2.
El rico acervo de la literatura infantil
Constituyen el rico acervo de la literatura infantil el conjunto de
obras de arte cuyos temas y asuntos, mensajes y significados tienen
relación con los intereses, expectativas e inquietudes de los niños
y en las cuales el tratamiento general responde a la manera peculiar
de sentir y relacionarse el niño con el mundo, ¡de estremecimiento
por un lado y de suma originalidad, por otro!
Tiene unas características y singularidades propias en la dimensión
de su realización temática y lingüística, mucho más naturales,
directas y auténticas en comparación a la literatura adulta, que
en este caso deviene en adulterada, siendo cualidades de ella el
ritmo, la sensorialidad, el encantamiento, la oralidad; como a
su vez el hurgar y discernir sobre asuntos esenciales de la
existencia.
Las obras de literatura infantil son textos de arte pleno y total,
como cualquier otro documento o testimonio del repertorio universal,
igual que la "Divina Comedia" del Dante, la "Novena
sinfonía" de Beethoven, la "Gioconda" de Leonardo de
Vinci, "La piedad" de Miguel Ángel.
Aunque sean breves en su extensión no son menos grandiosas y
reveladoras en su valor y significado como las obras que hemos
mencionado, considerando además otro factor cual es que su público
son los niños quienes son sensibles y están conectados con
realidades profundas y a los más colosales y excelsos contenidos
humanos.
Así, los cuentos de Hans Christian Andersen, "Pinocho" de
Collodi, "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis
Carroll, "El principito" de Saint-Exupéry, "Platero
y yo" de Juan Ramón Jiménez, "Mi planta de naranja
Lima" de José Mauro de Vasconcelos, son obras completas,
absolutas y consumadas.
En el ámbito de la literatura de mi país tenemos libros como las
“Tradiciones Peruanas” de Ricardo Palma, "El caballero
Carmelo" de Abraham Valdelomar, "Rutsi, el pequeño
alucinado" de Carlota Carvallo de Núñez, “El árbol
blanco” de Francisco Izquierdo Ríos, “Los días de Carbón”,
de Rosa Cerna Guardia.
Bajo tales premisas y en la perspectiva advertida la literatura
infantil tiene que ser, en primer lugar, literatura en el sentido íntegro
y cabal de lo que se comprende, asume y reconoce como tal.
Ha de ser obra de arte acrisolada y esencial en sus contenidos, de
plena realización estética, con una trama auténtica y libre, con
una tupida urdimbre en su proeza de lograr con el lenguaje belleza,
con recursos que lo hagan intensa y conmovedora, profunda y
apasionada, orientada hacia un fin trascendente y no persiguiendo un
propósito funcional en razón de algún proyecto utilitario.
Empero, debido a que la literatura infantil es acosada desde diversas
esferas y no siempre surge desde el arte legítimo, se cuestiona su
autenticidad. Si bien con propósitos altruistas ella ha estado, lo
está y seguirá estando asediada por intenciones formativas,
funcionales y hasta comerciales.
Estos hechos sí que constituyen verdaderas amenazas en cuanto a su
deferencia y consideración, afectando su calidad de arte
indiscutible, asunto que le causa daño y perjuicio irreparable cuando
se la utiliza para transmitir informaciones o condicionar conductas
con el riesgo de su falsificación general, desprestigiándola en
algunos ambientes a veces de manera irrecuperable.
De allí que quizás como ningún otro campo o área la literatura
infantil ha tenido que bregar, y lo sigue haciendo y no cesará de
hacerlo en el futuro, por el reconocimiento de su pureza literaria y
de su legitimidad artística.
4.
Compromiso con el mundo y con los sueños
El debate desatado y sostenido con resultados felizmente ventajosos a
favor de la literatura infantil, en cuanto a su reconocimiento y
legitimación, ha amainado más no ha desaparecido y siempre se
renovará ya que ella siempre será asediada desde posiciones que no
son las fidedignas y genuinas.
