Métodos para apoyar a Letras-Uruguay

 

Si desea apoyar a Letras- Uruguay, puede hacerlo por PayPal, gracias!!

 
 

Adivinar un año nuevo mejor 
Su majestad la adivinanza 
Danilo Sánchez Lihón

 

1. Introducción

 

El tema de las adivinanzas en la literatura infantil aparentemente es un tema específico y hasta mínimo, razón por la cual se pierde y se nos escapa su extraordinario valor, y con ello su potencial intrínseco para cultivar en la persona humana valiosos e insospechados contenidos y cualidades.


Por eso, es importante comprender esta expresión literaria, este poderoso elemento pedagógico, esta maravilla arquitectónica, musical, filosófica, mágica –que todo eso es y mucho más– la adivinanza.


Interesa también ofrecer algunos alcances metodológicos respecto a cómo vincularla al afianzamiento de algunas habilidades y destrezas básicas en el niño, por ser ella además de una de las fundamentales y excelsas expresiones de la poesía lírica popular, un juguete mental idóneo para aguzar la inteligencia y la sensibilidad.

También porque chicos y grandes lo acogen siempre con simpatía, entusiasmo y hasta pasión. 

 

2. Porque adivinanza es el mundo y el destino

 

Las adivinanzas, o también denominadas acertijos,  son antiquísimas como el agua o el aire; o el corpúsculo de materia y energía que dieron origen al cosmos, a la vida y a nuestro destino de estrellas en el errante espacio estelar. Gota y viento que están en el germen del mundo.


Se encuentran ligadas al origen de nuestro destino y civilización. Las palabras o frases: “¿Qué es?” o “¿Qué será?”, núcleo de las adivinanzas, fueron –sin duda– las primeras que modulara el hombre y todo ser que sintiera algún temblor y extrañeza frente al cosmos. Por ello y frente a ello es que se hicieron algunas metáforas inevitables ante el estupor de los elementos naturales que se desencadenaban o desenvolvían ante sus ojos.


Aunque el “qué será” ya tenga la calma de la contemplación del mundo tras la grieta de la cueva o bajo la sombra extasiada de un árbol del pleistoceno de la humanidad, no deja de tener el desamparo del interrogante acerca de cuál es nuestro destino sobre la faz de la tierra. Pregunta y ojalá que calma, que será la misma que se escuche cuando resuenen las trompetas, llenas de interrogantes o acusaciones, en el Juicio Final. 

 

3. como hacen los niños que es jugar a ser dioses

 

Se registran adivinanzas en casi todas las lenguas y culturas, tanto que se podría afirmar que, junto a Dios y al licor, no hay cultura que nos las haya urdido, trabado o inventado, hecho que nos da la clave que en ellas se encierra un contenido de enorme significación, muy hondo y muy grave.


Y, ¿cuál es ese? Puede ser: la construcción y desconstrucción del mundo, porque a ello nos enfrentamos cuando las formulamos y tratamos de resolverlas, deshaciendo algo para volverlo a recomponer, juntando retazos de un universo que se deshace a cada instante, como se vuelve a juntar, tanto como son en realidad las adivinanzas:

“¿Quién es y no es,
que corre y no corre,
que no se detiene
y no tiene pies?”
(El tiempo)

Es ¿literatura?, Sí. ¿Pedagogía?, Sí. ¿Música?, por su puesto. ¿Filosofía?, claro. ¿Magia?, ¡indudablemente!

 

Pero aún más que todo eso junto, la adivinanza es tan grande como el mundo, y tan pequeña como el corpúsculo de materia y energía que dio origen al estallido  que aún perdura y que somos nosotros. Ella, en síntesis, es el mundo:

Vence al tigre,
vence al león,
vence al toro embravecido,
vence a señores y reyes,
que a sus pies caen rendidos”.
(El sueño)

He aquí, pues, este prodigio del arte, dialéctico y por tanto arduo, feroz y embravecido; vasto y hondo por antonomasia, que junta contrarios, ideas antagónicas y en pugna.  Con el gran poder interior que poseen exponerse a ellas como hacen los niños que es jugar a ser dioses, en participar en la hechura del ser de las cosas, creando y deshaciendo la realidad.

 

 4. Esfinges con que nos encontramos en nuestro paso por la vida.

 

Se encuentran adivinanzas inmersas en viejos relatos persas. Pero, ya en lo que es la cultura griega, de la cual somos en parte herederos, figura con un brillo bronco y singular en la vida y el destino de Alejandro Magno que rompe el nudo gordiano en su campaña para sojuzgar el lejano oriente.

