2013 año: Evangelio Vallejo de la solidaridad y universalidad del mundo andino

Enero, mes de la defensa de Lima del nacimiento de Arguedas, Heraud
y los paradigmas de Machupicchu

18 de enero
Hoy nace el inmenso José María Arguedas
J. M. Arguedas doméstico de su hermanastro
por Danilo Sánchez Lihón

capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

1. En el origen de la creación

José María sufrió varios estigmas atroces que no sabríamos decir cuál fue el peor, que vale dilucidarlos porque su destino tiene mucha semejanza y similitud con el destino del Perú. Y porque finalmente ambos hicieron del dolor y la desgracia un himno de victoria y de esperanza. ¿Cuál fue esa marca de fuego, llaga y vilipendio? Ser sirviente de su hermanastro.

Pero no solo he sido hechura de mi madrastra. Hubo otro modelador tan eficaz como ella… pero un poco más bruto: mi hermanastro…

Como ese hay escarnios y afrentas que las vive el Perú entero, como sociedad y colectivo humano. Por ejemplo: que los seres originarios de esta tierra sigan siendo los desposeídos y desheredados y los dueños sean las empresas extranjeras.

Pero el estigma al cual aludíamos en relación a José María Arguedas, con ser raro es atávico a la condición humana, al punto de estar en el origen de la creación de la especie, en personajes como Caín y Abel.

Él cuenta que la mujer con la cual se había casado su padre tenía tres hijos, uno de ellos llegó después de estar estudiando en el Colegio Guadalupe de Lima.

2. De horca y cuchillo

Su llegada a Lucanas fue un acontecimiento, porque era el gamonalillo vil e inescrupuloso, de quien relata:

“Desde el primer momento yo le caí muy mal, porque ese sujeto era de facciones indígenas y yo de muchacho tenía el pelo un poco castaño y era blanco en comparación con él…

Él era un sujeto de aspecto desagradable. Por lo menos causaba cierto temor porque tenía una expresión de engreído, de esos que hacen lo que se les da la gana…

Este sujeto era un mandoncillo de horca y cuchillo, acomplejado y vicioso, un degenerado, pervertido y crápula.

Aquí la cosa ya era clara. Yo fui relegado a la cocina e incluso cuando mi padre no estaba, quedaba obligado a hacer algunas labores domésticas… a traerle el caballo, como mozo.”

“Este señor, cuando se fue mi padre, nos trató como sirvientes…”

Aquel estigma de ser sirviente de los hijos adultos de su madrastra nos parece el más horripilante.

3. Himno de triunfo

¿Nos parecerá acaso soportable? ¿Leve? ¿No muy grave? Lo sopeso invivible, aberrante y atroz.

Cuando yo tenía siete años me obligaba a que me levantara a las seis de la mañana a traerle su potro negro desde una chacra muy grande…

¡Cuando apenas tenía siete años! Basta ese dato para que ya sea un abuso. Y le obligaba luego a ser testigo y contemplar todas las violaciones de muchachas que su catadura de señor todo poderoso y disoluto le permitían perpetrar.

Nos parece un castigo peor a cualquiera de los que se consignan en el infierno de Dante. ¡Ser sirviente del hermanastro que nos odia y nos desprecia! ¡Y que tiene razones para vengarse, una de ellas la enajenación de su madre por nuestro padre!

Y aquí lo anoto con todo su horror, porque de todo ello él hizo después himno de triunfo y de redención humana, como César Vallejo de sus dolores y desgracias.

4. El mundo andino

Un día, en una de esas incursiones, al parecer se cayó su poncho de vicuña, y acusó al niño de haberlo perdido:

Levantó el rebenque para pegarme en la cara y a última hora se arrepintió…

Pero luego ya en la cocina:

…entró mi hermanastro… me quitó el plato de la mano y me lo tiró a la cara y me dijo: “no vales ni lo que comes”… Yo salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado había una excelente chacra de maíz. Me tiré boca abajo del maíz y le pedí a Dios que me mandara la muerte.

He aquí los abismos del país fracturado que aún somos. He aquí aquellas relaciones deformes que establecemos entre seres humanos. He aquí un niño pasto inerme del abuso y la prepotencia.

