Instituto del Libro y la Lectura del Perú, INLEC 

2 de abril
Día mundial del libro infantil
3. Creación

Soy el Agua

Danilo Sánchez Lihón

http://danilosanchezlihon.blogspot.com/

1. El camino de regreso

 

– ¿Quién barre mi choza y prepara mi comida? –Se preguntó de un sobresalto el cazador.


Es al borde del entresueño del mediodía, mientras permanece descansando recostado en la floresta.


Se ha despertado con esa interrogante. Y en ello sigue cavilando varias horas más.


Es siempre al regresar, bajando el arco y las flechas de su hombro, que desata el pañuelo en torno a su cuello y observa los ricos potajes servidos en su mesa.


Pero ahora, aún lejos de su cabaña, se hace la misma pregunta:


– ¿Quién barre mi choza y prepara mi comida?


Y no atina a dar una respuesta satisfactoria a este interrogante.


Solo sabe que los alimentos que encuentra servidos están calientes y que es fresco y bueno el aderezo como salidos de una mano maravillosa.

 

2. Encuentra que las viandas están otra vez servidas

 

Hoy día ha cazado un cervatillo y dos paujiles. Se los echa a los hombros y emprende el camino de regreso remando suavemente a contracorriente.


Su cabaña aún está distante pero la hora es propicia para retornar; aún con la luz del día, aunque ya apagándose.


El atardecer ha roto sus celajes amarillos y rojos en el poniente.


Ve su imagen reflejada en un remanso de la laguna. Y se siente bien al mirar el arco que lleva en la espalda, las presas que ha cazado y su cabello hirsuto sobre su rostro anguloso.


Contempla largo rato los copos de neblina blanca sobre el verde del follaje y de los cerros.


– Pero ¿quién hace mi comida? –Se dice de nuevo al llegar y encontrar que la vianda está otra vez está servida y que los condimentos son recientes y sabrosos.


– Mañana me esconderé y vigilaré quién visita mi choza.


Sin embargo, al otro día no se acuerda de su propósito.

 

3. Un atado de frutos silvestres

 

Se levanta temprano, prepara su aljaba, alinea sus flechas y sale como siempre de madrugada.


Pero al desamarrar su canoa irrumpe otra vez el carbón encendido de su pregunta sin respuesta.


Y allí mismo toma la decisión de esperar.


– ¡Hoy debo saber quién entra en mi choza y amorosa me prepara la cena!


Suelta su canoa y deja que el agua la arrastre río abajo. Y regresa a su morada a buscar explicación a su dilema.


Sin despojarse del carcaj que lleva, toma sitio en un rincón en penumbra desde donde puede observar todo el ámbito de su aposento.


Al cabo de un momento se escuchan unos pasos menudos y a pie descalzo sobre la tierra. Y luego el chirrido de la puerta cuando se empuja y se abre.


Ha entrado una niña trayendo un atado de frutos silvestres que extiende sobre la mesa.


4. ¿Quién eres?

 

Presta enciende el fuego, corta carne reciente que allí encuentra, pela las papas, desgrana el maíz y lo coce.


Sancocha las verduras y las adereza.

 

Luego lava, arregla, pone las cosas en orden. Sirve la comida y la cubre con hojas de palma para cuando él llegue.


Y se apresta a salir.


A él desde su rincón le cuesta pronunciar palabra, pues permanece extasiado:


– ¿Quién eres?, –dice por fin.


Con el susto la niña suelta lo que lleva y busca entre las sombras el lugar desde donde la voz la ha asustado.


Él, dejando su escondrijo, vestido aún con su atuendo de caza, sale completamente y otra vez le inquiere:


– ¿Quién eres? –le repite mientras ella se sonroja.


– ¡Soy el agua!, –dice tímida y balbuceante.

 

5. Sus vestidos idénticos a las flores

 

– ¿En dónde vives?


– En el manantial. –Dice, ya mirándole de frente, cuan bella y hermosa es.


– Y, ¿cómo es que me conoces?


– Porque cada día te inclinas para beber agua en mi fuente. Y me besas. –Dice, encendiéndosele más aún el rubor en sus mejillas.