 

Y de Edipo Rey, quien antes de poder acercarse a la amurallada Tebas, camino que recorre antes de dar muerte sin saberlo a su padre y desposa luego sin saberlo a su madre, desentraña la adivinanza pero no su destino –¡y ésta es la paradoja!– cuando la Esfinge, que tenía cabeza, cuello y pecho de mujer y cuerpo y pies de león, le dice:

“¿Cuál es el animal
que al empezar la mañana
camina en cuatro pies,
al mediodía en dos
y por la tarde en tres?”
(El hombre)

Adivinanza ésta que es formulada:


a). En una encrucijada de vida y muerte, ya que acertar en la solución significaba la auto inmolación del animal mitológico,


b). Desencadena una decisión trascendental, ya que sin la oscuridad del enigma la vida de la esfinge no tendría razón de ser,


c). Es una metáfora que refiere dramáticamente de nuestras vidas, abarcando desde cuando somos niños, pasando por cuando somos jóvenes para finalmente aludir a cuando nos volvemos viejos, y


d). Curiosamente esa esfinge cuidaba el paso del camino, cerrándolo hasta la absolución de la pregunta, como nos ocurre frecuentemente ante las esfinges y adivinanzas con que nos encontramos en nuestro paso por la vida.

 

 5. Correrías todo el día y nunca me alcanzarías

 

Todos esos elementos y muchos otros con relación a la adivinanza nos señalan que radica en ella una raíz y una pieza clave vasta y valiosa para explicar y dar sentido a la vida y al destino de las personas.


De allí que no solo las esfinges, que son monumentos al misterio, al enigma y a la adivinanza, sino que el más grande edificio de la antigüedad, y más concretamente de la lúcida y luminosa cultura helénica, fue el laberinto de Creta, que era una adivinanza.

 

Y nunca se invirtió tanto en la construcción de un enigma, edificio fabricado por añadidura por una cultura, como la griega, que amaba las respuestas directas, inclinada a esclarecer las preguntas esenciales acerca del ser de las cosas.

 

Las pirámides de Egipto y la Esfinge que custodian y escrutan el infinito son también adivinanzas. La Torre de Babel mítica e otra adivinanza.


¿Y el excelso santuario de Machu Picchu, construido de piedra colindante a las nubes y las estrellas? tiene todos los abismos y las alturas de una adivinanza.

 

Creo aún más, que la tierra y los planetas son adivinanzas, que el mundo y el cosmos es una adivinanza absoluta, y cada pulso de nuestras venas son hechizo y sortilegio, formulados como adivinanzas. Más aún, cada hombre es una adivinanza:

 “Correrías, correrías,
correrías por la pampa,
correrías todo el día
y nunca me alcanzarías”
(El viento)

6. Aquel que adivine este enigma

 

Y dar la solución a una adivinanza puede significar alcanzar el máximo poder sobre la tierra. Ya lo hemos visto en el hado de Alejandro Magno o Edipo Rey. En el caso de nuestra cultura, los oráculos de Pachacámac en Lurín, o el de Catequil, en Santiago de Chuco, no hablaban describiendo los hechos sino en claves de adivinanzas


Y los sacerdotes tenían que resolver estos arcanos en una interpretación sutil, donde frecuentemente perdieron sus cabezas que eran cercenadas porque el designio de los dioses contravenía los intereses de los gobernantes mundanos.


Aquello sucedió cuando el oráculo de Catequil predijo la llegada de los hombres blancos y Huayna cápac, creyendo que los sacerdotes le traicionaban, mandó destruir el oráculo e hizo que los cuchillos pasaran por los cuellos de los inocentes sacerdotes por no saber interpretar como él quería que se desencadenara una determinada situación a despecho de los dioses.


Josué, en Egipto, al interpretar el sueño del Faraón acerca de cuál era el significado de haber soñado 7 vacas flacas y luego 7 vacas gordas que pastaban por el prado, alcanza la máxima ventura ante el Rey al interpretar lo que en el fondo estaba en lenguaje de adivinanza.


Pero es en el Mester de Clerecía, del Siglo XIII, en el Libro de Apolonio, de autor anónimo, en donde se detalla cómo el acertar con una adivinanza podía significar alcanzar de inmediato el mayor poder y privilegio, como era casarse con la hija del Rey y hacerse, lógicamente, futuro soberano de vastos confines, al decirse en la misma letra del acertijo lo siguiente:

“La verdura del ramo es como la raíz
de carne de mi madre engrueso la cerviz.
Aquel que adivinase este enigma, feliz
ése tendría a la hija del Rey y emperatriz”.

