Instituto del Libro y la Lectura del Perú, y Capulí, Vallejo y su Tierra

30 de mayo
conmemoración
Nace el maestro Encinas
Aquel Maestro egregio

Danilo Sánchez Lihón
http://danilosanchezlihon.blogspot.com/

1. El amor bondadoso

 

Una antigua leyenda cuenta que cuando el sabio y virtuoso Rey Salomón murió los demonios hicieron lo indecible por llevarlo al Infierno y verse así favorecidos por su sagacidad y reciedumbre.


Al poco tiempo de tenerlo secuestrado estos lo sorprendieron midiendo el largo y el ancho del lugar y le preguntaron qué estaba haciendo.


A lo que Salomón respondió: “Estoy midiendo el lugar en que habré de edificar el templo de Dios. Y entonces los diablos lo echaron del Infierno.


José Antonio Encinas así como el Rey Salomón adonde iba erigía un templo, el templo de la escuela, de la educación, del saber y de la virtud.


De allí que las tiranías y las corruptelas de la época no podían soportarlo y le hicieron padecer 20 años de sucesivos destierros.


Con él y para él se podría asumir este proverbio que reza así: 

El hierro es fuerte,
pero el fuego lo derrite.
El fuego es fuerte,
pero el agua lo apaga.
El agua es fuerte,
pero las nubes lo evaporan.
Las nubes son fuertes,
pero el viento se las lleva.
El viento es fuerte,
pero el hombre lo vence.
El hombre es fuerte,
pero el miedo lo derriba.
El miedo es fuerte,
pero el sueño lo vence.
El sueño es fuerte,
pero la muerte lo es más.
Pero el amor bondadoso
sobrevive a la muerte.

Solo quien tenga y ofrezca amor bondadoso es quien puede alzarse como senda y camino. Porque se puede ser inteligente, y Encinas lo fue, pero no alcanzaremos con ello a ser horizonte. Podemos ser valerosos, y Encinas lo fue, y tampoco con ello alcanzaremos a ser ruta y destino.


Es el amor bondadoso, que él sintió por el niño, por la juventud, por la escuela, por el maestro, por el indio y por el Perú, el que lo hace sobrevivir y el que hace que nos llegue su obra y su figura como un aire puro y fértil para seguir bregando.

 

Convencidos y esperanzados, por redimir los sufrimientos de nuestra sociedad; y para forjar, a partir de la educación, la patria hermosa que nos merecemos, y la dignidad y felicidad del hombre, que es nuestro anhelo y pleno derecho ahora y siempre sobre la faz de la tierra.

 

2. Variados y diversos aportes

 

Muchas son las acciones, tareas y programas, como también son variados y diversos los aportes conceptuales, doctrinarios e ideológicos a la educación, hechos por el maestro José Antonio Encinas, y que cada día vemos que suscitan el mayor interés de los maestros del Perú, haciéndose más claros, actuales y vigentes.


He tenido la oportunidad de constatar cómo se tornaban tan reales y eficaces diversos aspectos y temáticas señalados y precisados en los postulados de aquel maestro, como también de evocar y recrear sus magistrales enseñanzas.


De todos aquellos asuntos y contenidos los que con frecuencia e interés se aluden en las reuniones magisteriales, referidas a la vida y obra del maestro José Antonio Encinas, cuatro son los que resaltan con mayor énfasis, cuales son:


a. El bien y el significado de ser maestros.
b. La integridad moral del maestro Encinas.
c. Su postulado e ideario de la Escuela Social, y
d. Una Educación con identidad.


Estos temas sobresalen entre otros que no dejan de ser importantes, tales como el aprecio, la admiración y hasta fascinación que él sentía por los niños, su recio y valiente activismo en contra de todas las dictaduras que le tocó padecer: Leguía, Sánchez Cerro y Benavides, su visión de la escuela como un lugar de encanto, magia y alegría, su tesis a fin de desterrar los exámenes en la escuela y en el sistema educativo, entre muchos otros.


Sin embargo, en este breve repaso sólo nos referiremos a aquellos cuatro ejes de pensamiento, emoción y acción que hemos aludido como los más representativos y frecuentes en la evocación del autor de Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú.

 

3. El bien y el significado de ser maestro

 

José Antonio Encinas nos enseña, en primer lugar, a ser maestros de alma, auténticos y consagrados, a cumplir y valorar el privilegio de ser guías, orientadores y amigos de los educandos, teniendo presente en todos los actos de la vida la actitud noble, protectora y de una entrega total al cuidado de la niñez y de la juventud.


