1.
El libro y su influencia en el viejo y nuevo mundo
Se
ha reflexionado y dejado constancia por escrito que el descubrimiento
del Nuevo Mundo se debió a una lectura decisiva, la del libro “Mis
maravillas” de Marco Polo, obra turbadora y apasionante que al leerla
conmovió profundamente e iluminó de manera capital a Cristóbal Colón.
Podemos figurarnos el momento en que absorto en sus páginas encontraba
el gran almirante el camino imaginario —y después real— a su
tremenda y fascinante aventura. Pero todo fue primero frente a las páginas
absortas y embelesadas de un libro.
Túpac Amaru II, quien encabezara el movimiento más vigoroso y heroico
de rebelión, que estremeciera hasta su médula a la más grande
potencia del orbe, como era España en el siglo XVIII, fue sabiamente
influenciado por un libro: los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de
la Vega, de quien fue asiduo, atónito y ensimismado lector.
José Durand refiriéndose al gran movimiento de reivindicación que
encabezó el Cacique de Tungasuca, anota:
"hasta diríamos que en los Comentarios Reales se halla la
Biblia secreta de esa revolución".
Ejecutado
el caudillo, la corona española prohibió la circulación y lectura de
dicha obra, porque sin duda "excitaba la conciencia de
nacionalidad", al decir de quienes han sopesado la influencia de lo
que ese libro produjo, por lo que en él se cuenta, refiere y valora.
2.
Somos hijos de los libros
El
libro también fue decisivo para forjar el movimiento emancipador de
las nacientes y agitadas repúblicas del Nuevo Mundo, con el Contrato
Social de Juan Jacobo Rousseau izado como emblema y estandarte soñado.
¡Era un libro!
Por eso, han sido primero los libros y después las espadas quienes
nos abrieran el camino para ser libres. Y serán los libros los que al
final hagan posible que fundemos aquí y ahora sociedades dignas,
solidarias y felices.
Así próceres como Toribio Rodríguez de Mendoza, Bartolomé Herrera
o José Faustino Sánchez Carrión forjaron primero voluntades y luego
sus sueños en los libros, divulgándolos primero en la cátedra y
luego en la plaza pública donde alzaron su tribuna de
adoctrinamiento. El sueño de nuestra libertad surge a partir de los
libros que consumieron desvelados esos hombres preclaros consumidos
por la esperanza de forjar un nuevo porvenir para nuestros pueblos.
José Carlos Mariátegui y César Vallejo, quienes nos han formado en
la sensibilidad y en la conciencia moral de tener que asumir un
compromiso social ineludible si es que queremos ser hombres dignos,
son ellos hechura de los libros a los cuales sometieron sus latidos,
porque el primero no conoció a su padre y el segundo provenía de un
hogar muy carente, modesto y donde su padre cuando él nació ya era
un anciano.
Otro gran sendero fulgurante es José María Arguedas, quien se define
cuando un día lee las primeras narraciones sobre los
"indios". Tan adulterada y falsa presentaban la imagen del
hombre andino que por contraposición se impuso el compromiso de
escribir sobre la verdad y la belleza de aquella realidad que él
tanto había gozado y sufrido, develándonos así un universo
escondido.
Sin
embargo, en nuestra historia, el libro al mismo tiempo que un rol
positivo ha desempeñado un papel casi nefasto, cuyos rezagos quedan
impregnados y se agitan pululantes y que es importante hacer conciencia
de ello porque afectan y repercuten negativamente en la plena adopción
y en la clara relación que podemos establecer con la lectura.
En la historia cultural del Perú el libro no siempre ha sido un
elemento que haya desempeñado un buen papel. Muy pronto fue utilizado
como arma de dominación, para sojuzgar y avasallar. Nuestra auténtica
cultura, en contraposición a aquellas desarrolladas con la escritura,
se contiene y se trasmite más bien a nivel de expresión oral.
Allí están las canciones quechuas, los mitos y leyendas andinas y amazónicas,
la herencia magnífica de la artesanía transmitida prácticamente por vía
sanguínea, vertebrando nuestra esencia cultural, la que pervive
heroicamente.
La ciencia, la gran ciencia incaica se trasmitía por vía oral. No era
necesaria la escritura. La organización, la gran organización del
imperio incaico no requirió de la escritura, quizá con ella se hubiera
enquistado la burocracia y la corrupción.
El libro, llegado a nuestras tierras fue, en muchas ocasiones, vehículo
y medio de dominación, instrumento que manejaban los señores, los
hombres de las ciudades, los poderosos para abusar y mentir. Las clases
dominantes lo utilizaron para avasallar, y actuó conformando la tríada
de la dominación y conquista, cuales son: la espada, la espuela y el
libro.
Hay
un hecho que ilustra simbólicamente este fenómeno: cual es el acto de
la captura de Atahualpa y el derrumbamiento del imperio incaico en
Cajamarca, por mano del capitán Francisco Pizarro y sus soldados, en
donde fue el libro el protagonista central de la escena y en donde le
cupo jugar un rol desventurado.
El fraile dominico Vicente de Valverde, acercándose a Atahualpa en la
plaza de Cajamarca, luego que este llegara con su séquito de 30
mil hombres desarmados, le tiende la Biblia, el libro por excelencia. El
Inca recibe sorprendido aquel objeto extraño, que en la traducción de
los dos intérpretes allí presentes, Felipillo y Martinillo, escuchando
que se le dice lo siguiente:
– Esta es la palabra del Dios verdadero que te insta a hacerte
cristiano y someterte al Rey Carlos V, aceptándolo como tu rey y
soberano.
El
Inca, dejando pasar la insolencia de esta apelación, y al escuchar que
aquel artefacto contenía la palabra de Dios tuvo curiosidad por oírla
y lo lleva a la oreja para escucharla. Desconcertado relacionó palabra
con lengua y lo prueba con la punta de las papilas linguales. Al sentir
el sabor salobre y sudoroso del cuero arroja al suelo indignado aquel
objeto extraño, acto que fue tomado como sacrílego por el cura, quien
clama:
– ¡Santiago, al ataque! –que era la consigna que tenían
los españoles para desatar el infierno.
Entonces los arcabuces apostados alrededor de la plaza, uno de ellos en
el cerro Apolonia, disparan, se desboca la caballería y arremeten los
soldados a pie estando a punto de matar al Inca que Francisco Pizarro
defiende hiriéndose el brazo con una espada que cae, consumándose de
este modo la conquista y con ello el desmoronamiento del imperio
incaico.
5.
Después se lo requisa y quema
Posteriormente
el libro, la Biblia y el catecismo, se asocian a la espada para
perpetrar la destrucción de nuestra cultura suplantándola por otra.
Fue el arma que mejor manejaron los "extirpadores de idolatrías".
Pero paradójicamente en ella recogían lo que aparentemente demolían
para siempre. Así tenemos el libro Dioses y Hombres de Huarochirí en
donde el funcionario destructor de idolatrías, el cura Francisco de Ávila,
recogía lo que según él quedaba abolido para siempre. Y que hoy nos
sirve para extraer de allí los mitos y leyendas que nuestros niños
necesitan.
En el tiempo presente él se identifica, en él mundo andino, con el
abogado y el letrado, con el político y el doctor,
consecuentemente con el abuso, la explotación y la injusticia.
En las ciudades hay dos actitudes contrapuestas frente al libro. Si su
lectura constituye una vía de escape o evasión, al sustituir problemas
verdaderos por preocupaciones falsas, hay actitudes hacia él de
condescendiente desprecio. O bien de entretenimiento con él en un goce
ocioso, banal o malsano.
Pero cuando presenta la realidad sin ambages y denuncia los mecanismos
que la sostienen, se lo identifica con la subversión, con el peligro público,
con la alteración del orden y hasta con el atentado terrorista.
En este último caso entonces no se lo edita, se hace lo posible por
acallarlo, o sencillamente se le requisa y quema, y se persigue
implacablemente a sus autores.
6.