7. Con ellas se reconstruye la historia humana

 

Fray Bernardino en su “Historia General de las cosas de Nueva España” relata que los españoles encontraron en México, por los caminos que pasaban, unas costumbres como las que en España se denominaban los “Qué cosa y cosa” y que en aquella región la nombraban como los “zaz miles”, que eran –hasta en la forma de decirlo– lo mismo, es decir adivinanzas; algunas de las cuales reproduce en su libro, como ésta:

“¿Qué cosa y cosa
está señalando al cielo
con el dedo?”
(La espina del maguey)

En la cultura andina se las conoce como “huatuchis” que significa anudar, amarrar y, a la inversa, desatar, cazar una pieza con otra. El juego se inicia con dos expresiones rituales que son:


– Imallanchik aycallanchik, sa. (¿Qué cosa será? ¿Cuánto será? ¿Así es?)
Y la respuesta es:
– Asá. (Sí. Así es):

Van y se quedan
van y se quedan.
¿Qué será?

(Los pasos)

Hay adivinanzas preincas, e igual también de la época del imperio del Tahuantinsuyo, como éstas que se han registrado:

“Una casa verde de habas
que no están verdes ni secas”
(La boca y los dientes)

“A dos lagunas negras
un solo cerro las ataja”
(Los ojos)

 

“Se llena de noche
se vacia de día”
(La cama)

 

“En medio de cuatro cerros
flamea una bandera colorada”
(La candela y el fogón)

Uno puede reconstruir la historia humana a través de las adivinanzas. La siguiente nos señala una época desechada o descartada ahora con el imperio de otros modos de despilfarrar dineros y fortunas. Ejemplo:

“Blanco fue mi nacimiento
pintáronme de colores
he enriquecido a villanos
y empobrecido a señores”
(El naipe)

8. ¿Cuál será la tan mentada?

 

Adivinanzas y juegos infantiles han sido trabajados en el Perú por Gabriel Escobar, Emilio Romero, Hermógenes Colán y Efraín Morote Best. Y, en nuestra época, merece especial mención José Respaldiza Rojas, autor de libros como: “Maestra Adivinanza” y “Mil adivinanzas quechuas”.


Sin embargo, lo bueno es que ellas no son únicamente un vestigio de la antigüedad, ni un supérstite rescatado por la arqueología, o mantenida viva por la nostalgia, sino que nacen y se despiertan cada hora, cohabitando con nosotros a cada momento del día la vida cotidiana.


Surgen y juguetean  en todo ámbito que se pueda imaginar, sea el citadino o el rural, el humilde y hasta mísero o el  desbordante de opulencias, sea que gocemos de un momento feliz, sea que padezcamos un infortunio, sea en lengua japonesa o china, en ruso o en quechua.


En todo escenario y hasta en toda circunstancia de la vida nos acompaña una adivinanza como un ovillo de maravilla y estupor delante de nuestros ojos llenos de asombro:

“¿Cuál será la tan mentada
que se halla al fin de una vida,
no halla en el mundo cabida
ni en el cielo tiene entrada;
que se halla en algunos meses
y en la semana dos veces?”
(La letra A)
 

9. Maravilla de la creación

 

Es la adivinanza un juguete exquisito, un artefacto mental extraordinario, una cometa imaginaria que junta unos cuantos elementos de la realidad, dos o tres, hecho de fuegos fatuos imaginarios, de cintas de colores que se despliegan, de retazos de naturaleza que aletea, de jirones de realidad, para con apenas dos o tres elementos configurar un universo, creándolo en 7 segundos, como dios creó en siete largos días el cosmos y sus criaturas:

“Detrás de aquel cerro
detrás de aquel otro
relincha la yegua
y no se ve el potro”.
(El trueno)

Pero la adivinanza es más urgente que el mundo de piedra y cielo; revolotea un breve instante y calla instantánea y fugaz. Alumbra, define, estalla y otra vez las aguas vuelven a serenarse y dormirse en la orilla.


Son juegos de lenguaje, de ingenio y candor, en donde hay vuelo e inmersión. Es un volar fragmentado en pedazos para después consumar una unión, con brillo de mirada en los ojos, y un poner el alma en la pregunta y el corazón en su probable solución:

“Estaba el galán sentado
con la dama en sus rodillas
y cerquita de la boca
le estaba haciendo cosquillas”.
(El guitarrista y la guitarra)

No hay adivinanza que se responda plenamente, siempre queda una brecha de duda como es la vida, como somos los hombres. Inmediatamente después de la aprobación de la respuesta viene el cuestionamiento y la discusión, a cotejar cada enunciado y siempre queda siquiera una pizca de perplejidad que nunca se pierde. Hay un flanco abierto y una seña que se escapa, porque así es el mundo y así son las cosas.

