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2013 año: Evangelio Vallejo de la solidaridad y universalidad del mundo andino
 

Febrero, mes de los humedales, de nuestras lenguas nativas,
de Ricardo Palma y Federico Barreto

 
 

20 de febrero
Febrero, mes de carnavales.
¡Carnavales, los de mi pueblo!
Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 
 

 

1. ¡Quién vive!

Febrero es mes de carnavales, pero antes de pelear en las calles en luchas campales y fratricidas, tratando de arrebatar la bandera verde los rojos a los verdes, y la bandera roja los verdes a los rojos, o los de la parte alta sitiar y asolar a quienes viven en la parte baja y los de la parte baja sitiar y asolar a quienes viven en la parte alta, hay otras manifestaciones que moviliza tantas huestes como la gresca que se arna en calles y plazas. Que ocurre hasta en las noches.

– ¡Quién vive!

– ¡Lo verde!

– ¡Pase camarada!

 – ¡Quién vive!

– ¡Lo rojo!

– ¡Verde diga, carajo! ¡Y viva Lo Verde, de lo contrario aguante!

Y descargan contra él una andanada de globos. Y cuando ya no los hay, de palos. O, de lo que sea.

Y ahí nomás viene el trenzarse a golpes, porque de donde sea salen de uno y otro bando. Y se arma la trifulca y batalla campal.

2. Lo que acontece en las calles

Entonces es que estamos en plena fiesta de carnavales. Ocasión en que hasta en sueños y en sus camas los varones empiezan a golpear, creyendo que están peleando en las calles empedradas de mi pueblo transido y pasmado. Por eso, en carnavales los hombres andan ariscos:

– ¡Quién vive! –Se grita en la noche, como si estuviéramos en guerra.

Por eso, le dice la mujer al hombre:

– ¡Anda y bota tu fuerza por las calles, pero aquí no vengas con caprichos!

Caracteriza en mi pueblo entonces en el mes de febrero, muchas tradiciones y costumbres de los carnavales. Una es el juego de agua en las casas, de embadurnarse la cara unos a otros con betunes o cualquier tinte, el más candoroso la harina blanca de trigo, de la cual devastamos la alacena de nuestras cocinas, o los terrados en donde está almacenada, hechos que ya he relatado en otros cuadernos nostálgicos. Esta vez me limitaré aquí a lo que acontece en las calles.

3. La par y non

El sábado, que es cuando se inician los carnavales, pasa de subida al barrio alto, la Banda de Músicos que llamamos: “La par y non”, que contrata el Municipio, y que sube entonando aquella marcha que dice:

Arriba caballo blanco, ciluló

ya llegó carnavales, ciluló.

A la una, a las dos, a las tres

qué lindo  es, qué lindo es.

– ¡Ya van a bajar al Ño Carnavalón! –Dice la gente.

– Subamos a ver desde el techo.

– Mejor desde el balcón nomás.

– Será para que nos lluevan los globos. –Dice mi tía, que aunque recién casada se sabe todavía hermosa, codiciada y blanco del interés de los muchachos.

– ¡Vamos al techo! –Dice mi madre–. Porque desde ahí se divisa el Estanque de Agua donde preparan al Ño Carnavalón y lo montan en su burrito.

4. Estallar globos

El Ño Carnavalón es un muñeco grande, con una cabezota gigantesca y deforme, aunque siempre graciosa e inocente, que preside un desfile por las calles embelesadas.

Se lo pasea entre la algarabía de las comparsas, los grupos de enmascarados y los compases de la banda que hace resoplar su única y desolada trompeta y su único y desolado clarinete.

– ¡Ya viene el Ño Carnavalón!

– ¡Que viva!

 Y aparece montado en un burrito indulgente, que no se inmuta con los cohetes y avellanas que revientan en sus orejas, sostenido por un jovenzuelo intrépido que va montado detrás y lo coge y hace que mueva los brazos como si saludara a la gente.

Delante, a los costados y detrás, todos bailan a los acordes del conjunto musical que es el único punto adonde no se pueden hacer estallar globos ni arrojar harina, ni tirar baldes de agua con añilina.

5. Con manos apuradas

Aunque los músicos soporten envueltos en sus uniformes la acometida de alguna muchacha que les quiera espolvorear la cara, y que significará para aquel varón un gesto que no olvidará por el resto de su vida ni en el momento en que muera.

Por la tarde es el primer combate entre el bando de "Lo Verde", perteneciente al barrio alto de San Cristóbal, en lucha fragorosa y denodada con el bando de "Lo Rojo", del barrio bajo de San José.

– ¡Viva Lo Verde!

– ¡Viva Lo Rojo!

Pero antes, las patotas han ingresado a alguna tienda con el griterío de:

– “¡Cupo!” “¡Cupo!” “¡Cupo!”.

Con lo que se pide un retazo de tela que el dueño corta con manos apuradas y temblorosas, antes de que le saqueen otros productos.

6. Batalla campal

Retazo que flameará pronto como bandera intocada e invicta, por la cual ofrendaremos una o más vidas.

También el comerciante regala cualquier otro cachivache para contentar a la turbamulta con tal de que se respete su negocio, sus clientes y su mercadería.

Y sigue el tropel por las calles, cada vez más imbuido de un fervor idólatra a su bandera que es un trapo sin mástil, hasta que los bandos se encuentran.