Los libros y nuestra posibilidad de liberación
Es
de necesidad hacer conciencia de estos hechos, analizar objetivamente qué
causas que motivan el recelo, la desafección y la indiferencia respeto
al libro.
Estas ideas soterradas en el fondo de nosotros mismos, y que aparecen
siempre a través de manifestaciones solapadas o sutiles, deben ser
develadas y analizadas críticamente.
Es necesario examinar abiertamente esos aspectos, ventilar públicamente
tales distanciamientos, expurgar acuciosamente nuestros dolores a fin de
que podamos superar traumas y temores para encarar resueltos y confiados
nuestros problemas y acometer el desafío de forjar aquí pueblos
felices y pletóricos.
Tenemos que adoptar una actitud en la que se consideren los problemas
del libro como realmente son problemas del alma; raigales, decisivos y
trascendentales.
Porque el libro afecta lo más hondo de nuestro ser histórico, como
también del ser individual formando parte de nuestra soledad, y de
nuestra manera de ser actual y vigente.
Es a partir de ellos que se determina nuestro poder de iniciativa en el
desarrollo técnico, científico, cultural y social.
Ellos condicionan en gran medida la supervivencia de nuestra cultura y
de nuestra posibilidad de ser sociedades efectivamente libres.
Veamos
a continuación cuál es el proceso de desarrollo del libro vinculado
todo ello a nuestra historia social y cultural:
Los libros existen a partir del siglo III A.C.
Eran, como objetos, en cierta forma análogos a como ahora los
conocemos, aunque logrados en ese entonces en base a un paciente
esfuerzo de artesanía.
Lo que ha cambiado radicalmente no es la presentación en sí, sino el
fenómeno de su producción, distribución y variedad de uso.
Gregorio Marañón en ocasión de visitar la exposición del milenio del
libro español, manifestó que nada da idea de la excelencia del libro,
como –y aunque parezca paradójico– su incapacidad para progresar.
El libro ha sido el portador de maravillosos adelantos y de la
modernidad. Sin embargo, es hoy exactamente el mismo que cuando apareció
en el mundo.
Quizá en algunos aspectos incluso el libro ha empeorado. Ello si se lo
mira en relación a su sofisticación, habiéndose hecho más simple,
ordinario y llano.
8.
La sociedad es la inventora del libro y de la imprenta
La
historia del libro es la historia de un proceso. Si bien es cierto
que en la crónica de su formación han intervenido personajes célebres
como Johannes Guttemberg, el de los caracteres móviles.
Pero también son hitos en este proceso; Frederick Ivés, a quien
debemos el fotograbado; Otto Mergenthaler, quien inventó la máquina
del linotipo que moldeaba líneas enteras de letras con plomo caliente;
Ira W. Rubel quien en 1900 idea el proceso básico del offset; Kris
Colmes quien en 1985 impulsa la tipografía digital. Y tantos otros que
dieron su aporte en los múltiples aspectos del arte gráfico y dándonos
contribuciones de base para la función editorial.
Pero, no puede dejar de reconocerse que como toda creación humana es más
bien la sociedad la inventora del libro y de la imprenta. Ambos son el
resultado de una cadena de realizaciones cuyos eslabones se enlazan con
el anónimo hombre de la China, quien el año 102 D.C. descubre el
papel.
Más aún, la historia pasa por el fundidor que logra el metal adecuado
por su resistencia para ser tipo de imprenta. O transcurre por el hombre
que tala los árboles para fabricar la pulpa de papel. O por el químico
que produce la tinta para la impresión de las páginas temblorosas o
vibrantes.
Tanto para la invención y fabricación de los aparatos como para la
perfección de los materiales e insumos se ha requerido de la
participación ingeniosa y devota de numerosos hombres en distintos
tiempos y lugares.
9.
El libro amenazante y luego el libro subversivo
Entre
nosotros, el libro se incorpora a la historia nacional cuando ya había
logrado casi una forma definitiva en cuanto a modelo, materiales y
principales técnicas de su fabricación.
Es decir, al Perú llega en la etapa de "libro impreso". Y es
él una de las armas o instrumentos manejados con mayor eficacia y
agresividad por el conquistador para imponer su dominio y su cultura.
Dos actitudes contrapuestas se suceden en nuestra historia con respecto
al libro. Primero fue utilizado para avasallar a la masa indígena
imponiendo leyes, religión y costumbres.
En la conquista española el libro fue presentado de la peor manera:
oscuro, autoritario y amenazador. Los evangelizadores encargados de
introducir la doctrina cristiana inculcaron temor acerca de él y de su
contenido. Ahí estaba nuestra condenación.
Y fue tomado consiguientemente como depositario de magia y sortilegio.
La Biblia era "sagrada", allí estaba amenazadora la
"palabra de Dios".
Posteriormente, ya en la época preindependentista, leer o simplemente
poseer un libro fue subversivo, era peligroso y todo lector tenía un
cartel invisible pero amenazante de ser un subversivo, perturbador del
sistema y del orden instituido.
10.
El libro en la dominación y pronto en la insurgencia
Más
tarde el libro se convierte en objeto de persecución y mordaza, que se
desata por ser admirable portador de un mensaje de renovación. Y
forjador del sentimiento de liberación desde los albores de nuestra
independencia.
De allí que, entre otras causales, el libro no tenga raíces profundas
en el hábito y en la vida de nuestros pobladores. Desde las ediciones
de Garcilaso, prohibidas de circular después del levantamiento de Túpac
Amaru, pasando por la feroz requisitoria de que eran objeto los criollos
ante la sospecha de que poseyeran ejemplares de los enciclopedistas
franceses.
Hasta en época reciente, los libros han sido motivo para desterrar y
encarcelar a sus autores.
Con toda propiedad puede afirmarse que la historia del libro en el Perú
es también la historia de nuestra dominación, pronto de la sublevación,
para pasar ahora a ser un símbolo que encarna nuestras opciones y
luchas populares más auténticas.
11.
Llegada de la imprenta a la América
Apenas
a trece años después de la batalla de Otumba, que fue el comienzo de
la aventura de Hernán Cortez en México, ya el Obispo Fray Juan de Zumárraga
apela ante Carlos V a fin de establecer una imprenta y un molino de
papel en la Nueva España.
Tan pronto se establece en México la primera imprenta de América, en
1539, la travesía de este rústico y maravilloso artefacto traza una línea
recta hacia la capital del Virreinato del Perú.
Lima que en aquel entonces se elevaba como la otra gran ciudad del
imperio español recibe la imprenta el año 1580.
De México la imprenta nos la fue traída por un impresor italiano
llamado Antonio Ricardo, nacido en Turín y muerto en Lima en 1605. Él
antes trabajó como tipógrafo en la que fuera ciudad de los emperadores
aztecas.
Fue este aventurero quien trajo la imprenta al Perú, un trabajador
independiente, a quien ahora llamaríamos un informal, casi un ambulante
fue el portador de este sueño, a quien debemos esta enseña moral. Y no
fue la autoridad política o religiosa de la época quienes la trajeran
entonces, sino que hicieron más bien todo lo imposible por impedir su
ingreso primero y su funcionamiento después.
12.
La imprenta llega al Perú
Antonio
Ricardo, quien ha conseguido un sitial casi legendario en la historia
por traer la imprenta a la América del Sur y más concretamente al Perú,
en 1580, llegó hasta nosotros en forma casi furtiva trayendo sus útiles
de imprenta a bordo del barco "Santa Lucía".
Lo acompañaba Pedro Pareja, dependiente y auxiliar suyo.
Las dificultades que encontraron y tuvieron que vencer para hacer
funcionar su maquinaria de ilusión fueron inmensas y por momentos parecían
insalvables.
Pero, al fin, al comenzar 1581 habían logrado instalar su tipografía
ignorando que una Real Orden prohibía en el virreinato la impresión de
libros.
Antonio Ricardo se valió entonces del Cabildo y del claustro
universitario solicitando su intervención para conseguir la licencia
indispensable.
