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Capulí, Vallejo y su Tierra

Construcción y forja de la utopía andina

En defensa del patrimonio
Tejados hacia lo eterno

Tejados y resistencia andina

Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

1. Aquella evocación

Estamos a mediados de enero y ya comenzaron las lluvias en la serranía.

Así tiene que ser, porque sino este sería un mal año para las cosechas. Y si no lloviera no se podría sembrar en esta estación.

Tiene que llover y duro. Se descargan por eso relámpagos y truenos sucesivos en el cielo.

Yo estoy lejos, en un país extranjero. Y llamo a mi pueblo a través de Radio Cordillera.

– ¡Sí, aquí Radio Cordillera! –Me contestan, pero la voz gangosea, seguro porque está lloviendo en las alturas–. ¿Aló? ¡No le escucho! ¡Es que en estos momentos está cayendo tempestad sobre Santiago de Chuco! ¿Aló?

Yo guardo silencio. 

¡Qué emoción profunda me invade y me transporta a los días de mi infancia! La lluvia y nosotros protegidos bajo el tejado.

Yo me sumerjo en aquella evocación.

– ¿Aló? ¿Aló? ¡Se cortó la comunicación! 

2. Cuando escampe

Yo cuelgo el teléfono, despacio y extasiado. ¡Aquí sufro el sol calcinante, y es invierno en mi tierra! ¡Y en toda la extensión de la serranía del mundo andino! 

Es por eso que, en este tiempo de adhesiones a uno y otro personaje, en este período de denominaciones de cómo debe llamarse al año, yo propongo también, junto a todos los otros: ¡de los tejados!

En este período de reconocimientos y honores a este y al otro tótem, nombro yo por lo menos en esta página solitaria y estremecida a mi personaje de este tiempo, a ¡la teja!

¿Por qué? Porque resiste heroica el embate del agua, el viento, la tierra y el fuego que se descarga a través de los relámpagos. 

Claro, hay que ayudarlas subiendo al terrado como en estos momentos hace el niño obedeciendo a su padre de ir a poner baldes donde se ha producido un resquicio por donde el agua se cuela debido a que la teja se han movido unos destrenzándose de la hermana de al lado.

Para que cuando escampe y sea de día acomodar esa abertura, o a veces rajadura, con un pedazo más grande o con una teja entera.

3. Resistencia andina

Aunque muchos no hacen caso a mi reclamo, cual es de que no hay que reemplazar la teja por la calamina, hay también quienes reconocen de ella su valía.

¿Por qué? Porque además de su laboriosidad, porque la teja es signo y mensaje de identidad y de algo más que es absolutamente moral: la resistencia del mundo andino.

Tres razones han esgrimido para decirme que de todos modos es ineludible reemplazarlas por la calamina.

Ya algunas casas e instituciones emblemáticas cedieron a esta conversión, e incluso la iglesia.

Así el pueblo de César Vallejo decae en hermosura y originalidad. Y se niega a sí mismo, porque: ¿cómo recitar ahora en Idilio muerto: "Y llorará en las tejas un pájaro salvaje"?

Por eso, quiero esta vez nuevamente reivindicar a la teja, que en estos momentos soporta la tempestad que se descarga sobre los techos de mi pueblo.

Pero más la defiendo por ser símbolo grandioso de la resistencia andina a la colonización cultural que nos viene desde las grandes metrópolis de poder.

4. Cimbran la cumbrera

La primera razón que aducen, quienes están en contra de conservarla, es que los cohetes de la Fiesta del Patrón Santiago del mes de julio, y en general en todas las fiestas del pueblo, las rajan.

Esto es cuando las avellanas se lanzan al cielo hay algunas que no alcanzan a subir hacia lo alto y culebrean yendo a reventar en cualquier techo. Si ese techo es de teja se producen allí goteras.

Será un hecho casual –digo yo–, un hecho muy de vez en cuando; en realidad ocasional. Pero en estos momentos se desata sobre Santiago de Chuco una tempestad de rayos y truenos. 

¿Acaso las tejas se mueven un ápice? ¿Pueden acaso los feroces relámpagos rajarlas? ¡No! 

Pese a su estruendo y furor jamás yo he visto una sola teja rajada por un relámpago, pese a que a veces nos despiertan por la noche con su estruendo, haciéndonos saltar en la cama.

La segunda razón que aducen, para ceder en esta claudicación de reemplazar tejas por calamina es que pesan demasiado y cimbran la cumbrera y los aleros.

5. Muchachas arrobadas

Y yo opino que eso está bien. ¡Que los cimbren, pues! Así es la vida. ¿Acaso, no es hermosa una persona que revela que la vida ha dejado en su ser sus huellas? Así las tejas, soportan la lluvia, las tempestades, los relámpagos, así como el sol inclemente y los vientos que ni siquiera las mueven.

