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2012, Año de la defensa del agua para la vida y construcción de Los Andes nuevos
 

Abril, mes de la palabra, la creatividad literaria e inmortalidad de César Vallejo

 
 
 

1 de mayo
Día del trabajador y sus luchas
Compañero Artemio Zavala, ¡Presente!
La vida de un héroe del pueblo

Danilo Sánchez Lihón
dsanchezlihon@aol.com 
danilosanchezlihon@gmail.com

 
 

1. Blandiendo sus sables

– ¡Suéltenlo! ¡Desgraciados! ¡Suéltenlo!

– ¡Fuera cachacos! ¡Mastines de los ricos! ¡Serviles! ¡Suelten al compañero Zavala!

– ¡Oiga, carajo, no lo pegue!

– ¡Oye! ¡Hijo de qué madre eres! ¡Suéltalo!

– ¿Qué ocurre?

– Llevan preso a nuestro compañero, al presidente Artemio Zavala.

– Lo arrastran y lo llevan preso. ¡Quién me ayuda a rescatarlo!

– ¡Vamos! ¡Todos a una! ¡Vamos!

– ¡No va! ¡Él no va!

– ¡No va! ¡Él no va! ¡No va! ¡No va! ¡No va!

Pese a la gritería los soldados que van montados a caballo protegen blandiendo sus sables, a los que van a pie, quienes avientan y arrastran a Artemio Zavala Paredes por el suelo.


2. Suben al capturado

De pronto, una multitud irrumpe por las dos bocacalles. Una tras otra caen andanadas de piedras y troncos de caña sobre los soldados. Otros piquetes se acercan blandiendo palos.

– ¡Suelten al compañero!

Los soldados rastrillan sus armas. En vano, una multitud avanza y los soldados entonces, apuntando a la multitud, descargan sus fusiles en varias direcciones dejando la calle de la hacienda Roma, regada de muertos y heridos. en el Valle de Chicama.

El pelotón de caballería y de soldados de a pie ahora avanza a todo galope, arrastrando el cuerpo malherido del dirigente rumbo a la ciudad de Trujillo.

Al poco tiempo llegan hasta donde espera un vehículo militar, a la vera del camino carretero.

Suben a él al capturado, custodiado por un pelotón de soldados. Y parten en dirección del puerto de Salaverry, en donde está anclado el barco “Elías Aguirre”, especialmente enviado con soldados para sofocar el levantamiento y la huelga general indefinida de los campesinos y obreros de las haciendas azucareras del norte del Perú.


3. ¿Es justa esa cuota?

Ya capturados los dirigentes del movimiento y cabecillas de la revuelta, el buque parte entre la neblina y el humo gris rumbo a Lima, capital del Perú.

– ¡Es increíble! –dice Gonzalo Palacios, capataz y gerente de la hacienda Roma al ver partir el barco, citado allí para testimoniar la identidad de cada uno de los apresados–. ¡Es increíble! –Vuelve a repetir–. Aquí el trabajador era agradecido, sumiso y obediente. Se respiraba orden, tranquilidad, sin murmuraciones. Y vino este guiñapo humano de Santiago de Chuco y vean ahora en lo que se ha convertido Roma, y todo el Valle de Chicama. ¡En un polvorín! Por eso, yo en vez de arrastrarlo y llevarlo preso a él y a su banda de forajidos que lo acompañan, mejor lo hubiera fondeado aquí, en esta misma playa, o más lejos, dándole antes un tiro en la nuca o en la sien para que nunca más se levante y se acabe esta mala yerba. Once campesinos y obreros se han inmolado tratando de evitar su captura. ¿Es justa esa cuota?

– Señor Palacios: ¿no es más bien culpable de esas muertes la patronal sanguinaria?

– ¡Cállese! ¡Debió usted ir también es engrilletado y conducido en ese barco!

– Hasta luego, don Gonzalo.


4. Breve pero ejemplar

– Sí. Es mejor que lleves a tu amigo y compinche, si no me voy a ver obligado a denunciarlo por comunista. Eso sí, que nunca más se aparezca por la fábrica. Si lo hace lo tomo preso y ahí mismo lo fundo en el horno. ¡Llévalo!

– ¡Ya ves, ya perdiste tu trabajo! Debiste callarte.

– ¿Por qué? Otros mueren ¿y yo ni siquiera voy a poder hablar?

– ¡Es cierto! Yo lo apoyo al compañero. ¡No tenemos por qué tener miedo ni callar!

– Ahí está. Vean. Toda esta calaña ahora de rebeldes es obra de ese Artemio.

Es increíble que apenas tenga 24 años, cuando ya ha logrado la organización del movimiento obrero campesino del Valle de Chicama y haya lanzado un pliego de reclamos de cuarenta puntos que ha estremecido a la patronal y a todos los estamentos coludidos en mantener este estado de oprobio.

Ese pliego es síntesis de toda una experiencia y reflexión acerca de las luchas sociales por la reivindicación y la justicia social. ¿Cómo es posible haberlo formulado?