“En el aire suspendido,
mágico avión sin motores,
viene y les cuenta al oído
sus noticias a las flores”.
“El colibrí)
(José Ruiz Rosas)

La adivinanza es pregunta –lo cual la hace eterna– tiene rima y tiene danza, lo cual la hace efímera. Los niños la disfrutan sobremanera porque es a la vez  objeto, sustancia y abalorio.
Ella les agrada, sienten gozo y hasta placer de enredarse en su trama y sortilegio porque ella les abre las puertas del misterio de la creación del mundo y les muestra. ¡cómo están puestos los maderos en la arquitectura de las cosas, y cómo esta choza está compuesta de minucias pero también de audacia, de barro pero también de rosa, fragante e impoluta. 

 

10. Adivinar es mucho más que explorar e investigar

 

La adivinanza es una composición que nació no específicamente dedicada a los niños sino a un público universal, hombres y mujeres, tanto adultos como pequeños, sean jóvenes o sean ancianos. Más nació incluso para avezados, para viejos invencibles, jóvenes impulsivos, edipos reyes, adultos indomables; se hizo para aspirantes a tronos.

“Soy y no soy,
no soy y fui,
mañana seré
y hablarán de mí”.
(El ayer)

Sin embargo, es una de las primeras expresiones de la lírica popular –como también los romances– que los niños hicieron suya, la expropiaron y la incorporaron a su mundo, tanto que ahora nos parecen destinadas expresamente para ellos.


Pero su destinatario original es el hombre en su vastedad y quizá por eso ha sido acogida por los niños quienes son los más enteros de los hombres. Por lo menos no fue pensada para alguien clasificado en una edad como hemos incurrido en hacerlo.

“Tristes esperanzas
corren sin ventura
se cortan sin tijeras
y se cosen sin costuras”.
(Las nubes)

Pero he aquí el milagro y la proeza cual es como el niño gana lo precioso para sí, dejando al adulto lo rentable y lo mezquino: los negocios, la administración (pública o privada), las finanzas en los bancos, la política; mientras el niño elige el tesoro, se orienta instintivamente por lo que es el reino de la vida portentosa que nosotros lo dejamos ir o lo perdemos lastimosamente.

 “¿Quién es el que hace
–le preguntes o no–
con la cabeza que sí
y con la cola que no?”
(El pato)

Lo curioso de la adivinanza es que son arduas y difíciles, son retos a la inteligencia que demandan mucha concentración. Supone realizar esfuerzos intelectuales arduos pero que, sin embargo, los niños lo realizan con gusto y hasta fruición.


¿Cuanto mayor denuedo les demanda esto que resolver tareas escolares simples? Mucho más. Invierten más ahínco mental pero a lo cual se dedican con gozo. ¿Por qué? ¿Por qué no se dignan entusiasmarse igual por lo que incluso es más accesible y elemental?


¡Por eso mismo! Porque al niño le cautiva asumir retos hasta heroicos, pero también les embeleza por otro  hecho sencillo: la adivinanza se da en un espacio de juego y de libertad. 

 

11. ¿Quién es esta guapa doncella?

 

El niño le tiene afición a la adivinanza porque ella sustituye en algo el ejercicio hacia el cual se siente más atraído, cual es escrutar los hechos, develar los objetos y desentrañar el destino.


¡Adivinar!, tiene incluso mucha más sustancia que explorar, investigar o descubrir.


El niño quiere adivinar el mundo. Y adivinar es aventurarse, mirar entre nubes, indagar entre sombras. Adivinar es traspasar con la mirada lo que ensombrece el mundo, es captar con un impulso lo cierto, pero lanzados arriesgadamente a su comprensión o a su posesión.

“Millares de soldados
van juntos a la guerra
y arrojan sus lanzas
de punta a la tierra.
¿Quién es?”.
(La lluvia)

Adivinar tiene muchos contenidos que los hemos desechado en nuestras vidas y que la literatura felizmente conserva aún –no toda literatura es cierto– como: el asombro, el ritmo, la creencia y el embrujo de que las cosas se animan con un soplo del espíritu, con la magia, con la subjetividad, ¡con el temblor por la belleza!


¡En fin! Defendamos un mundo que no cercene ni lapide, no mutile ni se prive de estos elementos maravillosos ideados por y para la exaltación, el fervor y la proyección al infinito que tiene el género humano.