La Real Audiencia de Lima recién el 12 de agosto de 1584 lo autorizó
para que pudiera imprimir:
…la Doctrina Christiana y catecismo para instrucción de los
indios y las demás personas, que han de ser enseñadas en nuestra
santa fe... traducida en las dos lenguas generales de este rei¬no
quechua y aymara: Ciudad de los Reyes, Antonio Ricardo 1584.
Reza así el epígrafe de la primera edición del primer libro dado a
luz en esta tierra de infortunios pero a la vez de inatajable promisión.
13.
¿Cuál fue el primer libro impreso?
Sin
embargo, José Toribio Medina, erudito y bibliógrafo, ha demostrado que
la edición de la Doctrina... se suspendió momentáneamente.
En su lugar se estampó un opúsculo titulado Pragmática sobre los diez
días del año que sería la primera obra impresa en la América
meridional.
Allanado el camino, Ricardo fue llamado por los jesuitas que poseían el
gran Colegio de San Pablo, en donde quisieron que funcionara una
imprenta a fin de poder editar los libros necesarios para la
evangelización de los indios aborígenes de este reino.
Es necesario tomar en cuenta que ha sido casi siempre la iniciativa de
los de abajo, impedida incluso al principio por el poder formal, el que
ha dado curso a los grandes eventos en el Perú.
Después de trabajar un tiempo con los jesuitas Antonio Ricardo se
independizó instalando su imprenta en la calle Mantas, en un inmueble
de su propiedad.
Allí imprimiría numerosas obras, entre ellas el Arancel Real por orden
del Virrey y a fin de que se diera cumplimiento al pago de las alcabalas
adeudadas a la corona.
De esta forma Ricardo se vio convertido en impresor oficial.
14
La crisálida de los periódicos modernos
Así
tenemos por caso su prestación de servicios al “Correo mayor” Pedro
Balaguer de Salcedo a quien el Virrey Hurtado de
Mendoza encargó –como refiere Eguiguren– que se ocupara de
las Relaciones que en forma manuscrita circulaban en la sociedad
colonial.
Una de ellas fue la victoria de don Juan de Castro y de la Cueva, en el
estrecho de Magallanes, el mismo que destrozó al pirata Juan de Aquines.
Estas Relaciones se hacían con cierta periodicidad.
Balaguer quedó autorizado para perennizar este acontecimiento mediante
la imprenta. El Virrey recomendó que la impresión se hiciera por
Antonio Ricardo de Turín.
La descripción del acontecimiento naval en Tierra del Fuego, en quince
hojas en octavo, es el folleto más antiguo que se publicó en el Nuevo
Mundo, significando ser el germen o la crisálida de los periódicos
modernos que hoy circulan en nuestro continente.
Los servicios de Ricardo no estuvieron exentos de peligro. En 1596 por
publicar la obra del poeta Pedro de Oña, que había prescindido del trámite
del examen de su obra por el Ordinario, estuvo a punto de ser preso y
hasta excomulgado.
Para librarse de ésta y otras penas tuvo que acogerse a la costumbre
del asilo, refugiándose en las moradas religiosas, protegiéndose bajo
la sombra del convento de San Francisco.
15.
La imprenta se traslada a la provincia
A
partir de entonces fue la imprenta cobrando auge en Lima, la cual
contaba en el siglo XVII con 10,000 habitantes, cinco Colegios, uno de
ellos especial para los indígenas. Y la esplendorosa Universidad Real
de Lima, hoy San Marcos, con ochenta profesores.
Hacia 1637 funcionaban a la vez tres talleres de imprenta. Pero a esto,
y por mucho tiempo, quedó reducido casi todo.
Cierto es que se conocen por lo menos cuatro libros que llevan el pie de
imprenta del pueblo de Juli, a orillas del Lago Titicaca, que fuera
denominada la Roma o El Vaticano del Nuevo Mundo, donde los jesuitas habían
fundado un colegio, y que en tiempo de la Colonia fue un centro desde
donde se irradiaba el poder religioso hacia el ámbito de la América
del Sur.
De la imprenta de Ricardo se hizo cargo más tarde Francisco del Canto
establecido en Lima como librero, quien la amplió y mejoró tanto que
llegó a, imprimir en dos colores: el negro y rojo.
En lo que respecta a los grabados, según el historiador Torres Revelle,
los primeros son los que ilustran la Relación de la Exequias de la
Reina Margarita, impresa por Pedro Merchan Calderón en 1613.
Como vemos los primeros incunables del Perú, fueron libros de carácter
religioso y libros de enseñanza y libros oficiales de la administración
y de la vida social del poder colonial.
16.
Se editaban obras para la evangelización
Una
característica que merece tenerse en cuenta es que la imprenta llega al
Perú cuando se habían incorporado en la edición, la ilustración
xilográfica y el grabado en cobre, es decir al aguafuerte.
Es por eso que gráficamente el libro hecho en ese entonces abunda en
letras iniciales con ornamentos y también en viñetas colocadas al
principio o al fin de página.
Esta tradición, que se refleja hasta el presente, viene desde antiguo.
Y que es aquello que le imprime un sello muy especial a los libros
editados en nuestro medio, particularmente a los de creación literaria,
y que sin conocer este punto no nos explicaríamos a qué se debe.
Los talleres tipográficos del Perú y el resto de América, bajo el
dominio todos ellos de la autoridad eclesiástica, no tuvieron en su
origen más finalidad que la muy limitada de suministrar las obras
necesarias para la evangelización de los indios, así como la de
proporcionar a la naciente colonia.
Los libros indispensables para su instrucción. Los libros de ficción
en el nuevo continente estaban teóricamente prohibidos, aunque en la práctica
su circulación era tolerada.
17.
Se prohíbe divulgar datos sobre los territorios conquistados
Si
bien es cierto que ya se imprimían distintos documentos en el Perú a
partir de 1584, muchos libros se tuvieron que importar de España y en
grandes proporciones.
"…cajas llenas de libros publicados por el editor de
Sevilla Cromberger pasaron a tierra de América, y no hubo navío que
no cargase libros en sus bodegas".
Sin embargo, la publicación y comercio del libro a lo largo de la época
colonial estuvieron sometidos a diferentes restricciones.
Así, en la segunda mitad del siglo XVI se estableció que los jueces y
justicia de las indias Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano,
no consintiesen la impresión y publicación de cualquier libro sobre
los datos de los territorios conquistados, sin el permiso del Consejo
Real de las Indias.
Los impresores que incurrieran en la falta serían penados con la multa
de doscientos mil maravedises, más la pérdida de los impresos y los
instrumentos que hubieran servido para el trabajo.
18.
No se podía imprimir sin licencia ni supervisión
Los
libros sobre vocabulario y lengua de los indios tampoco se podían
imprimir sin que previamente estuvieran examinados por el Ordinario, sin
perjuicio del examen practicado por la Real Audiencia.
Los Virreyes, Oidores y Gobernadores, no debían permitir que se
imprimieran o circularan "los libros de Romance", que se
ocuparan de cosas profanas, fábulas o historias puramente imaginativas.
Para esto los previsores de los prelados estaban autorizados para
ingresar a las naves a fin de cerciorarse de los libros prohibidos que
podían traer con fines de tráfico ilícito.
Los libros de rezos eran objeto de monopolio.
El privilegio de imprimir los catecismos y libros de oraciones lo tenía
el Monasterio de San Lorenzo.
Cuando este precepto era violado le cabía intervenir directamente al
Oidor más antiguo de las Audiencias Reales.
En síntesis, todo autor o impresor de libros previamente debía recabar
licencia del Consejo de Indias para proceder a imprimirlo y estaban
obligados posteriormente a enviar veinte ejemplares para que los
miembros pudieran examinar la fidelidad de su contenido.
19.
Entre nosotros el comercio del libro fue antes que su producción
Este
aspecto de la circulación de libros es muy importante para nosotros,
porque de la publicación del primer libro en Europa, en 1451, a la
aparición del primero en el Perú, en 1584, transcurre apenas 133 años,
ni siquiera siglo y medio.
