Instituto del Libro y la Lectura del Perú, y Capulí, Vallejo y su Tierra

1 de abril

Día de la educación

Educar para mejorar al hombre y al mundo

Danilo Sánchez Lihón
danilosanchezlihon.blogspot. com

“El futuro del mundo
se encuentra hoy en día
en mi aula de clases”

I. Welton

“La escuela debe mantenerse
en un estado latente
de revolución”
José Antonio Encinas

1. Las aulas son depositarias de los sueños más acrisolados

 

Cada día, miles de niños y niñas, centenares de miles y hasta millones de ellos, se movilizan en los valles que interrumpen los desiertos. Serpentean cerros azotados por lluvias o alumbrados por el sol de las serranías. Navegan en canoas sobre los espejos de agua de los grandes ríos de la amazonía.


Hacen el esfuerzo y sacrificio diario de levantarse rayando la aurora, tomando un desayuno magro y escaso, para enrumbarse camino a la escuela, alentados por claras o vagas ilusiones pero apostando a favor de un porvenir mejor para sí mismos, para sus seres queridos y para la sociedad a cuyo desarrollo esperan contribuir.


Cabe anhelar que los maestros, el equipo de gestión de las instituciones educativas y la plana docente que labora en las aulas de clases tengan siempre muy presentes aquellas expectativas, ansias de superación e impulso hacia una transformación plena individual y colectiva.


Cabe tener en cuenta que la vida en las aulas son depositarias de los sueños más acrisolados, vibrantes y conmovedores de las familias y de quienes constituyen el recurso más preciado de una comunidad de personas, como son los niños y jóvenes.
 

2. Una militancia a favor de la cultura

 

La escuela abre sus puertas cada mañana, tarde y noche acogiendo en sus aulas a aquellos destinos aún por definir.


Una corona de laurel latente aunque invisible exorna siempre la puerta de ingreso de cada centro educativo, por humilde que él sea.


Una oriflama de esperanza aletea y se bate enhiesta en el patio de honor de toda escuela donde se sintetizan las más caras aspiraciones de una sociedad.


Siendo leales a esa aspiración solo cabe hacer de cada aula de clases lugares de excelencia en el cumplimiento y satisfacción de dichos ideales, sino también lograrlos como espacios de reflexión y proyección para conseguir la transformación social.


Corresponde a la comunidad magisterial de un plantel escolar, como también al personal de apoyo y a la comunidad educativa en general, cumplir a cabalidad en propiciar que se plasme el anhelo que los seres humanos más sensibles, por tiernos y en avanzada, depositan en su labor, así como a la sociedad que pone en ellos sus más altas esperanzas.


Por tales motivos cabe esperar una militancia del maestro a favor de una cultura de honda inspiración humana, con identidad y autoestima liberadoras.

 

3. Educar para resolver problemas

 

Educar es un saber complejo, pero quizá lo más arduo y elevado para un profesional de la educación sea establecer una síntesis de vida y dar una orientación certera y clara en lo que es una visión  humana, social y cívica a su acción docente en el aula de clases.


Etimológicamente educar proviene de los vocablos latinos “ex ducere” que significan develar, poner al descubierto, despertar; hecho que no solamente se aplica al mundo interior sino a la realidad externa en lo que implica partir de dentro hacia fuera, de aquí para allá, de lo particular e intrínseco a lo general y en expansión.


En tal perspectiva, todo aprendizaje es óptimo dentro de una situación de realidad, siendo el gran problema de la educación, anotado tantas veces pero hasta ahora no resuelto, el de educar a partir y en función de esa realidad.


Basados en ella y para dar respuesta concreta y objetiva a esa realidad, la educación es que debe asumirla con todas sus deficiencias pero también con toda su riqueza, diversidad y poderío.
 

4. Que las personas, las casas y las ciudades, luzcan limpias, sanas y hermosas

 

Lo primero que tenemos que lograr entonces es que la educación funcione para la sociedad en donde ella se desenvuelve, de tal modo que el educando sienta que su destino es prepararse para mejorar el mundo que lo rodea, la vida, el ambiente circundante, resolviendo problemas concretos.


Lo que es ineludible conseguir es que la educación enfrente lo cotidiano, la vida ardua y peligrosa que nos desafía cada día. Y no se erija como un estamento artificial, para escamotear los asuntos de la realidad o para entretener a niños y jóvenes con falsos problemas y en disquisiciones que no tienen ninguna aplicación para mejorar la vida.