Acaso, ¿hemos visto que los vientos las desplacen o agiten? A eso ayuda su peso. ¿No es buena entonces también la gravedad en las circunstancias y en el acontecer de la vida?

Pero, sí en cambio las tejas son laboriosas, unidas y resistentes. Basta que una de ellas falte para que se hunda y horade la casa.

La tercera razón si no quiero comentarla siquiera, porque me parece mezquina y hasta una traición. Aduce que la calamina es más barata. Es traición digo porque ella hay que comprarla de Trujillo. Siendo así ya no hay trabajo para los alfareros de mi tierra. ¿Adónde va entonces ese dinero? Hacia afuera.

No. Yo amo las tejas. Las siento como a muchachas arrobadas que encarnaran una vida misteriosa. Y al reivindicar a la teja reivindicamos al tejado.

6. Plumaje como escudo

Ahí están, sobre los adobes ahuecados las vigas y travesaños. Y sobre estas el techo dando sombra amable de las casas y en este caso dando amparo en medio de la tempestad.

Los techos se alinean en base a tejas canales, que intentan ser rectilíneas pero que la vida las ha torcido.

Techos altivos. Conmueve verlos a la distancia indoblegables en los valles profundos. 

Son de dos o tres aguas y rematan en una cumbrera o tinglado de tejas airosas.

Los tejados, su textura, su color, su aroma combinan con las nubes blancas y los cielos azulinos. Combinan con las horas del día: con los amaneceres, las tardes, los medio días cautivos.

Con el estallido del amanecer como con la agonía muriente de sus atardeceres. Armoniza bien con el silencio de los pilares añosos que los sostienen.

¡Una teja basta de este plumaje como escudo para protegernos del destino aciago!

7. La vida que ha visto y que lleva

Por los tejados se escapa el humo de las cocinas. 

Por entre sus carrizos, extraídos de los valles, se enreda también la neblina blanca. 

Entre ellos se persiguen, techo y neblina, porque han jugado en la hondonada, en el temple y los bajíos. ¡Y ya se conocen tanto!

Los carrizos son del color del oro bueno, del oro que no se mide por decenas sino por millones de quilates, porque sirve solo para la adoración y el culto de lo sagrado, como ha sido siempre en nuestra cultura.

Otra divinidad de los campos sostiene a los tejados: el maguey, que es el guardián de los caminos.

Este árbol antes de ir a tenderse en los techos, como soportes del infinito, ha contemplado soledades, fiestas como lamentos y quejumbres en los senderos y atajos por donde se va y se viene.

8. Su corazón sangrante

Es esta una deidad de figura alambicada, derecha en el medio y en lo alto hace un trazo perfecto de volutas hacia uno y otro lado.

Semeja un río serpenteante de idas y vueltas, para rematar estallando en un afloramiento hacia arriba.

Es una espiga de flores purísimas de un color intenso por la vida que ha visto y que lleva.

Así como la mano de una deidad está en ese racimo apasionado del maguey, cara al firmamento.

Así está la mano del hombre está en lo alto de los tejados, cara al sol, a la lluvia clemente o despiadada. 

Y cara a las estrellas inconmensurables. 

De cada hombre está su pulso en esas alas. Y en la totalidad de los tejados su corazón sangrante.

9. Chocan y tintinean

Porque cada teja se ha modelado con las manos y los sueños.

De allí que cada una de ellas es irregular, tiene porosidades y arrugas en la frente. 

Algunas tienen los dedos de quienes las han llevado al horno o las han sacado de él.

Yo mismo he alcanzado teja por teja con cuidado arrobado para que no se rompan, subiendo por una escalera que era como colgarse sobre un abismo. 

Las tejas tienen un sonido de campana en su entraña, que lo hemos escuchado ocultamente, porque se rompen cuando las descubren y entonces chocan y tintinean. 

10. Tejas hacia lo eterno

Tampoco nadie sabe –pero yo por eso les cuento– que son lindas mujeres que se han cubierto la cara. 

– ¿Quiénes?

– Las tejas. Son doncellas arrobadas.

Y es por eso que también nos dan la espalda.

Cada teja en realidad es una campana, una quena, un clarín hacia las estrellas.

Son la caja, las cuerdas y el diapasón de unas guitarras que entonas melodías y endechas allí donde están puestas. 

Y que solo aparentan estar calladas.

Ya cesaron al pie las serenatas. Ya los nardos y las azucenas de la huerta pasaron a lo alto del cielo sereno. 

Hay razones supremas entonces para hacer silencio y escuchar los clarines que en el alba entonan las tejas hacia lo eterno.

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Danilo Sánchez Lihón

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