Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

7 de septiembre 
Día de los derechos cívicos de la mujer 
Ramos y trenzas de flores
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

“Dejarte como herencia
una patria digna y libre”
Manuelcha Prado 

– ¡Alto! –gritó al chofer–. ¡Destrozamos este carro, con todos los cachacos que van dentro, si avanza un milímetro más!


Cien mujeres ya se habían tirado en la carretera y algunas tendidas en el suelo, estaban pegadas a las llantas del vehículo.


– ¡Váyanse!


– ¡Regrésense! ¡Fuera de aquí! –Gritaban las mujeres apostadas a los costados de la carretera a la entrada del pueblo de Santiago de Chuco.


– ¡Regrésense por donde han venido! –Dijo tratando de modular bien la voz doña Raquel Aguilar. –Será mejor. ¡No provoquen aquí una matanza! –Ordenó, hablando por la ventanilla hacia dentro del transporte militar.


– ¡Retírense, vamos a pasar! –se oyó al Comandante decir, desde adentro.


– ¡Atrévase y no queda ni uno vivo!


– ¡Váyanse! ¡Retrocedan!


– ¡Retrocedan! ¡Fuera de aquí!


– Si lastiman a las madres que están delante de las llantas recen y despídanse de sus esposas y de sus hijos. ¡Juramento de honor!

 

– ¡Juramento de honor! –Exclamaron todas.

 

2. Uno a uno fueron saliendo entre vítores y aplausos

 

Una multitud de mujeres al costado de la carretera tenían la llurimpa llena de piedras. En una mano portaban una de ellas y en la otra un grueso garrote.


Así detuvieron al ómnibus repleto de soldados que había venido a reforzar a los policías para llevarse presos a varios maestros, padres de familia y ciudadanos de Santiago de Chuco.


Era tanto el gentío que no pudieron los soldados ni apearse del porta tropas por miedo de que ahí no más los cogieran y los hicieran pedazos


Dudaron solo tres breves minutos sintiendo que pegadas a las llantas estaban los cuerpos vivos y palpitantes de madres e hijas. Y se volvieron, tal y conforme habían venido.


Las mujeres decididas luego que vieron que el carromato desapareció por las alturas de Chollagueda, de regreso tal y como había venido, fueron al puesto policial y exigieron que pusieran en libertad a todos quienes habían sido tomados presos por los últimos sucesos acaecidos en Santiago de Chuco.


Y así ocurrió. Uno a uno fueron saliendo entre vítores y aplausos.

 

3. La represión no se hizo esperar

 

¿Qué había sucedido? Por represalia política habían trasladado al maestro Encarnación Saavedra de Santiago de Chuco al distrito de Cachicadán.


Sabiendo que era un abuso el pueblo se levantó. Y por el prestigio de que gozaba dicho maestro, encomiando su rectitud, los profesores, padres de familia y ciudadanos en general protestaron, capturando la escuela y declarándose en huelga.


La represión no se hizo esperar: cogieron presos a una veintena de personas que lo único que querían es que prime el bien y no la arbitrariedad. Y desde Trujillo se ordenó trasladarlos en calidad de subversivos.


Allí es que se levantaron las mujeres capitaneadas por doña Raquel Aguilar Verau.


Y ahí fue que ellas detuvieron a la entrada del pueblo al transporte que portaba a más de 60 soldados armados.

 

4. Era también el primer levantamiento de mujeres

 

Pero sabiendo que en cualquier momento iban a regresar con peores tretas, doña Raquel y otras mujeres ensillaron acémilas y partieron al galope y de madrugada, habiéndose reunido antes el grupo en la curva de Las Guitarras.


Primero hasta Shorey y después rumbo a Lima.


Allí pidieron entrevista en el Palacio de Gobierno, donde dialogaron con el Presidente de la República, don Augusto B. Leguía, presentándole un memorial con muchas firmas y explicándole en vivo acerca de la verdad de los hechos que estaban ocurriendo en su pueblo.


Esa delegación de mujeres fue la primera de Santiago de Chuco en llegar hasta Palacio de gobierno y traer una orden de restitución para un maestro ejemplar como era don Encarnación Saavedra.


Era también el primer levantamiento de mujeres que ocurría un 25 de abril del año 1937, en Santiago de Chuco. 

5. Cuando se defienden los derechos de uno

 

La comitiva de mujeres trajo en su retorno de Lima la orden de restitución en su puesto del maestro Encarnación Saavedra, quien al conocerla se trasladó a pie desde Cachicadán adonde había sido trasladado y fue a tomar posesión de su nuevo puesto.


Al llegar, fue recibido con ramos de flores, “La parinón” que es la banda de músicos, y por toda la ciudadanía en Collosgón, donde termina la cuesta de “Salesipuedes” que va y viene de Cachicadán.


El Concejo Provincial de Santiago de Chuco, en 1946, rindió homenaje a la señora Raquel Aguilar Verau con medalla y pergamino de honor, que dice: “Por el cumplimiento de sus deberes maternales” –y ella ostentaba que dijera así: maternales–, como reza el Diploma que ahora luce en su sala.


Alguna vez se le preguntó si se consideraba una mujer líder, luchadora y de avanzada en la defensa de los derechos de la mujer. Ella dijo:


– Cuando se defienden los derechos, cualquiera sea, se defienden los derechos de todos, porque basta que avasallen los derechos de uno para que nos ofendan a todos los seres humanos.