5. Buenos compañeros

La hazaña lograda se explica por su propia vida, breve pero ejemplar. La vida de Artemio Zavala que se sintetiza así:

– Señora, ¿esta es la calle Lima y aquí dan pensión?

– Sí, joven. Pase. Pase. Tengo una sola vacante. Aquí las habitaciones son dobles y se comparten. Tengo una sola que me queda, con un huésped, joven como usted, que trabaja en la fábrica de la hacienda.

– A mi también me acaban de dar un trabajo en la fábrica. Está bien. La tomo, señora.

– Entonces voy a presentarle al joven. Se llama Efraín quien será su compañero de cuarto.

– ¡Don Efraín! ¡Baje usted un momentito, por favor!

– Le presento al señor, que está preguntando por la habitación. Y la va a ocupar. ¡Haber si se hacen buenos compañeros!

– Mucho gusto. Soy Artemio Zavala Paredes, de Santiago de Chuco, para servirle.


6. No la puedo olvidar

– ¡Ah, de Santiago de Chuco!, linda tierra. De allá es mi abuelo, de apellido Díaz. Mucho gusto. Pase. Mi nombre es Efraín Díaz Ahumada.

– Pero vamos subiendo y permítame ayudarle con la maleta. ¡Qué bien! Me encanta que compartamos el cuarto y podamos ser buenos amigos.

– Voy a trabajar en la fábrica de la hacienda, en mecánica de torno.

– ¡Ah, qué bien! Yo estoy también ahí, en la sección de hidráulica. Entonces estamos cerca, prácticamente en la misma área. ¿Y cómo es Santiago de Chuco?

– Es una tierra linda, hermosa. Yo nací en la campiña, no en el mismo pueblo. El paisaje es lleno de verdor, límpido y transparente. Y el alma de la gente es igual: inocente, pura, generosa. Mi padecimiento es haber nacido en una tierra que ya no la puedo olvidar ni ser feliz, salvo viviendo en ella.


7. Sensibles al dolor

–Hace un mes Artemio viniste a esta pensión y nos conocimos. Y siento que mi vida contigo ha cambiado.

– ¿En qué sentido, hermano?

– Me has enseñando a mirar lo esencial de las cosas. A no ser ajeno ni al dolor ni al sufrimiento de la gente.

– Ah, bueno. Si es así entonces está bien. Porque, eso sí que es importante. Hasta trascendental.

– Y me has orientado a consagrarme a un ideal. A preocuparme en dar solución a la miseria del mundo. Y a no ser indiferente a ella. A corregir el despilfarro indignante. Y a no permitir la soberbia de los ricos. Y a corregir la resignación de los pobres también.

– Gracias Efraín, hermano, por tus palabras de afecto. Nos falta mucho por aprender, y se lo puede hacer desentrañando todo lo que se ha escrito, pensado y sentido. A ser sensibles al dolor y al desamparo de tantos niños. A abrirle posibilidades de desarrollo a tanta gente. A solucionar la miseria y el hambre que existe porque una casta de degenerados tiene todas las gollerías y prebendas.


8. Basta de gestos

– Lo que más friega es la injusticia que crea el sufrimiento en las personas. Para eso seremos los anónimos hijos del pueblo que luchan para corregirla. Sino, mira lo que está escrito en el frontis del ingreso a la hacienda. “Pórtate bien, ora y trabaja”. Eso es un insulto, es un lema esclavista.

– ¡Claro!

– Entonces tenemos que proponernos cambiar el mundo. Y hacerlo desde abajo; ¡primero cambiando nosotros mismos, Efraín!

– Y, ¿cómo?

– Asumiendo valores y virtudes. Cambiando con apenas la luz de la conciencia que hay que adquirirla con sabiduría. Tenemos entonces que agotar lecturas.

– Entonces leer.

– Tenemos que estructurar un movimiento. Nuestra respuesta no deben ser gestos, cóleras, malhumores, ni enfrentamientos. ¡Basta de grescas y desavenencias con los capataces y mayordomos! Ese no es el problema, ni el camino, ni menos la solución. El problema es más profundo. ¡Doctrina, ciencia, sabiduría! Hay que estructurar un movimiento político, social, de masas obreras y campesinas.


9. Poder explicar

– ¿Y cómo hacemos todo eso?

– Tenemos que leer a los grandes ideólogos. Leer a Juan Jacobo Rousseau, a los filósofos ilustrados. También a Marx, Lenin, Trotski, para tener conciencia de clase. Y esto sea en el cañaveral, sea en la fábrica, sea en el taller o en el arenal. Tener una ideología muy firme, pero también ser hombres de acción, Efraín. Y tener un grado muy alto de organización. Sin organización somos pobre polvo, ceniza inerte y carcoma abatida.

– Y ¿cómo lo haremos?

– Hagámonos un plan para avanzar más en el dominio del conocimiento que debemos tener acerca de los fenómenos sociales y las soluciones que deben haber a la tremenda pobreza y miseria de la gente. ¿Te parece?

– Sí, claro. De un lado está eso, pero del otro está el despilfarro, el abuso y la corrupción de los ricos.

– Necesitamos prepararnos no solo para explicarnos nosotros mismos sino para poder explicárselo a los demás.