Es él, esta vez, quien se siente estremecido y avergonzado.


Y ella recobra su prestancia.


Allí está. Con sus vestidos idénticos a las flores que crecen en las orillas del camino.


– ¿Y por qué preparas atenta mi comida? –Le indaga él.


– Porque regresas cansado. Y en tu cabaña nadie te espera.


– Y tú, ¿tienes familia?

 

6. Tiéndete a mis pies, recuéstate y sé manantial

 

– Sí. Y mucha. El sol y los nevados son mis abuelos. La lluvia, la neblina y el granizo son mis parientes.


– Y ¿tus padres?


– Mi padre es el río que fue convertido en piedra, porque no le correspondía enamorar ni pretender a mi madre.


– ¿Quién es ella?


La laguna de Alcacocha criada desde niña como doncella. Y consagrada a un Dios implacable.


– ¿Pero aceptó a tu padre?


– Sí. Mi madre desde el principio  lo adoraba. Y por eso él y ella fueron castigados. Él fue convertido en roca. Y mi madre cuando pudo acercarse hasta él, llorando le pidió de rodillas quedarse junto a su cuerpo endurecido. Él le dijo entonces: Si quieres tiéndete a mis pies, recuéstate y sé manantial.

 

7. Donde las flores y las espigas se mecen ondulantes con el viento

 

– Y, ¿así fue?


– Sí.


– ¿Y entonces?


– Ella estiró sus muslos cogida a él y se fue convirtiendo en ojo de agua que mana y aflora desde el fondo de la roca donde está el corazón de mi padre. La hija de ellos dos soy yo.


Él cazador la miró y sintió ternura. Y le dijo:


– Eres verdaderamente el agua. Quédate a vivir conmigo, –le dijo.


La niña vio sus ojos y el brillo en su frente. Recorrió palmo a palmo su destino. Y respondió:


– ¿Es para siempre?


– Sí, para siempre, eternidad tras eternidad.


Y allí se unieron. Juntos el cazador y el agua sembraron los campos y edificaron nuestro pueblo.


En el lugar donde ellos viven las flores y las espigas se mecen ondulantes con el viento.
 

8. Eso nunca amor mío

 

Pero hoy ella se despertó llorando.


– Amor, amor, –la acarició enternecido el cazador–. ¡No llores! ¡Despierta!


– Sí, qué pasa. –Balbuceó ella.


– Estás llorando.


– ¡Ay, he tenido un sueño terrible!


– Cuéntalo para que nunca suceda.


– Soñé que me iba secando. Me iba volviendo turbia, amargada y vieja.


– ¿Tú? ¡Eso no, amor mío!


– Así ocurría en mi sueño.


– Pero eso nunca acontecerá en la realidad, amor mío. Tú eres transparente y tierna. Linda. Y siempre buena.


– Yo me iba volviendo arena, cascajo y luego polvo y humo calcinado.


– ¡No! Y, ¿por qué ocurría eso?

 

9. Aún lo esperaba habitando en su casa

 

– Ocurría así porque el hombre se había vuelto soberbio y perverso: incendiaba los bosques, mataba animales por gusto, contaminaba los lagos, pisoteaba las plantas, destrozaba los bosques.


Luego de escucharla el hombre aquel día subió a su barca. Desamarró el nudo de la soga de su canoa que estaba atado a un horcón de la cerca de su casa. Navegó largo rato cabizbajo. Y lloró amargamente.


¡Era él quien hacía lo que su amada el agua le había señalado!


Vio, sin embargo, que aún quedaba algo hermoso y que la tierra aún florecía. Se enterneció que aún era tiempo de salvarla, de lograr que el agua no se secara, ni se volviera vieja ni se tornara amarga.


La laguna por donde navegaba aún estaba limpia y hacia el fondo se contornaban felices los peces.


Juró que ya nunca la destruiría.


Y suspiró sintiéndose dichoso de tener aún una oportunidad en la vida y que la niña bella que era su esposa aún lo esperaba habitando su casa.

Danilo Sánchez Lihón

Instituto del Libro y la Lectura del Perú

Gentileza de http://danilosanchezlihon.blogspot.com/

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