Entonces se inicia una batalla campal por arrebatar la bandera del enemigo, en movimientos de ataque y defensa, con ardor y denuedo, peor que Aquiles y Héctor con sus ejércitos en la captura y defensa de Troya.

Varias cuadras abarca la contienda en que nos trenzamos a golpes unos contra otros.

7. Memorables trifulcas

Allí se escucha el rechinar de dientes, arengas, quejidos, blasfemias y agonías, hasta que un grupo logra arrebatar la bandera del otro y entonces huye por las calles entre gritos de júbilo:

– ¡Lo Verde!

(Yo, por si acaso soy ¡Lo Verde! Y hasta ahora estoy dispuesto a dar la vida por defender mi bandera).

En tanto que los otros maldicen y se arrojan al combate pisándoles los talones, ya para nunca sanos, de sus contendores que siguen corriendo aunque totalmente maltrechos.

En el grupo vencedor flamea una bandera victoriosa que los identifica. Y otra humillada y totalmente vencida, clamando venganza de parte de sus correligionarios.

Ahí vienen nuevas y memorables trifulcas de unos por recuperarla y de otros por retenerla.

8. Yacen regados

¡Riñas y peleas que se prolongan por cinco días en que las calles son campos de batalla!

Reyertas que yo he seguido de cerca, aunque al final de la tropa, que abarcaban varias cuadras.

En el choque de los bandos los grandes se trenzan con los grandes, los medianos con los medianos y los pequeños con los pequeños quienes traspasan la columna enemiga hasta encontrar sus pares, o el adversario de su tamaño.

En esa turba que nos enciende de entusiasmo y pasión los mayores luchan con las cabezas amarradas con pañuelos floreados, agigantados en la querella y en las proclamas.

Mientras, detrás de las puertas y ventanas las mujeres se desmayan en el intento de adivinar si están aún vivos o si ya están muertos los que yacen regados por el suelo.

9. Vuelan las serpentinas

Se escucha un griterío de:

– ¡A la bandera!

Después del fragor en donde la carne se retuerce, se oye el griterío:

– ¡Tenemos la bandera! ¡Corramos!

Entonces se huye por las calles anegadas de lluvia, que de un momento a otro se ha desatado tempestuosa.

Huimos si es que poseemos el botín de la contienda, que es la bandera, o nos lanzamos a recuperarla, si es que nos la han arrebatado, pasando de perseguidos a perseguidores.

El domingo es coronación de la reina en el Palacio Municipal, acompañada de sus damas y pajes, iniciándose el desfile de carros alegóricos por las calles principales, donde desde los balcones vuelan las serpentinas.

Nunca se vio a muchachas más hermosas ni atuendos más ufanos.

10. Hasta desternillarse de risa

En la noche es la Fiesta de Disfraces con el concurso respectivo y el reparto de títulos nobiliarios que anuncia el Canciller de la Orden de Ño Carnavalón:

– ¡A don Francisco Villalobos se le nombra Archiduque de Cabracay!

– ¡A don Marcial Jaramillo primer violinista de la corte!

– ¡A don Estuardo Sánchez Príncipe Heredero de Samada!

Y así, hasta desternillarse de risa.

Los trajes para el baile de disfraces se hacen en secreto a fin de que nadie adivine quién es la dama o el galán que lo ostenta.

Se usan finas telas de pana, de satén y de organdí, que llegan a las tiendas importadas directamente de sus casas proveedoras de Hamburgo en Alemania, de Marsella en Francia, o de Liverpool en Inglaterra, desembarcando los pedidos en el puerto de Salaverry.

11. Abundan los festejos

El lunes es la jincana en la Plaza de Armas, con ollas colgadas repletas de pinturas, unas. Y otras colmadas de billetes.

Hay carrera de encostalados. De burros al revés. De glotones con las manos amarradas.

Por la tarde es el baile de agradecimiento, primero en el mejor club social y después en la casa de la reina del carnaval.

En ellas se ofrece una fiesta fastuosa con orquesta, comida en abundancia y, lógicamente, danza.

En donde el arrojo de serpentinas cubre el suelo y las parejas hasta por encima de las rodillas.

Abundan los festejos por todos los contornos del pueblo, en los clubes deportivos, en las casas de familia, con desfogue de chisguetes de éter que explosionan al calor de las manos y hasta concursos "de gallos enterrados".

12. Plenos de arrebato y de inocencia!

Son famosos los "cilulos", árboles plantados y cubiertos de obsequios. Célebres son los de cada barrio. También el de los trabajadores del mercado, del club los Andes, del Deportivo Alfonso Ugarte. En torno a los cilulos se baila, se golpea con un hacha el tronco y al final se derriba entre el jolgorio general y el agua que se arroja de todos los balcones y veredas.

La víspera del Miércoles de Ceniza es la quema de "Ño Carnavalón". Pero antes, en la Plaza de Armas se lo pasea en un ataúd y se lee su testamento, satírico, punzante, de críticas corrosivas a los malos funcionarios, a los comerciantes deshonestos, a las autoridades corruptas, a los maestros borrachos.

Y, después, se procede a enterrarlo con un lloriqueo de viudas que lo acompañan en un coro gemebundo –muertos de risa– detrás del grotesco personaje y catafalco.

¡Ah carnavales de mi tierra! ¡Plenos de arrebato, de esplendor, de inocencia!

 

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos:
ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com

Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 

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