Él es el modelo por excelencia de un maestro por antonomasia, en quien se resumen todas las virtudes como también los actos de verdad y valor. Quien, sobre todo, en cada momento de su vida jamás dejó de ser y actuar como maestro.


Elegido Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1931, venciendo en justas electorales a nada menos que a don Víctor Andrés Belaúnde, después Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ¿qué blasones lucía Encinas, quien ni siquiera era docente de San Marcos? Exhibía el más honroso título en el contexto que hablamos: el de maestro de Escuela Primaria, o normalista, como se le llamaba entonces.


Y con ello es lo mismo a decir: entusiasmo, sapiencia y gusto rayano en la pasión, que es el rasgo y a la vez el centro de la magia de ser maestros. Y todo ello para entonar muy en alto el canto a la vida, siempre en la perspectiva de búsqueda y hallazgo de verdades trascendentes.


Ser maestro es participación, avivamiento y alegría; ganas de vivir, de celebrar la vida, de asumir la realidad con optimismo y valor. Es forjarse una honda identidad; es usar las manos para pensar y construir; es edificar y transformar la realidad; es hacer de la vida un canto, un himno, una epopeya; una proeza en donde la relación maestro alumno más que lección o enseñanza es diálogo, amistad y comunión profunda.


Él en todos los actos de su vida tuvo el concepto más alto de lo que era ser maestro de escuela, de allí que fue capaz de hacer una educación con altivez como también con gracia, humor y el don de sonreír; de hacerse amigos, de confiar en los demás y en nosotros mismos.


Para hacer todo ello se requiere ser un hombre que ame ser maestro y un maestro que ame ser niño, joven o adulto con ideales; capaz de mirar con los ojos que el niño mira y abrir su alma de la manera cómo él la abre y vuela.

 

4. Un ejemplo de integridad moral

 

José Antonio Encinas fue un hombre honrado. De una limpieza moral sin tacha. Por ejemplo, con una exactitud muy grande en el manejo del dinero, con desprendimiento para ayudar y generoso para proteger.


Siendo austero en sus gastos, se enteraba de un problema que sufriera una persona, o lo padeciera su pueblo, y ahí estaba presto él para socorrer.

 

Así, una vez se dañó el motor que proveía de luz eléctrica a Puno y no se tenía fondos para repararlo. Enterado del asunto inmediatamente giró de sus ahorros el dinero necesario para que se adquiriese la pieza que se había dañado. Hechos como éste constituían la rutina en su conducta.


Sin embargo, era muy escrupuloso con el dinero ajeno y principalmente con lo que correspondían a ser fondos públicos, considerando que este era un bien común, propiedad del Estado y del pueblo doliente y sufrido como es la situación que caracteriza al Perú.


A fin de graficar cómo era respetuoso y estricto en este aspecto, basta referir un hecho: Después de levantarse la clausura que pesaba sobre la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fue a su casa el administrador con un fajo de papeles a decirle:


– Doctor, aquí están sus cheques para ser cobrados.


– ¿Cómo? –respondió él– si yo no he trabajado durante todo este tiempo.


El administrador le explicó que la partida estaba girada; y que ya todos los profesores y empleados habían cobrado. Entonces el concluyó:


– Sí, pero yo no lo haré. Sólo puedo cobrar cuando he trabajado.

 

Y ordenó:

 

– Devuélvase ese dinero al tesoro público.


Pero no sólo veía desde él, sino desde la perspectiva de la otra persona. Así: Logró recuperar una legítima propiedad que había sido usurpada a una persona, quien agradecida le propuso que por sus servicios repartieran esa propiedad y tomara la mitad del predio:


– De ninguna manera –le expresó–. Págueme únicamente mis servicios, para que usted mismo tenga paz, tranquilidad y no se sienta mal, Pero de ninguna manera yo aceptaré hacerme dueño de lo que es su heredad.


Cómo urge que en el Perú asumamos dichos valores, que además son nuestra herencia genética si consideramos el ancestro de nuestra cultura de gran exactitud y moral, dueña de un código de honor y conducta incorruptibles.

 

5. Postulado o ideario de la Escuela Social y de una educación con identidad

 

José Antonio Encinas no se preciaba sólo de que todos sus alumnos fueran profesionales de éxito, sino que todos hubieran abrazado la causa social y la defensa del indio en nuestro país.


Tales educadores son precisamente los poetas del dolor y de la grandeza del Perú, educadores de sus posibilidades y de la promesa de construir aquí una patria grande y justa. 