“¿Quién es ella que en la rosa
bella sus colores posa?
¿Quién es la guapa doncella
que entre el sol, luna y estrellas
vaga y vaga... vagorosa?”
(La mariposa)

La adivinanza, como todos los textos sabios es anónima y es inevitable que ella tenga esta condición, sobre todo cuando alcanza un nivel perfecto de realización, que ocurre como en los cantos rodados de los ríos poderosos, que ya no tienen impresa la cantera de su procedencia sino que todos son redondos y pulidos; y sufren o gozan ese destino superior de su anonimia, de su pertenencia al ser colectivo. 

 

12. El lenguaje con que hablan los dioses en los oráculos

 

Junto a aquel hecho se presenta otro, cual es que pierden también su ubicación regional o nacional. Se vuelve rápidamente –dependiendo de su valor– en patrimonio universal.


Es la grandeza de lo pequeño, es lo pequeño cuando se agiganta. Y creo que en ello hay otra razón de la predilección que siente el niño por ella, cual es que es breve, menuda e ínfima, pero encendida como una saeta.


El niño se contagia y se adhiere a ella porque es como él: sensorial, juguetona y sorprendente. Y, sobre todo, feliz.


Es una economía de palabras en un universo ilimitado de imaginación:

“Soy un palito
muy derechito
y encima de la frente
llevo un mosquito
que ni pica ni vuela,
ni toca la vihuela”.
(La letra “i”)

Tampoco es descalza, desnuda o literal; no va desprovista de sueños. ¡No! ¡No es técnica! Se refocila, aletea libre y dichosa.


Hace galas de sus plumas de ave de paraíso. ¡Qué se creen! Se engalana, gusta de vestir trajes regios, porque es una diosa.


Ella es el lenguaje con que hablan los dioses en los oráculos. Pero ama la libertad, se sale siempre de pauta, por eso usa máscaras, porque es sacerdotisa de los templos y siempre, hasta con lo más modesto y humilde, su actitud es mirífica:

“Más de mil damas hermosas
vi en un instante nacer
encendidas como rosas
y al instante perecer”
(Las chispas)

13. Fórmulas para desarrollar la inteligencia

 

Así como nos enseñan a ver la realidad con ojos extasiados, las adivinanzas desarrollan la inteligencia y educan el gusto, porque en ella resaltan las imágenes y sorprende la desconstrucción y construcción del mundo al cual se arriba.


Pero en realidad no nos muestran un solo mundo sino diversidad e infinidad de mundos a los cuales se accede con su hechizo. Son piezas poéticas de extraordinario valor para movilizar la mente en hacer comparaciones y, finalmente, síntesis.

“Nico, Nico y su mujer
tiene cola, pies y pico,
y los hijos de los Nico
ni cola, ni pies, ni pico”.
(Gallo, gallina y huevo)

Con ellas establecemos hipótesis y diseñamos conclusiones, logrando universos redondos, cabales e íntegros. Ayudan a hacer todas las operaciones mentales complejas, a elaborar esquemas y a compararlos en la búsqueda de una respuesta.


En su juego se superponen modelos, referencias, plantillas; donde vemos que unas se aproximan pero en algo no calzan, otras socavan y destrozan en la lectura creativa y en el recreo inteligente de encontrar la solución.

“Teniendo un ojo no veo
teniendo pico, no como.
Llevo arrastrando las tripas,
me las jalan ¡y no lloro!”
(La aguja)

Las adivinanzas son fórmulas para ejercitar múltiples operaciones lógicas e imaginativas, movilizan los más fuertes y potentes músculos mentales, sobre todo para aventurarse en hacer procesos de analogía e inferencia en el intento de armar y desarmar un orbe nuevo y dichoso.


Compuestas creativamente con símiles y metáforas, –donde los cabellos pueden ser espigas, el hilo del trompo la capa de un caballero que danza, o la cometa una mariposa que vuela.


Son todas ellas subyugantes fuegos fatuos, hechizos admirables de la poesía, de una épica de lo pequeño que se agiganta en la proeza del arte y formación del hombre. Son arte consumado, quizá la mayor gloria de la mente y el alma humana:

“¿Quién es aquella que va andando
que no es dueña de sus pies,
que tiene vuelta la espalda
y el espinazo al revés?
Que los pasos que va dando
no los puede contar y que,
al descansar, en su vientre
sus patas guarda: ¿quién es?”
(La tortuga)

14. Se lanza, arriesga la vida, se tira en la fuente


En ellas hay movimiento, drama, teatro, poiesis.


Hay códigos crípticos, mapas para llegar a entierros fabulosos, a una vida cargada de misterios.


Pero he allí la humildad y servicio de su didáctica asombrosa y es que pronto nos revelan cuál es su meollo, o bien: sus senderos y caminos que se bifurcan.