Sin embargo, su reconocimiento más que por la contundencia de la
argumentación a favor de su validez y la demostración de su
raigambre verdadera, es:
1. Por su presencia rotunda a nivel de obras literarias de calidad.
2. Por ser un fenómeno sobresaliente como función editorial, y
3. Por la abundante lectoría libre de parte del público infantil.
Este último factor es quizá el más contundente, puesto que no es el
de naturaleza formal ni el alentado por el sistema educativo, sino
aquella dimensión que viene espontánea, puesto que es la elegida y
animada por los propios niños.
Aparte del sustento académico y el andamiaje teórico que lo acredita
como arte superior y acrisolado, de modo evidente ella es innegable
como:
– Un hecho artístico
– Un hecho histórico
– Un hecho social
– Un hecho psicológico
– Un hecho editorial.
Sin embargo, y fundamentalmente, lo siguiente es lo raigal y
trascendente: la literatura infantil actualmente es una actitud frente
a los problemas del presente, una manera de vivir la realidad; una ética
frente a la vida , una conducta para vivir de manera más intensa y
total y una manera de ser, de actuar y comprometerse con el mundo y
con los sueños.
5.
Vínculos estrechos entre el arte en general y el ser niño
La
literatura infantil tiene su base de apoyo en el estar y en el ser niño,
perspectiva en la cual no hay mejor vínculo que el existente entre el
arte y el espíritu de infancia, entre la poesía y naturaleza del ser
niño, entre el prodigio del arte y el milagro del ser infante, porque
literatura e infancia comparten como elementos intrínsecos y comunes
una misma identidad.
Consecuentemente, la relación de la literatura con la infancia
es un vínculo no solo fecundo sino esencial, en cuanto participan:
– Del asombro.
– De la originalidad
– Del animismo
– Del candor
– De la aventura
– Del ritmo
– Del movimiento
– De la visión luminosa y encantada de la vida.
– De la trascendencia.
¡Y todo lo anterior impulsado hacia la esperanza, hacia la construcción
de la utopía que une el pasado, el presente y el porvenir!
Por las condiciones que acabamos de exponer la literatura universal y
mucho de la literatura clásica es literatura para el mundo de la
verdadera infancia, aquella del arte y aquella del niño. Su misma
denominación lo revela, denota y confirma, al darnos un mensaje de
universalidad.
Los cantos nacionales de los pueblos, como son por ejemplo los
romances castellanos, la Iliada y la Odisea, la Canción de Rolando,
el Mahabarata y el Ramayana, como todas las obras fundacionales de los
pueblos son clásicos y de manera esencial obras también para niños.
Colocadas en esa misma órbita y perspectiva encuentran significación
y trascendencia y hasta encanto obras como "El Quijote",
"El señor de los anillos" o "Cien años de soledad.
Hay barreras a superar en relación a los clásicos de otros tiempos
para volverlas obras lectura para niños: un trabajo filológico
convirtiendo la lengua arcaica en un idioma actual y moderno;
clarificar el contexto histórico y social y la presentación
editorial que las haga adecuadas para niños. Vencidas estas
dificultades la literatura clásica es apta para niños de toda edad.
Al
lado de la literatura clásica tenemos otra vertiente con la cual hay
una relación de vasos comunicantes mucho más estrechos y fluidos.
Esta ríada y canal es la literatura popular, compuesta de romances,
consejas, rimas, nanas, jitanjáforas, chuzas, cantilenas, candombes,
glosolalias, y adivinanzas, todos ellos géneros de riquísima y
enorme importancia y que están aparentemente perdidos para el
panorama de la literatura canóniga.
La literatura popular es principalmente literatura oral que rejuvenece
cada día, compuesta en cuanto a lo tocante a géneros narrativos, de
mitos, leyendas, cuentos populares, fábulas, etc., que se renuevan en
los hogares principalmente del mundo agrario o campesino, o de
provincias, en comunidades aún no deglutidas completamente por el
esquema de la globalización y cuyos elementos aún están vivos para
el mundo de los niños.
Es esta una literatura fresca, enteriza y total que repercute con
grandes e intensos significados para el organismo del niño integral,
compuesto de todos los hombres de la tierra; porque, ¿qué niño o
persona con alma de niño no escucha o lee con fruición las
sugestiones previas acerca del mundo y la vida plasmadas en la mitología
como producto acrisolado del imaginario estupendo de los pueblos?
7.
