Instituto del Libro y la Lectura del Perú, INLEC 

Efeméride:
Augusto Salazar Bondy
1925 – FEB, 1974

Día del amor y la amistad
14 de febrero

Historia de amor y filosofía
Danilo Sánchez Lihón

1.

Ella
regresó por él, después de años
que culminó
su doctorado en Estados Unidos.
Y porque
ya no era posible atajar ni seguir
espantando
los moscardones del recuerdo
que herían,
acosaban y desangraban su alma.

Su tumba
fue lo primero que buscó en Lima,
ciudad
atestada de gente que camina
presurosa,
cada quien con su destino grande
o pequeño.
Como si algo o todo se hubiera
 perdido
o se tendría  que olvidar o se buscara
inútilmente:
entre bares, callejones,  chinganas
de comida
y mercachifles de baratijas. ¡Igual
de inhallable
es también el sentido de la vida!

 

2.

Él
un varón ecuánime e insigne
en cuya lápida
reza: " Augusto Salazar Bondy
1925–1974”.
Quien hizo de la filosofía camino
de liberación
y quien la amó porque ella así
lo quiso,
siendo estudiante extranjera
que vino
desde lejos ha hacer el postgrado
en San Marcos.
Y él correspondió con amor sereno,
callado y sensitivo.
Recordando turbada y conmovida
que él nunca
la llevó a la cama. Ni le sugirió siquiera.
Aunque
estaba dispuesta y lo hubiera querido,
que anheló tanto,
que aún ahora lo clama con arrebato,
cuando
con gemido lo llama en sus noches
de hondo desvelo!
 

3.

En su vida
otros sin embargo la sedujeron
y ella
aceptó por equívoco; con quienes
compartió
momentos, cedió a sus caprichos
e intimó
plena de gozo, frenesí y delirio.
¡Porque
son asideros, boyas y anclas para
 no rodar al vacío!

Pero de aquellos el viento del olvido
ha borrado
sus nombres, sus historias, su lugar
de origen y
hasta sus rostros en forma definitiva.
En cambio
él es una presencia viva y plena
en sus noches
de insomnio e inquietante deseo.
 

4.

De allí que
lo  primero que hizo al descender
del avión
y salir del aeropuerto aún con su bolso
y maletas
fue tomar un taxi al cementerio
del Ángel.
La tarde era infinitamente hermosa
y como tal
desgarrante y desalmada. Y le fue
un golpe insufrible
ubicar el lugar donde él yace sepulto.

Y ahí estuvo,
inclinada en el sitio, deshaciendo
los terrones
con sus labios y mejillas, mirando
el contorno
con los ojos perlados de lágrimas,
los suspiros
sacudiendo su pecho y espaldas,
los cabellos
revueltos mecidos por el viento,
confundida
con las hojas sumisas e involuntarias
del crepúsculo,
caídas de los cipreses y abedules
que allí moran.
 

5.

Y luego
estuvo revoloteando en torno
al montículo,
como un ave que planeara allí
hacerse
un nido; hablándole enternecida
como si nada
hubiera ocurrido, cual si la vida
y la muerte
prosiguieran sin desunir ni separar
los destinos
cual son dos hermanas comunes
y corrientes;
recordando sus manos cálidas,
su rostro cenceño ,
su voz de trapo viejo y sus bigotes
negrísimos.

Llorando después a gritos y la gente
preocupada
diciéndose: ¿por quién llora mujer
tan hermosa?
Esta vez sin que él le hable ni
consuele,
como solía hacerlo cuando vivía.
 

6.

Siente
que estaría eternamente esparciendo
las hojas
que caen sobre el túmulo donde solloza,
tal y como
se acarician los cabellos del padre
o el hijo amado
a quien se ha querido desde siempre
y para siempre
con amor sublime y apasionado.
Ella se casó
como también se divorció luego
 y cría a sus hijos
con un empleo en una universidad
norteamericana.
Su sueño enardecido es encontrarlo
en la otra vida
porque esta es imperfecta  y confusa
Es lo único
que la consuela. En eso piensa
y en eso cree.

 

7.

El día domingo visita a la madre
a quien
encuentra enferma, abandonada,
y sola.
Recordando en todo momento al hijo
muerto
a quien siente llegar, abrir la puerta
y hablar
con voz atiplada de niño. Y siempre
como solía hacerlo
planteándole un enigma de filosofía
que antes ella
resolvía jubilosa pero que ahora
le extasía
su voz, sus gestos, su aroma viniendo
desde lejos.
Enigma que pese a su amor no
resuelve.

La víspera de su retorno arregla
una pensión
para la anciana, que ya verá cómo
la descuentan
de su escaso sueldo de profesora.

 
8.

Esta
es la historia simple de una mujer
a quien
él cambió su vida. Y es la suerte
de un varón
que sembró sin desperdiciar semilla.
A quien nunca
olvidará esta mujer que hoy vino desde
lejos
a rendirle su amor y su pleitesía.
A quien
yo he visto llorar y gemir por un amor
que nadie sabría
si fue y no fue, si existió o no existió,
si es tangible,
pero ante quien ella eleva su queja,
argumenta,
se encoge, se confiesa y adelgaza,
frente a quien
ella existe aunque él esté ausente.
A quien ella
buscará en la otra vida hasta el sinfín
de los tiempos,
con quien irá a encontrarse el día
en que muera.
¿Se verán en algún momento? ¿Vivirán
juntos?
¿La muerte es una espera? ¿Qué somos
los hombres?
¿Simples quimeras? Pero al  final de todo,
el solo hecho
de haberlos soñado ya son  otros mundos
y otras vidas.

 

9.

Hoy
ella regresa a los Estados Unidos
de donde vino.
En el aeropuerto hay trajín de gentes
que van
y que llegan. En el andén, revisados
sus documentos
y dado el anuncio de abordar la nave,
voltea a mirar
el cielo gris y un llanto incontenible
sacude
todo su cuerpo. Y cae en el pavimento.
La conducen
a enfermería pero prescriben que no
es de peligro.
Es la hora que quizá estaba planeada
para el encuentro
con él. Enjuga  sus lágrimas y avanza
por la explanada
hacia una escalera que deja atrás
el pavimento
y el crepúsculo indescifrable.
Y flotando
en los mástiles de las naves
sus recuerdos
como retazos de velas rasgadas
en un sueño.

Danilo Sánchez Lihón

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