Instituto del Libro y la Lectura, Inlec del Perú y Capulí, Vallejo y su tierra

Evocaciones de marzo 
Estampas de tierra adentro 
Gotas de lluvia en la leña 
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com

1. El nido siempre es tibio

 

Ha levantado tanto la hoguera que la leña ha empezado a transpirar hacia el extremo opuesto de la punta que arde, rezumando en el corte que hizo el hacha unas gotitas cristalinas de agua.


Estas gotas purísimas sin duda, han estado antes en alguna nube y luego han bajado al fondo más intrincado de una cañada para subir, hechas savia, por dentro del tronco del árbol.


Quizá antes incluso cayeron en el follaje viendo cerca a un nido con pajarillos aparentemente ateridos. ¡Pero no, frío es el paisaje!, pero el nido siempre es tibio y desde ahí se mira el cataclismo y la conflagración exterior de la tempestad que se desata.


Para luego esas gotas de lluvia deslizarse por el tronco y penetrar a la tierra para tocar las raíces del árbol y ser absorbidas.

 

2. El mar incognoscible de las cenizas muertas

 

Para allí permanecer quietas.


Y pese a que el árbol ya haya sido derrumbado.


Para estar allí como las avecillas en el nido que vieron cuando el árbol aún estaba vivo.


Y luego ser pacientes e imperturbables en algún recodo escondido de la leña, aparentemente seca, añosa y arrugada bajo el alero de la casa.


Así es también la vida. Dentro de lo que acaba aún hay existencia.


Porque ¡nadie podría presentir que en la leña seca estuviese guardado este collar de perlas vivas que ahora se deslizan y se precipitan a morir en el mar incognoscible de las cenizas muertas!

 

3. ¿Serán duendes? ¿Serán hadas? ¿Serán almas en pena?

 

Lo que no sé es cómo permanecían aún entre las fibras añosas de esta madera retorcida expuesta tanto tiempo al sol de la mañana, del medio día inacabable y de la tarde ignota en el corredor del patio.


Allí permanece la leña armando un castillo cruzado de las rajas en uno y otro sentido, a fin de que la leña seque.


Ahora son tantas las gotitas que se escurren y desaparecen, cual llanto indefenso de alguien que quiere esconderse, entre las cenizas.


¿Serán duendes? ¿Serán hadas? ¿Serán almas en pena?


La fragancia de la leche que está por hervir en el fogón inflamado de llamas vivas, se hace oblonga se confunde tanto al olor de la leña que no cesa de destilar sus lágrimas.

4. Del lar que tanto se le quedó incrustado en el alma

 

– Pero, ¿por qué llora?


Recuerda no sé qué tiempos idos en que fuera árbol y como tal rey, emperador o monarca sobre alguna aldea que añora.


– ¿Será por eso?


O elevado sobre alguna casa en donde tiene presente las voces, los rostros y los juegos de los niños que allí habitan y que al arder ahora sabe que pronto volverá a encontrarse con ellos, a mirarlos desde alguna nube distante.


– Y, podrá consolarse?


Hecha humo invisible ha de contemplar, desde lo alto por lo menos algún fragmento de tierra del lar que tanto se le quedó incrustado en el alma.


¡Y eso aliviará su pena!

 

5. Lo mejor de los campos, las fuentes y el cielo


O simplemente son las más íntimas savias del árbol que emergen desde las fibras retorcidas por el calor de la hora que afrontan.


Y que corren a morir en su ley. Precipitándose como gotas de agua inocente en el desierto ignoto de los carbones  y el mar desolado de las cenizas.


¡Cuánta maravilla y milagro en el hecho simple, pero a la vez lleno de sortilegio, de avivar el fogón con rajas de leña seca que guardan dentro de si un manantial escondido!


Y en hervir la leche que contiene lo mejor de los campos, las fuentes y el cielo estrellado en las noches o iluminado por el sol del mediodía.

Danilo Sánchez Lihón

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