnética.

Cuando ello hagamos será muy natural que acojamos con honra y honor, cualquier día, los huesos de este héroe civil, de este gladiador por un nuevo y auténtico humanismo, por la belleza y la bondad en el mundo; sabiendo que el espíritu de infancia, el vivir en el afecto y el amor a la tierra y el compromiso de instaurar la gran patria y nacionalidad andina, son ejes esenciales de su vida y de la propuesta de cómo redimir la condición del hombre sobre la faz de la tierra.

 Danilo Sánchez Lihón

Instituto del Libro y la Lectura del Perú

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