Sin embargo, de estos datos también se deduce que aquí el comercio del
libro es anterior a su producción, hecho cuya secuela es acaso lo que
repercute hasta el presente, siendo el lastre que nos mantiene pasivos.
Esto desequilibra nuestra balanza de comercio exterior que cada día
pesa más y más a favor de nuestros proveedores externos dejándonos a
nosotros el triste rol de consumidores de papel impreso.
Así, la primera obra verdaderamente nacional, como son Los Comentarios
Reales de los Incas, de mestizo cuzqueño Garcilaso de la Vega, se editó
fuera de nuestra patria, lo cual traza ya un signo exilio para nuestras
letras.
Es decir, la edición de la obra cumbre del más claro de nuestros
ingenios fue hecha en Lisboa y data del año 1609. Sólo muchos años
después se editaría recién en el Perú.
20.
La propiedad y uso de los libros era signo de poder político
En
la época colonial existía un significativo movimiento cultural en
torno a la Universidad, Colegios Mayores y, particularmente, en el
interior de las distintas órdenes religiosas poseedoras de los fondos
bibliográficos.
La Santa Inquisición vigilaba celosa toda esta inquietud. Sólo en las
postrimerías de este largo período se fueron infiltrando libros
portadores de ideas que menoscababan el poder y el orden instituido.
Muchos títulos pasaron a ser condenados en el INDEX, que era la lista
negra de las obras prohibidas de circular elaborada por la Santa
Inquisición, institución temible en todo el reino porque sus órdenes
abarcaban desde azotes hasta ejecuciones por apaleamiento como ser
quemados en hogueras. Y no los libros sino sus lectores.
Comprobada la posesión por parte de una persona de un libro anotado en
los "expurgatorios de la Santa Inquisición" costaba cargar
por mucho tiempo el San Benito, soportar muy buenos flagelos o en casos
extremos ser conducidos a la hoguera.
Como caber suponer, durante la época colonial los libros fueron
patrimonio exclusivo de los altos funcionarios del estado, gentes de
claustro y en algunos casos de los nobles. La propiedad y uso de ellos
era signo de poder político y alta clase social. El pueblo estaba lejos
de hacer uso de ellos y menos de poseerlos.
21.
La primera biblioteca pública fue de la Universidad Real de Lima
Fue
recién en 1758 que José Eusebio de Llano y Zapata, en carta al
Arzobispo de Charcas, expresa su idea del establecimiento de una
biblioteca pública de la Real Universidad de Lima, servicio que sería
fundamental en la difusión del libro y de las ideas independentistas.
La carta de Eusebio de Llano vendría a ser la primera semilla de la
Biblioteca Nacional del Perú, creada oficialmente el 8 de febrero de
1822, después de proclamada la independencia y mediante Decreto firmado
por Torre Tagle.
Cuando Carlos III dispone la expulsión de los jesuitas en 1767 es
concedida, por Real Orden del año siguiente, la biblioteca que éstos
poseían en el colegio San Pablo a la Universidad Real de Lima,
Esta aparente represión fue de efecto contrario puesto que al ser
abierta como biblioteca al acceso de los ciudadanos que lo requerían,
ello significó, en aquel tiempo, una democratización de la cultura y
apertura de los libros a favor de las capas ilustradas y de los ideales
de libertad.
Declarada la independencia, la Biblioteca de la Universidad pasó a
constituir la Biblioteca Nacional, además de los donativos que hicieron
a ella José Joaquín Olmedo, Bernardo Monteagudo, Hipólito Unanue, Pérez
Tudela y, en especial, el libertador don José de San Martín.
22.
La búsqueda de una identidad nacional
La
etapa inmediatamente anterior a la guerra de independencia fue asimismo
proficua en lo que a actividad editorial se refiere, pero dentro de la
relatividad del marco jurídico y socioeconómico en que se vivía.
En aquel entonces se editan libros, revistas y sueltos que conllevan
sobre todo un mensaje político y una inquietud de búsqueda de una
identidad nacional.
Es imprescindible mencionar en este contexto al Mercurio Peruano,
primera publicación científica elaborada por la Sociedad Amantes del
País, entre 1791 y 1794. Su director fue el sabio Hipólito Unanue.
Un detalle importante que debemos destacar es la traducción que se hizo
de esta colección al idioma alemán, en el año 1808, lo que nos revela
el nivel académico y el gran prestigio que llegó a alcanzar en su
tiempo y para un ámbito tan exigente como era el de Europa.
1810 es otro hito en la historia del libro en el Perú por la apertura
que se da a la libertad de pensamiento y la supresión del Tribunal de
la Santa Inquisición, decretada por la Constitución de Cádiz de aquel
año, acontecimiento que diera margen a una abundante circulación de
impresos.
23.
Las imprentas volantes de la campaña emancipadora
Iniciada
la lucha por la emancipación de España, resulta característico de los
periódicos y demás publicaciones de aquella etapa el ser reflejo
circunstancial de los acontecimientos que se iban suscitando. Esto es:
una trayectoria más bien efímera como proyecto editorial, pues su propósito
era servir a una causa, en condiciones más o menos clandestinas.
Es fácil suponer el enorme trajín en que debieron verse envueltos
autores, impresores y libreros patriotas. El libro impreso era urgente y
peligroso. El libro debió ser objeto de todo un cuidado y un rito, como
cosa preciosa y confidencial.
Correspondientes al período de la guerra de independencia nos han
quedado datos interesantes respecto a las publicaciones e impresos
dentro de los cuales estaba el libro.
Sobre todo la agitación de las llamadas imprentas volantes que
sirvieron para imprimir textos ideológicos y mantener informada a la
población simpatizante de los acontecimientos militares y políticos.
Muchas de esas prensas fueron botín de guerra que se arrebataban los ejércitos.
Y que se echaban a funcionar diligentes en manos del vencedor,
imprimiendo el parte victorioso y las órdenes que se daban a la población
civil.
24.
Cambios en los procesos sociales y en la maquinaria editorial
Consta
que la expedición libertadora de Don José de San Martín traía en uno
de sus barcos una imprenta, la misma que al llegar a Pisco el 8 de
septiembre de 1820 imprime la proclama que lleva por título: "A
los habitantes del país".
En esa imprenta se editaron manifiestos, decretos, bandos, noticias de
los frentes de guerra, casi siempre en hojas sueltas e impresas por un
solo lado.
En algunas hojas en el colofón se lee: "Imprenta del Ejército
Libertador", y están fechadas en Pisco, Huaura o La Legua.
Se ha dejado constancia, asimismo, de un dato curioso, cual es: que la
Imprenta de los Niños Expósitos, establecida en el año 1749, carecía
en 1824 de sus mejores prensas “…por haberse dotado de ellas a los
ejércitos patriotas”, datos por los cuales se nos revela quién
apoyaba a quién.
Entre nosotros ocurren cambios en los procesos sociales, en cambio en
Europa acontecen innovaciones en los procesos de edición, los mismos
que demoran entre nosotros en ser adoptados. Así: en 1814 aparece en
Europa la máquina de imprimir a vapor y surge en 1866 el procedimiento
de impresión por rotativa. Veinte años después en 1886, empieza a
funcionar la linotipia.
Inventor de este nuevo instrumento fue un relojero alemán instalado en
Washington: Otto Mergenthaler, quien logra sustituir el trabajo del
cajista, que letra a letra formaba una línea, por un mecanismo de
teclas que producen líneas de plomo con grabación tipográfica en la
matriz.
25.
Se imita y se siguen los modelos de Europa
Es
así que las características de los procesos de edición en nuestro país
también se ven transformadas al adoptar las innovaciones que se
producen en Europa. E incluso la presentación física que hacen los
distintos impresores sigue los modelos establecidos en el viejo mundo.
Así por ejemplo, en Francia y aquí se eliminan inmediatamente las
ilustraciones cuando Gustavo Flaubert en 1868 pone en tela de juicio las
estampas de las obras de literatura porque considera que ellas llenan el
vacío de lo "alusivo", cumpliendo una función que al lector
le gustaría realizar por sí solo, dado que la obra literaria está
para estimular su imaginación.
