Instituto del Libro y la Lectura del Perú

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Vigencia de la literatura infantil

Literatura infantil para cambiar el mundo
Danilo Sánchez Lihón

Acabamos de culminar en Trujillo el XXVI Encuentro Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en el cual se ha elegido una nueva junta directiva que regirá los destinos de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil por dos años. Se ha aprobado también la realización del próximo encuentro en la ciudad de Lima, en octubre del año 2008. Las siguientes líneas son de saludo, homenaje y adhesión a todos los miembros de la APLIJ, especialmente a la actual directiva, anhelando su acierto en las acciones que se emprendan en bien de la niñez, el arte y la cultura:

 

“Si proyectas para un año siembra grano,
si proyecta para diez años planta árboles,
si proyectas para cien años cultiva hombres”
Proverbio popular

 


1. Vigencia de la literatura infantil

 

Para reflexionar en serio acerca de la literatura infantil propongo partir de una pregunta básica y es esta: ¿es válida en el mundo moderno para encarar los graves problemas del presente y darles solución?, interrogante moral porque debiéramos militar en donde estemos absolutamente convencidos que radica la enmienda total de los conflictos capitales de nuestra realidad.


Porque si ella no es la solución entonces salgamos de este salón y vayamos hacia aquel lugar y posición, si es posible el monte y cogiendo las armas, en donde estemos seguros que reside el punto de apoyo de la palanca que ha de ser capaz de cambiar el mundo. ¡Hagámonos presentes allí! Y militemos y permanezcamos vigilantes en esa colina y punto de vigía.


Porque, tal y cómo están las cosas no podemos perder ni un minuto, porque de ese lapso pende la victoria. Pero en nuestras realidades, tan atravesadas de crisis, deformaciones, desquiciamientos, corrupción y hasta infamia, en un mundo tan desalmado y hasta espeluznante, ¿la literatura infantil sirve? ¿tiene vigencia? ¿Funciona? ¿Nos es útil para superar situaciones adversas, complejas y hasta bestiales?


¿Acaso ella, la literatura infantil, que tiene el sello de lo íntimo, de lo entrañable, de lo candoroso y hasta ingenuo, puede ayudarnos a vivir? ¿Resuelve cuestiones raigales del mundo real y objetivo? ¿O estará bien considerarla un mero deliquio, confinado a la órbita del ensueño, de la fantasía y la ilusión?


Grandes males, hechos perversos asolan la vida actual: campea en la tierra el abuso, la iniquidad y la vileza. Y, como secuela, en los otros ¡la helada indiferencia! ¿Puede enfrentarse la literatura infantil a estos engendros, monstruos y esperpentos?


¡Sí! ¡Puede! En esto creemos fervientemente, al punto que pensamos –sin perder objetividad y sin incurrir en idealismo– que es solo ella la que puede cambiar el mundo.


Primero, porque nos enseña a asumirlo y a comprometernos con él, luego a encarar las anomalías y deformaciones, a liberar potencialidades y finalmente a resolver los problemas con honestidad, ingenio y valor. Y termina graciosamente ¡exorcizándolos para siempre!


No se trata pues con la literatura infantil de perpetrar una evasión, tampoco solazarnos con el adorno ni extraviarnos en el deleite, vía por la cual queramos escaparnos a soñar mundos irreales, y consecuentemente vacíos y artificiales, sino dar solución a los problemas acuciantes de nuestro entorno.

 

 

2. Se descubre que en el fondo esos seres éramos nosotros mismos

 

¿De qué modo?


Lo primero que nos enseña la literatura fantástica tradicional –en los relatos ancestrales como son los mitos, leyendas, cuentos folclóricos, fábulas, cuentos de hadas y relatos populares– es que los males, los espantos y los estados horripilantes se salvan, se revocan y redimen con aquellos tres componentes ya enunciados: honestidad, ingenio y valor.