Características de la literatura infantil
Son
características que definen a la literatura infantil:
a. Los temas; con los cuales se identifica el niño.
b. El lenguaje; asequible pero a la vez mágico.
c. La fantasía; que relumbra, hechiza y sorprende.
d. El humor; fino, inteligente, ocurrente.
e. La aventura; que aumenta según el trajinar de los caminos.
f. El heroísmo; que lucha por el anhelo de hacer un mundo mejor.
g. La esperanza; que sostiene y alienta la vida.
Lograr reunir todo ello en el acto creador de la literatura supone
arrojo, entereza y extraordinario valor. Implica también trabajo con
el lenguaje a fin de alcanzar sencillez, candor y limpidez, porque
para ser auténticos se tiene que hablar desde el niño íntimo y recóndito,
pero además en un código natural y de acuerdo a las expectativas,
intereses y preferencias del niño concreto, aquel que existe y está
ligado fervorosamente a la vida.
Se hacen presentes y se muestran tangibles entonces en la literatura
infantil los siguientes ejes y paradigmas:
a. El espíritu de infancia, que define la esencia del arte.
b. El niño interior.
c. El niño real y concreto que existe socialmente.
8.
Vínculos no solo fecundos sino esenciales
Una obra literaria para niños con relación a los textos de la
literatura general tiene una elaboración más fina y depurada, más
quintaesenciada, con más valores, siendo uno de ellos la sencillez,
como su carácter directo, casi siempre breve.
Máximo Gorki repetía una sentencia cual es que para escribir para niños
hay que hacer lo mismo que para adultos, sólo que hay que hacerlo
mucho mejor.
De esta comprensión se desprenden conclusiones eminentes que bien
pueden dar lugar a programas que se pueden desarrollar en el ámbito
del aula, de la escuela, de la comunidad y de la sociedad en general,
tomando en consideración lo siguiente:
a. La literatura infantil es la literatura esencial, genuina y auténtica.
Es la raíz y el tronco de todas las demás literaturas.
b. La literatura infantil se remite al niño no reducido a una edad
del hombre sino al espíritu del hombre en general.
c. El espíritu del mundo es un espíritu de infancia, puesto que el
mundo cada día nace con los atributos de ser nuevo, asombroso,
original y henchido de encanto.
9.
Es una obra de arte cabal
Literatura infantil es aquella que los niños adoptan, asumen y
transforman libremente, que los niños hacen suya de modo muy
afectivo; o aquella a la cual se le pone la etiqueta de ser tal y se
destina a los niños colmándola de ilustraciones, implementándola de
una estrategia de ventas con un amplio despliegue publicitario, que
entroniza dicha obra en el mercado con técnicas de marketing
editorial; y que no tiene méritos para ser considerada ni siquiera
literatura, menos literatura para niños.
Pero en contraposición a lo anterior, ¿qué es lo que hace que
cierta literatura sea adoptada, escogida, querida y hecha suya por los
niños? La eligen cuando refleja sus problemas, responde a sus
preguntas, cubre sus expectativas, atiende sus preferencias y recrea
sus vivencias y da pábulo a sus anhelos más sentidos.
La incorporan a su mundo si es que a través de ella pueden ver
representados sus sentimientos, emociones y experiencias. Igual a lo
que ocurre con los adultos: cuando seleccionan o eligen una literatura
lo hacen en función de sus afinidades e intereses.
De manera ineludible, en todos los casos y siempre, debe ser una obra
de arte literario probado, soberano y cabal, con todos los atributos
estéticos como cualquier otra obra de arte en general.
10.
La oralidad en la literatura infantil
La literatura infantil es tan antigua como el hombre o el niño mismo,
aunque se reconoce como el primer libro para niños el que elaboró Amós
Comenius titulado Orbis Pictus aparecido el año 1658. Sin embargo,
todas las viejas culturas, e incluso las antiquísimas tejieron mitos,
leyendas, fábulas, arrullos, rimas verbales, apólogos, que hacen la
mejor vertiente de la literatura infantil.
Todos aquellos géneros eran trasmitidos de generación en generación
mediante la palabra oral, que es uno de los medios del arte literario
que tiene ventajas insuperables en cuanto a dones y recursos frente a
otros logros y resultados que se pueden alcanzar a través de la
escritura.