10. Leer y enseñar

– De acuerdo.

– Mira, te propongo entonces lo siguiente. Tú lees y me explicas. Y yo leo y te explico. Porque al mismo tiempo que nos imbuimos de esos conocimientos tenemos que tener la práctica para enseñar y abrirle los ojos a los demás.

– De acuerdo. Pero además en la explicación hagamos análisis y síntesis. Y, sobre todo, debate.

–Entonces leamos sin interrumpirnos, totalmente concentrados. Y estructuremos un horario para que en ese lapso expongamos lo leído.

– Está bien. Entonces, mira. De estas revistas que nos han prestado tú escoges una y yo otras.

– Yo escojo: “La antorcha”, “Surco” y “El nivel”.

– Y yo: “La batalla”, “El obrero” y “Textil”.

– Y de libros yo escojo este, “Dieciocho Brumario”, de Karl Marx. Y tú cualquiera de estos otros, el que tú quieras. Así empezamos.

– Conforme. De acuerdo. Yo tomo este: “Horas de lucha”, de Manuel González Prada.


11. Galopando en la noche

– Artemio Zavala, hermano, ¿qué pasa? ¿Recién llegas? ¿Qué ocurre? Se te ve agotado, cansado, ido. ¿No has dormido? ¿Dónde estuviste?

–En Cartavio, en Casagrande, en Chiquitoy. Recorriendo haciendas, coordinando con la gente.

– Pero ya está amaneciendo. Descansa un poco. Si te duermes en el torno es peligroso. De repente te corta una mano o un brazo. O te corta entero.

– No me alcanzó llegar a Laredo, Chicama, Alto Moche. Falta tiempo y fuerzas, hermano. Estamos discutiendo un documento. Esta noche iré, quiero decir que desapareceré. Te lo digo ya, para que no te preocupes.

– Pero así te estás matando, Artemio. ¿Es urgente? Estás sacrificando tu salud y tu vida. Y sin salud no hacemos nada.

– Claro que es urgente. Un favor, Efraín. Voy a dormir un poco. Estoy comisionado por el jefe del taller para ir a buscar una pieza del torno a Trujillo. Dile a Leto que a las diez me deje afuera el caballo moro, el negro, para que no relumbre en la noche y no me vean galopando.


12. No te dejarán libre

– Oye, pero eso es arriesgado.

– Le dices que es de vida y muerte. Que todos tenemos que arriesgar. Que otros compañeros están exponiendo su vida.

– ¿Y tú quién eres? ¿El jinete insomne? ¿El Búfalo Bill? ¿El Tartamán? ¿Quién eres? ¿Cuál de ellos?

– Ninguno.

– ¿Entonces? Toda la noche te pasas visitando haciendas, montando caballos a lomo, galopando por caminos polvorientos, sudoroso en pleno relente, humedad y frío.

– Tenemos que estar informados y en coordinación cabal y precisa.

– Sí, pero tampoco deben ser tan continuas tus salidas.
– Lo único malo es que me pesquen.

– A eso voy. Se van a levantar sospechas. ¿Y sabes qué le espera a alguien a quien tipifiquen aquí como rojo, subversivo o conspirador?

– Lo sé.

– Saber que no es solo dejarte sin trabajo, ¿no es cierto? Tú eres peligroso a donde vayas, y no te dejarán libre. Te pudrirás en una cárcel.

13. Debemos atrevernos

– Eso, ya lo sé.

– ¿Sabes entonces que tu destino es la cárcel, la tortura y luego te desaparecerán, abierta o subrepticiamente?

– Sí, lo sé, pero mientras no muramos serán experiencias que nos fortalezcan.

– No te dejarán vivo, Artemio.

– Entonces, ¿hay que resignarse? Entonces, ¿no hay que hacer nada?

– Dime Artemio, ¿Cuántos años tienes?

– Tengo veinticuatro.

– La vida que tú tienes, ¿crees que va a salir ilesa después de las atroces torturas por ser un revoltoso comunista?

– Por eso, la organización del sindicato tiene que ser pronta, casi de inmediato. Solo así respetarán a la clase obrera y trabajadora.

¿Qué tal si te interceptan? Es una temeridad la que estás haciendo. Y hace días que no te pasa esa tos que tienes. Puedes enfermarte, Artemio.

– Aún así. Debemos atrevernos.

14. Un Chuco

– Dos días que te busco Artemio. ¿Dónde te has metido? Todo el día sin encontrarte. Estuve preocupado. Dije: Ya lo cogieron. Ya nos delataron. Ya lo tomaron preso. Nunca has desaparecido así, por completo.

– Disculpa. No te avisé. Lo hice para no exponerte. Por eso a veces no te digo dónde estoy. Porque, si a mí me cogen, tú quedas. Si me apresan a mí, tú estás libre.

– Está bien, pero ¿dónde has estado?

