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2012, Año de la defensa del agua para la vida y construcción de Los Andes nuevos
 
 
 
 

10 de octubre
Día de la salud mental
¡Sí, señor, queremos que nos gobierne un loco!

Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 

“Tanta locura en la razón como este”

César Vallejo

 

1. Muchos hechos se comentan

– ¡Buenos días sigñora, buenos días sigñor! –Saluda al pasar, con acento italiano, jalando su cabra de barba bastante desarrollada, la misma que gusta caminar por la tierra apisonada del centro de la calle y no por las piedras de la vereda por donde va su dueño y hasta donde se extiende la soga que la sujeta.

Cada veinte pasos le tira una galleta que la cabra, pase lo que pase, esté donde esté, dada vuelta o de costado, salta con elegancia y lo coge con la boca en el aire. Quien se pasea así es René Byrne Valcárcel, el nuevo comandante de la Policía en Santiago de Chuco, quien tiene un rostro sonrosado, risueño e ingenuo, de niño candoroso e indefenso. Muchos hechos se comentan acerca de él, como que en un tiempo fue presa del alcoholismo.

Pasa con su uniforme verde con botones dorados de Mayor de la Policía, siempre pulcro pero desordenado en su cuerpo rollizo: el cuello disparejo, una punta de la casaca metida en el pantalón y la otra suelta hacia afuera, el cinturón caído rozando con una de sus piernas. Es corpulento, animoso y anda con prosa, bamboleando los hombros todo el tiempo, como cuando una persona está feliz y contenta.

– ¡Buenos días sigñor! ¡Buenos días sigñora! –Otra vez saluda.

2. Mil conjeturas

La gente está sorprendida y anonadada. El jefe de la policía ha sido siempre un personaje temible, drástico y hasta abusivo, sobre todo con la gente humilde, nunca con los poderosos.

En cambio ahora tenemos a un señor que produce risa; aunque no burla, ya que posee hasta cierto encanto el verlo.

Y las cosas han empezado a cambiar en el pueblo, por la presencia de este sigñor, que nos condiciona a ser un poco más expansivos, francos y hasta sonrientes. Las personas se sienten más confiadas, de un hombre que para nada es agresivo ni malintencionado. Al contrario. De quien todo el mundo se sentía amigo de René Byrne, pero él ni se daba por enterado.

La gente habla, ríe, se siente más segura y protegida. El poder recién tenía rostro humano, el poder recién divertía.

Se tejen muchas leyendas. Que tiene hijos, que sufrió una decepción amorosa, que ha estado en Egipto, La China, la India, y en Arabia, pero lo cierto es que todo son suposiciones, porque él nunca se sienta a conversar de esas cosas. En el colegio hacemos mil conjeturas. Y, a veces, fabulamos o nos sorprendemos a  nosotros mismos ideando historias fantásticas acerca de él.

3. Como si marchara

René Byrne Valcárcel tiene la fama de haber sido el alumno más inteligente y brillante de su promoción de la Escuela de Policía.

Es apreciado ahora porque el que menos se siente bien siendo amigo de una persona engalonada, quien es Jefe de la Circunscripción Provincial, que entrega la Libreta Militar, y quien durante las levas para el Servicio Militar Obligatorio está en sus manos poner:

“Falto de peso”, “Mal de piezas dentarias”, “Pies planos”. Así que ¿quién no quiere estar bien con él? Además, porque es buena gente y no es abusivo con nadie.

De vez en vez se para con su cabra. Saca un cohete de su bolsillo y lo pone entre sus dos dedos con la mecha hacia afuera. Con las dos manos enciende un fósforo y lo acercaba a la mecha entrecerrando los ojos.

Chisporroteaba el hilo por un brevísimo instante y, ya para reventar, lo tiraba en medio de la calle causando un fogonazo y un estruendo que él no se rebajaba siquiera en mirar. Y otra vez emprende el paso como si marchara.

4. Encima de las cruces

La reventazón del cohete despierta al perro que duerme en el umbral de cualquier puerta, el mismo que se pone a ladrarle y a hacerle un fuerte escándalo, hecho que tampoco se digna voltear a observar.

Pero éstas y otras excentricidades de René Byrne Valcárcel no tienen mayor importancia, salvo despertar la curiosidad y las sonrisas benevolentes de la gente.

Byrne es autor de otra payasada que sí es grave- y que justifica el mote con el cual ha pasado su nombre y su figura a la posteridad en mi pueblo, mote en donde se juntan dos palabras en una sola, cual es el “Autoponcho”, es decir: ser trasladado en poncho, o ser cargado en ese abrigo o prenda de vestir.