He aquí la despiadada crueldad con alguien que tuvo que sufrir ese destino para develar no su suerte particular sino la de la comunidad indígena plena de grandeza y de ternura.

Y la del mundo más asombroso por conocer, cual es el mundo andino. Y también la suerte de cada uno de nosotros.

5. Hondas y lacerantes heridas

Pero, ¿qué condiciones tejemos en esta realidad con nuestros actos? ¿Qué ecuaciones del espanto y de la crueldad establecemos a partir de nuestras conductas equívocas y que luego dan como resultado el desenterrar facetas atávicas e instintivas como esta que referimos?

Este es otro de los traumas y dolores de José María Arguedas en donde se refleja el Perú dolido y profundo y que se marca con dolor indeleble cuando eso ocurre en la infancia: ser sirviente de su hermanastro.

Es decir, del hijo de su madrastra para quien él era su lacayo y doméstico, a quien echaba en cara hasta de la comida que se servía.

Estos contenidos debieron estar presentes en los dos balazos que se descerrajara en la cabeza al final de su vida.

Porque somos un país aún resquebrajado, escindido y hecho pedazos, atravesado por hondas y lacerantes heridas, divisiones y roturas inmunes.

Hay entre nosotros enmascaramientos, ocultamientos y disimulos infames. Y en donde principalmente los niños son las víctimas propiciatorias, porque son los seres más indefensos.

6. Reserva moral

Y así, con él nos damos cuenta ¡de cuánto de grande y cuánto de dolido es el Perú! De cuanto de oro y ceniza hay en él y en nosotros.

Es el Perú: país cumbre y abismo, picacho y cañada. Desierto y cuenca paradisíaca. Sendero inconmensurable y huella de que por aquí, por este arenal y por esos pedruscos cruzó alguna vez un río.

Pero, en compensación, hay privilegios inimaginables, increíbles y desconcertantes, como los que el propio José María Arguedas declara en una conversación:

“Por circunstancias adversas fui obligado a vivir con los domésticos indios y a hacer algunos de los trabajos de los domésticos en la primera infancia. Recorrí los campos e hice las faenas de los campesinos bajo el infinito amparo de los comuneros quechuas. La más honda y bravía ternura, el odio más profundo se vertía en el lenguaje de mis protectores; el amor más puro, que hace de quien lo ha recibido un individuo absolutamente inmune al escepticismo. No conocí gente más sabia y fuerte.”

Y ese es el mundo con el cual hemos de sintonizar. Esa es la reserva moral del Perú. Es ese el manantial al cual hemos de inclinarnos: el mundo andino.

7. Encuentro estremecedor

Ahora bien, la vida y obra de José María –y dentro de ella las circunstancias de su nacimiento– han cobrado aureola al punto de constituirse ya en leyenda y hasta en mito. Esto ocurre cuando dichas vidas y obras pasan a ser esencias universales del ser del hombre, que son las que se tocan, precisas y cabales en José María Arguedas para un país milenario y de fábula como es el Perú.

Y es que en los de seres paradigmáticos y legendarios se mimetiza o se expresa mucho el colectivo social que somos, en este caso el Perú: un país misterioso, sensual y aún fragmentado.

La grandeza y significación de Arguedas bien podría conducirnos a expresar que él es encuentro estremecedor de todas las sangres y que su madre es la pacha mama convulsa y atávica. Y su padre el sol que camina y que aquí gobierna, fecunda y redime todo.

Y no ese: ¿quién soy? ¿Soy hijo de abogau? ¿Soy hijo de doctor?

De su vida y de su muerte surgirán los andenes nuevos que Capulí, Vallejo y su Tierra se ha propuesto erigir, con Vallejo, Arguedas y Mariátegui como nuestros apus tutelares. Porque ellos son las piedras fundamentales en la construcción del nuevo y legítimo Perú.

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por Danilo Sánchez Lihón
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Ver, además:

                     José María Arguedas en Letras Uruguay

                                                             Danilo Sánchez Lihón en Letras Uruguay

Editado por el editor de Letras Uruguay

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