Esto hace que en Europa y luego en América se olviden por un tiempo de
las ilustraciones en las obras literarias. Hasta que llega el
fotomontaje y el offset, en donde hay un retorno al libro ilustrado como
fueron los primeros modelos.
A mediados del siglo pasado los periódicos en Europa empezaron a
publicar capítulos de novelas por entregas semanales o mensuales, a
manera de folletines. Idéntica función se realiza en el Perú.
De tal modo, Javier de Montepín y Benito Pérez Caldos eran leídos por
el público de Lima a través de El Nacional, que por muchos años
ofreció en esa forma las primicias novelísticas de Europa.
26.
La "máquina de componer" de José Arnaldo Márquez
Dentro
de este panorama de copia y calco, que caracteriza nuestra historia de
repúblicas ya emancipadas, hay en el siglo XIX y XX algunos hechos
singulares, como es el caso de la invención de la "máquina de
componer" o linotipia que hiciera en 1876 el peruano José Arnaldo
Márquez, adelantándose diez años al descubrimiento de Mergenthaler.
Márquez vivió entre1830 y 1903, y fue poeta, periodista, escritor y
maestro. Imperdonable sería olvidar este instante que compete a nuestra
historia del libro y de la imprenta pese a que el invento nunca llegó a
tener aplicación práctica.
Márquez observó que el arte de las impresiones había dado un avance
enorme con la veloz rotativa, pero la composición tipográfica aún se
realizaba en forma manual y por lo tanto era muy lenta y antieconómica.
Su "máquina de componer" unía en su delicado manejo los tres
procedimientos fundamentales de la tipografía: teclado, distribución y
fundición, todo ello operado en cuestión de segundos.
Basadre nos refiere que Martín García Merou, escritor argentino en su
libro Recuerdos Literarios, escrito alrededor de 1887, evoca a José
Arnaldo Márquez en y de imprimir con un nú¬mero reducido de tipos:
27.
Tuvo que rehacerla mil veces
He
aquí el testimonio de García Merou:
"Concebida la idea del invento —refiere García Merou—
había tenido que ponerla en práctica, para lo cual se dirigió a
Europa. Permaneció algún tiempo en Barcelona haciendo fundir las
piezas del aparato que esperaba iba a darle gloria y fortuna. Se asoció
con uno de esos agentes que manejan negocios sospechosos a quién, por
un raro contagio, convenció de la grandeza y provecho de su
descubrimiento. Para construir la máquina chocó con toda clase de
inconvenientes. Tuvo que rehacerla mil veces buscando una perfección
inaccesible. La historia de Claudio Larcher, el héroe de L'Oeuvre de
Zola, se reprodujo para él de una manera dolorosa. Agotados los
capitales empezó la miseria triste, sombría, sin atenuaciones ni
subterfugios. Por defenderse del hambre vendió la traducción de
algunos dramas de Shakespeare a la casa editora que publica la
biblioteca de 'Artes y Letras'. Pero nada bastaba para el arreglo y
fundición de las piezas defectuosas, todo lo consumía aquel monstruo
insaciable en cuyas aras sacrificaba fuerza, inteligencia y vida. El
final de la historia se adivina. Un día se vio forzado a huir de
Barcelona, salvando únicamente del naufragio su quimérico invento y
yendo a escollar en París, empecinado en su idea fija, verdadero
monomaníaco de una perfección ideal…”
28.
Un invento que patentizó en New York
Y
prosigue García Merou refiriendo acerca del empeño y el delirio de José
Arnaldo Márquez:
“Me es imposible describir (la máquina) en este
lugar. Los años pasados y la misma compilación de
las piezas han borrado de mi memoria muchos detalles esenciales.
Recuerdo que, en mucha mayor proporción, tenía un vago parecido con
la máquina de escribir norteamericana. Creo recordar que para
componer se daba vuelta a un manubrio que giraba alrededor de los
alfabetos e iba a incrustarse en una matriz que hacía el efecto de
componedor y de cliché para la estereotipia. La composición de la
pasta maleable de la matriz era también uno de los secretos de Márquez.
Nos pareció cruel desengañar a un hombre fanatizado por
el influjo de una idea fija, pero nuestra impresión unánime
fue que aún le faltaba mucho para llegar al invento que había soñado
(...) Márquez no se daba por vencido. Atribuía su fracaso a la pérdida
de alguna pieza que debió refundir en París cuando ya sus recursos
estaban agotados, haciendo prodigios de economía y gastando prodigios
de ingenio".
No sabemos hasta qué punto es cierta la imagen de precariedad que nos
presenta García Merou, extensamente citado. Lo que sí se sabe es que
la aspiración de Márquez fue la de industrializar su invento. Para el
efecto realizó viajes, a fin de exhibir su linotipo, a las ferias de
New York, España y Buenos Aires. Incluso alcanzó a patentar su invento
en New York.
En
los primeros años del siglo XX aparecen distintas publicaciones de carácter
científico y tecnológico dedicadas al estudio de las ciencias
naturales, animadas indudablemente por la corriente positivista que
insufla los espíritus de aquella época.
Así, aparecen el Boletín del Cuerpo de Ingenieros de Minas y las
distintas series del Boletín del Ministerio de Fomento,
correspondientes a sus direcciones de: Fomento, Obras Públicas y
Salubridad.
Se recuerda también que la librería más importante que se inauguró
en Lima, en los primeros años del 900, estuvo ubicada en el jirón de
la Unión, naturalmente.
Fueron unas señoritas de apellido Rosay las que estaban al frente de
ese centro de cultura y comercio.
Allí, después de por lo menos una década de retraso, aparecían los
libros que por haber sido novedades en París, eran los que suscitaban
el comentario, el estudio y la polémica.
30.
Editores e intelectuales de inicios del Siglo XX
Algunos
editores que aparecieron en las primeras décadas de este siglo fueron
las casas "Prince", "Antonio Gil" y "Sanmartí",
que servían para que los pocos intelectuales que preferían su país
para residir, editar y vivir con honor e identidad, lo hicieran.
Las ediciones eran costosas, escasas y desatendidas por la crítica que
más bien tenía puestos los ojos y oídos de lo que sucedía en París,
Londres, Madrid o Roma.
En sentido general, e igual a lo que ocurrió en el siglo XIX, las
editoriales en el Perú no hicieron más que trasladar pautas de
producción, de gusto y de prestigio de los países europeos cuya
producción se trataba siempre de imitar.
Posteriormente, el ambiente reinante de tiranías sucesivas, de políticas
de represión a toda inquietud progresista, de mercados y abastecedores
cerrados, de política restringida y de compromiso con ciertas metrópolis,
con exclusión de otras, influyó negativamente, configurándose una línea
de conducta que continúa hasta el presente.
31.
Los nuestros se van, otros llegan
A
esa situación se sumó el éxodo de nuestros intelectuales a otros países
v continentes.
Artistas, hombres de letras, científicos, desplegaron su labor lejos de
nuestra patria, enriqueciendo otras industrias editoriales con grave
perjuicio y consunción de la nuestra.
En cambio otra fue la política de algunos gobiernos latinoamericanos
que en vez de expulsar acogieron.
En América Latina la etapa propiamente moderna y de vanguardia en la
actividad editorial se inicia a partir de 1936, época en que como
consecuencia de la Guerra Civil Española, emigraron a este continente
muchos editores, impresores e intelectuales con experiencia en el
trabajo de edición.
Con la acogida que dan a los refugiados toman la posta principalmente
dos países latinoamericanos: Argentina y México.
No
por este motivo sino que obedeciendo a razones más intrínsecas y
profundas se inicia en el Perú una etapa señera que fuera conducida
por un movimiento generacional que sí logró aportar ideas, modelos
propios e impulsó con vigor la actividad editorial.
Ese movimiento, ese contingente de hombres de la cultura están
agrupados en lo que en el proceso de nuestra cultura se conoce como la
generación indigenista.
32.