Y es que a nuestro personaje le aquejaba una obsesión cual es castigar la borrachera de la gente haciendo que sus gendarmes al contertulio que se duerme en una cantina inmediatamente él dispone que se lo ponga en su propio poncho como camilla y se lo cargue cogiendo el poncho de las cuatro puntas para dejarlo encima de las cruces en el cementerio del pueblo.

5. Pasadas las horas

Hace esto, hemos supuesto, porque que las celdas de la comisaría no curan ya este vicio, y al contrario causan molestias, porque hay que estar mirando a los ebrios hasta que despierten, y después  molesta ver afuera a sus familiares.

Para ello, los deja en el panteón en donde quedan durmiendo sobre las tumbas su malhadada borrachera. El frío inclemente hace lo demás, porque en plena noche tenebrosa la víctima empieza a manotear creyendo que está en su cama y solo hay cruces y túmulos hasta caer, esta vez sí desmayado de a verdad por el susto, en la cuenta de estar entre los muertos.

O, sobreponiéndose, llegar corriendo o como sea al pueblo con un hondo pesar y rencor en el pecho, o curado para siempre de no andarse con borracheras de media noche, y menos con la presencia en el pueblo de René Byrne Valcárcel.

Al contador mercantil Álvarez, que por primera vez vino a hacer una auditoría, y según dicen recién se embriagaba, lo introdujo en uno de los nichos vacíos, quien al despertarse casi al alba manoteó desesperado y llegó al pueblo buscando “sonarle” al culpable. Pero pasadas las horas estas ínfulas se apagaron y, al contrario, ha sido él quien ha dejado el pueblo para siempre.

6. Cuando ya raya el alba

En cierta ocasión el Mayor Byrne ha tenido el incierto mérito de acompañar a su víctima toda la noche en el cementerio, hasta que esta despierte tiritando de frío.

Cuando esto ocurre Byrne hace surgir su aliento desde el suelo donde está acostado, dos tumbas más allá de la víctima, a quien le dice con voz solemne y gutural:

– No te asustes hijo. Has muerto. Pero pronto serás liberado de tu atadura corporal. Como ves ya estás fuera de tu cajón. Y pronto te recogeré en mi morada celestial.

No había tomado en cuenta que el burlado de la noche era el cura del pueblo, que sabe mucho de estas cosas sobrenaturales, y a quien no lo pueden engañar. Pero lo peor es que el cura tiene muy mal genio y reconociendo al maniático allí mismo le ha propinado una paliza que lo ha dejado casi muerto.

Sin embargo, otra versión, igual de enfática, afirma que el cura se levantó espantado de encontrarse en el lugar en que se encontraba y escapó. Mientras tanto, René Byrne atrás lo seguía como si fuera una sombra o un fantasma de ultratumba, caminando detrás de él lenta y parsimoniosamente, mientras el cura corre hasta llegar al pueblo cuando ya raya el alba.

7. Porque a ratos

¿Cómo es su trabajo de cada noche?

La guarnición de la policía está constituida por 12 efectivos quienes salen a hacer su pesquisa por las cantinas y después de hacer recogido tres cuerpos dormidos se enrumban en una caravana mortecina

Es de tres borrachos por noche, cargados en sus propios ponchos, quienes van rumbo al cementerio, en donde los dejan en la parte de atrás, la que da a Añaco, para que se confundan más todavía, entre las cruces, cuando despierten.

René Byrne va delante de ese cortejo, con su rostro candoroso y transparente, con su cabra que nunca deja, vaya a donde vaya, y que en el perfil de las sombras, hacia los cerros, se ve que salta, seguramente pescando en plena tiniebla alguna galleta que René Byrne lo arroja por los aires como al desgaire.

La cabra pareciera que entendiera todo, o leyera el pensamiento de René Byrne, porque a ratos ella va adelante, siempre cogida de la soga por su dueño, pero entonces parece que él la siguiera lo que ella concibe o imagina.

8. Por el miedo que han tenido

Algunos alumnos llegan tarde al colegio por contarnos los detalles que han ocurrido al montar guardia desde la madrugada en la salida al cementerio.

Nunca más arriba del obelisco, porque es tenebroso avanzar en esa dirección, y allí esperan para ver venir por el camino a quienes habían sido trasladados esa noche a dormir sobre las tumbas.

¡Y el relato se recrea en cómo es que habían venido corriendo! ¡Y la cara de susto que traían!