Tenemos que educar, por ejemplo, para solucionar la crisis que vivimos, para desterrar el caos y la anomia, para corregir y superar el hambre que agobia a nuestro pueblo, para crear puestos de trabajo, para hacer que las personas, como las casas y las ciudades, luzcan mejor, limpias, sanas y hermosas.


Por no hacerlo la educación resulta en muchos casos desprestigiada, inútil y ajena.

 

5. La posibilidad de hacer obras maravillosas

 

Por no hacerlo los padres en muchas zonas y regiones no le dan todo el valor que ella merece.


En muchos ámbitos se considera que ella más bien es un escape, un subterfugio y un extrañamiento de la realidad.


Se constatan esos defectos cuando por ella el joven o el profesional recién graduado emigra del campo lo abandona por la ciudad. Y si avanza más lejos dejará el país por conseguirse una ocupación en el extranjero.


La escuela, sin embargo, es potencialmente es el más amplio y poderoso canal no sólo para procesar información y absorber conocimientos, sino, y fundamentalmente, para adoptar conductas y asumir actitudes, siendo las más perentorias afianzar la identidad de las personas y su pertenencia a una localidad que los requiere y necesita, así como es un imperativo moral transformar la realidad mejorándola sustantivamente para bien de la humanidad.


El maestro tiene la posibilidad de hacer obras maravillosas, desde que cada mañana, tarde y noche está al frente de un número considerable de niños, jóvenes y adultos pendientes de sus palabras. No debe desperdiciar esa oportunidad a fin de que el mundo mejore.
 

6. El ambiente en que se vive

 

Uno de los grandes asuntos pendientes e ineludibles es cómo introducir en el sistema educativo al verdadero país en el cual vivimos. No únicamente el de los símbolos nacionales sino el real, a veces cruento y dramático.


Pero a la vez pujante y prometedor, que lo haremos así en la medida que trabajemos en forjar una conciencia reiterada a favor de hacernos cargo de nuestros reales y verdaderos problemas por reconocer y luego solucionar.


¿De qué manera el magisterio o el sector educación se está haciendo cargo para asumir esta problemática a fin de debatirla y buscarla solución a través de las acciones de enseñanza aprendizaje?


¿De qué manera asuntos como la ausencia de agua, la falta de energía eléctrica, la escasez de alimentos, la carencia de recursos financieros, el hambre, la miseria y la falta de empleo son juiciosa, reflexiva y creativamente enfocados?


Como también la formación en valores, cimentando conductas a favor de la solidaridad que nos permitan afrontar con éxito los tremendos desafíos que nos plantea el presente y el futuro.


Porque el aprendizaje cabal y valedero solo surge y es el resultado de la propia actividad del sujeto en interacción con su medio. Lo expresa Piaget de este modo:


“El conocimiento no es absorbido pasivamente del ambiente, no es procreado en la mente del niño, ni brota cuando él madura, sino que es construido por la persona humana a través de la interacción de sus estructuras mentales con el ambiente en que vive”.

7. Los hombres se educan en comunión

 

Igual, para Lev Vigotski, el aprendizaje no solo es un fenómeno individual sino social. Por ello, para él el aprendizaje se apoya en los conocimientos ya existentes en el contexto social, tanto es así que mejor aprende un grupo de alumnos en interacción con su contexto vital.


Entre nosotros, ya José Carlos Mariátegui había dilucidado que:


 “El problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido al no ser considerado como un problema económico y un problema social”.


En suma, la educación está imbricada íntimamente con la realidad, formando parte de ese nudo complejo de problemas que trenzan los aspectos sociales y económicos.


Siendo así el rol de la educación rebasa el ámbito del aula, de la escuela y del horario escolar. Siendo así ser profesor no se reduce a dictar clases sino más bien se proyecta a hacerse cargo de la comunidad. Y se impone a la vez ser un líder social.


Como bien lo decía Paulo Freire:


“Ahora ya nadie educa a nadie. Así como tampoco nadie se educa así mismo. Los hombres se educan en comunión y el mundo es el mediador”.

8. Cómo es la situación y cómo queremos que sea

 

De allí que, por lo anteriormente expuesto, es lícito preguntarse:


¿Cómo asume la escuela y el maestro en sus clases formales, el desarrollo de contenidos como son: ¿comunidad, solidaridad, democracia?


Porque toda idea no sólo necesita ser buena para imponerse y triunfar sino que tiene que tener anclaje político, es decir debe tener actores, oportunidad, socialización.


