Instituto del Libro y la Lectura del Perú

Homenaje a Emilio Barrantes

(1903 – 24 de julio del año 2007)

Ser maestro es primero amar y después servir 
Danilo Sánchez Lihón

“Una vez que se conoce y se ama,
el servir sigue como el día a la noche, pues el que ama aspira ante todo a servir”
Emilio Barrantes

 

“Yo no escogí la educación
la educación me escogió a mi”
Emilio Barrantes

1. La muerte siempre será inesperada

 

Hoy, 28 de julio del año 2007, regreso de mi tierra Santiago de Chuco y me encuentro con la triste noticia de la muerte en Lima de Emilio Barrantes Revoredo, el maestro insigne que hubiera cumplido pronto 104 años de vida y, para mi honra, amigo mío, quien me legó sus poemas, en uno de los cuales expresa:

 

PERDÓN

 

Si he pasado la línea, triunfante
o vencido, que me perdonen todos
los gestos, las palabras y los modos
y mi humor de caballero andante.

 

Que perdonen al viejo caminante
que a veces, entre piedras y entre lodos
va por las vías y por los recodos
con su carga de sueños, adelante.

 

Perdón para mi amor terco y entero
para mi afán de ver azul el cielo
y verde la llanura sin medida

 

para el don con que vivo y con qué muero
y la esperanza que en secreto velo
y el oculto tesoro de mi vida.

 

2. Lúcido en la misión de servicio

 

Se podría enfocar la vida del maestro Emilio Barrantes en un sin fin de aspectos y todos resultarían proverbiales. Pero quiero escoger el más humilde a fin de que se vea cómo cada detalle de su vida resulta ejemplar y significativo en relación a la educación.


Hay un pasaje que como todo en su trayectoria vital tiene un especial significado y sella su destino de maestro. Quizá este sea el más simple de sus momentos, si lo comparamos a otras coyunturas fulgurantes y estelares de su vida, como fue su incorporación a la plana docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1946, su elección como decano de la Facultad de Educación de dicha casa de estudios en dos oportunidades: 1956 a 1961 y de 1964 a1967; o el impacto que causara su discurso en la Asamblea de Educadores realizada en Guanajuato, en el año 1964, o su nominación para presidir la Comisión de la Reforma de la Educación Peruana, en 1969.


Me refiero más bien a otra circunstancia aparentemente muy personal, sencilla y hasta anodina, y a los sucesos concomitantes que ocurrieran en ese trance cual fue su nominación y su viaje irrevocable, para hacerse cargo de su primer puesto de trabajo en el campo del magisterio en el Centro Escolar 484 de Palca, el año 1933, recién egresado de la Escuela Normal.


Este pasaje, del cual se nos ocurre extraer los significados que expongo, lo narra en su libro “Vida en las aulas”, del cual extraigo estas citas:

 “Cuando me nombraron Director del Centro Escolar 484 de Palca, ignoraba hasta el nombre de esa pequeña ciudad. Es más: no me interesé por averiguar sus condiciones de vida. Se me informó que era un distrito de Tarma y yo me eché a buscar en un mapa el camino que era preciso recorrer para llegar a él.”

Al leerlo, así de golpe, acaso ¿no sentimos que un maestro de a verdad hace tal cual él hizo? Asume la realidad, no se interesa por indagar acerca de las condiciones de vida, parte a una misión sin hacer consideraciones de las comodidades que en dicho puesto ha de tener ni especula acerca de la importancia del lugar.


¿No se transluce de esta manera la alta misión de servicio de un maestro auténtico? Asume su labor, tal como si fuese un misionero, atraído y subyugado más bien por lo que ha de conocer, aprender y ayudar a superar.

 

3. Imbuido de ideales y de anhelos en su preparación

 

Y continúa:

“Era la separación de Lima y la consideraba definitiva”.

Un maestro es así; pone todo en un platillo de la balanza y apuesta a ganador, que es lo que hace Emilio Barrantes al asumir su flamante puesto.


No actúa calculando cada situación que se avecina ni mucho menos la mide de acuerdo a su conveniencia sino bajo el impulso de su corazón y su objetivo de educar, de ser guía y orientador. Y se desgaja definitivamente de lo anterior, rompe sus amarras, no deja ningún lazo, ni ancla a la cual asirse. Se va, para siempre; con la convicción de asumir un mundo nuevo de manera total.

“Cuando subí al tren, tenía la seguridad de que abandonaba un mundo para entrar a otro”.