La generación indigenista
A
lo largo de nuestra historia del libro es el
momento de mayor vitalidad y significación.
Es en este momento donde se construye toda una visión del mundo y un
ideario social, formalizado en un estilo y una preocupación por
integrar cultura y realidad nacional.
En lo que respecta a función editorial: se innovan formatos, cambian
los centros de producción y modos de distribución, se amplía el
mercado.
Todas las obras de la corriente indigenista tienen un sello particular,
desde la tipografía hasta las ilustraciones, tan copiosamente
empleadas.
Nunca como en aquella época se editó tanto en el Perú. Y no solamente
en Lima sino en provincias.
En cuanto al aspecto gráfico, que siempre fue remedo de lo que se hacía
en otros países, recién en ese momento alcanza expresividad propia y
en base al arte de la xilografía.
Esta expresión la practica, cultiva y promueve José Sabogal y todos
los fervorosos seguidores de la escuela indigenista.
De xilografía es la carátula, el logotipo o pie de imprenta, las páginas
interiores, las ilustraciones y hasta la viñeta del colofón de los
libros.
33.
El magisterio visionario de José Carlos Mariátegui
No
puede dejar de citarse en este contexto la sensibilidad extraordinaria y
el magisterio visionario de José Carlos Mariátegui, quien funda el 31
de octubre de 1925 la Editorial Minerva, en la calle Sagástegui Nº
669.
Junto a este hecho cabe considerar también la aparición de la revista
Amauta y el periódico Labor, dirigido también por ese ser endeble de
cuerpo y colosal de espíritu, José Carlos Mariátegui.
Dice al respecto Guillermo Rouillón:
"…Mariátegui al concebir la idea de concurrir a la fundación
del socialismo en el Perú, una de las primeras preocupaciones que
tuvo en relación con su plan ideo-político fue la de
crear una editorial (…) Ahora bien el antecedente inmediato de esta
empresa la tenemos en el intento de Mariátegui por establecer la
Sociedad Editorial Obrera Claridad, en colaboración con un grupo de
estudiantes y trabajadores, pero este proyecto no pudo prosperar
debido a la implacable persecución que efectuara el gobierno de Leguía
contra sus organizadores… La Editorial Minerva realizó en gran
parte el programa trazado por Mariátegui y luego de cinco años de
creciente actividad cultural, se truncó la empresa con el
fallecimiento (en 1930) del incomparable suscitador de inquietudes
espirituales y sociales''.
34.
Brotes culturales en provincias
Como
anotamos anteriormente, un rasgo importante del movimiento indigenista
es que no sólo se editó en la capital sino también en provincias
donde se implementaron pequeñas casas editoras.
Funcionaron casi artesanalmente pero produciendo ediciones trabajadas
con mucho arte. Se animan grupos culturales como el de Orkopata en Puno,
Resurgimiento en Cuzco, La Bohemia Andina en Arequipa, o el grupo Norte
en Trujillo.
A partir de entonces surgieron otras casas editoras que han continuado
con el esfuerzo por activar la producción editorial en el país.
Florecieron en aquella época, como la Librería Internacional, con la
Editorial Cultura Antártica; Jorge Falcón con la Editorial Hora del
Hombre; Julio Mendoza Bravo con Escuela Nueva; la Editorial y Librería
de Domingo Miranda; la Editorial Studium de Andrés Carbone; la imprenta
y editorial de Pablo Villanueva; y la trayectoria ejemplar del editor y
librero Juan Mejía Baca. Comenta al respecto Bettina Summeers:
"En la provincia es poco lo que ha avanzado la industria
editorial. Hay tres ciudades que mantienen una producción constante,
aunque poco nutrida. Son en Arequipa la imprenta y editorial El Deber;
en Cuzco, la editorial H.G. Rozas; en Trujillo, la imprenta y
editorial La Industria. En otras ciudades las ediciones son esporádicas".
35.
Años cuarenta: gestación de las ediciones populares
Después
de la gran dinámica editorial que generó el movimiento indigenista, de
las tres primeras décadas del Siglo XX, otro período relevante en la
historia del libro en el Perú lo constituyen las ediciones populares
que en formatos de libros de bolsillo invadieron el ámbito del
territorio nacional, en lo que tiene este de largo y ancho, con obras de
los clásicos y modernos escritores latinoamericanos.
Ello constituyó una experiencia y un aporte valioso no sólo en el ámbito
nacional sino, por primera vez, con verdaderas proyecciones y
extraordinarias repercusiones en el ámbito continental.
Este fue un movimiento que se gestó por los años cuarenta, tuvo su
maduración en etapas sucesivas y escalonadas y significó una diáspora
que fue replicado a niveles de provincia y región, siendo que su
influjo y reflejo viene durando todavía hasta el presente.
Un verdadero forjador de este tipo de ediciones fue el profesor de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos Manuel Beltroy, quien editó en
la década del cuarenta volúmenes de una serie titulada "Antología
Peruana", Selecciones de Escritores Peruanos, destinada a dar a
conocer al público las creaciones literarias de nuestros escritores más
representativos.
36.
Las ediciones populares
En
la década del cincuenta toma la posta el escritor Enrique Congrains con
sus libros publicados bajo el sello "Círculo de novelistas".
Cubriendo el ámbito de la poesía cabe considerar en esta lid al poeta
Javier Sologuren con su taller "Ícaro" y su colección de
libros de poesía “La Rama Florida”. Si bien es cierto produce en
tirajes limitados, su labor se ubica dentro del movimiento de las
ediciones populares, por la cantidad de títulos editados (más de
cien), como por la elaboración artesanal de las ediciones que
contrariamente a lo que sucede en los países desarrollados, en donde lo
artesanal es un lujo, en nuestro país conlleva el signo de lo popular.
Pero las ediciones populares propiamente dichas, y bajo ese nombre, son
inauguradas a fines de la década del 50 y principios del 60 por Juan
Mejía Baca y Pablo Villanueva, actuando a la vez como director de la
colección el poeta Manuel Scorza.
Es así que se editan libros como: El Mundo es Ancho y Ajeno (I y II) de
Ciro Alegría; Los de Abajo de Mariano Azuela; Matalaché de Enrique López
Albújar; Martín Fierro, de José Hernández; Cuentos de Amor, de
Locura y de Muerte de Horacio Quiroga; Huasipungo de Jorge Icaza;
una antología de Los mejores Cuentos Americanos; y Doña Bárbara (I y
II) de Rómulo Gallegos. De cada tomo se lanzaron 50,000
ejemplares, cifra desusada hasta ese entonces.
37.
Ediciones del Patronato del Libro Peruano
También
en 1958, Juan Mejía Baca lanza una colección de literatura infantil
denominada "Nuevos Rumbos", que dirige José Bonilla Amado. Se
publican libros como El Pájaro niño, de Carlota Carvallo de Núñez y
Antología Universal del Cuento, de Javier Sologuren.
El punto culminante de esta historia lo alcanzan las ediciones del
Patronato del Libro Peruano que se iniciaron con una primera serie en
diciembre de 1956, bajo la dirección e inspiración de Manuel Scorza
con el concurso de Manuel Mujica Gallo, quien tuvo la actitud ejemplar
de poner su fortuna al servicio de la cultura del país, gesto y acción
que deben ser imitados y seguidos.
Se editaron en esa primera serie diez títulos entre los cuales
figuraban Narraciones y Leyendas Incas, de Luis E. Valcárcel; Historia
de la Florida, del Inca Garcilaso de la Vega; Tradiciones Peruanas, de
Ricardo Palma; Ensayos Escogidos, de Manuel González Prada; Poemas
Humanos, de César Vallejo; Ensayos Escogidos, de José Carlos Mariátegui;
entre otros.
En esa primera entrega se tiraron 100,000 ejemplares, la acogida fue
inmediata y multitudinaria.
38.
Los Festivales del Libro Peruano
En
pocos días se agotó la primera serie de dicho festival. Expresaba
Mujica Gallo, respecto a este hecho:
"La multitud desfilaba ordenadamente por el espacio cívico
de la Plaza San Martín adquiriendo por tres soles cada libro, en
actitud de quien emite tácitamente un voto en favor de la
cultura".