– Te diré. Ya te había hablado de César Vallejo y leído algunos de sus poemas. Bien. Se anunció que saldría libre de la cárcel el día sábado 26, o sea ayer. Yo quería conocer personalmente a ese hombre, siquiera verlo, mirarlo y ojalá que tocarlo. Entonces, he estado desde el día sábado, apostado frente a la Penitenciaría, con un grupo numeroso de personas, principalmente jóvenes estudiantes. Y recién lo han dejado libre hoy, domingo 27 a las seis de la tarde.

– Y, ¿lo has visto?

– ¡Claro!

– Y, ¿cómo es?

15. Hoy mismo

– Un ser formidable. Un hombre luz. Un Chuco, hermano. Ha sido un acto emocionante. Toda la intelectualidad progresista de Trujillo ha estado allí presente, poetas, periodistas y hasta sus profesores de la universidad. ¿Con quién ocurre eso?

– Tengo la sensación profunda de haberlo abrazado. Me acerqué a estrecharle siquiera su mano y él me abrazó. Tengo la sensación de sus costillas en las yemas de mis dedos y en las palmas de mis manos, como si hubiera tocado algo excepcional. Tengo aún el temblor en mi pecho. Siento que este ha sido un acto inigualable en mi vida. Como si hubiera estrechado la mano de alguien fuera de este mundo. Se siente una dimensión extraordinaria en su ser, en su gesto, en el fulgor de sus ojos, en el rictus de su boca.

– ¿Le dijiste algo?

– Nada. Se me fue el habla. No pude pronunciar palabra alguna. Pero él sí me dijo algo.

– ¿Qué te dijo?


16. ¿Qué dices?

– Me dijo nada más que ¡hermano! Después no sabía cómo corresponder y tuve la idea peregrina de que hoy mismo se pudiera fundar el sindicato, en honor a la libertad de César Vallejo. ¡Cómo hubiera querido eso en realidad! Ha sido mi ilusión y he ido a hablar con todo el mundo, con don Eduardo Chávez en Cartavio. Pero, si bien él también lee y admira a Vallejo, me ha persuadido para hacerlo de aquí a veinte días, esto es el 17 de marzo.

– Bueno. Yo te tengo otras novedades. Ha venido. ¿Adivina quién ha venido preguntando por ti?

– No sé.

Varias veces ha pasado hoy día a buscarte por aquí Miriam, la hermosa Miriam, quien quita el sueño a todo joven de esta villa. Hoy es su cumpleaños. Y te extraña. Me dijo que tan pronto vengas vayamos a su casa, así sea muy de noche. ¿Qué dices?

– Que no iré.

– ¿Por qué, ah? Oye, ¡qué te ocurre!


17. ¡No señor!

– ¿Qué se creen las mujeres? En verdad, ¿qué se creen? Unos días están de humor, otros días no. Juegan para que el hombre las siga, y uno convertirse en un juguete de sus caprichos.

– Tienes que ser tolerante, muchacho.

– No. Al final creo que es su estrategia a fin de alcanzar cierto dominio. No estoy dispuesto a ser monigote de nadie. Ya terminé con ella y eso es definitivo. No puedo seguir a una mujer.

– ¿Por qué?

– Sería olvidarme de mis principios e ideales. Si alguna mujer me quiere tendrá que estar a mi lado siempre. Entonces, bienvenida sea.

– Oye, pero es la chiquilla más linda de todo Roma. ¿Quién no se muere por ella?

– Mayor razón, Efraín. La vida se puede convertir en un infierno precisamente por eso. Saben que tienen esa cualidad y la explotan. Y al final ellas mismas terminan mal. ¡No señor! Es definitivo.

– ¿Cual es tu opción, entonces?

18. Sin claudicar

– Muy clara, Efraín. Si tienes una misión que cumplir es la mujer quien tiene que ponerse a tu lado, clara y honesta. En alguna parte habrá alguien que entienda quién soy, crea en mí y tenga el suficiente sacrificio para estar a mi lado. En eso no quiero que me mientan ni tampoco yo mentir.

– Oye, pero ahora ella está siguiéndote. ¡Si es ella la que viene a verte!

– ¿Siguiéndome? ¿Diciéndome que vaya a su fiesta? ¿Y qué hay ahí? ¿En qué plan se va a una reunión así? No Efraín. Mi vida va a ser muy dura. Y para soportarla tendrá que ser una mujer de mucho coraje y convencida de la causa por la cual luchamos. Si es así será una mujer sencilla como un pan.

– ¿Una coincidencia total?

– El amor de pareja debe ser consecuencia de la lucha, para no equivocarse ni hacer sufrir a nadie, ni a uno ni al otro. Ni a los hijos que vendrán.

– ¿Y si nadie acepta ni se allana a eso?

– Sumaré a mis desvelos una honda nostalgia. Pero, sin claudicar, traicionar, ni mentir.

19. Donde las cañas crecen

– Bueno, es tu decisión.

– Pero ahora pasemos a lo realmente importante. El día miércoles habrá una reunión aquí de todos los compañeros coordinadores de núcleos de las haciendas.

– ¿Dónde?

– En el aula magna. O, sino, ¿dónde?

– ¿Dentro del cañaveral?