 

6. Se escuchan gritos de un tumulto

 

Esto he recordado ahora cuando he bajado a la Plaza de Armas de Santiago de Chuco, a acompañar al Apóstol Santiago el Mayor en su procesión, hoy día 25 de julio.


Desde la esquina del chorro Pichi Paccha, en la calle alta, se ven los andamios de carrizos de los castillos de fuegos artificiales que se quemarán esta noche.

 
Y también se divisan las estructuras renegridas de otros que ya se quemaron anoche, Día del Alba de la fiesta, y que por ser tan altos sobresalen sobre los techos rojos.


Habiendo ya pasado la puerta del Convento, con las calles congestionadas de gente, que visten atuendos y lucen aires de fiesta, estando ya casi delante de la comisaría se escuchan gritos de un tumulto.


– ¡Suéltenlo! ¡Suéltenlo!


– ¡Oye! ¡Qué te pasa!

 

7. Es casi una niña, con una criatura en la espalda

 

– ¡Adentro! ¡Hay que meterlo adentro! –gritan los policías.


– ¡Devuélvanme mis llaves! ¡Policías desgraciados!


¿Qué ocurre?


Es un muchacho esmirriado, con atuendo de bayeta, ágil e impetuoso, de cabello ensortijado y abundante, el rostro encendido, apenas un adolescente que lucha con seis policías.


Unos lo empujan de atrás y otros desde adelante. Quieren arrastrarlo hacia la puerta. Pero él mismo se coge de los parantes y allí se atraca.


– ¡Al calabozo! ¡Al calabozo! –Gritan los policías.


– ¡Suéltenlo! ¡Oigan! ¡Suelten a mi marido! –Grita la mujer.


Es casi una niña, con una criatura en la espalda, que arremete deteniendo a los policías y prendiéndose del muchacho para ayudarlo a zafarse de los custodios con uniforme verde.

 

8. Revolotean por el aire sus dos trenzas

 

Por fin logran meterlo y desaparecen por el callejón de la comisaría. Ella queda afuera, atajada por otros policías.


Pero la mujer se suelta, empuja y entra. Y logra, no sé cómo, sacarlo hacia fuera al muchacho, que se defiende que lo apresen con puños y patadas.


– ¡Suelten a mi marido! ¡Oigan! ¡Por qué van a detenerlo! ¡Abusivos!


Pollera roja, blusa verde con bordes blancos y amarillos. Encarnada el rostro por la emoción y la cólera.


Revolotean por el aire sus dos trenzas negras, donde lucen bien sujetas unas flores silvestres.


Otra vez los seis policías lo arrastran al muchacho pero ella como una fiera, alzando los brazos se prende de él y lo rescata, arrastrándolo calle abajo, tropezándose en las piedras.


Los policías se quedan anonadados.

 

9. ¡No me voy a callar!

 

– ¡Desgraciados, devuélvanme mis llaves! –Vocifera el muchacho.


– ¡Ya cállate! ¡Vámonos! –Le grita ella.


Y pocas son sus fuerzas para sostener a su marido que quiere soltarse y arremeter otra vez contra todos los policías que se han quedado inmóviles.


– ¡Afuerinos! ¡Jijunas malnacidos!


Uno de los policías, el más corpulento, se adelanta amenazante, con la vara en alto:


– ¡Vamos todos a cogerlo! –Dice y anima a sus compañeros a seguirlo.


– ¡Devuélvanme mis llaves, cachacos hideputas!


– ¡Ya cállate! –Y ella hecha un revoltijo le tuerce la cabeza para que ya no mire hacia atrás.


– ¡No me voy a callar los abusos! ¡Hideputas!


Y allí corren decididos a castigar al insolente.

 

10. Así es mi pueblo. ¡Y así es su gente!

 

– ¡Ya ándate! ¡Llévalo! –grita una mujer con una fuente de mermelada en las manos que se interpone.


– ¡Ayuden! ¡Llévenlo!– grita otra que también se ha interpuesto. Y ahora hay una muralla de mujeres  


La mujercita como sea arrastra a su marido. Y lo sigue jalando calle abajo.


Cuando las bombardas en el cielo anuncian que ya está saliendo a la plaza el Patrón Santiago en su anda de oro.


– ¿Cómo se llamará esta mujercita? –Escucho que dice el policía.


– ¡Raquel Aguilar! –le digo.


– ¿Así se llama? –Me mira curioso e incrédulo.


– ¡Claro! ¡Todas las mujeres aquí se llaman Raquel Aguilar! ¿No ha visto cómo las otras les han atajado? 

11. ¡Es la Pacha Mama!

 

– Y, ¿qué fuerza, no?


– ¡Qué manera de pelear por su compañero! ¡Ya quisiera que alguna vez alguien me hubiera defendido de ese modo!


– Así es mi pueblo, Santiago de Chuco. –Le digo yo. ¡Y así es su gente!


– ¿Y qué significa afuerino, señor?


– De afuera.


– Y, ¿las otras palabras?


– Las otras palabras creo que ustedes las entienden.


– Y, ¡qué manera de hablar tiene aquí la gente!


– ¡Por algo, de aquí surgió también César Vallejo, señor!


– ¡Y son del campo!


– Precisamente, es por eso. ¡Es la Pacha Mama!, de ella deviene toda virtud y toda sabiduría, señor.

 

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Danilo Sánchez Lihón

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