Hasta diciembre de 1958 se había alcanzado ya el quinto Festival del
Libro, habiéndose impreso en total un millón de volúmenes. Se
editaron obras de autores nacionales, y aquellas obras clásicas de la
literatura de otros paí¬ses latinoamericanos:
Las obras de Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra; de Alejo Carpetier:
El Reino de este Mundo; de Rómulo Gallegos: Cantaclaro; y muchas otras
vieron la luz por primera vez en Lima.
A continuación damos las cifras progresivas de los tirajes alcanzados
en los distintos festivales del Patronato del Libro Peruano:
Primer Festival del Libro Peruano 100,000 ejemplares,
(Diciembre de 1956).
Segundo Festival del Libro Peruano 150,000 ejemplares,
(Julio de 1957).
Tercer Festival del Libro Peruano 500,000 ejemplares,
(Diciembre de 1957).
Cuarto Festival del Libro Peruano 250,000 ejemplares,
(Julio de 1958).
Quinto Festival del Libro Peruano 250,000 ejemplares,
(Diciembre de 1958).
39.
Festivales del Libro dirigidos por Manuel Scorza
Con
estos hechos el Perú fue escenario de una verdadera explosión del
libro de bolsillo.
Pronto este fermento fue trasladado al resto de países de América
Latina. Para ello Manuel Scorza crea la Organización Continental
de los Festivales del Libro, en donde cuenta con el concurso
de Jorge Icaza (Ecuador), Carlos Pellicer (México), Alberto
Zalamea (Colombia), Juan Liscano (Venezuela), Alejo Carpentier
(Cuba), y se organiza la colección "Biblioteca Básica de Cultura
Latinoamericana".
Se realizan festivales en todos estos países con tirajes tan altos que
sobrepasan en total algunos millones de ejemplares.
Debemos mencionar también en esta relación al Patronato del Libro
Universitario que surgió en el seno de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos como reflejo del Patronato del Libro Peruano y esto,
conscientemente o no, para equilibrar con un nivel académico las
ediciones populares.
También fue promotor de este movimiento Manuel Mujica Gallo. Los volúmenes
aparecieron como una "Biblioteca de Cultura General" y su propósito
era no sólo presentar textos cuya lectura era indispensable, sino también
dar una orientación fiel y facilitar la función de enseñanza-aprendizaje.
Su vocación era pues pedagógica, hecho que justificaba la presencia en
cada volumen de noticias bibliográficas, resúmenes cronológicos,
notas explicativas y comentarios al texto.
40.
La Biblioteca de Cultura General
Los
distintos títulos que aparecieron en la "Biblioteca de Cultura
General" constituyeron las siguientes series:
– Literatura - Historia
– Cultura Cívica
– Defensa de la Salud
– Iniciación Artística
– Conocimiento del Perú
– Educación
El precio de cada volumen era en aquel año de 1960, de cinco soles.
Otro proyecto editorial digno de ser destacable en la década del
sesenta son las Ediciones Nuevo Mundo que dirigió José Bonilla Amado
con una inspiración muy parecida a los Festivales del Libro Peruano.
Manuel Scorza repite años más tarde, pero en la misma década, su
experiencia editorial con los famosos Populibros que .adquiere iguales o
superiores ribetes de éxito al de sus anteriores ediciones.
41.
La Ley de Promoción Editorial del año 1966
El
14 de enero de 1966 se emite la Ley de Promoción Editorial 15975, por
la cual se exoneraba de impuestos a la importación de maquinarias,
insumos y materia prima para incentivar la producción de artículos
culturales.
Si bien no rindió totalmente los frutos esperados, se propició con
dicha ley el establecimiento de un moderno equipamiento de maquinaria de
impresión y, en general, de infraestructura para poder desarrollar todo
el proceso de producción de publicaciones.
Es así cómo el sistema de impresión offset se generalizó hacia casi
la totalidad de imprentas durante la segunda mitad de la década del
sesenta.
Esta tendencia ha continuado hasta el presente pudiendo afirmar que el
parque instalado de la industria gráfica en el Perú está en capacidad
de producir por lo menos diez veces más de lo que actualmente se edita.
Funcionan también modernas rotativas y el personal ha logrado acceder
al dominio tecnológico echando mano al ingenio y a la creatividad
propia de nuestra gente.
42.
Vínculos del periodismo con las ediciones de libros
Entre
1973 y 1975 se dio un fenómeno digno de tomarse en cuen¬ta y
relevarse, cual es una suerte de publicación de libros por
"entregas" o en capítulos que aparecían en los distintos
diarios de circulación nacional; reviviendo en cierto modo la antigua
tradición de publicación de obras en folletines que tuvo tanta
vigencia en el siglo XIX.
Se trata ahora ya no de libros de ficción sino del libro técnico o del
ensayo sociológico que abordaba temas de la más variada especie: desde
la educación, historia, política, cultura, arte.
Programas así logran elevar los niveles de lectura en la población y
dando oportunidad a los autores para el desarrollo de temas de interés
nacional en los medios de amplia difusión, como son los periódicos.
Así se pudo leer en periódicos obras que después se
convirtieron en libros, como los trabajos en torno a la educación de
Augusto Salazar Bondy. Incluso el Instituto Nacional de Cultura publicó
posteriormente varios libros que en sus inicios vieron la luz
concretamente en las páginas de los diarios.
A modo de ejemplo: en el diario Expreso de Lima se publicaron primero
como artículos dos obras que después se convirtieron en libros:
Cultura y Liberación, de César Arróspide de la Flor y Campesinado y
Revolución, de Pierre de Zutter.
En los años posteriores las empresas periodísticas han realizado
ediciones masivas de clásicos peruanos, latinoamericanos y mundiales a
precios accesibles y, al acceso en la red tan amplia de distribución de
impresos que ellos dominan.
Otro
hecho de gran relieve y significación en la historia del libro en los
últimos años es la continuidad y relevancia de las Ferias del Libro,
la más importante la Feria del Libro Ricardo Palma, que se realiza
desde el año 1973 de manera continua, la Feria Internacional del Libro
de Lima, que llega a su 14ª versión y la Feria del Libro de Trujillo
en su 4ª versión.
Un antecedente notable de estos eventos lo encontramos en 1947 cuando la
Biblioteca Nacional del Perú, entonces bajo la dirección de Jorge
Basadre, organizó la primera Feria del Libro.
Ese acontecimiento lamentablemente no tuvo continuidad porque advino a
la vida política nacional una etapa oscurantista para la cultura del país,
al instaurarse la dictadura militar de Manuel A. Odría, que propiciaba
la quema de libros, la discriminación de las fuentes proveedoras y la
persecución de escritores.
Es importante rendir homenaje a Julio César Flores quien desde la Cámara
Peruana del Libro fue el gran impulsor de la Feria del Libro Ricardo
Palma y de las primeras versiones de la Feria Internacional del Libro
que ahora alcanza su 14ª presentación.
44.
El comercio ambulante de libros
Hay
dos presencias más aparentemente contrapuestas pero que corresponden a
la misma realidad, cual es la del librero ambulante, por un lado, y la
del librero anticuario, por otro. Ambos son en una ciudad como Lima,
presencias vivas, enriquecedoras del acontecer del libro y la lectura.
El comercio ambulante de obras escritas es muy antiguo en nuestro medio
y en el mundo, en general. Ya en la edad media los editores adoptaron la
costumbre de enviar lo que ellos llamaban “factores” a las ciudades
donde no tenían enlaces para distribuir sus impresos.
En los pueblos pequeños, y hasta en el campo, ya en el siglo XV
encontramos en Europa, ambulantes que ofrecían a la vez que imágenes
piadosas y artículos de mercería, libros sencillos como almanaques,
pronósticos, libros de horas, abecedarios para pastores, etc.