Pero nos enseñan algo más fundamental estas joyas de la sabiduría humana, que detrás del dragón, del ser contrahecho y monstruoso, habita un ser querido, quizá nuestro hermano, nuestro hijo, o nuestros padres desaparecidos y que solo con un acto profundo de devoción, de sacrificio y hasta de consagración hará posible liberarlos y con ellos salvarnos.


Descubrimos en la mágica textura de los cuentos que aquellas temibles y escalofriantes quimeras, arpías y parcas son en verdad seres amados que hemos perdido, yacen confundidos en el camino o en algún recodo y esperan ser redimidos. Es más, que en el fondo somos nosotros mismos.


Resultando como conclusión de todo ello que los cuentos de la tradición popular que los niños han elegido como suyos, que:


1. Nos hablan de un mundo deformado, de abusos, injusticias y atrocidades.
2. Nos ayudan a encontrar salidas, a tomar alternativas de solución frente a lo confuso, la violencia y lo turbulento.
3. Nos alcanzan siempre principios valederos de comportamiento para encarar los problemas y resolverlos.
4. Nos sintetizan experiencias de vida y nos hace sabios frente a los retos del mundo y la existencia.


La literatura infantil nos plantea el beso a lo monstruoso que ha de conjurar un encantamiento, como puede ser cualquier realidad difícil; nos anima a abrazar, imbuidos de verdad, belleza y temple, a aquello aparentemente malo, feo y temible, nos coteja desde el ángel a enfrentar lo falso y horripilante. A poner las manos en el fuego por la salvación de lo malo y contrahecho.

 

 

3. El beso al endriago, que es el mundo y la realidad

 

Es más o menos así un cuento folclórico del Cuzco, que fuera recogido por José María Arguedas y que pongo aquí silvestremente:

Era un matrimonio rico, dueño de extensas tierras, bosques, ríos y ganado. Pero no era completa su suerte: la mujer no podía tener hijos, en cambio entre la gente pobre los hijos abundaban. Para tener un heredero hacían misas, rogativas, donativos; consultaban adivinos, oráculos, recurrían a maleficios.


El pueblo los acompañaba haciendo caminatas, sacrificios, abluciones. Cuando ya tenían las esperanzas perdidas un día la mujer anunció que estaba embarazada. Menudearon las fiestas. Un día dio a luz un hijo. Cuando cayó al suelo era un lagarto.


Quisieron matarlo pero la madre se opuso y lo crió con amor consagrado. Esta criatura creció tanto que ocupaba una sala y cuando se enfurecía latigueaba tan fuerte con su cola los muros que era capaz de derrumbar la casa.


Un día dijo: ¡Quiero mujer! ¡Cómo!, le reprocharon sus padres, ¡si eres un lagarlo! ¡Quiero mujer!, repitió y la casa se estremecía con sus coletazos. ¡Cálmate! le rogaron, veremos si te conseguimos mujer. Fueron entonces a ver a una familia pobre que tenía una hija. Ofrecieron tierras, ganado, agua para el regadío.


La boda se hizo en la iglesia adonde el lagarto fue conducido sobre un andamiaje ricamente adornado. Después de la ceremonia el cura acompañó a la pareja de regreso a casa, acompañados de la banda de músicos, comparsas y una enorme comitiva de invitados. Mientras se divertían dejaron encerrados al lagarto con su joven esposa.


Cuando al otro día fueron a ver el lagarto dormía y solo había restos de huesos de la humilde muchacha. El lagarto la había devorado. Cuando despertó pidió otra vez: ¡Quiero mujer! Y así se sucedieron las muchachas que fueron sacrificadas para ser devoradas por el lagarto


Hasta cierto día que los padres se acercaron con su propuesta a una familia de muchos hermanitos. ¡Sacrifícate por nosotros!, le dijeron los padres a su hijita mayor. Esta lloró y fue a ver a una anciana que le dijo: ¡Hijita!, no tengas miedo, ¡cásate con el lagarto! y vas a hacer tres cosas que yo te diga. Y se convino entonces en la boda.