Es el empeño del joven maestro. Es la entrega absoluta de quien se ha formado para asumir su destino de modo pleno. Se deja el mundo de atrás por el mundo de adelante. Se troca el mundo antiguo por el mundo nuevo, que es todo expectativa.


Ahora bien, estos mundos, el de antes, el de ahora y el de después, son muy distintos, casi contradictorios y hasta opuestos y en pugna.


Deja el mundo de la gran ciudad, de la capital del Perú, de la urbe, e ingresa al mundo andino lacerado de pobreza y marginación; sin servicios básicos, sin luz, agua ni desagüe, pero colmado de anhelos; sin comodidades pero henchido de promisión; sin diversiones pero imbuido de ideales, de afectividad y esperanza. 

 

4. Como el guerrero a quien solo importa con quien va a luchar

 

Veamos lo que ocurre: un hecho que grafica aún más el sentido implícito en este acto de dejar lo antiguo y asumir lo nuevo:

“Compré una maleta lo suficientemente grande para que pudiera contener todo lo que deseaba que fuese conmigo... La maleta se perdió en el viaje y con ella mis libros, mis útiles personales y hasta mi diario: todo lo que necesitaba urgentemente y que, en algunos casos sentía como parte de mi mismo. Sin embargo, la pérdida no me afectó en absoluto. Compré en Tarma lo que me parecía indispensable y me dediqué a leer y a cantar con el mejor ánimo del mundo”.

¿No es revelador y pleno de significados este hecho en quien como Emilio Barrantes todo tiene el carácter de paradigma? ¡Pierde su maleta!


Encuentro hasta simbólicos estos aspectos que suceden: el tren, la maleta perdida, el dato de que ello no le afecte en absoluto, el dedicarse a leer y ¡a cantar! Es decir: hace una travesía. Deja atrás el pasado. Se siente libre. Abraza sus ideales. Y se reafirma en dos actividades del mayor significado: leer y cantar.


Cuida de no sentirse abrumado para posesionarse del mundo nuevo, para no empezar derrotado. Por eso no se permite ningún pesar en la maleta perdida.


Porque, pensamos: ¿Qué es la educación? Un lanzarse y arrojarse totalmente a lo nuevo. Un tender el paso hacia adelante como el más importante. El que haya confianza, como la del guerrero a quien solo le importa con quién va a luchar, aquello que tiene que vencer y superar: en este caso la ignorancia, la apatía, el desaliento y el reto de asumir jubilosos el futuro.

 

5. Cantar con el mejor ánimo posible

 

Aquella maleta valía mucho, como vale mucho el mundo que se deja. Porque, cuando le he solicitado a Don Emilio fotografías de su época estudiantil me ha respondido: “Todo estaba en esa maleta que perdí en mi viaje a Palca”. Tampoco conservaba la imagen de su madre, a quien adoraba, porque su retrato estaba en esa maleta.


Lo sorprendente es la actitud de expresar que esa pérdida no le afectó nada. Porque la maleta representa el mundo antiguo frente al reto del mundo nuevo que hay que asumir y ante el cual caben todas las iniciativas a fin de lograr las transformaciones y cambios que se requieren y son necesarios.


¿No percibimos entonces que hay aquí un secreto, una llave maestra, un tesoro y un signo providencial de lo que es ser maestro?


Porque, era su primer ingreso al aula, al patio de recreo, al sistema educativo. Más importante, infinitamente más importante que esa pérdida de la maleta era la misión que tenia que cumplir. Y esa prueba no podía encontrarlo debilitado, tronchado ni frágil.


No es que no tuviera valor la maleta que acababa de perder. Allí estaban sus libros, sus escritos, ¡su diario intimo! Y mucho más siendo él tan exacto y riguroso con sus asuntos y cosas.


Pero le creo cuando dice que no le afectó en absoluto, por la circunstancia que vive en ese momento: del maestro que va a enfrentarse con su misión y desafío sin permitirse ninguna resquebrajadura, mella ni vacío.


Es por eso, como él mismo lo confiesa, que “se dedicó a leer y a cantar con el mejor ánimo del mundo”. Y esto quiero resaltarlo como un mensaje que toca asumir y efectuar en todo maestro que se precie de tal.

