Instituto del Libro y la Lectura, Inlec del Perú
                   y
Capulí, Vallejo y su tierra

15 de enero, 1881 
Memoria de la defensa de Lima
 
Acerados como una espada en el aire 
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com

1. ¡No lo olvidemos jamás!

 

¡Ciudadanos! ¡Soldados!


Asistimos y estamos reverentes aquí, en el Reducto Nº 2 de Miraflores, porque este es un altar, un lugar santo. Un hito sagrado en la trayectoria de la patria, desde el 15 de enero del año 1881.


Estamos de pie en este lugar porque aquí velaron, aguardaron despiertos, sin pestañear, anhelando una patria digna y libre en aquella hora suprema los peruanos de corazón generoso y por tanto los más egregios, que tenían que enfrentar a un ejército de invasión y conquista.


Estamos aquí porque muchos compatriotas nuestros soñaron en este lugar más que en ningún otro, un Perú cabal, lleno de júbilo y hermoso.


Porque aquí nos presintieron. Aquí nos anhelaron firmes, incólumes, enterizos los miles de peruanos que iban a morir aquel día defendiendo lo más sagrado del Perú.


¡No los olvidemos jamás!

 

2. Dignidad para siempre

 

Aquí cayeron. Y aquí, debajo quedaron sus cuerpos, de aquellos compatriotas que lucharon con coraje y valentía en la defensa de Lima.


Hay confundidas con la pólvora, las esquirlas que saltan, el sudor y el jadeo de la batalla, que libramos no porque agredíamos sino porque fue premisa de honor el defendernos. Y con ello defender lo irrenunciable: ¡el honor! ¡Esto que conste!


Hay en este lugar sangre regada de ancianos y niños por un enemigo implacable. ¡No los defraudemos nunca!


Hay mucha esperanza aquí esparcida que es hora que debamos recoger. A eso hemos venido.


Hay regada sangre insigne de peruanos de toda edad y condición que nos defendieron a nosotros para tener orgullo en la frente. ¡Jamás los defraudemos!

 

3. Y un lucero en el alba

 

¡Porque somos nosotros en quienes ellos pensaban en esos momentos!


Lucharon por nosotros.


Somos nosotros los que estábamos presentes en sus mentes, en sus sueños y en sus corazones en momentos en que el estremecimiento de la guerra a la cual asistieron con pundonor, era el anhelo de darnos dignidad para siempre.


Heroicidad que les hizo sobreponerse a las escaseces, a las carencias y desventajas frente a un enemigo bestial que no respetó heridos en ninguna de las contiendas. Y que no ha cambiado absolutamente nada, sino que al contrario: se atosiga aún más de soberbia.


Esa guerra no cesó, ha continuado. Está otra vez a la vuelta de la esquina.


Gloria eterna a quienes se inmolaron aquí. En donde desde entonces este es un lucero en el alba que nos inspira para no doblegarnos. Y estar más pronto para concurrir a toda cita de conciencia, como aquella.

 

4. La ofrenda  de nuestro corazón

 

Hay guerras en las cuales toca a un pueblo ofrendar su corazón y su coraje. Como a otros sus finanzas, su industria, su expansión y codicia.


A nosotros en la Guerra del Pacífico sostenida con Chile entre los años de 1879 y 1884 nos tocó ofrendar el alma y la vida. Y eso engrandece. Lo triste es que eso haya ocurrido y no lo reconozcamos debidamente, que solo extraigamos amargura y desilusión.


Hemos puesto más énfasis en la crueldad del enemigo. Y esto nos ha hecho olvidar la generosidad de los nuestros.


Nunca fue tan inmensa esa vocación nuestra por la adhesión a valores, resguardar el patrimonio de nuestros antepasados, enaltecer la dignidad nacional, ser solidario con el hermano de al lado, con la familia conocida, con el vecino de enfrente.


Nunca resaltó tanto la defensa de la justicia, de la verdad: de lo que no se puede permitir hollar ni mancillar.


En dicha contienda de parte nuestra no pelearon individuos sino la familia entera: el esposo, los hijos, la esposa, el abuelo, los niños, en suma: el colectivo social. Peleaba la unidad sacrosanta del hogar.

 

5. Ser o tener hermanos

 

Hemos puesto mucho acento en las debilidades y traiciones, hecho que nos ha hecho olvidar la abnegación, la renuncia y los altruismos sin límites.


Y esta óptica de ver lo malo es más que una traición para quienes ofrendaron su vida generosamente en esa contienda.


Ahora nos toca poner énfasis en las generosidades, porque nunca fuimos tan magnánimos al ofrendar la vida por la patria.


Nunca se sintió más inmensa la noción de ser o tener padres. Nunca fue más nítido ser o tener hijos. Nunca adquirió más sentido ser o tener hermanos, ser o tener amigos. Formar parte, crecer y fenecer con una comunidad de vecinos. Y de prójimo.


Porque esta para nosotros fue una guerra defensiva.