Maestro es quien –nos lo dice él– articula escuela y comunidad, escuela y sociedad, quien asume el carácter social de la educación, la obra y la tarea colectiva. Es quien articula tiempos, espacios, ritmos, áreas del conocimiento. Es quien integra, socializa y hace posible el canto común de las distancias, trabajo mancomundado superando diferencias y hasta exclusiones ominosas.


Es quien preconiza que la gracia de ser maestros radica en reivindicar el mundo despreciado, socavado de las poblaciones en riesgo.

 

Que no sólo se necesita ser un buen profesor que desarrolla bien su curso o asignatura, que demuestra bien un teorema o explica diáfanamente la conjugación de un verbo, sino el que inspira para todos juntos trazarnos un destino de realización colectiva sobre la faz de la tierra.

 

 Un maestro de niños tampoco puede dejar de ser un hombre de lucha, un guerrero, un militante, porque la esperanza –que es lo que siembra y debe cosechar un maestro– también se la conquista en las plazas y en las calles.

 

6. Cuenta Churata

 

Muchos pasajes, ideas y hasta juegos que el maestro Encinas desarrolló graficarían nítidamente la perspectiva de lo que podría identificarse como su concepción de la “Escuela social”.


De los muchos hay uno que quisiera referir, por ser quizá el más espontáneo, incluso hasta aparentemente desaprensivo y humilde, pero en el fondo de una gran significación.


Es una cuadro o instante que cuenta un alumno suyo de la Escuela 881 de Puno, que dirigiera durante cuatro años y que constituye una experiencia innovadora de extraordinario valor, pero  además hermosa en su forma y contenido.


Relata Alejandro Peralta, reconocido también con su apelativo literario de “Churata”, que regresaban casi ya al amanecer por la meseta altiplánica, maestro y alumnos.


Como era su costumbre salían no de paseo ni excursión sino a clases que el maestro Encinas desarrollaba al aire libre, en las cumbres de los cerros o a la orilla de los ríos o habiendo avanzado a lo más profundo de los valles.


Los alumnos más fuertes habían avanzado en la noche lóbrega del altiplano cuando echaron de menos al maestro a quien divisaron, al chispazo de un relámpago, que venía muy atrás, lejos, pero a quien divisaron inmenso y agigantado.

 

Cuenta Churata en esta evocación que hizo varias décadas después, y sin detenerse mucho en relación a su significado, que al estar más próximo y a la luz de otros relámpagos notaron que él se había echado a los hombros al niño más desvalido, que lo traía a horcajadas en la nuca al débil, descalzo y desarrapado que quizá el frío de la meseta y lo agotador del camino le habían impedido caminar.


El maestro Encinas que no medía más de un metro sesenta aparecía por eso como un gigante. Pero algo más comprobaron: que con su vozarrón y viniendo desde lejos entonaba huaynos y taquiraris en quechua y aimara.

 

7. ¿Qué magia o significado tiene?


Cuenta que fue tal la fuerza, la verdad y la belleza de ese hecho, que de manera espontánea los mayores y fuertes buscaron a los más débiles y los echaron igualmente sus hombros, tal cual el maestro Encinas, uniendo sus voces al canto y a los himnos en las lenguas que entonaba el maestro.


Y así avanzaron, sintiéndose todos grandes, tanto los que cargaban a otros niños, a quienes les renacía una fuerza nueva, como los que iban en los hombros de los otros porque sentían bajo suyo la energía de la solidaridad como algo invencible.


¿Qué magia o significado tiene este pasaje suelto entre los muchos otros que se desprenden del ser y el sentir de la personalidad de este maestro legendario? Es significativo echarnos a los más débiles en nuestros hombros. Si la educación no sirve para eso, ¿para qué entonces educar? ¿Para la competencia? ¿Para ganar y desplazar al otro del camino? ¿Para tirar de codazos a los demás?


He allí la diferencia de lo que puede ser una educación competitiva a una escuela de inspiración social.


En este gesto natural, espontáneo e inconsciente está el sentido, la definición y el concepto profundo y genuino de lo que es educar socialmente. No solo allí está la visión o la misión de lo que es educación, cual es hacernos responsables del mundo en lo más débil, dolido y desprotegido que hay en él, cargarlo en nuestros hombros lo que está pendiente de solucionar.


Pero no con pesar ni con queja, tampoco con marketin o cara al público, sino con profunda y auténtica alegría, sin que eso constituya un lastre sino, como lo dice Churata, se agigantaban todos.