“Nocherniego y de bigotes
es el violín del tejado,
con su ron ron destemplado,
cazador de pericotes
de la luna enamorado”.
(El gato)

Lo bueno de ellas es que allí están solícitas y dispuestas al descubrimiento y a la desfloración casi instantánea por el alma y la mente del niño, que siempre nos regala en su ejercicio una sonrisa cómplice. Porque ¿quién no sonríe con una adivinanza, espacio mágico en el cual todos nos volvemos niños?


Se ha pensado que el niño, para adivinar, clasifica, reagrupa, procesa, ordena experiencias. Pero nada de eso ocurre. El niño en la adivinanza es una flecha disparada a un infinito y que da en un blanco.

“Treintaidós sillitas blancas
en un viejo comedor
y una vieja parlanchina
que las pisa sin temor”.
(La boca)

Es el estallido de la mente, una explosión, una zambullida en donde los recursos y reflejos es cogerse de algunas imágenes y dispararse como cohetes.


Creo sinceramente que el niño no piensa al responder una adivinanza sino que, como su nombre lo indica, adivina, se lanza, arriesga la vida, se tira en la fuente.


¡Adivina!, así de sencillo. Y que es lo supremo, que es arrebatarle plumas al ave dorada, que debemos de tratar de hacer más frecuentemente, alcanzando con ello mayor sabiduría para iluminar y engrandecer la vida.


¿Hay que enseñarle a un niño a adivinar? Creo que lo mejor es ensayar y aprender con él, en todo caso a construirlas, para luego tener ya en clave la solución de todas o gran parte de ellas.

  

15. Estructura de una adivinanza

 

Hay diversos estadios en el proceso de una adivinanza. Un primer momento es:


a). Transformación poética de la realidad:

“María Palacho
tuvo un muchacho
y nadie sabe
si es hembra o es macho”.
(El huevo)

Pero ¿quién es María Palacho? La gallina. ¿Quién es el muchacho? El huevo.


Aquí ha habido una mitificación, una elevación a la categoría de un ser fabuloso a unos personajes comunes y corrientes como es la gallina y el huevo. De ser un animal cotidiano se lo erige en un icono. Ya el huevo es una efigie y es un tótem; pasan a ser monumentos insignes. De allí la belleza y el sortilegio que ellas contienen. O:

“Juan guaraguao
más alto sentao
que parao”.
(El
perro)

Se eleva al inicio a un personaje a la categoría de un fáctum, de héroe de un dominio, del pequeño o fastuoso ámbito de nuestra ordinariez que con la adivinanza ingresa a un reino de fábula. Y eso es lo seductor del arte: convertir cualquier cosa –como Van Gogh su silla y sus zapatos– en un mito y en un sueño maravilloso.


b) Luego viene, como segundo paso,  el desorden de los sentidos, un voltear el mundo cabeza abajo, un perder la ubicación de la realidad, que es lo que hace el verdadero arte:

“Tablita sobre tablita,
sobre tablita tablón.
Canillitas de teque–teque
y encima mi corazón”.
(La tortuga)

¿Pero qué ha pasado aquí? Una descomposición, siempre en el ámbito de la poesía. Armar en una nueva arquitectura maravillosa lo pequeño, al desconstruir la caparazón de la tortuga con esas imágenes de “tablita sobre tablita, sobre tablita tablón”.


Ya en este espacio, que es otro creado en la maravilla que es la poesía, se nos está presentando de un modo distinto, pero sobre la línea de oro de la lógica de la creación, cual es la realidad común y corriente pero mirada de otro modo.


Ha ocurrido que algo que conocemos mucho, quizá demasiado, es transformarlo en otra cosa.


En realidad y en el fondo la adivinanza discute humorísticamente la lógica de la creación misma del universo.


c). Un tercer componente es un salto al vacío, un arrojarse al sin sentido pleno, a la nada absoluta.


La adivinanza es un suicidio de la razón. Pero lo peor, o lo mejor, es que se lo hace con gracejo y con humor, porque en el recinto de ella el hombre se ríe de sus desgracias y, en este caso, de la crueldad del mundo de no saber qué suerte el destino nos depara.


Y aquí llegamos al meollo de lo que ella encierra: el enigma de nuestro destino sobre la tierra.


Creo que lo que hace grande a la adivinanza es este pequeño infierno de la pérdida de toda razón y de toda lógica en aras de encontrar la hebra huidiza de cuál es nuestro destino en esta vida y en este mundo.