Toda idea y contenido pedagógico debe tener signo y sentido histórico, optando por principios que favorezcan a la humanidad. Como también proponerse educar para conserven la naturaleza que hay que respetar y venerar.


Ahora bien, cuando hablamos de política estamos refiriéndonos en el fondo a algo que puede traducirse en una fórmula muy simple, cual es: en reconocer  cómo es una situación y en cómo queremos o deseamos que ella sea.


Por eso Paulo Freire en relación al nivel de nuestros países nos hablaba de la pedagogía de la indignación.


Y de cómo hay que saber protestar, sublevarse e insurgir. De cómo ser hombres de vasto y gran compromiso en el plano de aspirar al bien, a la justicia y a la dignidad humanas.
 

 

9. El factor básico y clave

 

En el fondo lo que se anhela a través de la educación es construir una sociedad mejor.


Porque la educación es un fenómeno social que recoge sus condicionantes de la realidad pero que también tiene la capacidad de cambiarla y de proyectarse a futuro.


Porque no sólo hay que educar para el hoy sino y fundamentalmente para un mañana mejor.


Nuestro país, a este respecto, tiene una larga y rica tradición educativa.


El nuestro es un país con fondo, densidad y lustre en la preocupación por formar al hombre para afrontar el desafío de superar obstáculos y adversidades aparentemente insalvables, que en nuestro caso se presentan casi naturales porque el Perú desde su nomenclatura física ya ofrece retos grandiosos y colosales.


Pensemos en sus montañas, en sus desiertos y tablazos. O en la intrincada floresta de la amazonía.


De allí que la educación aquí ha de ser considerada como el factor básico y clave para contraponerla a esa realidad tan difícil, complicada y a la vez exultante.

 

10. Imbuyendo un mensaje trascendente

 

Esa actitud de valorar la educación la tuvieron y se ve manifiesta en las culturas preincas que destacan sobre todo por el cultivo de la mente y el espíritu.


Somos uno de los pocos pueblos en el mundo que en la leyendas de la fundación de la cultura incaica, en la explicación mágica de nuestro ser en la historia, el factor clave que más resalta es la educación, al recaer el sentido de la misión que tienen que cumplir los protagonistas de esos textos en el acto de educar.


Es muy claro cuando al emerger de las aguas de esmeralda del lago Titicaca los hijos del sol Manco Cápac y Mama Ocllo la tarea que les encomienda su padre Inti es organizar a las gentes dispersas, formar e instruir a los hombres en labores constructivas para la vida.


Ellos deben integrar a los que andasen dispersos, imbuyendo un mensaje trascendente, enseñándoles competencias básicas, como: vivir en la luz y no en la oscuridad, sembrar los campos, criar el ganado, hilar, confeccionar vestidos, curar los males del cuerpo, adoptar los preceptos morales, como el: ama sua, no seas ladrón, ama quella, no seas ocioso, ama llulla, no seas mentiroso.


Igual acontece en la leyenda de “Los cuatro hermanos Ayar”, hasta que en el Tahuantinsuyo, y más precisamente en la época de Túpac Yupanqui, la educación adquiere nomenclatura oficial en la estructura básica del Estado.

 

11. Las pulsaciones de nuestros sueños

 

Debemos reconocernos, por eso, como un país de grandes realizaciones históricas, fruto de un bien orientado proyecto y proceso educativo.


No solo somos un país de fábula por el portento de sus tesoros, sino vasto y superior por su ancestro educativo y moral.


Porque, en realidad, somos herederos de extraordinarios constructores, de organizadores insuperables, de estrategas infalibles y científicos insignes, como fueron los Incas, quienes aún ahora asombran al mundo por sus hechos y obras.


Esa heredad no está en las piedras inmóviles o estupefactas de Sacsahuamán,  Vilcashuamán u Ollantaytambo. No permanece asombrada en las edificaciones de Machu Picchu o contemplando inertes en los adobes Mochicas o interiorizadas en las tablas de Sarhua.


Esa herencia corre presurosa en nuestras venas, se agita y entusiasma en el pulso que nos vivifica, se empina y agudiza en  nuestro ritmo cardíaco.


Esta herencia está en las imágenes y en las pulsaciones de nuestros sueños.


Saquémoslas a flote, ideando el mañana, reconociéndonos como un pueblo destinado a cumplir en el mundo un destino glorioso.

Danilo Sánchez Lihón

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