Hay otro rasgo en este pasaje, cual es que el maestro venía atrás, cerrando filas, el último porque vigilaba a quién más lo necesitaba y se retrasaba.


Otra faceta es la fortaleza, la imitación y el deseo de hacer lo mismo, de alinearse con la misma actitud, de no dejar que uno solo lo haga. Este convencimiento llano, voluntario; esta disposición en donde se resume una experiencia, una trayectoria y una vida.

 

8. Educación con identidad

 

Preconizó que nuestra cultura es el bien más preciado que nos honra, nos da lustre y enaltece; que incluso compensa y le da un ribete de gloria a nuestro ser en el mundo.

 

Que se sobrepone a la pobreza que nos acosa, ornándonos con un laurel de victoria cual es ser muy modestos en recursos materiales y financieros pero excelsos en nuestras glorias culturales.


Y así como lo predicó él mismo, él mismo es un símbolo de dicha promesa. Porque así como hay artistas y científicos representativos de nuestra esencia, hay también educadores, como él, que cultivaron una educación con identidad y una escuela totalmente inserta en su medio y en el compromiso social.


Él es el portavoz de un nuevo derrotero de la educación para el Perú, que propone que recogiendo el pensamiento de la cosmovisión del mundo andino es el modo de ser o hacernos universales.


De su vida y de su pluma es de donde podemos extraer las verdades o las certezas que necesita el ciudadano de nuestro país para ser el hombre nuevo que todos vivimos bregando para que aparezca, se eche a caminar y, al reconocerlo nosotros, lo abracemos, como dice Vallejo, emocionados, porque todos hemos clamado: Levántate, hermano.

 

9. Inspirados en el ideario Encinas

 

Es importante, en este contexto, reconocer, asumir y enarbolar –a manera de ideario– e inspirados en el maestro José Antonio Encinas, juntos y al lado de todos los maestros del Perú, los siguientes principios que derivan de su magisterio:


1. Creer que el fulgor de la verdad y su búsqueda apasionada no la perderá el hombre ni en el confín de los tiempos, que siempre la anhelará, y que ésa debe ser nuestra bandera y nuestra enseña.


2. Creer que el anhelo del bien y el peregrinar hacia las fuentes en donde el bien mora, debe ser lo que marque nuestra ruta, y que esa fuente está en el corazón del hombre. Y si la hemos perdido, hacia ella debemos orientar las velas de nuestras naves.


3. Creer que el temblor por la belleza que subyuga nuestro corazón no debe avergonzarnos, sino al contrario, descubrirnos el alma ante ella y declarar que amamos la poesía y el resplandor de la luna arrebolada en el horizonte.


4. Creer que la aspiración al silencio del recogimiento tampoco debe atribularnos, sino al contrario, conmovernos porque ello nos reclama a comprender otras cosas aparentemente incognoscibles.


5. Creer que la posesión del amor, o por lo menos tener los brazos y la mirada tendidos a aspirarlo y encontrarlo en nuestras vidas, debe formar parte de nuestras prerrogativas más hondas.


6. Creer que el júbilo, la exaltación, la felicidad que nos produce ver nacer, brotar, surgir y desarrollar la vida, debe formar parte de las experiencias más acrisoladas para el niño, el joven y el adulto.


7. Creer que la aspiración a la brega por defender los valores e instalarlos en donde no existen –valores como la identidad, la generosidad, la solidaridad– son de nuestra absoluta y total incumbencia y que tenemos que dar la vida en aras de su predominio y vigencia.


8. Creer que la vida heroica a la cual todos los hombres tenemos la aspiración de arribar, debemos asumirla plenamente, reemplazando con ella y cuanto antes, la otra vana y trivial, a fin de que esta yazga muerta a nuestros pies junto a los caballetes que soportan máquinas y artefactos a quienes hemos dado tantas prerrogativas para condicionar y hasta gobernar nuestras existencias.

 

9. Creer que la razón moral debe ser nuestro norte, nuestro derrotero, la fuerza que nos guía y alienta. Luchar por la justicia y equidad, porque no haya miseria, para que superemos la pobreza y sea vigente en nuestro mundo la libertad.


10. Creer que tenemos una patria hermosa como una espada en el aire. Que encontremos la hebra del heroísmo que tiene la labor o la misión de defenderlo, imbuyéndonos de la promesa total del Perú. Y que consagremos nuestra vida a defender nuestros ideales.

Danilo Sánchez Lihón

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