Y en esta eternidad en la cual hemos venido a parar sin explicación persuasiva y de la cual al final seremos expulsados por no saber acertar la adivinanza que esa eternidad contiene.


Y otro elemento que las hace grandes –dentro de lo minúsculo que ellas aparentan– es que en la entraña de su envoltura, dura o leve, tienen chiste y risa adentro contenidos, que no se presenta en todas sino, para mi gusto, en las más trascendentes como cuando se dice:

“En un monte muy espeso
canta un gallo sin pescuezo.
¿Qué es?”
(El hacha)

d). Hay un cuarto elemento en toda adivinanza, que es lanzar una tabla de salvación en el naufragio, o en el aparatoso fracaso que es esta vida.


Es un madero que se arroja o que se arrima como un acto piadoso, por eso también la prefiere el niño que siempre aprecia un gesto de ternura y de generosidad, un acto condescendiente donde se ofrece una pista para no quedar en el abismo ni en la desolación. Ni en la caverna en que a veces se concierte esta inusitada existencia:

“Te la digo y no comprendes,
te la digo y no me entiendes”.
(La tela)

 

“Habla y no tiene boca
oye y no tiene oído,
es chiquito y mete ruido
muchas veces se equivoca”.

(El teléfono)

16. Autores literarios que han escrito adivinanzas

 

Creadores literarios de reconocido talento y genio han escrito adivinanzas que luego han pasado a ser anónimas, porque no hay mayor homenaje que hace el pueblo a lo bueno y perfecto que haciéndolo suyo, adoptándolo, quitándole el nombre del autor particular para reconocerla, por su excelencia y valor, como patrimonio cultural del género humano.


Amado Nervo escribió esta adivinanza, que la he visto ya sin nombre de autor:

“¡Qué hermoso!,
de piedra sobre el río,
abajo la corriente,
arriba el caserío”.
(El puente)

Juan Bautista Grosso esta otra:

“Yo soy la espiga
yo soy el grano
yo soy la harina
yo soy el pan,
somos hermanos
que alimentamos
desde hace siglos
la humanidad”.
(El trigo)

En el Perú, Francisco Izquierdo Ríos escribió esta bellísima adivinanza:

“En la punta de débil hierba
he visto un cristal tan pequeño,
ahí caven el sol, el cielo y el río”.
(El rocío)

Y Rosa María Rojas la siguiente, que en realidad resulta siendo un poema:

“Limón de plumas,
retama en jaula,
de qué campiñas?
¿De qué mañanas?”
(El canario)

Vinicius de Moraes poeta brasileño a quien le guardo inmenso cariño, es autor de esta que es mi preferida:

“De un lindo salto
ágil y seguro
al rato salta
del suelo al muro.
¿Qué será?”
(El gato)

Este “¿qué será?” es infinito, es el cielo y el aire abiertos, de allí que podamos decir que el espacio de una adivinanza es el cielo vasto e ilimitado, el aire de la tarde por donde se pierden nuestros ojos tratando de dar con la solución anhelada.


La buena adivinanza es casi una canción con melodía exacta, de una musicalidad profunda, con un ritmo y compás como un fruto natural que nos subyuga por su exquisitez y su delicia.


Son piezas breves pero precisas en su belleza, exactas en su encanto rítmico, que nos convencen en cada uno de sus detalles porque debajo de ellas hay una verdad bañada en poesía, por la autenticidad de su compás y la sonoridad de sus frases:

“Bajo la tierra he nacido
sin camisa me han dejado,
más todo aquel que me ha herido,
por alegre que haya estado,
cuando me ha herido ha llorado”.
(La cebolla)

17. Dónde el lenguaje juega consigo mismo

 

En la adivinanza el lenguaje juega consigo mismo, juguetean no solo las palabras sino hasta las  sílabas y las letras que se entrecruzan y alinean en una especie de juego gráfico en donde tiene un significado hasta la colocación y alineación de la letra:

“Una C de medialuna,
una A de la fortuna
una N con turbante
y una A más adelante”.
(Caña)

Aquí vemos la tremenda y hermosa figura de cómo se convierte una N en Ñ, identificando la ondulación superior de la letra Ñ, como si fuera un turbante, imagen poética y hasta mítica en donde no solo el lenguaje sino la dimensión gráfica y visual, cabrillea y juega ya en un ámbito de realización plena de virtuosismo.