– Sí. Porque, ¿acaso puede ser en una casa, o en un restaurante? ¿O en un bar, o en un salón? ¡No! Allí las paredes hablan, los objetos nos pueden delatar. Los muebles son frágiles y torturados al final se pueden corromper. Las ventanas al ser descuajadas lloran a hipos y confiesan nuestros planes, secretos y estrategias. ¿Además, por qué exponer a sus dueños? ¿Reunirnos en una colina, a la orilla de un río o al borde de un camino? Son sitios muy visibles, casi públicos. En cambio en medio del cañaveral no. Las cañas crecen con nosotros y saben de nuestros dolores, son nuestras confidentes, proletarias como nosotros y por eso solidarias.

– ¡Ah! ¡Y ya le pusiste nombre a ese sitio! ¡El aula magna!

20. Campos de caña

– ¿No te parece bien llamar Aula Magna al espacio que hemos abierto dentro del cañaveral? Ahí se tomará la decisión trascendental. Seremos doce los que nos reuniremos. Entonces falta espacio y te encomiendo que lo ensanches.

– ¡De acuerdo!

– Cada compañero ingresará por lugares distintos. Caminará despreocupado y, como si se recostara en el plantío, desaparecerá hacia adentro. Y ya estará caminando oculto, apartando cañas. Se abrirá camino entre los surcos. Cada uno sabe la ubicación para aparecer en el ágora, feliz y sonriente.

– De acuerdo.

– Es aquí entonces, al centro de los campos de caña, en medio del sembrío donde se realizará nuestra asamblea definitiva. Aquí, donde vivimos un secreto y una conjura. Por los nuevos compañeros que vendrán sucumbirán varias cañas, a fin de darle espacio, un lugar y una consigna. Sustituir esas cañas haciéndose masa, pero de cañas conscientes. Y el que esas cañas mueran por cada uno de nosotros es nuestro juramento y compromiso. Es el espíritu de las cañas las que están en nuestros acuerdos.

21. Tres vivas

– Hoy 17 de marzo de 1921 es un día histórico, por haber tomado la decisión de fundar el primer sindicato de trabajadores de la hacienda Roma, que lleva por nombre Sociedad Obrera de Beneficencia, Auxilios Mutuos y Caja de Ahorros. Ha sido elegido Artemio Zavala como presidente, en mérito a que su vida es un ejemplo de virtudes. A que tiene capacidad de organización y jamás lo hemos visto en francachelas, en juegos ni en fiestas, y sí más bien consagrado al estudio y al trabajo sindical. –Dice el primer orador.

– Él es un Chuco, un hombre luz, un hombre con honestidad y con temple, con coraje para afrontar las situaciones como él sabe afrontarlas. Solo con la voz de nuestro aliento, para que no escuchen los delatores, digamos tres vivas:

– ¡Vivan los compañeros trabajadores!

– ¡Viva!

– ¡Viva el sindicato!

– ¡Viva!

– ¡Viva el Perú!

– ¡Viva!

22. Valor en la lucha

– ¡Que hable el compañero presidente recién electo!

– Bien, compañeros: Yo agradezco a todos ustedes que hayan depositado en mí su confianza para conducir los destinos de nuestra organización, la misma que acabamos de fundar. Voy a pedir al compañero Efraín Díaz, nominado vicepresidente, para que mañana mismo se apersone a una notaría de Trujillo para hacer el registro correspondiente. Pero esta vez quiero nuevamente agradecerles y decirles que los siguientes días serán de prueba muy grande para nuestro movimiento, en cuanto a visión, prudencia y fortaleza. No olvidemos que las haciendas azucareras son feudos o señoríos, pero que en verdad son reinos medioevales. Se sienten dueños no solo de la tierra sino del destino de la gente, de hombres, mujeres y niños. Son los barones del azúcar una casta de reyezuelos que desde Lima ponen y sacan al poder ejecutivo, al poder legislativo, al poder judicial y tienen la prensa a su arbitrio. Ellos mandan en el ejército y en la policía. Las torturas están a su servicio en sus múltiples formas, sea “la gota de agua”, “la barra”, “el grillete”, son recursos aplicados con sutil sofisticación para amedrentarnos. Es sobresaliente tener una conciencia clara y lúcida; y una capacidad honda y grande de compromiso y organización. De mi parte mañana pediré una cita en la gerencia de la hacienda para hacerles conocer la decisión que hemos tomado. Quiero agradecer nuevamente su confianza. ¡Claridad y valor en la lucha! Muchas gracias, compañeros.


23. No sospechaba tanto

– Señorita, hemos solicitado con la debida anticipación y mediante oficio una entrevista para hoy con el señor Gonzalo Palacios, gerente de la hacienda Roma. Queremos hablar con él.

– Nuevamente, ¿de parte de quiénes le digo que vienen a buscarlo?

– De un grupo de trabajadores de la hacienda.

– Adelante, pasen.

– Gracias.

– Señor Palacios, hemos venido a entregarle el acta de fundación, visada ya por el notario, de la “Sociedad Obrera de Beneficencia, Auxilios Mutuos y Caja de Ahorros”, que entre otros fines tendrá la defensa de los intereses de los trabajadores de la hacienda Roma, en la cual venimos laborando.

