Instituto del Libro y la Lectura del Perú
Semana de la educación por la paz

Tender puentes
Danilo Sánchez Lihón

 

La paz hay que anhelarla y luchar por ella para que se imponga no sólo en donde hay guerras o conflictos bélicos, porque tan importante es allí como en el ámbito cotidiano, al interior de una familia o comunidad. De allí estas reflexiones:

1. Hay tantas formas y clases de puentes

Hay miradas que inician una nueva historia, que juntan destinos que venían por rumbos diferentes. Son miradas puentes.

Hay puentes que unen islas, parajes, continentes. ¡Y son tan bellos sus arcos detrás de la neblina ¡en el amanecer de un día propicio!

Hay tantas formas y clases de puentes. Pero ninguno que no sea hermoso. Y los hay: livianos y fuertes; unos horizontales y otros curvos.

Vistos desde la base hacia arriba son celestes. Y mirados desde el aire son lazos entre dos heridas.

A veces son anhelos y pura ilusión, trazos que uno imagina cuando nada nos une y todo nos separa, pero eso nos salva.

Y hay tantas maneras de ser puentes. El asa de este pocillo en que sorbo el café que me abriga y me contenta es un puente.

Las palabras son en realidad grandes puentes.

¡Cuán distinto sería si en vez de callar hubiéramos dicho la palabra exacta que tendía un puente entre una y otra orilla!

2. Y los dos hermanos se abrazaron

Escuché una historia que más o menos cuenta lo siguiente:

Dos hermanos se amaban. A la muerte de su padre repartieron la herencia que colindaba, apenas dividida por un riachuelo que cada tarde vadeaban, contentos el uno o el otro de reunirse para conversar alegremente.

Un día surgió de algo pequeño una desavenencia. Pronto los reproches subieron de tono y pasaron a las palabras hirientes. Dejaron de verse. Ya ninguno cruzaba el arroyuelo y el encono fue en aumento.

Un día tocó la puerta de la casa del más viejo un carpintero que portaba sus herramientas y le dijo:

–Busco trabajo. De repente usted tenga algún servicio que pueda hacer.

–¡Cómo no! –le dijo el dueño– Al frente vive un vecino para mí desagradable. En realidad es mi hermano. Pero quisiera que con la madera que está arrumada aquí alce una valla tan alta que ni yo ni él podamos ni siquiera vernos.

–He entendido el problema. Haré una obra de la cual usted quedará satisfecho. –Respondió el hombre.

El dueño salió para hacer asuntos en la ciudad.

Al regresar vio con espanto que el carpintero en vez de erigir una valla había tendido un puente sobre el riachuelo.

–¡Qué insolencia es esta! –gritó–. Pero en ese momento vio que su hermano cruzaba el tablado con los brazos abiertos. Un momento el hermano mayor dudó, pero el impulso fue mayor y también se echó a correr al encuentro de su hermano con los brazos abiertos.

Danilo Sánchez Lihón

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