 

6. Ánimo, esa es la clave


“Animo”, es eso lo que hace, sostiene y alienta el ser maestro. Ponerle ganas, entusiasmo y alma a nuestra tarea magisterial. Ánimo es lo que hasta ahora, a sus 104 años alentó y seguirá alentando don Emilio Barrantes, ánimo que no debemos perder ni dejárnoslo arrebatar como él no lo perdió ni en aquella ni en ninguna otra circunstancia. Ánimo es lo principal que él nos lega o deja, incluso en esta hora en que él ha partido. Ánimo es lo que resuman cada una de sus páginas de los libros que ha escrito. Es lo que lo mantendrá vivo por siempre entre nosotros. Ánimo es lo que él irradia desde el fondo de su presencia iluminadora. Ánimo es lo que yo sentía ante su presencia de más de una centuria. ¿No es extraordinario?


Y ha contado cómo a la mañana siguiente, después de haber llegado al poblado de Palca, encajonado entre cerros y azotado por un viento frío y desalmado, fue al local de la Escuela 848 y encontró que era un edificio a medio construir, con huecos en vez de ventanas y por donde corría el viento de modo inclemente y despiadado.


El corazón se le estrujó al descubrir que en lo que podía ser un patio los niños de rostros cobrizos, pobres pero de mirada pura e ilusionada prorrumpieron en dedicarle la siguiente canción a su nuevo maestro:

“Yo soy el indio que gime y llora,
desgraciado hijo del sol...
Tú solo puedes, ¡oh! sabio maestro,
con tu ciencia darme la luz.
¡Salva mi raza de la esclavitud,
rescata mi antiguo esplendor!”

 

7. Redimir en algo la difícil situación de los niños

 

Y continúa en su relato:

“La voz aguda y pura de los niños, la letra de esa canción, el calor del momento, la espontaneidad y la fuerza de ese acto improvisado, me llenaron de un sentimiento profundo que borró por completo la pobreza y la fealdad de la inconclusa casa de estudios, para dejar solo aquel vibrante trozo de vida humana que se fundía amorosamente con la mía.”

¿Qué mensaje más hondo, desafiante y fortalecedor que éste para un joven maestro imbuido de ideales y anhelos de redimir en algo la difícil situación de los niños, jóvenes y adultos de nuestro país?


¿Qué prodigio es la educación para sentir en un instante cómo puede cambiar el alma desde el desasosiego de mirar huecos en donde deberían haber ventanas e ir sintiendo cómo todo se convierte en fortaleza, ánimo y pasión de querer hacer las cosas de modo distinto y mejor? ¡Y eso en esencia es ser maestro! Tener ánimo para afrontar incluso las adversidades.


Y es que Barrantes nació para la educación, estuvo signado por ella. Era su esencia, su centro y su vocación. O mucho más que esto: su gran amor Él lo explicaba del siguiente modo: “No es que yo elegí la educación sino que ella me eligió a mí”. Y reiteraba:

 “Era una fuerza superior a mí mismo la que me hacía vibrar por entero cuando se trataba de la educación.”

Lo dice cuando relata cómo tenía que escucharse, a sí mismo, sus alegados y prédicas llenas de fervor por la educación; sus reflexiones acerca del niño, la escuela y la educación que luego diría en auditorios repletos de personas.

 

8. Dejadme el avatar

 

Dicha emoción solo se produce cuando la persona siente que hay un designio, una marca de fuego o una misión a cumplir en determinado campo, área o perspectiva humana.


Cuando la persona es un receptáculo de un mensaje superior y profundo que viene desde muy lejos y respecto al cual ya no se trata de elegir o no tal o cual tema, trabajo o profesión sino que se siente que ella es la que nos ha elegido.


Ahora él ha partido, pero nos deja la estela de su ejemplo.


Como en “Platero y yo” Juan Ramón Jiménez encuentra una flor del camino y le dice a su inocente acompañante:

 

“Esta flor vivirá pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno”.

Así, don Emilio Barrantes será imperecedero. Él lo quiso y se forjó para ello, por eso escribió:

 

DEJADME EL AVATAR

 

Dejadme el avatar sobre la frente,
olas informes, inaudibles ruidos,
una ronda de seres adormidos,
el fluir silencioso de una fuente.

 

Quiero quedarme aquí, junto al riente
árbol de aves y trinos preferidos,
entre las hojas verdes y los nidos
de una tarde inventada sin presente.

 

Dejadme sin palabras cualquier día
en una ensoñación y una quimera
a la vuelta de una hora, de un segundo,

 

con una pala al tiempo que quería
una imposible eterna primavera
y una paz y un amor en este mundo.

 Danilo Sánchez Lihón

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