– Algo me habían avisado. Pero no sospechaba del todo que era un sindicato.

– También es nuestro objetivo la defensa de los derechos de los trabajadores.

24. ¿Obra de quién?

– Aquí no se necesita sindicato, este es un protectorado. O, mejor dicho, la hacienda Roma es un patriarcado.

– Cualquiera sea la manera de llamarlo, señor, hay derechos de los trabajadores que están siendo vulnerados.

– ¡Esto es inaudito!

Palacios se toca la cabeza, ¿está soñando? Este es un acto subversivo que no lo puede creer.

– Comunicaré de estos hechos al doctor Víctor Larco Herrera.

– ¿Qué? –Dice, al otro lado del teléfono, Víctor Larco Herrera.

– Sí, doctor. ¡Es increíble! Aquí tengo el papel, que dice tal y como le estoy leyendo: “Sociedad Obrera de Beneficencia, Auxilios Mutuos y Caja de Ahorros”. Pero eso es una fachada, en el fondo es un sindicato, porque acaban de decirme que defenderán los derechos de los trabajadores.

– Se ve que son gente avezada. Y dígame: ¿quienes están en todo esto? ¿Son individuos recientes que se han infiltrado? ¡Porque la gente siempre ha sido humilde y sumisa! Dígame, ¿obra de quién es todo esto?

25. Plazo de 48 horas

– Hay varios cabecillas, doctor, pero el primero es quien aparece indudablemente como presidente. Y luego toda la directiva que lo acompaña.

– Fíchelos a todos ellos. Y desde este momento me los vigila. Voy a llamar a Seguridad del Estado, para pedir su intervención. Oiga usted: a mí quien me lo hace me lo paga.

– Sí, doctor, eso lo sé. Así lo entiendo y esto no lo permitiremos jamás. Confíe en mí, doctor.

– Debemos demoler, triturar y hacer desaparecer todo ese pus. Y recién después sanar, haciendo que las cosas vuelvan a cómo eran antes. Provóquelos, rételos. Saque un comunicado que por la crisis mundial se disminuye el 33 por ciento del salario de todos los trabajadores, a ver si aguantan.

– Sí, doctor, me parece una idea genial y la aplicaré de inmediato.

Y así se hace. Como respuesta la “Sociedad Obrera...” y su dirigencia solicitan una entrevista a Palacios, en donde sin acatar este dispositivo de la disminución de salarios, y en vez de estar ni asustados o suplicantes, presentan más bien un pliego de reclamos de 40 puntos y dan un plazo de 48 horas para discutirlo.

26. Que no haya protestas

– Doctor Larco, aquí adjunto han presentado un pliego de reclamos.

– ¿Quién? ¿Mis peones? ¿Mis subordinados? Dígame: ¿Quién encabeza toda esta revuelta?

– Es Artemio Zavala Paredes, doctor.

– Seguro que es un comunista, un agitador y resentido social. ¿De dónde viene? ¿Con qué organización política está vinculado?

– Es de Santiago de Chuco, y antes no ha estado en ningún otro sitio, doctor, sino que ha venido directamente de su pueblo.

– ¡Esos cholos son levantiscos! ¡Cuidado con ellos! ¡Mucho cuidado con esos cholos!

– Pero, eso sí, doctor, tiene el apoyo de toda la gente. En eso sí no quisiera mentirle. Los conozco, y son serios, doctor. Y eso los hace más peligrosos.

– Pero, ¡arréstelos! Y en última instancia cierre la fábrica, para que no haya protestas. Que los jornaleros de Casagrande pasen a recoger la caña y se procese en ese molino. Y, ya le digo, ¡cierre la fábrica!

27. El pliego de reclamos

– Pero Casagrande también ya se ha declarado en huelga, doctor.

– ¡No lo puedo creer! Sencillamente me resulta inconcebible creer que quien debería arrodillarse delante de mí, ahora me venga con esto.

Después de unos días también las otras haciendas del valle se declaran en huelga.

Los primeros puntos del pliego de reclamos, abarcan:
– Aumento se sueldos y salarios.

– Implantación de la jornada de ocho horas, en todas las áreas de trabajo.

– Mejora en el pago de tonelada de caña cargada por los peones “carreros”.

– Supresión del trabajo de los niños.

– Abolición de las contratas.

– Abolición de la persecución a los peones evadidos.

Hay esclavitud entonces. A las claras. El punto del pliego lo demuestra.

28. Entre otros puntos

Además, se exige:

– Salario mínimo para obreros.

– Atención con almuerzo para los peones macheteros, carreros y linieros.

– Abolición del castigo corporal a los peones a causa del desacato a los mayordomos.

– Supresión de la “barra” y los “grilleros” en los calabozos.

– Servicio de movilidad para los obreros que salen al campo a trabajar.

– Intervención de la Sociedad Obrera... en el control del peso de la caña que entra al trapiche.

– Indemnización por accidente o enfermedades contraídas en el trabajo.

– Mejoramiento en los servicios médico asistenciales.
Todo esto, entre otros puntos.