Afrontamos esta prueba que no la buscamos. Pero supimos ofrendar nuestro valor, sacando a flote los sentimientos más genuinos, apelando al sacrificio y hasta a la inmolación.

 

6. Solidaridad con el hermano

 

La Guerra del Pacífico fue una guerra signada por un principio para nosotros fundamental: ser solidarios.


Porque esa es nuestra herencia, por ser descendientes del incario. Y es solidaridad aquello que nosotros enseñamos al mundo.


No fue aquella contienda para nosotros una guerra militar sino moral. Es una guerra en donde lo que resaltó  de parte nuestra fue ser fraternos hasta morir.


Cumplimos con nuestros compromisos y con nuestro deber. Supimos comprometernos con el hermano, pese a lo mal que nos fuera.


¿Qué pueblo más hermoso entonces como paradigma y ejemplo?


Fuimos solidarios en los momentos más difíciles hasta con nuestros agresores: ¡Salvábamos sus vidas!


Pese a que nos mataban no los tratábamos como a enemigos sino como a seres humanos. Rescatábamos náufragos y heridos de las naves que hundíamos.


Teníamos el don, porque es un don para mirarlos como a hermanos.

 

7. Un acto de solidaridad siempre

 

Qué importante entonces que gracias a la invitación de la Municipalidad de Miraflores, hecha al movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, celebremos aquí, hoy día 16 de marzo, el aniversario del nacimiento de César Vallejo. Y lo hagamos izando la bandera del Perú en el Reducto Nº 2.


Qué importante que lo conmemoremos aquí y no en un salón académico o propiamente literario, sino en este santuario de la patria, donde se inmolaron miles y miles de hombres en la Defensa de Lima, la sangre más noble del Perú.


Qué bueno que lo celebremos de este modo, sus coterráneos, sus compatriotas de tierra adentro, junto a las escoltas del ejército de tierra, aire y mar del Perú.


Porque este hombre que naciera el 16 de marzo del año 1892 en Santiago de Chuco, no solo es el astro más refulgente de la poesía y el humanismo universales, sino un combatiente cabal de las causas nobles del género humano, como es la justicia y la fraternidad, como fue la defensa de Lima del año 1881.

 

8. Insignia de valor y heroísmo

 

César Vallejo aquel día estuvo aquí. Aquel gladiador civil, ejemplo de hombre y paradigma de peruano, quien asumió los valores más genuinos de nuestra cultura y que Capulí se esfuerza por hacerlos más vigentes en nuestro país, peleó al lado de quienes aquí murieron, porque a los heridos los mataban.


Entonces ¡cómo no iba a estar presente! Él que defendía todo lo humano y todo lo justo. Porque Vallejo en muchas circunstancias fue un soldado, un paladín y un guerrero.


Porque es un poeta militante, combatiente y luchador de todas las causas supremas de la humanidad. Quien no permitía la ofensa ni el abuso, viniera de donde viniera.


¡Y no lo permitirá! ¡Porque Vallejo está vivo en nosotros!


Porque Vallejo no es deliquio, ni éxtasis, ni mucho menos elucubración, que son cualidades de excelencia pero que Vallejo es mucho más: es praxis y es acción,

 

9. La antorcha que encendieron

 

Vallejo es también insignia de valor y heroísmo.


Y que estemos sus paisanos aquí, quienes han tomado la bandera del vallejismo en el Perú, es extraordinariamente significativo.


Porque todos tenemos que estar vigilantes, no parpadear. Estar en pie de guerra siempre. Eso es lo que nos aconseja la experiencia histórica.


Y Capulí es militancia en ese estado de desvelo. Y ser de Capulí es ser militantes, soldados de un nuevo Perú.


Y juramos –y creo representar bien a mis compañeros aquí presentes– asistir a todas las citas de honor en todo Reducto Nº 2 que nos demande la patria permanecer para siempre.


Juramos comprometernos por un país estrella, lucero matinal en la alborada de un nuevo Perú.


Juramos ser paladines de la consagración a trabajar por un Perú de valores, de honradez, de exactitud, de laboriosidad.

 

10. Combatir hasta vencer

 

Juramos en ser paladines en salvaguardia de la verdad; de no mentir y no engañar.


Por eso quiero decir aquí que Capulí como movimiento cultural recibe la antorcha que encendieron para siempre quienes estuvieron y murieron aquí. Y Vallejo estuvo.


Juramos enarbolar con honra y virtud el estandarte de César Vallejo para ir a la marcha de un nuevo Perú y el encuentro de héroes como los que aquí se inmolaron.


Nos comprometemos en la tarea de construir un país en base a los sueños y a la cultura milenaria que nos conforma.


Nos comprometemos a que el Perú será un país hermoso como una espada en el aire. Y por su capacidad para ser solidarios y fraternos, esencia y mensaje que no lo perderemos jamás.


Aquí proclamamos combatir hasta vencer.


¡Viva Vallejo! ¡Viva Grau! ¡Viva Bolognesi! ¡Viva Cáceres! ¡Viva el Perú!

Danilo Sánchez Lihón

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