La oralidad resulta fundamental en la literatura infantil no como órbita
o código lingüístico formal sino en cuanto a la naturalidad que
impone y establece, dado que el lenguaje en la literatura infantil
tiene que ser íntimo, sonoro, escuchado; ha de dar la sensación de
cercanía; ha de ser hablado no solo por los personajes que la
historia o el texto cobija, sino por la voz del narrador que se hace
personal y confidente. Incluso contenida ya en el formato libro ha de
dialogar con el contertulio de la lectura como dialogan los personaje
que en él habitan y en sus páginas moran y viven.
11.
Literatura infantil es literatura universal
De allí que la llamada literatura infantil debe ser reconocida como
la verdadera literatura universal, porque de ella devienen todas las
restantes y porque sus atributos son esenciales a aquellos que toda
estética reconoce como consustanciales al arte: el espíritu de
infancia.
No se trata entonces de ver qué rama u hoja del árbol grande y
copioso de la literatura ocupa o corresponde a la literatura infantil,
porque ella no es gajo, ni vástago ni pimpollo. No es acodo ni atajo.
Ubicarla así sería aceptar la concesión piadosa de un lugar
marginal en la tradición, cuando ella es en verdad la yema, la cepa y
hasta el manantial.
Es la que ocupa el lugar de centro, de peana y tronco principal, y
consecuentemente de la mayor distinción y prerrogativa.
La literatura infantil es médula de la literatura, de donde devienen
otras expresiones como puede ser la literatura por corrientes,
escuelas o movimientos literarios: sea el romanticismo, la corriente
modernista, la vanguardia o el surrealismo; o por géneros: sea la
poesía, narrativa, teatro, ensayo; o sea por temas: literatura fantástica,
histórica, social, policial, testimonial, etc.
12.
El espíritu de infancia
Así como se reconoce en la vida que el hombre es consecuencia del niño
y que el niño es en realidad el padre del hombre, así también en el
vínculo entre literatura infantil y el resto de literaturas aquella
es la básica y general, como es lógico y natural suponer, pensar y
aceptar.
Del mismo modo, así también se reconoce por fin y se actúa bajo
dicha óptica y orientación en el sentido de que el centro o el
protagonismo de la acción en la escuela y en la educación
corresponde tenerla al niño, así también ocurre en el campo de la
literatura.
No hay mayor afinidad posible que la existente entre literatura y niñez
o infancia. Cabe sustentar entonces idéntica relación y defender en
el campo del arte y más consecuentemente en el terreno de la
literatura esta preeminencia.
Todo lo anterior debemos sostenerlo no por capricho o consigna ni por
prurito de escalonamiento sino porque es el orden cierto, natural y
verdadero de las cosas, las cuales hay que devolver a su verdadero
lugar.
Y porque le haría mucho bien desembarazarse a la literatura adulta o
general de tanto prejuicio, pátina y tufillo de soberbia frente a la
literatura infantil y entrar a una relación más fresca y lozana con
el espíritu de infancia que lo es el de la vida y del mundo que es prístino
y radiante en la literatura infantil.
Por eso, al escribir una obra dirigida a los niños hay que hacerla
instalados en realidades trascendentes que muchas veces no son
precisas, palmarias ni evidentes. Donde mientras más incertidumbre y
riesgo haya en la obra, puede ser su trama y su entraña mucho más
valiosa frente a otras que intenta desde la superficie servir e
implementar determinadas temáticas, expectativas o necesidades muy
terrenales en los niños.
Escribir entonces muchas veces sin explicación alguna de por qué se
lo hace.
El misterio al cual se enfrenta un escritor de libros para niños debe
ser tan grande y vasto que él mismo debe quedar sorprendido y ser el
lector extasiado de su propia obra más por la intensidad y
magnificencia del arcano que se descorre y desenvuelve que por lo que
él logra entender, quiere exponer o intenta dilucidar.
En tal sentido, son requisitos que debe tener una obra para que sea
considerada literatura infantil no escamotear los temas esenciales por
otros circunstanciales o de superficie. Debe arrojarse a los brazos de
la belleza y de la verdad, por duro que ello parezca, perdiendo en
cada arrojo la vida, y esto como la única salvación posible.