29. Morder polvo

Cumplido el plazo de las 48 horas y sin respuesta positiva de la patronal se decreta la huelga general indefinida.

– Compañeros, cojan sus cosas más indispensables y avancemos.

Los trabajadores comandados por Artemio Zavala han tomado una decisión histórica: abandonar la hacienda Roma. Y empieza el éxodo a Trujillo: Carretas improvisadas cargando enseres, hatos de ropa avanzan por el desierto. Animales amarrados a las patas de las mesas dadas vueltas hacia arriba, balan, pían, cloquean. Van silletas atravesadas y sueltas sobre los carromatos para sentarse durante la larga caminata. Y toda la población de la hacienda Roma avanza hacia Trujillo.

– Haré que el ejército los detenga en el arenal. Van a morder polvo. Y haré aniquilar a los cabecillas.

Antes de llegar a Chicama el ejército detiene a la multitud. Ahí se quedan. No avanzan ni hacia adelante ni pueden tampoco regresar hacia atrás. Víctor Larco Herrera decreta el cierre de la fábrica. Ha jurado demolerlos con estas palabras: “Quien me lo hace me lo paga”. La represión es feroz, cruel, horrenda. Se golpea a la gente, se arrasan ranchos, se incendian viviendas. Y allí vino la masacre.

30. ¿Quién era?

Han pasado 60 años:

– Usted, don Mario, como directivo que sobrevive de la “Sociedad Obrera...” estuvo presente en el éxodo de los pobladores de la hacienda Roma y en los acontecimientos que se sucedieron, ¡cuéntenos, cómo fue!

– Capturan a Artemio Zavala, hecho que les he narrado al principio, cuando dispararon sin contemplaciones a la gente. Pero el éxodo ya ha sido determinado. Después de recoger a los muertos el pueblo de Roma se organiza para avanzar en marcha de sacrificio. En la hacienda Roma no queda un solo hombre. Hasta en camillas llevamos a nuestros enfermos. La villa de Roma es incendiada. Nos han detenido en pleno arenal. No podemos avanzar, ni en grupo ni individualmente. Sin carpas, sin comida ni servicios básicos, ya estamos tres días aquí. Tenemos que dormir a cielo abierto, acosados por mosquitos arañas, hormigas; en la humedad, el frío y el polvo. Sin poder avanzar ni retroceder. Rodeados por gendarmes que nos apuntan con sus armas.

– Y, usted, don Efraín, ¿qué recuerda?

– Artemio y los otros dirigentes sindicales hemos sido confinados en los barcos. Y luego somos trasladados a Lima. A Artemio Zavala se lo trata como a una fiera, o como a una tromba. Pero, ¿quién era realmente? Un hombre noble, con ideas sublimes de amor y consagración a la gente humilde.

31. Los mismos pasos

– Y usted, don Abel, también usted estuvo con él en el barco. Cuéntenos, ¿cómo fue?

– Se nos introduce en los calabozos de la nave que parte sin recalar en ningún puerto. Al llegar a Lima permanece al frente del Callao, en el océano. Y nosotros en ella como prisioneros. La humedad, el frío y la insalubridad han minado la salud de los compañeros. Las mazmorras en el barco apenas tienen un agujero pequeño en el techo y el oxígeno escasea. Nadie nos visita, nadie sabe cómo estamos, nadie sabe nada de nada de nosotros. La intención es que la humedad y la brisa marina horaden nuestros pulmones.

Allí vienen los castigos diarios. Y maldiciones ¡Que mueran! Vociferan. Que estos revoltosos y levantiscos se jodan. Escuchamos los insultos desde nuestras celdas lúgubres. Es que están maltratando a uno y otro de nuestros compañeros. Luego nos tocará a nosotros. Hijo de... ¡responde!, cuando se te pregunta. Responde. ¡Ya! ¿Está bien? ¿Carajo?

– Aquí los vamos a quebrar el lomo y aniquilar, pero lentamente, para que no haya reclamos. Y luego los vamos a soltar como a andrajos y piltrafas humanas, minados para que a nadie sirvan de ejemplo. Para que nadie se anime a seguir los mismos pasos. Hay que matar de raíz a esta mala yerba.

32. ¡A ese basta!

– Don Abel, ¿usted nunca más lo vio a Artemio?

– ¡Sí! Volví a encontrarme con él. Lo habían destrozado Porque, les diré: mañana, mediodía y tarde nos golpeaban en la espalda, pero sobre todo a él, con unas varas llenas de arena húmeda. Sin dejar huellas por sí quieran revisar el cadáver. Pero poco a poco se revientan así los pulmones. Los barcos en los cuales estamos como presidiarios fueron primero el “Elías Aguirre”, después el “Rodríguez”, y después la barcaza “Elisabeth”. Un día me dice muy preocupado Pedro:

– ¡Oye! ¡Artemio se va en sangre! Tose y bota sangre. Cualquier acceso y arroja más sangre.

En efecto, un día de mayo del año 1922, que le pude ver, se le venían continuas bocanada de sangre.

Y las bocanadas se sucedieron hasta ser incontenibles.