Aquel día la anciana le instruyó a la niña: Él te va a decir ¡Entra a la cama! Le dirás: ¡Tú primero! Te dirá: ¡Apaga la luz! Tú apagas la luz. Él te va a decir entonces: ¡Desnúdate! Tú le dirás: ¡Tú primero! Allí vas a escuchar un ruido tremendo, como el de una cascada, pero no tengas miedo, por nada del mundo enciendas la luz.


Todo hizo la niña como la anciana le instruyó, menos pudo soportar la curiosidad de encender la luz. Y cuando lo hizo vio a un ser hermoso, esplendente, un ser iluminado, quien desapareció dejando sobre el lecho una ruma de escamas.


La niña, como legítima esposa, heredó todas las haciendas y bienes de la pareja de ancianos, que la llegaron a querer mucho, porque era buena y hacendosa. Ella repartió después toda aquella riqueza entre los pobres.

 

4. Compartir los dones primeros que nos lega la vida y el destino

 

Ahora bien, si partiéramos de la orilla opuesta, es decir no desde los males que nos acosan sino desde el ámbito de la felicidad y se nos preguntara, y ojalá que alguna vez ello no solamente fuera una pregunta y una respuesta sino que se volviera palpitante realidad:


¿Cómo quisiéramos que fuera el mundo y la vida? Y se nos dijera: dinos con toda tu capacidad de ilusión, de idealismo y de anhelo, ¿cómo quisieras que el mundo fuera?


Nosotros, arrobados, diríamos seguramente:


– Quisiera que el mundo fuera hermoso...
– ¿Qué más? –insistirían.
– Que sea una aventura suprema –sería la respuesta.
– ¿Qué más? –se seguiría preguntando.
– Que esté lleno de sentido; que sea rico en significados y trascendente.
– ¿Y, qué más?
– Que valores como la solidaridad, la identidad, el bien común sean elementos de intercambio cotidiano.
– ¿Algo que agregar?
– Que se imponga la verdad y que se entone siempre el canto prodigioso y a la vez piadoso, de la vida.
– ¿Queda algo?
– Que haya creación, que haya júbilo y entusiasmo por vivir...


Y podría seguir la enumeración.


Pues bien, todo eso es u ofrece o compone el universo propio y genuino de la literatura infantil. Es esa capacidad de vivir con encanto, con riesgo, con trascendencia y bien común.


Pero falta quizá algo qué decir: ¿Qué es lo que anhelaríamos, ya como ensoñación máxima?
Eliminar la muerte, respondería alguien. Pues bien, también eso se logra a través de la literatura infantil, pues ella es la capacidad de compartir los dones primeros que nos lega la vida y el destino y que hacen la esencia de existir y con ello tocamos la eternidad.

 

 

5. Prolongar la vida, crear mundos nuevos y exorcizar la muerte

 

La literatura infantil, la lectura, la creatividad son los cauces, las grandes avenidas, las grandes sendas por donde tiene que enrumbarse la educación y la formación del hombre.


Ella no es un derivado o un subproducto de la literatura adulta o de la literatura convencional.


Es, al contrario, la matriz, el tronco desde el cual las otras literaturas parten y son ramas, porque primero fue la literatura infantil, representada en mitos, leyendas, relatos orales, rimas, adivinanzas.


Y creo que los grandes autores de literatura lo han sido o lo son porque tuvieron en su infancia un gran sustrato de literatura oral o infantil en su formación como creadores.


Hagamos por eso una literatura infantil pródiga como es nuestro continente, una literatura de la libertad y del amor. Y hagámosla y difundámosla por el ángel que hay en todos los hombres.


Hacer una literatura infantil de los valores eternos, del asombro del niño ante el universo como una actitud perenne en nuestras vidas; del arte como una poderosa fuerza unificadora; del afecto y la solidaridad como potencias decisivas en la batalla por alcanzar la dignidad definitiva del hombre sobre la faz de la tierra.


Y, como en Scherezada, valiéndonos de las palabras prolongar la vida, exorcizar la muerte y crear mundos nuevos.

Danilo Sánchez Lihón

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