Lo gracioso es que Byrne no se cuida de quién es al que lleva a dormir entre las cruces, ya que en algunos casos resultan ser autoridades y gente de mucho copete, para lo cual le vale estar loco.

Por eso, hay muchachos que se sientan en las afueras para ver llegar a quienes desde ese momento se convierten en el hazmerreír de la gente.

Y se empiezan a contar historias en que se revisa su pasado, su presente y su futuro, pero sobre todo, las actuales circunstancias muy jocosas de cómo han aparecido por el camino.

La mayoría con los pantalones orinados por el miedo que han tenido de despertarse entre tantos catafalcos que empezaron a manotear desesperados,

9. De nunca acabar

Esas personas pasan semanas encerradas en sus casas, sin aparecer en público porque basta que la gente lo vea para que empiecen a reírse.

Algunos funcionarios y autoridades que han caído en esta desgracia han pedido su cambio a otra provincia y entre ellos se han armado trampas para hacer que alguien caiga de punto.

A René Byrne nadie puede contarle nada porque no entiende, está loco. Y si algo se le pregunta su respuesta es:

– Conforme en todo con lo que dice el sigñor. –Y vaga con su mente, feliz por las nubes. Pero algunas malas lenguas, dicen:

– Es un sabido. Él todo lo entiende y se hace el loco. Porque si no, ¿cómo es que sabe dar tan buenas órdenes? ¡Para ordenar hay que tener buen juicio.

Y las discusiones son arduas, de nunca acabar, a veces abruptas de unos que lo defienden y de otros que quieren matarlo, porque dicen que no está loco y que se hace producto de su inteligencia asombrosa.

10. Sus danzas infernales

Pero lo cierto es que nadie ya bebe, todos se acuestan temprano, no hay pleitos en las casas.

Los niños están más felices que nunca porque todos tienen para comprar sus útiles escolares, que es el dinero que sus padres gastaban en las cantinas.

Y toman buen desayuno en sus casas porque se compra leche y hasta ha subido el consumo de mantequilla, jamón y queso.

Los niños pueden saludar a sus padres por la mañana encontrándolos sanos y cuerdos.

Han cesado los problemas, las rencillas, las caídas de los borrachos en las calles.

Son meses de dicha y prosperidad ciudadana Ha desaparecido ese rostro adusto y temible de la autoridad que está allí para atemorizar a los débiles, abusar del poder y humillar a la gente.

El “Autoponcho”, como ha empezado a llamársele a Byrne, a los reincidentes su locura le ha inspirado un castigo más temible y severo. ¿Cuál es?

Dejarlos hacia adentro en las cuevas de Huacapongo y Shiminiga, llena de cadáveres, huesos esparcidos y con la fama de que por allí salen los diablos bailando sus danzas infernales.

11. Esté donde esté

Ha llegado el mes de diciembre e indudablemente el pueblo es otro, ha cambiado de rostro. La gente que viene de lejos, sea de Trujillo, Otuzco o Huamachuco, se quedan perplejos. Dicen que encuentran un pueblo diferente, feliz y dichoso.

– ¿Oigan, qué les ha pasado, ah? ¿Qué están comiendo ustedes para comer nosotros, ah? Se siente un Santiago de Chuco diferente, todos sonrientes, felices y contentos. Aquí todo funciona bien, todos atienden prestos. Para nosotros mejor así, ah, porque tenemos más ventas.

Pero lo cierto es que ha llegado diciembre y hay que hacer la leva.

El ejército y la policía colaboraban en el reclutamiento de conscriptos para los contingentes del ejército de cada año.

Pero ocurre que muchacho que capturan los gendarmes van los familiares o los amigos a hablarle a René Byrne y él los suelta, con la frase de.

– Yo he dicho que a mis amigos no pueden tomarles presos, sigñores. Vayan con este papelito, ¡y que lo suelten!

Esté donde esté firma y emite sus papelitos de colores que ya ni guarda el talonario sino que lo tiene en la mano, para que liberen a cada muchacho que ha caído en la leva.

12. ¿Y por qué están aquí?

El penúltimo día para consumar la operación ha entrado a ver cuántos hay. Apenas quedan unos diez de los doscientos que es la cuota histórica de movilizables que da Santiago de Chuco cada año a la patria.

Los rostros de los muchachos le conmueven profundamente a René Byrne, quien sube a una mesa y les habla de este modo:

– Sigñores, servir al Ejército del Perú es un honor. Aprenderán a manejar camiones, a leer, algún oficio lucractivo (así lo pronuncia). Pero ustedes son libres de elegir.

– Yo tengo mi chacrita recién aporcada.