– ¡A ese basta! ¡Ese ya está fregado! Entonces hay que botarlo, ¡afuera! ¡Llévenlo!

33. Una leña tendida

En una lancha se lo llevó y se lo dejó en el litoral.

– De todos modos, búscate un hospital de caridad para que allí pases tus últimos días, –le dicen.

Y así ingresó al hospital Dos de Mayo.

El diagnóstico fue irremediable. Hematosis. Y no tiene cura, señor. Seguirá tosiendo y botando sangre hasta morir.

Volvió al puerto y en un barco extranjero se trasladó a Chimbote. Y de allí a pie, descansando por una y otra chacra, bordeando los arroyos, se traslada hasta Trujillo.

Reposa unos días en Laredo. Y de allí, a lomo de caballo, emprende el camino a Santiago de Chuco, su pueblo natal, tramontando la cordillera.

Llega a morir allí el 8 de julio del año 1922.

Fue enterrado al pie de una inmensa piedra como emblema de su vida.

– ¿Es un ejemplo? ¿Triunfó, acaso?

Triunfó. Porque se triunfa si se es una piedra sembrada en el camino, significando algo trascendente. O cuando se es una leña tendida para tejer un puente.

34. Un camino

Sin embargo, inmediatamente a su muerte, el 25 de julio de 1922 se produjo este homenaje de quienes quedaron libres:

– Compañeros, nos hemos reunido aquí en el Aula Magna del cañaveral para comunicar la noticia de que el compañero Artemio Zavala ha muerto. Solo con 24 años de edad ha trazado una senda de heroísmo, de pundonor, de dignidad y consagración a la causa del pueblo trabajador. A su corta edad para ser un dirigente, se había convertido en un líder visionario, un organizador y un conductor de masas. Su vida es un ejemplo. Y su nombre es un clarín y un grito de batalla. Guardemos por él un minuto de silencio. Gracias.

Habla Néstor Orbegozo:

– Se consagró a sus ideales y al trabajo organizativo. Fue valeroso. No le arredró tener el destino que ha tenido. Porque, ¿quién se atreve a hacer lo que él ha hecho? ¿Y a una edad en que otros no saben ni siquiera quiénes son ni en dónde están parados? Él ha forjado un ejemplo para el Perú y el mundo y la clase trabajadora. Ha muerto entregado a la causa del pueblo. Quien dejó todo por consagrarse a la causa popular. Compañero Artemio Zavala, ¡presente!

Habla Adrián Quispe:

– Seres como el compañero y combatiente Artemio Zavala nunca mueren y será por siempre nuestro Presidente. Él nos ha dado una visión, un camino y un programa de acción.

35. Enamorado de un destino

– Don Efraín, pero aparte de Miriam, ¿ninguna mujer lo amó?

– Esperaba esa pregunta, porque es la enseña más importante que ha dejado en mi vida, cual es su apuesta por la pureza de los sentimientos, de los ideales y de las actitudes en este mundo, que no es que acabó, que no es que fue y que existió en otro tiempo sino que va a volver a florecer, que se alza cada día y brota cada mañana. Mira, esta medalla, ¿qué dice? Léela.

Exactamente dice:

HONOR Y RECONOCIMIENTO
A ARTEMIO VAVALA

Entonces te contaré la historia de esta medalla, Y es esta
:
La personalidad de Artemio hizo nacer un amor sublime en una niña llamada Carmen. Y de esto se dio cuenta su madre, quien la veía ilusionada, inquieta y anhelante. Y un día le dijo:

– Te has enamorado de un destino que durará muy poco aquí en la tierra.

– Por qué, mamá?

– Porque su vida es muy arriesgada para que permanezca. ¡Pobre mi niña! Pero te propongo algo, antes que sea demasiado tarde.

36. La vida es trascendente

Entonces organizaron ambas, madre e hija un homenaje a Artemio Zavala, que se realizó un día antes de que lo cojan, lo confinen en el barco, lo apaleen y lo torturen hasta enfermarlo y hacerlo perder la vida. Y se le ofreció esta medalla de reconocimiento a nombre del comité de esposas de los obreros de la hacienda Roma. Esta actividad la organizaron la mamá, esa niña y las esposas de los obreros que admiraban mucho a Artemio. Esta es la medalla que yo la conservo. Ahora, quien la prendió en su pecho fue esa niña, Carmen.

Después viajaron juntas, madre e hija, a Santiago de Chuco, hasta el lugar en donde él está enterrado, que es el mismo en donde naciera, en Chacomas. Le llevaron flores y lloraron en su tumba.

Carmen le guarda un amor consagrado. Nunca se casó. Y siempre estuvo dedicada al trabajo social. Ahí está ella. Lo lleva por siempre en su mente y en su corazón. Sus ojos inmensos y grandes se llenan de lágrimas. La vida es trascendente. En ella hay un amor imperecedero hacia él. Es su devota. Lo tiene en sus sueños y en sus mejores horas de lucha.

Para los chucos César Vallejo es el visionario, Artemio Zavala el organizador y Luis de la Puente el hombre de acción. ¡Gloria a sus ejemplos!

 

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Danilo Sánchez Lihón
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