14.
Avecilla de alas doradas
Son lectores de literatura infantil los hombres y mujeres de toda
edad, capaces de conmoverse ante las verdades totales de la vida y del
ser del universo representadas en ella. Porque el concepto de infancia
no se reduce a una etapa en la vida del hombre sino a un estado de
alma, como es el ser niño: plenos de maravilla, creencia y alborada.
Los lectores de literatura infantil son quienes buscan en los libros
sendas y caminos hacia lo eterno, los que se arrojan ciegos y
decididos a navegar, a vivir o a morir, en los infinitos
existenciales.
De allí que los niños de toda edad hagan suya la literatura por
ahora llamada infantil y cuyo nombre estricto es literatura universal.
De allí que los seres humanos de 40, 60 u 80 años la lean con fruición
e inquietud y sientan que son niños en la plenitud y grandiosidad que
tiene este concepto, esta actitud y esta moral frente a la vida.
De allí que con ella sintamos que nos hemos elevado a la cima de una
montaña para sentir que el dolor y el riesgo de vivir están
justificados plenamente.
De allí que son lectores naturales de este arte los seres transidos y
atravesados con la flecha de todos los enigmas, que hacen del alma
humana una avecilla de alas doradas que surca con una sombra de luz la
noche infinita.
15.
Una cultura militante
Elemento de enorme significación en este contexto es que mucho de
esta literatura es el mundo alternativo de la resistencia activa,
contumaz y heroica de nuestros pueblos al fenómeno de la globalización
que es lo mismo a decir a la homogenización mundial basada en
la utilización omnímoda de los medios de comunicación.
Aquella tendencia sigue pautas y patrones de dominación cultural
avasallando y haciendo un mundo neutro, ya no de seres sino de entes y
objetos mecanizados, y que está gobernada por una
intencionalidad: vender y dominar a favor de un modelo cultural que
favorezca los intereses de unos pocos. A eso se opone la literatura
infantil verdadera, de los pueblos primigenios y ello es heroico.
En este panorama pueblos testimonio como es el Perú con su arte insólito
y excepcional, como es la literatura infantil de nuestros pueblos recónditos,
compuesta de mitos, leyendas y todo el amplio repertorio de contenidos
y valores supremos de que está ella poblada, forma parte de los
recursos de la resistencia moral llamada a defender lo humano porque
son ámbitos en los cuales pervive una rica tradición cultural y
hacia los cuales debemos empezar a tender los puentes implementado
programas de incorporación de aquel acervo a fin de formar parte de
nuestra cultura activa, comprometida y militante.
16.
Educar para la verdad, la belleza y el heroísmo
Debemos hacer de la nuestra una cultura guerrera a favor de ganar para
el ser humano más belleza y verdad, gracias a que pervive aquella
literatura haciéndole frente a los omnímodos y alienantes medios de
comunicación.
La literatura infantil es un bien que se lo olvida, un tesoro
escondido, un gran amor que se lo pierde pero que siempre está allí
y se lo encuentra latente, rozagante y confiado.
Mientras tanto, todavía no se la vive suficientemente, cuando hay que
vivirla; mientras tanto está ausente cuando debería estar más bien
presente. Mientras tanto en las escuelas está expulsada por la rutina
del cientificismo y de la insensibilidad, pero hemos de recuperarla en
la tarea de salvar el mundo que la humanidad reclama.
Es una madre a la cual podemos recurrir siempre cuando estamos alegres
o desolados para encontrar en ella protección, consuelo y sabiduría.
Hagámosla como ella es y debe ser una verdad indestructible.
Porque ella nunca ha de fallar en nuestras vidas, porque debido a ella
es que podemos dotarnos de visión en nuestros días a fin de educar
para la verdad, la belleza y el heroísmo.
Con ella hemos de exorcizar la pobreza y hacer calles y casas
hermosas, imbuir a nuestras generaciones de sensibilidad y valores
acrisolados.
Porque educar es asunto de destino, de identidad, de construcción de
una historia verdadera, de comunión y compromiso profundo de amor
entre los seres humanos.
En ese propósito la literatura infantil es una pieza clave, una
herramienta y un arma en nuestras manos.