– Yo en mi casa solita a mi mamita la tengo. ¿Cómo la voy a dejar? Se morirá solita. Y lloriquea.

– De mí se irán a secar las plantitas que he sembrado. Y se irá a morir mi abuelita.

– Yo, recién he tenido mi hijito.

– ¿Y por qué están aquí? ¡Afuera, sigñores! Vayáis a cuidar a la viejita y no sean malos hijos ni nietos perversos.

13. Pero no lo han dejado

Ahora recién sabemos que René Byrne está completamente loco, porque en qué irá a parar todo esto, tanto que son capaces de fusilarlo. Porque al final solo se han quedaron dos voluntarios. Ha vuelto a subir René Byrne a la mesa y los felicita con lágrimas en los ojos.

El día 26 de diciembre llegan los dos camiones que siempre vienen con los militares que califican a los capturados. Años antes había aquí un mar de gente, llorando a gritos delante del puesto policial, y copando las calles adyacentes. Esta vez no hay nada.

Los comandantes que han venido hablan por teléfono. Tienen los rostros adustos y coléricos. En un camión han cargado con René Byrne con su rostro dichoso y sonriente.

– Hasta luego, sigñores. –Nos ha dicho, y hemos sentido un dolor en lo profundo del alma. Atrás va su cabra, sin haberle dado tiempo ni siquiera a recoger sus cosas. Ha querido quemar sus cohetes, pero no lo han dejado.

En el otro camión van los dos jóvenes de rostro confiado e iluso. Jamás pensamos que nunca volveríamos a ver a nuestro amigo René Byrne Valcárcel.

14. Que la gente se cuadre y salude

A los diez días de estar ausente se escucha una noticia abrumadora.

– Ha llegado un nuevo jefe de la policía. René Byrne ha sido trasladado a Lima para ser sometido a un proceso administrativo. Ya no viene el Autoponcho.

– ¿Así? –Dice una señora–. En primer lugar, dejen de llamarlo Autoponcho. A las personas se les llama por su nombre y el nombre del señor es René Byrne Valcárcel.

– ¿Qué ha pasado con él? –Pregunta otra.

– Por no completar la leva, lo han llevado a juzgar en Lima.

Ese mismo día por la tarde aquí en Santiago de Chuco se llenaron las cantinas, y han empezado los pleitos, las demandas, las denuncias. Y los rostros sonrientes han desaparecido, tornándose abatidos.

El nuevo comandante pronto ha llenado los calabozos de borrachos, haciendo que la gente se cuadre y salude militarmente y todos son sospechosos de ser terroristas.

15. ¿Qué más?

Esta mañana una comisión de mujeres se ha acercado al Puesto Policial a hablar con el nuevo comandante, ya que los hombres temen quedar presos y vengan por ellos los dos camiones que han partido vacíos.

El jefe las trata rudamente y ni siquiera les dice que se sientan:

– Estamos aquí porque queremos averiguar por el Mayor René Byrne Valcárcel.

– ¿Así? ¿Por qué, ah?

– Porque era nuestro amigo. O más precisamente, amigo de nuestro pueblo. Y porque estamos muy agradecidos de ese señor.

– ¿Por qué?

– Porque en su período todo fue beneficio y felicidad para nuestro sufrido Santiago de Chuco.

– ¿Así? ¿En qué, por ejemplo?

– Por ejemplo: en que ya no había pleitos ni en las casas ni en el pueblo.

– ¿Qué más?

16. ¡Qué tal raza!

– Ya no había borrachos en las cantinas. Todos estábamos felices y contentas, sobre todo las mujeres.

– Bueno, señoras. Su “amigo” René Byrne ha sido trasladado a Lima para ser procesado por chiflado y por loco.

– ¡Queremos que él vuelva!

– ¡No puede ser, señoras! Primera vez que veo que un pueblo se levanta por querer retener como Jefe de la Policía a un loco. Si quieren aboguen por él en Lima, pero no les aconsejo, ya que pueden quedar detenidas como subversivas. Este es un pueblo egregio, cuna de grandes hombres. ¿Cómo es posible que vayan a querer como autoridad a un loco? Ahora, retírense.

– Somos un pueblo como usted dice, pero preferimos ser gobernados por un loco, como el señor René Byrne Valcárcel, antes que por un cuerdo.

Y el comandante se quedó mascullando esta frase que no alcanzarían a oír las señoras:

– ¡Qué tal raza! ¡Que no haya pleitos! ¡Y si no hay pleitos los policías nos quedamos sin trabajo!

 

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Danilo Sánchez Lihón
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