En el Perú en tiempo de la colonia fue importante el papel del librero
ambulante en la propagación en las ideas libertarias distribuyendo bajo
capa los libros de los filósofos franceses o publicaciones tipificadas
como heréticas, pues ellos tenían más facilidad de esconderse que los
libreros fijos.
Sin embargo aquí y en otras partes más de un buhonero fue azotado en
la plaza por habérsele sorprendido en este oficio especialmente
prohibido.
45.
El libro antiguo y dos casas editoras
En
la actualidad, los editores por un lado, y la fuerte corriente
migratoria del campo a la ciudad, por otro, han propiciado el comercio
fuera de las tradicionales librerías.
Tampoco podemos dejar de mencionar en este recuento a los libreros
anticuarios que en Lima han tenido un domicilio perenne desde los
primeros días de la República.
En el centro de la ciudad y en algunas casonas, encontramos a viejos
libreros que reservan al investigador acucioso, junto a libros
corrientes y textos escolares de segunda mano, el hallazgo imprevisto de
alguna joya bibliográfica.
Tal es el auge de este rubro que hay una Feria del Libro Viejo que periódicamente
expone en una de las explanadas del Museo de la Nación, en Lima.
Concomitante a ello es importante resaltar dos editoriales emblemáticas
en nuestro medio, una es la Editorial Bruño, establecida en el Perú el
año 1926 y que representa bien el lazo con el ámbito internacional
puesto que ella forma parte de un conjunto que involucra diversos países,
pero desde una posición de gran identificación con nuestra cultura y
su destino.
Y la otra es la Editorial San Marcos de Aníbal Paredes, creación
heroica de un hombre sencillo que ha logrado la proeza de hacer de ella
la más grande y genuina editorial representativa de nuestro país.
46.
Con el acervo riquísimo de nuestra cultura
Debemos
finalmente concluir que los libros deben florecer en su propio suelo; es
decir: es menester que respondan a las necesidades e intereses reales y
actuales de los lectores de un tiempo y espacio determinados. De allí
que la importación de libros nunca cubrirá cabalmente la expectativa
de los lectores y, por supuesto, es humillante cuando ellos reemplazan a
los libros que nosotros debiéramos hacer y presentar.
Lo que viene sucediendo en nuestro país es que producimos menos del 10
% de lo que consumimos en materia de lectura y lógicamente, como cabe
suponer, la presencia del libro peruano es nula en todas las ciudades
del mundo. Ello se debe a que no existe una política orgánica, ni la
atención adecuada, estatal o privada, al problema de la producción, ni
mucho menos al de difusión y promoción del libro. Tampoco hay un
programa coherente que aliente los hábitos de lectura.
Este panorama, deprimente a simple vista, alarma a quienes logran
comprender su gravísima significación. Ya es hora de superar retardos,
salir adelante en este aspecto de nuestro desarrollo, editando la imagen
del Perú publicando nuestros libros. Para ello contamos con el acervo
riquísimo que nos ofrece la cultura peruana en todo su proceso. Tendámosle
los canales necesarios.
47.
Es el libro quien perenniza y actualiza la historia
Hagamos
una literatura de las técnicas artesanales, de la música, del arte, de
la religión de los grupos nativos de costa, sierra y selva.
Editemos por fin a nuestros escritores y científicos. Pongamos por
escrito las experiencias de nuestros maestros, el testimonio de nuestros
luchadores sociales, Podemos autoimpulsarnos y alcanzar mediante medidas
efectivas un lugar destacado en el consenso de la cultura
latinoamericana, lugar que nos corresponde si queremos ser fieles con la
civilización al aportar lo que nuestros antepasados supieron crear y lo
que el hombre andino ha sabido defender.
Nuestro pueblo, depositario de una de las culturas más admirables que
ha tenido la humanidad, tiene una enorme responsabilidad que cumplir en
la historia al ser heredero de legados tan ricos como el de Chavín,
Nazca, Tiahuanaco e Inca. Debemos aportar estos elementos culturales y
hacerlos presentes con brillo singular, en la civilización contemporánea.
Todavía no hemos orientado nuestros esfuerzos por ese derrotero y la
creación de nuestros antepasados duerme o apenas es revivida. No hay
solo un libro sobre la época precolombina que haya sido editado
en el Peri todos se hicieron en el extranjero. Y casi siempre por
estudiosos di otros países. Y es el libro quien perenniza y actualiza
la historia. Gracias a él podemos recomponer nuestro pasado, responder
al presente y trazar una perspectiva para el futuro.
48.
El libro en el Perú, antes y ahora
Los
primeros años de funcionamiento de la imprenta en el Perú, a partir de
1584, fecha en que Antonio Ricardo la instala en Lima, nos ofrece
aspectos sumamente importantes. Así:
1. Lima fue la primera ciudad de la América del Sur que contó con
imprenta, y su auge en las décadas posteriores a su instalación fue
enorme. Si ese liderazgo ha existido es posible recuperarlo.
2. El primer libro impreso en el Perú fue un catecismo trilingüe;
vale decir que el propósito inicial fue imprimir para el pueblo y en su
lengua nativa. Recuperemos la senda de volver a editar en quechua,
aimara o pano.
3. Antes que se imprimieran libros en otras capitales importantes
de América del Sur, ya aparecían obras con pie de imprenta en algunas
provincias, como en Juli, a orillas del Lago Titicaca. Que se
vuelva a editar en forma profusa al interior del país.
4. Los primeros libros editados en nuestro suelo tenían
la finalidad primordial de servir a la instrucción y educación de los
"indígenas", si bien es cierto utilizándolos modelos y
contenidos hispanos. Editemos en función de la educación y la cultura.
49.
Libro, dependencia y liberación
Es
urgente encontrar mecanismos que aceleren nuestra producción y
distribución de libros. Esto es aún más grave y perentorio
solucionarlo, debido a que en el presente se comprueba verdadera
necesidad de lectura en todos los niveles de nuestra, sociedad. Nuestro
país debe esforzarse en crear una industria editorial vigorosa que
cubra los requerimientos que en materia de obras científicas, técnicas
y de lectura central, exigen las generaciones recientes y exigirán las
generaciones futuras que el Perú tiene que formar,
La actividad editorial tiene valor estratégico en un país cuya,
condición económica y social está determinada por su capacidad de
respuesta, con decisiones propias, a los desafíos de la modernidad. Es
importante porque ella actúa sobre todo en la conciencia de las
personas, haciéndola indestructible. Como tal es arma eficaz en la
consecución de un hombre nuevo en un orden nuevo.
La problemática editorial en esta situación coyuntural se activa
principalmente en dos niveles. Primero en el de los contenidos de las
distintas publicaciones y segundo, en el desarrollo de modelos
empresariales en la industria, debiéndose optar por los que hagan
prevalecer los propósitos culturales y educacionales sobre los
exclusivamente mercantiles.
50.
Libro y mundo de promisión
Los
beneficios de la imprenta y por consiguiente de los libros tienen que
ser utilizados al máximo en la urgente Tarea de crear y consolidar, por
un lado, una conciencia nacional y un compromiso con la cultura genuina,
que pugna por ser rescatada y, por otro, para apoyar el desarrollo, la
capacitación y transmisión de conocimientos. Y para, preparar el
surgimiento de una tecnología propia en todos los niveles y
actividades.
Ya en uno de los primeros libros impresos en Alemania se elogiaba a
aquella nueva función, que hoy reconocemos como actividad editorial,
como la "madre común de todas las ciencias". Siendo
así reforcémosla para que haya la ciencia, la técnica y el arte
pertinentes entre nosotros para poder desarrollar entonces plenamente.
Pero, aún más el libro entre nosotros ha de ser medio eficaz para
lograr cambios profundos en la conciencia nacional, ha de contribuir,
asimismo, a lograr la integración en nuestro país, cuya naturaleza
desigual, multiétnica, con aportes culturales diversos y
contradictorios en muchos aspectos, plantea un desafío. El libro ha de
ser uno de nuestros mayores aliados en esta lucha y uno de los más sólidos
consumadores del ideal de una nacionalidad integrada.
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