Y esta otra también metalingüística, en donde la palabra hace la proeza de jugar consigo misma, gracias al poder fascinante que la adivinanza logra:

“De Lucas se quita el cas,
y de Isabel el postrero
y es el nombre de la dama
con quien tuve amor primero”.
(Luisa)

Y así hay multitud de ellas para las cuales cabría dedicar un tratado más extenso:

  

18. El genio de la lengua en la adivinanza

 

La adivinanza desarrolla el gusto por el buen hablar y el buen decir, con ritmo, sonoridad y hasta métrica. Hay en las buenas adivinanzas todo el hechizo, toda la gracia y el buen humor que solo caben en los hechos descomunales.


Son bellas y complacen al alma, ayudan en el dominio de nuestra lengua, aguzan el ingenio, la imaginación, la creatividad, la buena respiración en el hablar.


Ellas adornan el mundo, le ponen festones, grecas y encajes a la vida.


Sin embargo hay que cuidar que ellas no se embadurnen con la chabacanería y la mediocridad que pareciera salpicar todo en nuestra época. He aquí un mal ejemplo de cómo contamina también el descuido del lenguaje:

“¿Que es un animal
de cuatro patas,
pero sin cabeza?”.
(La mesa)

Otro ejemplo de cómo se estropea el buen decir de la adivinanza es la siguiente presentación referida al trompo que entresaco de un texto escolar que presenta una versión desmejorando la versión primigenia que tiene el brillo y la calidad que puede apreciarse a continuación en las dos versiones comparadas:


Esta es la pésima:

“Para bailar me pongo capa,
para bailar me le vuelvo a quitar.
Yo no puedo bailar con la capa
sin la capa no puedo bailar”.

La versión original es esta otra, llena de ritmo, de gracia y donaire:

“Para bailar me pongo la capa
porque sin capa no puedo bailar.
Para bailar me quito la capa,
porque con capa no puedo bailar”.

Sin embargo, hay otra versión alambicada, con garbo pero dificultosa, con rebuscamiento en el lenguaje, que dice:

“Para bailar me ponen la capa,
para bailar me la han de quitar;
que con capa bailar yo no puedo
y sin capa no puedo bailar”.

Como se ve, cada grupo social, cada tendencia, época y modo de ser hacen lo suyo e insuflan su espíritu en las adivinanzas, sea aquellas que recién se urden o sea aquellas que recién se estilizan. 

 

19. Revaluar la adivinanza para la educación

 

Debemos revaluar la adivinanza para la educación. Limpiarla, darle brillo y rescatar su fulgor original. Devolverle su pleno uso en la formación de la inteligencia de los niños y en el ensayo de hacerlos creadores de su propio destino.


Y de ponerla nuevamente al servicio de la formación del gusto por la verdad y la belleza:

“Ventana sobre ventana
sobre la ventana balcón
sobre el balcón una dama,
sobre la dama una flor”
(La piña)

De allí que proponga a todo maestro o ciudadano involucrado en el plan lector recogerlas y conocer más el fondo y el prodigio que ellas encierran e implementar estrategias de enseñanza, relacionándolas al folclore y a la vida, al decurso social y a la lucha política.

“Tiene ojos de gato y no es gato,
orejas de gato y no es gato,
patas de gato y no es gato,
rabo de gato y no es gato,
¿quién será?”
(La gata)

El mundo es una caja de sorpresas, está puesto o escrito en clave de adivinanza. A nosotros mismos se nos ha puesto aquí un cofre cerrado en el fondo de nuestra alma. Hay que indagarlo, descubrirlo, y sacarlo a flote para que brille siquiera un momento en la superficie que es la dimensión en donde estar ahora presentes, como una chispa en la nada y en la oscuridad a la cual regresaremos. 

 

20. El duende de la adivinanza

 

Y, para terminar, lo haré con una adivinanza que Gianni Rodari y sus alumnos crearon espontáneamente en un taller de creatividad, en el curso que este escritor laureado con el Premio Hans Christian Andersen, equivalente al Premio Nóbel en el campo de la Literatura Infantil, realizara en España y que dice así:

“Adivínalo esta vez:
la ballena no es un pez,
el murciélago no es ave,
–aunque el pobre no lo sabe–
y mucha gente que ves,
parece humana y no lo es”.

Y esta otra que una alumna me retó a responder en un taller que yo desarrollé y que felizmente, no sé cómo, le pude dar la respuesta por pura brujería del rayo fulgurante que es la adivinanza. O soplado por el duende que me olvidé de decir aquí es quien vive en el fondo de ellas y que le encanta que de vez en cuanto se lo despierte:


“Tres palomas volando
tres cazadores cazando
Cada cual mató la suya
y dos se fueron volando”.

Danilo Sánchez Lihón

Instituto del Libro y la Lectura del Perú

 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Sánchez Lihón, Danilo

Ir a página inicio

Ir a índice de autores