Instituto del Libro y la Lectura del Perú, y Capulí, Vallejo y su Tierra

Marzo, mes del agua y los pastores 
Plan lector: pliegos de lectura 


Montes que se enamoran 
Danilo Sánchez Lihón

“MARZO: Este mes
andan llenos los ríos y engañan a los hombres.
Parecen tranquilos pero la correntada va por dentro.
Se hace “chacmay” en la tierra virgen, abriendo
la tierra blanda, para sembrar hogaño.
Este mes comienzan a aumentar los ganados,
carneros del monte, guanacos, vicuñas.
Ya están maduras todas las sementeras.
Hay comida en todo el reino para pobres y ricos.”


Guamán Poma de Ayala (Cronista indio del Perú)

1. El cerro ya no podía vivir sin mirarla

 

Antes estos cerros no estaban uno junto al otro, sino separados.


Uno vivía lejos y el otro estaba situado hacia esa otra banda que desde aquí se mira.

 

Pero un día, ese cerro grande asistió a una fiesta y se quedó contemplando maravillado a esa colina párvida cuando bailaba.


Le gustó tanto que ya no podía vivir sin verla, y se empinaba hasta las nubes para mirarla siquiera un instante.


Tanta era su pasión que los hombres que vivimos aquí temíamos una desgracia.


Allí fue cuando ella se dio cuenta que el cerro mayor se había enamorado.


Aún cuando le atemorizaba su talante solemne y adusto, no dejaban de encantarle sus galas y su fuerza.


Como ven, es un cerro inmenso, con mucha agua, con potreros y hondonadas, con bosques, precipicios y cañadas de vértigo.


Ella, en cambio, es suave, con muchas llanuras. Cría en sus faldas ovejas y chivillos, trigo y hierbabuena, con arroyos tranquilos y puquiales transparentes.

 

2. Él la protege de todos los vientos y de todas las heladas

 

Mañana y tarde él se asomaba a contemplarla,  sin saber que al hacerlo se encendía en brillos y fulgores que ella, más que nadie, advertía complacida.


Hasta que llegó el tiempo en que él no pudiendo ocultar más sus sentimientos, le declaró su amor, encendiendo sus colores y haciendo resplandecer sus rayos más brillantes.     


Ella primero dejó pasar el tiempo, pero luego aceptó y ambos acordaron unirse y habitar en este paraje.


Ahora viven entre nosotros. Él, ostentoso, ella siempre tímida y recatada; como se ve al frente en que se esconde tímida detrás de su marido.


Hay tiempos en que él la preña y a ella se la ve  abultada. Entonces el cerro varón la cobija y la protege de los ojos que pudieran verla, de los vientos y de todas las heladas.


En el cerro mayor habitan pumas y se crían toros bravos en feroces majadas. De él brotan las aguas que bajan espumosas inundando las riberas y resonando en las quebradas.

 

 3. Se tambalean en el puente de colores del arco iris

 

Cuando la neblina trepa por ese lado, ella aprovecha para pasar su ganado de una a la otra  banda.


Para eso, de su cadera hace brotar el aro iris.


Primero lo enrolla y después lo tira hacia arriba como un ovillo de lana que suave se  posa en el hombro de su marido, tan alto como la cumbre de la más alta montaña.


Y por ese puente de colores pasan balando las ovejas y guanacos y dando brincos vicuñas y chivillos.

 

Mientras, ella va tocando, con una dulzura infinita, una tonada cristalina en su cuerno de oro.


También va ayudando a los guachitos tiernos que se tambalean en las hilachas verdes, azules y naranjas del arco que rebrilla en el cielo.

 

Arriba, en el cielo azul los celajes son rebaños que plañen y en sus revoltijos contienen todos los matices, texturas, sonidos y aromas.

 

 3. Alfombras de flores que se tienden en el suelo

 

Y todo eso ocurre ante el asombro y prodigio que se eleva y se hunde en lontananza.


La manada es de ovejas, cabritos, guanacos y vicuñas; algunos moteados y otros con sus lazos de lana translúcida.


Ella los conduce, entonando unas melodías que embrujan a quienes las oyen con el aliento  entrecortado.

 

Algunos son vellones de ovejas trasquiladas que buscan sus majadas vagando dispersas.

 

Sin saber que con sus hebras de colores los pastores vamos tejiendo los arco iris y las alfombras de flores que se tienden en el suelo al paso de las procesiones.

 

Cuando la pastora ve que la neblina se va despejando tiene el temor que ojeen a sus animales tiernos. Entonces silba y todos corren y entran por la boca de la cueva, donde ella los guarece.

 

4. Caen sus cabellos negros por su frente de alhucema y sus pechos de azafranes

 

La puerta por donde se ocultan está detrás de esa quebrada, junto a aquel riachuelo.

 

Allí ella se baña y peina sus cabellos negros que caen por su frente de alhucema y sus pechos de azafranes.

 

Cuando eso ocurre, el cerro le toca su tambor para ocultarla, por eso nosotros desde aquí lo sabemos.

 

De día, en ese sitio se ve una piedra grande en forma de carnero. Es Ylla, la guaca encantada, la cabeza del ganado que guía y después se queda vigilando afuera.

 

Ylla ¡es el enlace entre el mundo de adentro y el otro de viento!

 

Pero pronto el monte vuelve a cubrirse de neblina. Entonces se escucha la chirimía y se ven los cintillos de colores de las ovejas que salen con su pastora.

 

5. Rebaños que se ocultan allí dentro vivos y a la vez embrujados

 

Y, otra vez el ovillo de colores se lanza hacia arriba.

 

Hay vellones que se han vuelto fantasmas ululantes que se alejan hacia una luz difusa que apenas se esboza en el horizonte, recogiendo de alguien sus latidos o su vida.

 

En días despejados, la gente se acerca hasta Illa llevándole adornos, regando con chicha la piedra para que su ganado sea como el hermoso ganado de esa pastora.

 

Rebaños que se ocultan allí dentro, vivos y, a la vez, embrujados.

Esto cuentan nuestros abuelos en noches de luna y en honor al espíritu de la tierra que se puebla de animales, dicha y felicidad para todos los hombres.

Danilo Sánchez Lihón

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